A sus 68 años, Javier Madanes Quintanilla, dueño de la fabricante de aluminio Aluar y la de neumáticos Fate, toma sus resguardos por el Covid-19 y cita a elDiarioAR en una mesa al aire libre de la confitería La Farola Express, en Martínez. Poseedor de una de las 20 mayores fortunas de la Argentina, también controla la transportadora de electricidad Transpa, la hidroeléctrica Futaleufú y la firma de ingeniería Infa. Se confiesa entristecido por la situación del país, pero descarta volver a emigrar como hizo entre 2002 y 2007.
¿Qué opina del acuerdo de precios y salarios al que convocó el Gobierno?
La convocatoria del Consejo Económico Social está en teoría vigente. Por estos días se anunció que la persona a cargo iba a ser (Gustavo) Beliz. Y en el ínterin, surge esta llamada a un acuerdo de precios y salarios. Algunos medios transmiten que no es un acuerdo en el sentido de un diálogo, un consenso, un sentarse tres partes a discutir el tema, sino que existiría previamente una convocatoria del Estado a los sectores sindicales para definir los modelos salariales y a partir de ahí se haría un llamamiento al sector privado. Son comentarios. Para opinar, me gustaría ver un poco más en qué condiciones se realiza.
Los funcionarios dicen que quieren que empresarios y sindicalistas recuperen gradualmente márgenes y poder de compra, respectivamente, que no vayan por más.
Lo que pasa es que el ir por más lo podés interpretar de distintas maneras. En este momento hay un horizonte inflacionario poco preciso y se habla de distintos números, incluso en algunos casos muy altos. Además, hoy tenés una situación muy puntual de la relación laboral, donde tenés una masa de gente muy importante que está con el beneficio de un licenciamiento a raíz de la crisis sanitaria. Esto tiene que ver con la gente de más de 60 años o con enfermedades crónicas. La UIA (Unión Industrial Argentina) lo estima en el entorno al 20 por ciento. Entonces esto hace que esa discusión distributiva se torne compleja hasta tanto no sepa con qué productividad va a poder operar. En el inicio, el Estado dio una asistencia importante a través del programa ATP. Esto se fue cortando hacia octubre. Hoy las empresas tienen dos problemas. Por un lado, la sobrecarga de costos en la masa salarial. Pero el otro, muchas están con un gran temor de incorporar gente para sustituir aquellos que no están concurriendo. No se sabe si va a haber un modelo jubilatorio que permita a esa gente no volver a reincorporarse. Ya con este problema llevamos casi un año.
El Gobierno está preocupado por los aumentos de precios de las materias primas, incluidas las industriales, como el aluminio…
Si uno va a los niveles promedios previos a la pandemia, no hay correcciones fuertes. Ha habido una muy fuerte caída de los precios en abril, mayo y junio y luego una lenta recuperación. La Secretaría de Comercio nos monitorea en forma permanente y estamos alineados con lo que ocurre en los demás países.
¿El Gobierno les pidió que disociara los precios internos de los internacionales?
El Gobierno alertó respecto a que, cuando se llega al consumidor, existe una modificación sustancial de precios. Lo que ha pasado es que la remarcación de precios de parte de las empresas que son usuarias del producto ha sido muy elevada. Esto tiene muchas razones. La primera es que el comerciante o el productor tiene un gran temor a la protección de su capital de trabajo. Entonces, suponiendo que puede haber faltante de insumos, lo primero que hace es pisarlos. Y en segundo lugar, como tiene poca certeza respecto a la evolución de otras variables como el tipo de cambio, aplica los términos más duros en su definición de precios. Nosotros hemos mantenido los precios relativos. Nos llegaron quejas a la Secretaría de Comercio en el sentido de que no estábamos abasteciendo las cantidades suficientes, lo cual es absolutamente falso porque el suministro en el mercado interno tiene valores bastante superiores a los del año pasado.
