“Es más importante la salud mental que el deporte ahora mismo”. La frase la pronunció la gimnasta Simone Biles en 2021, tras conocerse su renuncia a participar en los ejercicios de individual, suelo, salto y asimétricas de los Juegos Olímpicos de Tokio. Hicieron falta dos años para que la deportista —la gimnasta más condecorada de la historia de Estados Unidos— regresara a la competición.
Biles, que ahora tiene 26 años, dijo que tenía “lágrimas de alegría” por su vuelta “arropada por el amor” que le mostraron sus seguidores y los espectadores del evento. La deportista ganó el US Classic de Chicago con una gran actuación en los ejercicios de barras asimétricas, equilibrio, suelo y salto. Consiguió la victoria con 59.100 puntos y 5.000 de ventaja sobre Leanne Wong, segunda.
En los últimos dos años, la gimnasta estadounidense se había tomado un tiempo para centrarse en su salud y se convirtió además en una de las voces más respetadas en la defensa de los derechos de los deportistas. Por esa labor recibió junto a la futbolista Megan Rapinoe la Medalla Presidencial de la Libertad en 2022 de la mano del presidente del país, Joe Biden.
La retirada pública de una de las deportistas más grandes de la historia fue una muestra más de cómo en los últimos años se rompió el silencio que estigmatizaba la salud mental. Un paso que también dio recientemente el jugador de básquet Ricky Rubio, que anunció que va a parar su actividad profesional por este mismo motivo.
“He decidido parar mi actividad profesional para cuidar mi salud mental. Quiero agradecer todo el apoyo que recibí de la Federación Española de Baloncesto para entender mi decisión. Hoy La Familia [el nombre que recibe la selección española de baloncesto] tiene más sentido que nunca. Gracias. Pediría que se respetara mi privacidad para poder afrontar estos momentos y poder dar más información cuando sea el momento”, dijo Rubio a través de un comunicado publicado por la Federación Española de Básquet (FEB).
Rubio ya habló en otras ocasiones sobre su propia salud mental, cómo la afectó el fallecimiento de su madre de un cáncer en 2016 y la humanización de los deportistas de élite. En 2019 escribió un artículo en el que contaba que la primera temporada tras su muerte se sentía enfadado y culpó, entre otras cosas, al básquet. “Culpé a muchas cosas. Culpé al básquet. Culpé a las personas a mí alrededor por cómo me sentía. Le eché la culpa a todo. Pasé por una depresión. Y miré el básquet de manera diferente después de aquello. Vi la vida de manera diferente (...) Y no sabía cómo solucionarlo solo. Aprendí eso cuando finalmente recibí ayuda, cuando fui a hablar con un terapeuta”, explicó.
El caso de estas dos estrellas mundiales recuerda al de la tenista japonesa Naomi Osaka. Osaka, en aquel momento número dos del mundo, se marchó de Roland Garros por la ansiedad que le provocaba la atención desmedida y la obligación de atender a decenas de preguntas de la prensa. Entonces, el exnadador Michael Phelps, ganador de 28 medallas olímpicas y que pasó una depresión, escribió que Osaka podía haber “salvado su vida” gracias a la decisión de apartarse aunque eso supusiera no participar en el torneo.