El coloquio del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA) estrenó este año el formato de ofrecer a los dueños y CEO de empresas elegir entre almuerzos a puertas cerradas con seis políticos: Mauricio Macri —se hizo rogar para venir pero lo convencieron cuando le mandaron un avión—; el presidente del Banco Central, Santiago Bausili; el de la Cámara de Diputados, Martín Menem, cuya tropa se jactaba de haber sido el más convocante, aunque quizás se deba a que los dos primeros eran más exclusivos, de hasta 30 en el caso del exjefe de Estado; el secretario de Coordinación de Energía y Minería, Daniel González; el de Producción, Juan Pazo, al que asistieron los industriales preocupados por el alto costo argentino en plena apertura de importaciones; y el menos multitudinario del diputado Emilio Monzó, que alterna entre aprobarle y rechazarle proyectos al Gobierno.
Los que no eran número uno debían optar por actividades recreativas: desde ir a jugar al golf o al pádel hasta visitar una bodega en Chapadmalal o probar autos. Los encuentros más jugosos en Mar del Plata tuvieron a Macri y Bausili como protagonistas: el primero, porque es visto por los empresarios como un garante de gobernabilidad de una administración encabezada por un economista que ajusta el gasto, liberaliza mercados y flexibiliza trabajadores como ellos quieren, pero es una persona tan inestable como su elenco gubernamental o su control parlamentario; el segundo, porque es el responsable de definir dos cuestiones que preocupan, más allá del éxito en la baja de la inflación, desde la fecha de salida del cepo cambiario hasta la apreciación del peso, que encarece la producción de bienes y servicios en la Argentina.
En Sarasanegro, restaurante que ofrece un famoso menú de cinco pasos que incluyen la pesca marplatense, Macri contó que, como dice su último libro, este es su “segundo tiempo”, después del primero jugado en su gobierno, y que ahora es el turno de que él defienda las ideas de la libertad, que en este caso ejecuta Javier Milei.
Sostuvo que valora al presidente, pero criticó su falta de gestión y la de su equipo de gobierno. Aunque él le recomendó tras la primera vuelta electoral, cuando sellaron su alianza, que sumara a Luis Caputo como ministro de Economía y se olvidara de la dolarización, está receloso de su antiguo funcionario. Contó que ha ofrecido a su gente para sumarse al Gobierno, pero admitió que ha recibido cierto destrato. A quien menos tolera es al sobrino del ministro, el todopoderoso asesor Santiago Caputo, pero no lo reconoció en público. A quien sí le tiró un dardo fue al “Deportivo Patricia Bullrich”, la ministra de Seguridad que, según él, juega su propio partido. También contó que le preocupa también el modo en que Milei logrará que la actividad económica se recupere. Luis Caputo celebró que este año, pese al ajuste, la economía “sólo” se contraería 3%, pero la contracción se hubiera más que duplicado de no ser porque este año la cosecha se normalizó después de la sequía histórica de 2023.
Uno de los empresarios que lo escuchaba compartía la inquietud y valoraba a Macri como clave para asegurar que el Congreso vete los intentos opositores de aumentar el gasto (llámese jubilaciones o universidades), pero no le advertía en público que teme que al libertario le suceda lo mismo que al líder del PRO: que apueste a ganar las elecciones legislativas apostando a un dólar barato que revitalice el consumo de bienes importados y turismo en el exterior y después de los terminé explotando el tipo de cambio. Su empresa cuenta con una filial en Brasil, donde el costo salarial es la mitad y donde la producción no está gravada con el impuesto a los ingresos brutos o a las transferencias bancarias. Está feliz con el “reset” macroeconómico “exitoso” de Milei, que bajó la inflación y eliminó el déficit fiscal y la emisión monetaria, pero está preocupado por el cepo, la apreciación cambiaria y la apertura unilateral de las importaciones, que terminará beneficiando a China, en lugar de bajar aranceles a cambio de reducciones similares en mercados a los que la Argentina podría exportar más como Estados Unidos, México o la Unión Europea.
A Bausili los hombres de negocios le preguntaron por la salida del cepo y el atraso cambiario. El presidente del Central respondió lo mismo que él, Caputo y Milei dicen en público. Dijo que no hay fecha para liberar los controles cambiarios y se quitarán cuando esté dadas las condiciones. En un banco llevan contabilizado que el presidente ya cambió siete veces su discurso acerca de cómo retirar el cepo. Bausili también negó que el peso esté apreciado y sea necesario devaluar. Aunque el tipo de cambio real (ajustado por inflación) multilateral (en relación al dólar, el euro, el yuan y el real) ya está casi igual de atrasado que como lo dejó el anterior gobierno, el presidente del Central opina que es cuestión de ganar competitividad bajando impuestos —sólo descenderán retenciones o tributo a las transferencias cuando se consolide el déficit fiscal cero— o costos laborales —los empresarios calculan que sus contribuciones patronales superan 70% el salario de bolsillo, mientras que en Brasil es el 50% y en Paraguay, el 20%—.