Los números de la industria en general está marcando una recuperación, incluso con respecto a antes de la pandemia. ¿Qué pasa en Aluar y Fate?
Respecto a hace un año, en cantidades estamos entre 60 y 70 por ciento. La exportación está en volúmenes menores porque se priorizan las ventas al mercado interno.
El Gobierno quiere que los salarios aumenten de dos a cuatro puntos por encima de la inflación. ¿Qué opina?
Entendemos perfectamente que hay una serie de personas, entra las que se encuentran clarísimamente los de menores ingresos, que necesitan de muchísima más protección. Si es posible, porque las condiciones de sustentabilidad de la operación lo permiten, ojalá los salarios aumentaran 10 puntos más, por una razón muy simple: todo lo que aumente el salario, aumentará el consumo. El problema es si la ecuación general de la economía lo permite. Tené en cuenta que una gran parte de la masa salarial no está la involucrada en el sector privado en un país que viene de tener una caída del producto bruto del orden del 10 por ciento y donde la inversión sobre producto supera apenas el 11 por ciento. Son niveles extraordinariamente bajos. Si esto no funciona como una orquesta, necesariamente ese aumento salarial se va a trasladar a la inflación. Y esa inflación va a corroer el salario real.
En Fate, ustedes pasaron de un dirigente sindical duro de la CTA (Central de Trabajadores de Argentina), como Pedro Wasiejko, al trotskismo. ¿Como lo lleva?
No intervenimos en la interna sindical. El operario tiene que tener plena libertad de elegir a sus representantes y la empresa tiene que tiene que respetarlos. Ahora bien, el problema se da en otro terreno, el de los códigos de convivencia entre el sector asalariado y la patronal. El grave problema que hemos tenido no es una lucha encarnizada, pero sí vivir bajo un estado deliberativo permanente, donde cualquier discusión tiende a inmovilizar. Los gremios de izquierda son muy ruidosos, aparecen siempre en primera fila en todas las protestas. En el interior de la fábrica, las cosas no son tan así. Tenemos una línea de diálogo con la dirección sindical. Hemos sabido convivir y enfrentar los problemas en conjunto.
Pero no transformaron Fate en cooperativa, un objetivo manifestado por algún delegado…
Uno quiere formar una cooperativa de trabajo. El otro piensa un poco más allá y se da cuenta de que la cooperativa no es su prioridad sino que lo es reivindicar el salario. Otro piensa que el gran logro es trabajar la menor cantidad de horas posibles. Pero es a través de la productividad que se puede lograr la mejora salarial. Y es el propio operario quien tiene que estar interesado en que las empresas reinviertan y a partir de ahí poder efectuar una mejor redistribución del ingreso.
¿Cómo está el clima de inversión en la Argentina?
Los números de inversión lo demuestran. Para que estén en niveles normales, falta un montón. Y no creo que esto obedezca a un solo factor, a un enfrentamiento del sector privado determinado por una línea política y la actual gestión de gobierno. ¿Cuáles son los otros factores? Hay responsabilidad de muchos de que los años siguen pasando y no logramos generar un escenario de consenso para redefinir de qué manera podemos volver a crecer. Estos niveles de inversión tienden a hacer desaparecer cualquier actividad privada. Lo único que se logra con esta situación es agrandar el sector público, lo que tampoco le conviene porque no le permite ser sostenible en el tiempo.
No tenía nada mejor en Barcelona de lo que tenía acá.
¿Qué opina del gobierno de Alberto Fernández?
Hacer un balance en un año como éste es poco honorable, porque digamos que pasó un tren por encima. ¿Vamos a juzgarlo por los resultados de este año? Sería muy injusto. El mundo ha tenido pésimos resultados.
Hay varios empresarios importantes que se han mudado a otros países, sobre todo a Uruguay, un poco desilusionados y también para pagar menos impuestos. ¿Qué opina?
