Con resaca, en cámara lenta. Así terminó el día después en la Ciudad de Buenos Aires. Después de una fiesta multitudinaria y extensa, con baile y carnaval carioca. El después de más de 120 minutos de tensión extrema, de euforia incontenible que desfallece tras horas y horas de celebración. “Cansada, pero feliz”, la frase se repite en este lunes en que los argentinos y argentinas nos despertamos ( o quizás, nunca dormimos) campeones del mundo.
Sobre la Avenida Corrientes, a cuatrocientos metros del Obelisco, Carlos Brites barre la calle. Hay papeles, latas de cervezas, bolsas desperdigadas, vidrios rotos, muestras de una noche de lujuria colectiva. “Es una mugreeeee”, dice mientras se ríe. Lleva una camiseta argentina alrededor de su cuello, debajo del uniforme verde. El también estuvo acá en la madrugada. Llegó con su mujer y sus tres hijas a la medianoche. Por la sonrisa permanente parece no importarle todo el trabajo que tiene por delante. Se acostó a las tres de la mañana y a las 7 ya estaba disponible para empezar a limpiar la ciudad. “Uuuh, la mugre que hay”, repite. “Tenía el compromiso de trabajar, llegué cansado, ni ganas de trabajar tenía hoy. ”, se ríe.
En el Obelisco hay un grupo que sigue festejando bajo los rayos de sol del mediodía. No son más de treinta que cantan entre las bocinas de los autos que pasan festejando por la Avenida 9 de Julio. Hay personas que se sacan fotos con el monumento de fondo mientras un grupo de pintores tapan los graffitis de ayer. El influencer Santiago Maratea hizo una convocatoria en su Instagram para seguir festejando con cerveza y esperar a la selección que mañana estará acá después de una caravana que saldrá desde Ezeiza. “Se armó una movida para que no se corte”, le dice a elDiarioAR. “No se sabe hasta cuando nos quedamos, venimos acá a seguir festejando porque estamos muy contentos. Sucedió. Es algo que se empezó a gestar en redes y acá estamos tomando algo”, agrega antes de sumarse al grito de “Dale, campeóon, dale campeón”. Minutos más tarde, uno de sus seguidores propondrá hacer una vaquita para ir a comprar cerveza. En menos de un minuto ya tienen 4000 pesos.
En ese grupo están Ana, Sofía y Micaela, de 22 años. Vieron la convocatoria en las historias de Maratea y volvieron al Obelisco, donde ayer se quedaron hasta casi la medianoche. “Recién intentamos saltar y teníamos todos los gemelos rotos de ayer”, dice la primera y las otras se ríen. Las tres estudian. Micaela cursa abogacía y trabaja en un estudio jurídico. Cuenta que hoy, por momentos, se durmió en la oficina y que el resto del tiempo lo dividió entre el trabajo y mirar videos en las redes sociales. “Y eso que me acosté a dormir a las 12, pero estaba tan cansada físicamente y mentalmente, todo el estrés que pasamos me influye”, dice. Las tres están acá para que no se corte, para seguir celebrando.
Abajo, en los comercios del subte, Nicolás atiende un puesto de empanadas. Dice que hoy vió muchas camisetas de Argentina y gente afónica. “Acá, hoy vienen felices. Los clientes lo primero que me dicen es: ¿Contento que ganó Argentina?. La gente está feliz, vamos a ver qué pasa mañana”, comenta.
Belén también sigue celebrando. Ayer caminó más de 10 kilómetros ida y vuelta desde su casa en Caballito hasta el Obelisco. Como la gran mayoría del millón de personas que se juntó en el centro de la ciudad tuvo que peregrinar por la falta de colectivos y subtes en el día del festejo. Es psicóloga y hoy durmió tres horas, se levantó, se puso la camiseta y se tomó el colectivo. Participó de un acto escolar en el que el cronograma se vió alterado por un karaoke espontáneo con la canción de La Mosca. Horas después, atiende pacientes de manera virtual con la bandera de fondo y la camiseta en los hombros. “El mundial hoy es el tema de arranque de todos los pacientes”, dice.
Hoy todo es más lento, más interrumpido. Un golpe en el mentón a la productividad, un uppercut furioso. Pero, ¿A quién le importa la productividad hoy? Hay cortes en el trabajo para mirar los diarios, para compartir en los grupos de WhatsApp, para publicar postales de los festejos, para chequear las redes sociales a ver qué nuevo video aparece: ¿El de Messi pidiendo ayuda a Diego antes de los penales?, ¿El de Scaloni puchereando en el final del partido?, ¿El de las decenas de abuelas la la la que se replicaron por barrios?, ¿El de la selfie de Messi con Antonella y los nenes?. Cuánto material para volver a disfrutar, para perpetuar esa sensación hermosa de ser campeones del mundo. Hoy la concentración es inversamente proporcional a la alegría del festejo. Las imágenes vuelven una y otra vez, como en el amor cuando solo se piensa en esa persona que te gusta.
Hoy todo es más lento, más interrumpido. Un golpe en el mentón a la productividad, un uppercut furioso. Pero, ¿A quién le importa la productividad hoy? Hay cortes en el trabajo para publicar postales de los festejos, para ver un video en las redes
Agustina se levantó temprano para recibir a los albañiles que nunca llegaron. Tomó mates y se fue a la escuela de arte donde es profesora, tenía que tomar examen, pero no pudo. Primero, porque no se presentó ningún alumno. Segundo, porque los exámenes comenzaban a las 8 y llegó a las 8.45. No se quedó dormida, simplemente se confundió. La alegría también es eso, es perderse. “Ahora me voy a otra escuela, estoy muy cansada, pero feliz”, dice.
“¿Mañana es asueto? No quiero trabajar más”, escribe Jimena en el grupo de WhatsApp de sus amigas. Es profesora de inglés y este lunes se quedó dormida, se despertó una hora más tarde. Ayer estuvo celebrando en Devoto, en la casa de D10S, y pasó horas allí. Tomó champagne, vino y sidra, la bañaron en fernet en medio de un pogo. A la vuelta, se compró un helado, lo comió y se cayó rendida en el sillón. Se despertó a la madrugada, se tapó y siguió durmiendo ahí. “Tenía resaca posta porque me tomé todo ayer. Me desperté con el sol en la cara, no sabía dónde estaba. Es la alegría más pura”, dice Jimena.
Así se sigue en este lunes, con la resaca después de una fiesta hermosa. Con las ganas de seguir celebrando mañana con los jugadores que traen la Copa desde Qatar. Que no se corte.
CDB/SH