Uno de los interlocutores de Bausili celebra la administración libertaria haya esterilizado la base monetaria, se haya achicado el excedente, bajaran la inflación y la tasa de interés, el crédito esté recuperándose al 7% u 8% mensual, desde leasing a empresas hasta hipotecarios y prendarios para autos, el peso haya pasado de repudiado a demandado y todo esto esté cambiando la economía. Pero no deja de advertir el dólar está complicado. ¿Por qué si el paralelo ha bajado a $1.220 el blue, 1.159 el MEP, 1.193 el contado con liqui, frente a 1.001 el oficial? Porque, pese al exitoso blanqueo de capitales que elevó las reservas brutas a US$28.000 millones, las netas siguen en 5.000 millones negativas y por eso continúa el cepo que perjudica las exportaciones, dificulta las importaciones, desalienta la inversión porque impide que el que trae plata después pueda girar las ganancias, bloquea la compra de dólar ahorro y traba los movimientos de capitales financieros.
Este mismo empresario vaticina que el Gobierno liberará el cepo en enero próximo o después de las elecciones de octubre de 2025, quizá en noviembre. ¿Por qué a principios del año próximo? Porque en ese momento Milei y Caputo se han comprometido a eliminar el impuesto PAÍS, que grava con un 7,5% las importaciones de bienes y 30% las de servicios. Entonces podrían aprovechar para eliminar el cepo al comercio exterior y se unificaría el mercado cambiario, sin que se encarezcan demasiado esas compras externas. El ejecutivo calcula que la inflación podría saltar del 3,5% actual al 7%, pero después volvería a la senda bajista hasta llegar a los comicios de agosto si hay primarias o directamente de octubre si no las hay.
Si el Presidente y su equipo por evitar esa medida sorpresa a fin de 2024 o principios de 2025, entonces los empresarios prevén que sólo se quitarán los controles después de la votación. Sólo después de liberar el comercio exterior, se habilitaría la compra quizá acotada de dólar ahorro, de modo de terminar con el MEP, pero quedaría para un plazo más largo la desregulación del movimiento de grandes capitales. Si empieza a liberarse el cepo en enero, este interlocutor de Bausili prevé que la economía se recupere en 2025 de toda la caída de 2024 gracias a la previsión de un fuerte superávit comercial energético. “Vamos a crecer 4%, pero no es que los jubilados van a estar mejor, no podés prometerle a un tipo que comió y fumó toda la vida que dejando eso a los 60 va a recuperarse”, anticipa. Tampoco prevé que lleguen rápido empresas atraídas por el Régimen de Incentivo de Grandes Inversiones (RIGI), para las de más de US$200 millones. En especial, porque la minería, uno de los sectores con más potencial, está advirtiendo que no apostará a la reactivación del cobre, material clave de los autos eléctricos, si continúa vigente la ley de protección de glaciares.
Tanto en el almuerzo con Menem como en una reunión posterior en el hotel Sheraton, sede del coloquio, con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, los empresarios les preguntaron si La Libertad Avanza formará una alianza electoral con el PRO en 2025. La consideran necesaria para defender sus ideas liberales y de represión de piquetes en las calles o tomas de fábricas. Tanto el diputado como el funcionario prometieron continuar trabajando juntos en el Congreso con el partido de Macri. Saben que lo necesitan para defender el equilibrio fiscal frente a las embestidas del peronismo y la oposición a veces dialoguista y a veces contricante que encarnan el radicalismo o el Encuentro Federal que encabeza Miguel Ángel Pichetto, y en el que se aglutina Monzó. Aunque ni Menem ni Francos lo saben, los hombres de negocios no pudieron dejar de preguntarles también cuándo quitarán el cepo o recortarán gravámenes.
Por fuera de los almuerzos organizados por el coloquio, otros comieron en el hotel Costa Galana con el presidente de Paraguay, Santiago Peña, y hay quienes departieron con uno de los cuatro gobernadores invitados al evento de IDEA, el entrerriano del PRO Rogelio Frigerio. En este último encuentro cundió la preocupación: por una economía que no arranca de forma uniforme, salvo algunos brotes verdes y la recuperación del crédito, que beneficia, por ejemplo, a ventas de autos (sobre todo, importados, porque los nacionales caen); por una situación social dramática, con un 53% de pobreza, no muy lejana al 66% que alcanzó en la crisis de 2002, según la metología de medición actual; y por la inestabilidad de un presidente que atiza la violencia y que tampoco aparece bien rodeado en su gobierno.
No por nada Luis Caputo no logró una ovación en IDEA en la apertura del coloquio el miércoles. Pese a lograr bajar la inflación y eliminar el déficit fiscal, no gustó que, en lugar de explicar el futuro del plan económico, se dedicara a chicanear al kirchnerismo adviertiendo que no volverán nunca más al poder. Hay empresarios que le temen al conflicto político tan violento que provoca Milei. Y también están los que recuerdan que en el gobierno de Macri también se habían ilusionado con que Cristina Fernández de Kirchner no regresaría, pero lo hizo en 2019 como vicepresidenta de un presidente que ella eligió a dedo y la población ratificó. Ese “cisne negro” de hace cinco años puede volver y derrumbar las ilusiones de los que ahora apuestan a bonos y acciones argentinas en una primavera financiera que contrasta con una economía real hundida, con destrucción de empleo y salarios que no se recuperan, ni siquiera los del sector privado formal que parecían estar estabilizándose.
AR/JJD