Un informe de la consultora económica y financiera de Luis “Toto” Caputo, Anker Latinoamérica, con fecha del 24 de mayo pasado despertó en ese momento el interés de Javier Milei. “La dolarización es una alternativa de difícil implementación, que requiere una arquitectura legal y financiera compleja, pero no imposible de llevar adelante, como suelen simplificar algunos medios o colegas”, concluía el reporte del ex ministro de Finanzas del gobierno de Mauricio Macri, en el que duplicó el endeudamiento del Estado con el sector privado de 2015 a 2018, y expresidente del Banco Central durante tres meses de 2018, hasta que fue eyectado por pedido del Fondo Monetario Internacional (FMI) ante sus violaciones del acuerdo firmado. Es el mismo economista con larga trayectoria en la banca que ahora fue confirmado por Milei para encabezar el Ministerio de Economía.
En aquel paper, Caputo, que enfrenta causas judiciales por presunto ocultamiento de patrimonio y por el pacto con el FMI, advertía, sin nombrarlo, que la propuesta de dolarización de Emilio Ocampo, que hasta hace días era el candidato a presidir el Banco Central, iba a recaudar sólo US$12.000 millones para cambiar esos dólares por los pesos circulantes. Ocampo, que renunció a la futura conducción de la autoridad monetaria por sus diferencias con Caputo, especulaba con que iba a conseguir US$30.000 millones. ¿Cómo? Creando un fideicomiso con toda la deuda pública en manos del Banco Central y del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses).
“¿Qué otros activos financieros podrían respaldar la dolarización?”, se preguntaba Caputo en aquel documento que también llevaba la firma de su ex subsecretario de Financiamiento en el gobierno de Macri, Santiago Bausili, y de otros colegas de su consultora, Federico Furiase, Martín Vauthier -dos que suenan para el gobierno de Milei- y Felipe Berón. “El valor de mercado hoy de las acciones en poder del FGS es de aproximadamente USD4.000 millones, con potencial de revalorización en un contexto político y económico más favorable”, proponía el eventual ministro, una idea que efectivamente aceptó Ocampo. El fondo de la Anses es un importante accionista minoritario del Banco Macro, Telecom, la siderúrgica Ternium (del grupo Techint), Grupo Financiero Galicia y Molinos Río de la Plata, entre otras compañías.
“¿Podría aportar nuevos fondos frescos el FMI en un nuevo programa?”, se preguntaba Caputo tras la pelea de 2018. “Sí, basados en nuestra experiencia en el sector público, creemos que es posible, e incluso factible, en una nueva renegociación y acuerdo con el FMI, el aporte de fondos frescos por entre USD10.000 y USD15.000 millones. El monto definitivo dependerá de la cantidad de dólares necesarios para implementar la dolarización, la robustez del programa económico en su conjunto y el poder de negociación del país”, planteaba el eventual ministro la posibilidad de elevar el endeudamiento con el Fondo, después de que hace cinco años le entregara a la Argentina el mayor préstamo dado a cualquier nación en su historia.
Pero los que conocen cómo funciona el organismo advierten que es difícil que el FMI vuelva a financiar a la Argentina después de haberle entregado en 2018 US$45.000 millones y que tanto en el gobierno de Macri como en el de Alberto Fernández se haya incumplido las metas de los diversos acuerdos firmados desde entonces. Y menos si quien le pide el dinero es Caputo, de quien quedó un mal recuerdo en el staff, más allá de que ya no está al frente Christine Lagarde (ahora conduce Kristalina Georgieva) ni en el área latinoamericana persiste Alejandro Werner (ahora está Rodrigo Valdés). Sucede que en septiembre de 2018, cuando era presidente del Banco Central, Caputo quemó en el mercado cambiario parte de las reservas, que se habían reforzado con el crédito del Fondo, sólo para contener infructuosamente una nueva devaluación. Ante esa desobediencia, el FMI pidió su cabeza cuando renegoció el programa con el gobierno de Macri apenas tres meses después de iniciarlo.
De todos modos, quienes han negociado con el organismo admiten que si Milei y su designado ministro de Economía arrancan devaluando y ajustando hasta el hueso, quizás consigan algunos fondos más del FMI o al menos que les pateen los vencimientos de deuda venidos en diciembre próximo y en 2024. “Con un plan así, en el directorio del Fondo van a estar eufóricos. Pero dolarizar no van a apoyar. Sí fortalecer reservas”, evalúan las fuentes mencionadas.
