Maximiliano Ledesma es un sociólogo de 34 años con un posgrado en Economía que trabajó 11 en la administración pública nacional. En enero se convirtió en uno de los 30.000 empleados estatales despedidos por el gobierno de Javier Milei. Entonces, se bajó la aplicación de Uber para manejar el auto de su suegro y conseguir dinero rápido para pagar los servicios de su casa y ayudar a su padre, jubilado. Además tuvo algunos empleos temporarios –en el turno noche de un depósito de Farmacity, como preceptor de un colegio privado– y ahora consiguió un contrato de tres meses como encuestados del Instituto de Estadística de la ciudad de Buenos Aires.
“La búsqueda laboral es fluctuante, angustiante y depresiva”, cuenta Maximiliano. “Uno no encuentra trabajo en los organismos estatales, tampoco en el ámbito privado, a pesar de que hay un boom de consultorías, de streaming, de lugares donde requieren opinión profesional sobre problemáticas sociales. Se volvió muy arduo competir con personas que están en igual situación. En el ámbito privado sucede que por lo general no valoran las capacidades, las titulaciones y las características de las personas que han trabajado en el Estado. Mi búsqueda ha sido en empresas como Quilmes, que sé que tiene una gran área de estudios de mercado; en áreas específicas de compras y contrataciones de empresas como Honda y Corven. El mercado no estaría ofreciendo las respuestas que dice la actual gestión que debería darnos a todos”, dice.
Para Ledesma, lo que permiten las aplicaciones es “tener un dinero inmediato”. “Sé que el margen de ganancia va a ser mayor si trabajo más horas. Pero uno cuando trabaja más horas, como en cualquier trabajo, llega más cansado. Entonces, tenés estrés por trabajar más horas, es toda una bola que nos hace estar cada vez más angustiados, más deprimidos y se vuelve la situación un poco más oscura, decadente”.
“Cuesta salir a veces de ese pesimismo, pero hay que sentarse en el auto para llevar el pan a la familia y pagar los servicios. Es medio medio triste. Espero que en algún momento pueda volver a tener un trabajo formal registrado; uno se siente más seguro teniendo depositado a principio de mes determinado salario, teniendo un aporte jubilatorio, una vacación paga, una indemnización cuando te echan”, anhela el sociólogo devenido chofer de Uber.
Desde diciembre de 2023 a junio de 2024 se destruyeron 38.000 empleos en el sector público (también hubo despidos en provincias y municipios) y otros 169.000 en empresas privadas, unos 207.000 en total, según un informe del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) de la Universidad de Buenos Aires. En julio se frenó la caída del plantel privado registrado, según una encuesta de la Secretaría de Trabajo, pero habrá que ver si es sólo por un mes o se consolida una tendencia. “Se verifica el primer mes sin caída neta del empleo privado registrado en los principales aglomerados del país, tras siete meses consecutivos de contracción”, destacó la secretaría que conduce Julio Cordero.
Mientras, los que buscan empleo se encuentran con que son muchos los que compiten por el mismo puesto y sobreviven haciendo changas con familiares, con trabajos temporarios, descargándose apps para trabajar con ellas, vendiendo lo que tienen o con los fondos de lucha de sus gremios.
Entre las empresas que redujeron personal figura Volkswagen (VW). Uno de los afectados es Gustavo Cisneros, operarios de 53 años que debió acogerse en junio a un “retiro voluntario”, como se le llama formalmente. “Me dicen que la empresa necesita desvincular gente sí o sí, que yo estoy en la lista para desvincular y que si no acepto, no sabrían si podría permanecer. Te ofrecen cierta cantidad de dinero por retiro voluntario. Y si no te querés ir, es la mitad. A mí prácticamente me dijeron que agarre mis cosas. Yo ya había decidido que si me llamaban, me iba a ir porque no iba a aguantar esa presión después de ir a trabajar cada día y ver si entro o no entro”, apunta, en referencia al control automático en la entrada de la fábrica.
Ahora, a Cisneros se le hace cuesta arriba: “Yo tengo una edad que no me es difícil... Me he ido a anotar a varios lados, pero soy viejo ya para laburar, lamentablemente. Yo no tengo días buenos y hay días que no sé... me cuesta levantarme. No ando bien anímicamente”, cuenta Gustavo, cuyo padre también había perdido su trabajo a la misma edad en una fábrica, pero textil, en los 90. De momento busca comprar una camioneta para repartir mercadería que compran los usuarios de Mercado Libre. “Yo no tengo un oficio aparte. Uber no quiero ser, sé lo que es, fui remisero 30 años atrás. Prefiero una camioneta, pero tampoco es fácil comprarla, por la plata, porque están muy caminadas, deben patentes, no son los titulares (los que venden)...”, cuenta este operario, que se arrepiente de haber votado a Milei: “Yo no sé si éste despido es causa del Presidente, pero sí me arrepiento porque veo a mi alrededor que no están bien”.
