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Misión cumplida: el “Fideo” se despide de la Selección

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A partir del lunes próximo, quedará para hinchas, historiadores, sociólogos y todos los futboleros que quieran participar, pensar en el lugar que ubicará a Ángel Di María en la larguísima y prolífica vida del fútbol argentino. La decisión del rosarino parece ser irrevocable, sea campeón nuevamente de la Copa América o reciba con tristeza la medalla por el segundo puesto. Seguirá jugando, en Benfica (lo más probable) o en Rosario Central, pero será el final de su extenso ciclo con la Selección.

Una vez afuera del seleccionado, empezaremos a discutir si Ángel Di María tiene estatura para mezclarse entre los mejores diez o quince jugadores de nuestra historia. Donde llegaron Mario Kempes, Diego Maradona, Ubaldo Fillol, Daniel Passarella, Lionel Messi, Dibu Martínez y otros nombres mucho más debatibles que los anteriores. La tentación de olvidarnos del pasado extenso sin títulos mundiales, hace que Francisco Varallo, Tucho Méndez, Ernesto Grillo, el Charro Moreno, Adolfo Pedernera, Rinaldo Martino, Julio Cozzi, Amadeo Carrizo, Hugo Gatti, incluso Ricardo Bochini y el Beto Alonso (dos campeones del mundo), Roberto Perfumo, Luis Artime, Silvio Marzolini, René Houseman, Jorge Valdano, Jorge Burruchaga, Claudio Caniggia y otros tantos, se quedan haciendo la fila y esperando el pase al Olimpo.

Con la carrera –iniciada en el pequeño club El Torito y seguida desde sus diez años en Rosario Central– tuvo un desarrollo fenomenal. Le costó encontrar un lugar como titular en las competitivas inferiores del Canalla, hasta que tuvo su oportunidad en la sexta división y no la desaprovechó. El histórico entrenador Ángel Tulio Zof lo promovió a Primera con 17 años y ya no dejó de integrar el plantel. Debutó el 14 de diciembre de 2005 ingresando por Emiliano Vecchio en la cancha de Independiente. Hubo empate en dos goles y la satisfacción enorme de sus padres, preocupados porque todavía no había jugado en la A.

En los tres años siguientes, Angelito participó en la Copa Libertadores de 2006, quedó como titular con el ingreso de Néstor Gorosito como entrenador de Central y empezó a meter goles. En total, fueron 39 partidos oficiales con la camiseta auriazul y seis tantos convertidos. Se despidió muy rápido: el 16 de junio de 2007 en la cancha de Colón, con caída 3-1 de su equipo, haciendo el tanto rosarino. Lo compró Benfica, el poderoso club de Lisboa. Le habían seguido los pasos desde que integró el seleccionado que jugó el Sudamericano Sub20, en el que hizo dos goles y la Argentina se clasificó para el Mundial Sub20 de Canadá. 

Ese torneo lo ganó el equipo nacional dirigido por Hugo Tocalli, siendo Di María autor de dos goles contra Uruguay y sufriendo una lesión que le impidió jugar la final ganada contra la República Checa. Su rendimiento y su buena tarea en Benfica sirvieron para que Sergio Batista lo convocase al equipo nacional que jugaría los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008. Allí, la Argentina alcanzó la final y venció a Nigeria por 1-0: el gol lo hizo Ángel Di María, en el inicio del segundo tiempo, desatando la alegría que significó repetir el título olímpico que se había obtenido en Atenas, cuatro años antes. Ese primer ciclo entre 2006 y 2008 con la camiseta albiceleste lo elevó de nivel. Ángel y Lionel, rosarinos, campeones olímpicos.

Sin embargo y pese a destacarse en Benfica –fue elegido el mejor jugador de la Liga lusitana en 2009/2010– no pasó lo mismo con el seleccionado. Tuvo altibajos en su rendimiento y aunque jugó los cinco partidos en el Mundial de Sudáfrica, no brilló como se esperaba, más allá de su molestia porque Diego Maradona, el entrenador de ese momento, le modificó su lugar en el campo de juego. Ahí empezó el tiempo de los cuestionamientos. El periodismo se dividió en apoyo y rechazo, los hinchas hicieron lo mismo.

Elegido muchas veces para ser titular con Alejandro Sabella como técnico nacional, tuvo algunas lesiones que lo hicieron ausentarse y eso generó más recelos del público. Fue clave en el Mundial de 2014 en Brasil, porque gracias a un hermoso zurdazo que ubicó la pelota junto al palo derecho del arquero suizo en el minuto 118, la Argentina obtuvo el pase a los cuartos de final. Ante Bélgica se lesionó y se quedó afuera del torneo en el que su equipo alcanzó el recordado subcampeonato, cayendo con Alemania. Otra vez las lesiones.

