Los datos son los siguientes: 49,9% de la población en situación de pobreza, 15% de la población en situación de indigencia. La ciudad chaqueña de Resistencia es la más pobre del país según la medición del Indec y a quienes viven en el lugar les alcanza con mirar a su alrededor o incluso dentro de sus hogares para dar cuenta de la estadística.
“Sin dudas, acá se siente”, dice Alejandro Pegoraro, director de la consultora Politikon Chaco. “A simple vista se ve una gran brecha en el acceso al consumo: hay sectores un poco más holgados que llenan rutas gastronómicas o que están muy presentes en el centro comercial y, por otro lado, una población muy muy grande que está fuera de eso, que vive en condiciones muy precarias, en asentamientos que se extienden cada vez más hacia el sur de la ciudad”, dice el analista chaqueño. Habla con elDiarioAR por teléfono desde su oficina y, de fondo, se escuchan bombos.
Todos los días, dice, hay manifestaciones frente a la Casa de Gobierno de organizaciones que demandan mayor ayuda social o alimentos. Los colectivos de línea cambiaron el recorrido para evitar el lugar y los resistencianos saben que los días de semana es mejor no pasar con vehículo por las inmediaciones de la plaza 25 de Mayo. A las alteraciones en la circulación se le suma una tensión social creciente, que esta semana desembocó en una situación extrema. Según la versión de los diarios locales, un motociclista fue interceptado por uno de los manifestantes y se generó una discusión que terminó con el manifestante apuñalado.
“Seguramente somos también la capital del piquete”, coincide Mateo, que tiene 24 años y vive con su familia en esa ciudad. Cuenta que habitualmente se cruza a Corrientes –ambas ciudades capitales están unidas por el puente General Manuel Belgrano, construido sobre el río Paraná– y que desde la ventana de su auto detecta algunos cambios. Algunos años atrás veía solo un grupo de limpiavidrios en todo el trayecto, ahora las personas que intentan ganarse unos pesos en el semáforo con esa changa se multiplican.
El número de pobreza que refleja el Indec se explica por una combinación de tres elementos: la escasez de trabajo, salarios muy bajos y una inflación exacerbada que hace que incluso quienes tienen empleo formal no puedan cubrir la canasta básica con sus ingresos.
Sin embargo, los indicadores mejoraron respecto de los últimos semestres. En el segundo semestre de 2020, en plena pandemia, la pobreza había escalado al 53,6%, casi 4 puntos porcentuales más que en el registro más reciente. El empleo también mostró mejoras en esa localidad, tendencia que mantiene desde hace más de un año.
“Aun así conservamos un nivel muy alto de inactividad, de los mayores del país; es algo estructural en la provincia”, apunta Pegoraro. Según los últimos registros oficiales, solo el 44,3% de la población trabaja, busca trabajo o está disponible para trabajar. Esto quiere decir que hay muchas personas por fuera del sistema, que subsisten en base a programas sociales, que si bien son útiles como complemento, no alcanzan para mantener a una familia con sus necesidades básicas cubiertas.
Como ejemplo, en la pandemia Chaco fue la provincia que más cantidad de beneficiarios de Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) tuvo en relación con su población, alcanzando cerca del 30%, según datos de la Anses. Una incidencia similar tuvo el refuerzo de ingresos que se pagó en mayo y junio de este año, que llegó a 310.305 chaqueños y chaqueñas. Pero también a las personas que tienen un trabajo se les dificulta mucho subsistir y, al final del día, son o se sienten pobres. Eso tiene que ver con las características del empleo.
En Chaco hay más empleados del Estado provincial que privados: 82.000 contra 76.500. Por eso, el retraso en los salarios de los estatales, que este año recibieron un aumento de 60% en cinco tramos a terminar de aplicarse en marzo de 2022, tiene un impacto poderoso en la situación general. “Mi papá tiene un buen cargo en el Gobierno y gana $120.000. Antes toda la familia podría vivir con eso y ahora si no trabajáramos mi mamá, mi hermana y yo no podríamos vivir bien”, dice Mateo, que vive en un barrio acomodado y se dedica a minar criptomonedas.
“Todos los laburos tradicionales están muy mal pagos”, continúa. “Yo voy al shopping y me compro unas zapatillas Nike y sé que por ahí estoy gastando el sueldo de un amigo mío. Tengo muchos conocidos que trabajan en negro, muchos en calls centers”.
Por otra parte, en Chaco hay más del doble de inscriptos en el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (Renatep) que asalariados privados. Según datos de agosto a los que accedió este medio, hay 188.495 altas en el Renatep contra 76.570 del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), una diferencia de 111.925 personas.
La inflación, un problema que afecta la vida diaria de los argentinos y argentinas a lo largo del todo el territorio nacional, es peor en el Noreste Argentino. En agosto esta región tuvo una suba de precios del 7,6% intermensual, por encima del 7% del promedio nacional, y en el último año la inflación fue del 80,4% contra 78,5%: la más alta de todo el país. Incluso dentro del NEA, Pegoraro dice que la de Resistencia es más alta.
Un factor que explica este fenómeno, aunque solo parcialmente, son los costos asociados a la logística. En Resistencia se producen muy pocas cosas y los bienes traen incorporados en el precio largos trayectos desde los centros industriales del país. Así, la suba de los combustibles impacta con especial fuerza en las góndolas. Además, la canasta del NEA (el Indec elabora una para cada región, guiada por los consumos de sus habitantes) tiene mayor incidencia de alimentos, el rubro en el que desde la pandemia se concentra la suba de los precios.
La competencia entre comercios también es poca. Hay una cadena de supermercados local, Zorzon –propiedad del presidente de la Cámara Argentina de Supermercados (CAS), Ricardo Zorzón– y algunas cadenas internacionales como Carrefour y Changomas, pero la llegada de programas como Precios Cuidados o cortes cuidados es muy baja en relación con otras zonas del país.
“Respecto de los datos de pobreza, y más allá de que son semestres que todavía tienen el resabio del golpe de la pandemia, no podemos dejar de percibir que si comparás con los niveles de 2019, 2018, 2012 o incluso antes, es un nivel sumamente elevado”, apunta Laura Caullo, economista del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea, con sede en Córdoba. “Pasamos de tener un piso de un cuarto de la población en condición de pobres a más de un tercio –señala–. Si antes decíamos que uno de cada cuatro argentinos era pobre, hoy lo es uno de cada tres”.
DT