Unos escuchan del fenómeno y se rasgan las vestiduras: lamentan que muchos de los millonarios de la Argentina se vayan del país para situar su residencia fiscal en Uruguay o alguna otra nación de América o Europa y claman contra el populismo, el estatismo, el discurso antiempresa y la presión impositiva. Otros los mandan al diablo y les piden que no vuelvan nunca más o minimizan la tendencia rescatando que ellos se van pero sus empresas permanecen y algunas incluso invierten, o apuntan a que son pocos y olvidan que tienen mucho patrimonio y podrían tributar en consonancia.
La realidad es que la mudanza de ricos argentinos al exterior se consolida. Eso no implica necesariamente que dejen de invertir en el país. Eso sí implica que el fisco deja de recaudar impuestos (sólo tributan Bienes Personales por los activos en el país, pero la mayoría de las grandes fortunas suele estar en el extranjero). Quizá no sean demasiados como porcentaje del total de contribuyentes, pero sí significativos porque son de los que más abonaban a nivel personal. Su partida no implica necesariamente que el gobierno de Alberto Fernández haya hecho mal en aumentar la presión tributaria sobre ellos después de que el de Mauricio Macri se las hubiera aliviado, pero plantea un debate.
Todo es materia de una discusión que debería darse, pero el fenómeno está y aquí presentamos los nombres. De la lista de las 40 familias más ricas de la Argentina que elabora la revista Forbes, 18 figuran con sus cabezas o sus descendientes con residencia en el exterior. Varios de ellos son casos conocidos, pero otros fueron descubiertos por elDiarioAR al buscar su constancia de inscripción en la página web de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). “No registra impuestos activos” es la leyenda que salta en su certificado público de la AFIP.
Del podio del listado de Forbes, dos de ellos viven en el extranjero. Uno es Marcos Galperin, el dueño de Mercado Libre, la segunda empresa más valiosa de Latinoamérica, que se había ido de la Argentina a Uruguay en la crisis de 2002, regresó en 2016 con la ilusión del gobierno de Macri y volvió a Uruguay a principios de 2020, una vez terminada esa experiencia política. El otro es Alejandro Bulgheroni, el accionista con más participación de Bridas Energy Holdings, la empresa que administra y controla el 25% de Pan American Energy (PAE). Se fue a fines de los 90, cuando aún gobernaba Carlos Menem. Tanto Galperin como Bulgheroni se mudaron pero siguen apareciendo con impuestos activos en el país: el dueño de Mercado Libre, con el aporte solidario y como trabajador autónomo, y el presidente de PAE, como autónomo.
Alberto Roemmers, de 95 años, figura quinto en el ranking. Es el dueño de Laboratorios Roemmers. Uno de sus hijos, Alejandro, dejó el negocio farmacéutico para dedicarse a la poesía, la dramaturgia y la producción teatral. En 2020 confesó que llevaba “varios años” con residencia fiscal en Malta, paraíso fiscal europeo, aunque vive viajando por el Viejo Continente, la Argentina y Uruguay. Para dejar de ser residente tributario en nuestro país hay que permanecer el primer año 270 días fuera y a partir del segundo, 180.
Siguiendo con la lista de Forbes, otro empresario de la industria farmacéutica, Hugo Sigman, propietario del grupo Insud, vive en España. Allí se exilió en la última dictadura, regresó en los 90 y volvió a marcharse, alegando motivos familiares, en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pese a la buena relación que los unía. Otro que se marchó durante el régimen militar pero a Estados Unidos es Jorge Pérez, hijo de cubanos y uno de los diez argentinos más ricos gracias a que se convirtió en el rey de los condominios de Miami.
La familia Werthein también figura en el top ten de millonarios criollos. Una de sus cuatro caras visibles, Gerardo Werthein, renunció en octubre pasado a la presidencia del Comité Olímpico Argentino (COA) y ahora figura como residente fiscal en el extranjero. En los últimos tiempos, sin dejar los negocios financieros y agrícolas con su familia, comenzó a vincularse con el magnate brasileño Edmond Safra.