Yo viví un episodio análogo en 2002. Me llevé mi familia cuatro años a Barcelona. Nunca mudé mi residencia fiscal y en la práctica terminé estando dos semanas acá, dos semanas allá. Si le preguntas a algún colega, te va a decir que la razón que evalúa es que la Argentina es un país con una desproporcionada presión fiscal, que poco se puede hacer en la Argentina. Y además hay una gran condena social hacia aquel que genera riqueza y entonces se siente incómodo en el día a día viviendo en la Argentina. Más allá del episodio que estamos viviendo hoy, hay muchos argentinos y muy conocidos que se han ido durante años. Algunos empresarios dicen que el Gobierno está muy contento porque logra que finalmente muchos se vayan de la Argentina. Muchas veces son todas exageraciones que se dicen en un momento de irritación. Todas las partes son necesarias, así que espero que se calme este enojo tanto de un lado como del otro y podamos hablar de inversiones, y no de si nos vamos a tratar de estar menos incómodos otro lugar que en nuestro propio país. De hecho, mi experiencia personal estando en otro lugar era de añoranza y tristezas.
¿Por qué se fue y por qué volvió?
E laño 2001 fue muy particular. Se cambió mucho el sistema de vivir cotidianamente y yo tenía chicos muy chiquitos. Le había hecho una promesa a mi mujer de hacer una experiencia fuera durante un tiempo. Todavía uno se podía ir afuera, que no se encariñaran con otro país y tener la posibilidad de volver. Y me pareció enriquecedor hacer una experiencia en otro lado. ¿Por qué volví? Porque no me lo bancaba. No tenía nada mejor allá de lo que tenía acá y me pareció que el ciclo estaba cumplido.
Hay empresarios que se ilusionaron con Macri y tras su Gobierno ahora piensa que la Argentina perdió su última oportunidad y prefieren que sus hijos emigren.
Que gente competente piense romper vínculos con su país me parece tristísimo. No comparto eso.
¿Usted tenía ilusión con Macri?
Yo tenía sentimientos encontrados porque siempre sentí un respeto por el papá de Mauricio, Franco. Siempre lo califiqué como un hacedor. Sí que es un hombre muy cuestionado por sus supuestas prácticas o determinado tipo de ligereza en sus vínculos familiares. Pero yo siempre lo conocí como un tipo que quería este trabajo. Vino como un laburante de Italia y siguió siendo un laburante en otro nivel. En el caso del expresidente, creo que hay muchas cosas del modelo del padre que a él nunca lo sedujeron. No tengo inconveniente en decirlo porque lo he dicho siempre públicamente y, es más, se lo he dicho. Me parece que la sociedad construyó una fantasía que no se ajustaba a la realidad. Quiso rescatar algo que venía de una mezcla del fútbol y un cierto éxito en el manejo de la intendencia de Capital Federal con el modelo de centroderecha que podía sustituir el estigma del peronismo. No se van a hacer desaparecer estos 60 o 70 años de historia, una mala historia, mediante movimientos de centroderecha de iluminados. Se puede formar un partido político, tener una ideología, pero esa ideología hay que llevarla a la práctica, hay que construir políticas públicas y fundamentalmente hay que apostar por el crecimiento. Y eso no ocurrió.
En Fate solíamos exportar un 50 por ciento de la producción y hoy estamos en 10 o 12 por ciento. Y en Aluar, del 100 por ciento que estábamos, bajamos al 70
¿Qué opina del aporte extraordinario de las grandes fortunas?
No comparto la estructura de cómo se ha hecho. Entiendo la necesidad fiscal y hubiese preferido que hubiese sido más bajo un concepto de redistribución de ingreso que bajo un concepto de transferencia de capital. Debiéramos habernos focalizado en priorizar las inversiones. Me parece que este tipo de imposiciones en un momento donde tenés 11 puntos de inversión sobre producto es peligroso.
¿Piensa recurrir a la Justicia contra el aporte?
No sé si le hago caso a mi conciencia o a los asesores, que recomiendan ir a la Justicia.