Otro exoperario de VW que prefiere el anonimato cuenta que fue directamente despedido el mes pasado. “Mi situación de vida cambió un montón. Tengo dos hijos menores bajo mi tenencia. Tengo que vender cosas que tengo en casa para darles de comer. Estoy pasando un mal momento. No consigo trabajo. Hay gente que me ayuda hasta hoy, me da una mano”, relata el cesanteado.
María Celeste Iglesias, licenciada en comunicación de 46 años, fue despedida del Ministerio de Justicia en marzo pasado tras una larga trayectoria en producción editorial y audiovisual. “Cuando me despidieron estuve un mes sin reaccionar. Mi hermano necesitaba una persona que le llevara las cosas administrativas, la organización de la oficina, y arranqué en mayo. Obviamente estoy por debajo del salario que tenía y haciendo tareas por fuera de mi área profesional, pero tengo mayor flexibilidad de horarios. Desde marzo vengo enviando mi CV y al día de hoy no tuve ninguna chance de entrevista laboral. Yo ya estaba un grupo que se llama 'Por qué estudié ciencias sociales' y ahí circulan búsquedas de comunicación, trabajo social, consultoría. Es un grupo que se llenó de gente. Mucha gente hacía catarsis cuando la despidieron. Después me sumé a un grupo llamado 'Busco trabajo en comunicación', donde hay gente más chica con laburos en plataformas y producción de contenidos para redes sociales. Contacté a gente con la que había trabajado. También me manejé con avisos de LinkedIn, pero muchos postulamos al mismo puesto, muchos comentan que no reciben ninguna respuesta y el otro día una empresa comentó que estaba sobrepasada por la cantidad de curriculums recibidos. Es como tirar una botella al mar, es bastante frustrante porque no sabés cuál es el criterio para llegar a tener una entrevista, si estás en la plataforma correcta, o si es un tema del curriculum, la edad o si le pifiaste a la remuneración pretendida”; se desconcierta María Celeste.
Agustina Tomadin, de 32 años, fue cesanteada en marzo después de cinco años de trabajar en el área de comunicación y marketing de Plataforma 10, un portal de venta de pasajes de micros. “No hay mucha oferta laboral y la poca que hay ofrece condiciones salariales nefastas con sueldos bajísimos. Anteriormente recibía propuestas laborales por medio de LinkedIn, pero ahora está todo muerto”, lamenta.
La Secretaría de Derechos Humanos echó en julio a Maryline Joncquel, trabajadora social de 35 años, entre otros 28 empleados que se desempeñaban en espacios de memoria. “La gran mayoría fue reincorporada en agosto. Pero yo estoy con un pequeño trabajo en consultora informática de unos familiares. Me sumé en tareas de testing, que es una experiencia laboral que tenía de antes de ingresar al Estado. En julio hicimos diversas actividades con ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) y organizaciones de derechos humanos para recaudar un fondo de lucha que se repartió en estos últimos dos meses a los que no pudimos ser reincorporados. Con eso pude sostenerme de alguna manera, sumado a algunos ahorros. Al principio no hice una búsqueda activa de trabajo porque estábamos abocados a la lucha por la reincorporación. Ya entrados en el tercer mes y viendo que el panorama es más difícil para pelear, empecé a armar mi CV para áreas de informática como testing y desarrollo de sitios web, donde me formé más personalmente, y para áreas de trabajo social y derechos humanos. Aplico a ofertas que aparecen en LinkedIn o a través de contactos que conocí en estos más de diez años de trabajo en el Estado y con otras instituciones. Todavía no conseguí nada fijo”, relata Maryline.
Ana Rabuñal, licenciada en artes combinadas, directora y productora audiovisual y doctoranda a sus 48 años, trabajó desde 2021 hasta la última Semana Santa en la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, dependiente de Secretaría de Cultura. “Me despidieron vía mail sin firma de funcionario, informaron que no se renovaría contrato”, recuerda Ana, que además da clases una vez por semana en la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Es un combo explosivo. Estoy buscando algún cargo docente a través del sistema de remanentes de CABA (ciudad de Buenos Aires), pero no sale nada en mi área. No tengo título de profesorado pero mis otros títulos me habilitan a dar algunas materias en nivel medio. También busco en otros lugares, lo que sea –dice–. No hay nada”.
AR/DTC