Otros informantes con acceso a la sede del organismo en Washington, previo al viaje que el presidente electo realizó esta semana por EEUU, coinciden: “Al FMI se le puede pedir 10 mil o 20 mil como apoyo de reservas en el marco de un programa de consolidación fiscal y estabilización. No para gastarlos en dolarizar, lo que implicaría que esos dólares fueran usados para comprar la base y activos en pesos, algo a lo que el Fondo ya se opuso. Recordemos que algo similar ocurrió durante el efímero paso de Caputo por el Central: le exigía al Fondo que le dejara usar los dólares del programa para intervenir en el mercado de divisas y asi dar salida a los inversores que habían quedado atrapados en pesos. El Fondo no lo permitió y esta tensión terminó con su renuncia”. En el riñón libertario, preocupado por la salida de Ocampo, pero firme en el apoyo al futuro presidente matizan: “El FMI puede acompañar con una parte de los fondos necesarios para dolarizar, pero eso no está confirmado. El tema es que en la transición hasta la dolarización, de acá a marzo o abril, si hicieran falta dólares, esos serían mas difíciles de conseguir probablemente”.
Toto se ilusionaba en su paper y por eso entusiasmó al ahora presidente electo, con no dar de baja la idea de dolarizar porque la considera un compromiso moral con el 30% de sus votantes en primarias y primera vuelta: “Si hubiera US$12.000 millones del mercado, US$4.000 millones por activos del FGS y US$15.000 millones del FMI, habría una disponibilidad de financiamiento por un total de aproximadamente US$31.000 millones. El saldo remanente de USD10.000 millones podría provenir de la incorporación de otros activos financieros o no financieros o, idealmente, vía superávit fiscal financiero, lo que además contribuiría a la credibilidad y robustez del programa económico. El superávit financiero consistente con este ejercicio debiera ser del orden de 2,5% del PIB, lo que implicaría un ajuste fiscal en torno al 7% del PIB frente a la inercia fiscal proyectada para 2023 (2,5% de déficit primario más 2% de intereses)”. Es decir, la poda debería ser similar al serrucho propuesto por el ex asesor económico de Patricia Bullrich, Carlos Melconian, y no tan grande como la motosierra que ya abandonó el libertario tras su segundo puesto en primera vuelta y su alianza con Macri.
Pero más allá del paper que sedujo a Milei y del mal recuerdo que guardan en el FMI, Caputo lleva en su curriculum no sólo su larga trayectoria en el mundillo financiero, entre JP Morgan, Deutsche Bank y su fondo de inversión Axis. Gracias a ese pasado, pudo seducir a los contactos que tenía en los mercados para conseguir plata para financiar el inicio del gobierno de Macri, que tanto los atraía con el eslogan de terminar con el kirchnerismo y el populismo y abrazar el neoliberalismo otra vez como en los 90.
Como ministro de Finanzas, Toto colocó tanta deuda en el sector privado que la elevó del 16% del PBI en 2015 al 38% en 2018. Es decir, en sólo dos años y cinco meses, diciembre de 2015, durante 2016 y 2017 y el primer cuatrimestre de 2018, aumentó el endeudamiento con fondos de inversión y otros acreedores privados 2,3 veces. La Argentina era el país emergente que más bonos colocaba en ese momento en el mundo. Tan entusiasmado estaba el entonces ministro de Finanzas que lanzó un título a 100 años.
Pero a comienzos de 2018 los inversores internacionales se dieron cuenta de que ya le habían prestado demasiado a la Argentina en tan poco tiempo, observaron la violación de la prometida independencia del Banco Central y la resistencia en las calles a las reformas que quería aplicar Macri, y entonces dejaron de financiar a Toto, el “Messi de las finanzas”, según lo calificaba el entonces presidente. Cuando se devalúa el peso en abril de 2018, Caputo convenció a Macri de ir a pedir de inmediato el rescate del FMI. Así la deuda con organismos multilaterales pasó del 5,2% del PBI en 2017 al 14,9% al año siguiente, es decir, se triplicó. Con ese préstamo récord le aseguró a los fondos de inversión una salida decorosa de sus inversiones en bonos de la Argentina. Pero algunos de ellos quedaron atrapados en sus colocaciones en este país y sólo pudieron huir en el gobierno de Fernández, como Templeton y Pimco. Es decir, algunos recuperaron su plata y otros, no.
Por eso, cuando Hernán Lacunza, asesor del ex precandidato presidencial Horacio Rodríguez Larreta, viajó en la campaña este año a Nueva York a convencer inversores y les dijo que en su equipo también estaba Caputo, ellos reaccionaron azorados. En broma, hicieron el gesto de levantarse de las sillas e irse de inmediato. Después sonrieron y se sentaron de vuelta. No podían creer que aquel ex ministro de Finanzas que los engatusó vendiéndoles bonos argentinos, que después debieron reestructurarse en 2020, tuviera opción de volver a gobernar. Al final no lo hará con Larreta, pero sí con Milei. Igual, para el mercado es mejor que asuma Caputo y se aleje un Ocampo dogmático de la dolarización, una idea que los inversores consideran en general desacertada. Tampoco se sumarán los tres economistas que asesoraban a Milei en un principio, pero que ahora dicen que sólo lo hicieron por la campaña: el ex ministro de Economía de Carlos Menem Roque Fernández, su ex secretario de Política Económica Carlos Rodríguez -de recientes comentarios homofóbicos- y el dueño de la financiera Research For Traders, Darío Epstein.
AR/DTC