¿Su conciencia dice que hay que pagar?
Yo no soy conflictivo. No creo que sea el camino, pero, en fin, veremos. No necesariamente uno tiene que judicializar lo que uno cree incorrecto.
¿Aluar y Fate necesitan nuevas inversiones?
No solamente necesitan, siempre es imprescindible en un negocio la modernizacion. Hay un tipo de inversión que siempre hay que hacer, aunque no aumente la demanda. Está bien que fabricar un neumático o una tonelada de aluminio no será lo mismo que fabricar un Bitcoin, pero te puedo asegurar que los períodos de adaptación de la tecnología para ser competitivos en el mundo se han acortado terriblemente.
Existen gitanos que venden vacunas, existe chusmerío de que acá hay alguno que consigue algo.
¿Hoy en día está dejando de invertir por la situación argentina?
Nosotros invertimos en función de nuestra caja y además en función de las regulaciones que el propio Estado habilita. Algunas restricciones ni siquiera parten del Estado. La crisis sanitaria hace que tengas que trabajar con protocolos. Eso hace que vos disminuya tu capacidad, con lo cual la creación de empleo se complica. Hoy tenés un problema en el mercado de divisas muy importante, con lo cual la posibilidad de tener divisas a los efectos de llevar adelante ampliaciones importantes se hace difícil. A pesar de eso, le hemos presentado al Estado un programa de fuertes inversiones tanto en materia de innovación tecnológica como de otras áreas de actividad, sobre todo en el área energética. Estamos a la espera de debatir los cambios que quisiera tener para esas inversiones tanto tecnológicas como energéticas, en el sentido de cambiar la matriz energética. Ya tenemos una parte en el negocio del aluminio abastecida a través de equipamiento eólico. Hemos invertido más de US$ 300 millones en molinos eólicos en los últimos dos años. Queremos multiplicarlos varias veces. Además, queremos mejorar el sistema de transporte de energía entre la Patagonia argentina y el sistema interconectado nacional. Tenemos un montón de planes. Pero en este momento, cuando los recursos son escasos y donde necesitás que el Estado no te ponga bolilla negra, ¿qué es lo peor que puede pasar? Que vos inviertas en algo que el día de mañana el Estado diga que no sirve, te ponga una restricción más, como una imposibilidad de operar por tal y cual razón. El ejemplo más claro es que estamos pagando el impuesto al viento en la Patagonia. Cuando nosotros empezamos no había. Son esas cosas que tenés que convenir entre el Estado, los trabajadores y el capital privado para no estar metiendo la pata.
¿Está invirtiendo en otro país?
Yo siempre he dicho que para pensar en ir a otro país primero tenés que terminar tu ciclo local. Yo creo que ese ciclo le corresponde a mis hijos.
¿Qué porcentaje de la producción exporta?
Bajó muchísimo. En Fate solíamos exportar un 50 por ciento de la producción y hoy estamos en 10 o 12 por ciento. Y en Aluar bajamos al 70% de lo que estábamos. Hemos perdido mucho dinero.
¿Cómo evalúa la situación actual?
Me entristece un poco la época. Como a todos, me entristece un poco además esta pandemia, parece que nos desune, en lugar de la búsqueda de soluciones en común más allá de la vacuna. La vacuna no es la única solución que tenemos que buscar. Me pone un poco triste ver los espíritus están irritados, estamos volviendo a polarizar todo esto y me parece que las soluciones no vienen solamente a través de votar una vez cada dos años si no en llevarse mejor un poco todos los días.
Hablando de vacunas, Beatriz Sarlo dijo que a ella se la habían ofrecido. ¿A usted?
Yo estoy en una cola que se respeta.
Pero dicen que hay un circuito donde se vende…
Existen gitanos que venden vacunas, existe chusmerío de que acá hay alguno que consigue algo.
¿O sea que se anotó en la provincia de Buenos Aires?
No, no me anoté todavía, pero me anotaré.
AR