Paralelamente, su carrera en Europa había crecido muchísimo. Figura de Real Madrid, estuvo cuatro temporadas (2010-2014) dejando 190 partidos oficiales entre liga, copas españolas e internacionales, con 36 goles convertidos y entregando 85 asistencias. Eso le valió irse al Manchester United, por 75 millones de euros. Fue para la temporada 2014/15, pero no la pasó bien, debido a problemas físicos e integró un equipo que terminó a 17 puntos del campeón Chelsea. Pidió irse y le dieron el gusto: en agosto de 2015 lo adquirió Paris Saint Germain, en una transferencia que asombró al mundo deportivo. El club adquirido por el gobierno de Qatar en 2012, pagó 63 millones de euros por él. Acertaron: ganó cinco ligas de Francia y obtuvo 14 copas nacionales. Jugó 295 partidos, festejó 93 conquistas y asistió 119 veces al goleador de turno.

Si su carrera seguía viento en popa en el poderoso club parisino, las alegrías no eran compartidas en la Selección Nacional. Ese período extenso entre 2009 y 2021, que fue de gran brillo en los clubes donde jugó, no fue acompañado por éxitos del seleccionado y algunas lesiones lo alejaron del paladar de los hinchas, más allá de su capacidad. El enojo con Di María, con Agüero, con Lavezzi y hasta con Messi, tenía que ver con la imposibilidad de ganar la Copa del Mundo reclamada y también la Copa América, algo que se frustró dos veces por unos penales desgraciados. Parecían ser los responsables perpetuos de la falta de títulos, que supuestamente “debía” ganar la Selección, como si los rivales fueron murgas de barrio y ser argentinos los facultaba a imponernos, por tener la camiseta que había usado Diego Maradona. 

Desde sectores del periodismo, era permanente el hostigamiento, las menciones a su presunta endeblez física por las lesiones inoportunas, la supuesta “falta de compromiso” y pertenecer confabulado entre “los amigos de Messi” que querían jugar entre ellos y no se bancaban salir. Di María aguantó lo que pudo, se fastidió muchas veces, pero siguió brillando en el PSG francés y volvió a jugar la Copa América, que se hizo en plena pandemia, en tierra brasileña durante 2021. Atrás había quedado el descalabro argentino de 2018 en Rusia. 

Habían pasado 28 años del último sudamericano ganado, en 1993. El equipo de Scaloni llegó a la final y consiguió lo increíble: derrotar a Brasil en el Maracaná. Encima, Angelito Di María hizo el único gol con un suave toque de su botín mágico (el izquierdo) para engañar al arquero Emerson y concretar el pase exquisito de Rodrigo De Paul desde treinta metros. Final y Copa América en bolsillo argentino, saldando una deuda larguísima, ante rival soñado y en la cancha más admirada.

Di María acumulaba méritos otra vez: el mundial juvenil de 2007, los Juegos Olímpicos de 2008 y ahora la Copa América. Los detractores empezaron a cambiar de opinión, el exitismo futbolero llegó a su máximo esplendor en aquel momento. Con Di María, con los pocos necios que seguían dudando de Messi, con Otamendi y alguno más, muchos hicieron un prudente silencio. Goles en los partidos fundamentales, goles que traían títulos.

Ese viraje repentino de los escépticos (lo que puede cambiar el gol que trae un título muy esperado) se hizo mayoritario y fue absoluto ya con el rendimiento del seleccionado en Qatar 2022. Desde que se inició el camino eliminatorio en los octavos de final, la Argentina mostró todas sus cualidades, se fue convirtiendo en el favorito y la dupla Messi-Di María no paró de mostrar lo que eran. En sus distintas dimensiones, dos jugadores excelsos, inmunes ya a las críticas porque lo demostraron en el campo de juego. Por si le faltaba algo a Angelito, la excepcional jugada del segundo gol albiceleste en la final contra Francia, lo situó directamente en el Paraíso Futbolero Argentino, sin posibilidades de caerse desde allá arriba.

Hoy, a punto de dejar su camiseta en el vestuario para que se la calce otro, sigue todo igual. Feliz él, felices los suyos, felices los hinchas, satisfechos los críticos y los periodistas que también sienten como cualquier argentino. Empezó muy bien, cayó en un pozo con la selección y volvió a crecer hasta hacerse imprescindible. Dejó una marca imborrable e hizo escuela con su persistencia, sus ganas de vestirse de Argentina en una cancha de cualquier lugar. Di María y su zurda prodigiosa pasan a la historia mayor, aunque él siga jugando.