Samuel Liberman vendió a fines de los 90 Video Cable Comunicación (VCC) y se asentó a principios de los 2000 en Panamá, donde ya tenía negocios allí desde los 60 y donde apostó a los desarrollos inmobiliarios, la hotelería y la logística. Otro que emigró pero recientemente fue Sebastián Bagó, uno de los dos hermanos propietarios de Laboratorios Bagó. “No registra impuestos activos”, figura en la AFIP. También aparecen con la misma leyenda los hermanos Jorge y Ricardo Stuart Milne, que en 2018 terminaron vendiendo lo que les quedaba del Banco Patagonia. Ahora tienen inversiones en el campo.
Quien se mudó a Uruguay apenas comenzó el gobierno de Fernández fue Gianfranco Macri, sobre quien pesan varias causas judiciales. Desde allí maneja sus inversiones en rubros como construcción.
Lilia Neumann de Sielecki es dueña de otra de las grandes fortunas del país con sus negocios en Laboratorios Elea (donde también participa Sigman) y la química PetroCuyo. Uno de sus hijos, Daniel Sielecki, director de Elea, cambió su residencia tributaria años después de entrar al blanqueo fiscal que organizó Macri en 2016. Sus hermanos Marcelo y Carlos Sielecki también se mudaron: en febrero pasado renunciaron como directores de Petrocuyo. Pero ni su madre ni su hermana, Anabel Sielecki, viuda del ex canciller Héctor Timerman, cambiaron de pago.
En el top 40 aparece Lionel Messi, que se marchó a España a los 13 años para construir su carrera futbolística. También está Jorge Born, que desde hace por lo menos seis años figura con residencia en Punta del Este. Desde allí mantiene sus negocios ganaderos.
Los Mayer Wolf terminaron de vender en 2016 lo que les quedaba de la cerealera Nidera. Una de los cuatro hermanos, Ana, también mudó su residencia fiscal. Otras afortunadas que se marcharon son dos nietas de Amalia Lacroze de Fortabat, la antigua dueña de la cementera Loma Negra: Bárbara Bengolea y Amalia Amoedo fueron parte de la mudanza de argentinos a Punta del Este en 2020.
Los Miguens Bemberg vendieron la cervercería Quilmes entre 2002 y 2006 e incursionaron en la citrícola San Miguel y la eléctrica Central Puerto. Dos de los cuatro hermanos ya no figuran con residencia fiscal en la Argentina: Diego y Cristina, quien dirige la revista Sophia.
En la dictadura, Martín Varsavsky se exilió con sus padres en Estados Unidos. En los 90 migró a España, donde hizo su fortuna con la telefónica Jazztel. Con él se completa el top 40.
Aunque no figuran en esa lista, los creadores de unicornios (empresas tecnológicas que llegaron a valer más de US 1.000 millones) también acumulan grandes fortunas. Tres de los cuatro fundadores de Globant (la segunda empresa más valiosa de la Argentina), Martín Migoya, Martín Umaran y Guibert Englebienne, se mudaron el año pasado a Uruguay. Uno de los dos inventores de Auth0, Eugenio Pace, vive en Estados Unidos desde 2003.
En un listado que se filtró sobre los argentinos que más dinero blanquearon en la amnistía fiscal de 2016 también aparecen varios que ahora ya no tienen más residencia tributaria en el país: María Rosa Cartellone, accionista de la constructora Cartellone; el italiano Roberto Bonatti (nieto de Agostino Rocca, fundador del grupo Techint, y director de las dos siderúrgicas del conglomerado, Tenaris y Ternium); Pablo Zavaleta (ex vicepresidente de la filial de la cerealera anglosuiza Glencore); los hermanos Omar y Daniel Garbarino (que el año pasado transfirieron su endeudada cadena de electrodomésticos Garbarino al empresario Carlos Rosales, que ahora la quiere revender); Miguel Galperin (hermano de Marcos y CEO de la curtiembre de su familia, Sadesa, de donde en julio pasado renunció como miembro del directorio) y Constancio Vigil (en 2007 vendió la Editorial Atlántida que había fundado su abuelo al grupo de medios mexicano Televisa, y ahora figura entre el centenar de millonarios que recurrieron a la Justicia para evitar el pago del aporte a las grandes fortunas, que gravó los bienes en la Argentina de los residentes en el extranjero). Fuera de esa lista del blanqueo, otros millonarios que migraron en el último año y medio a Uruguay son el rey de la soja Gustavo Grobocopatel, el financista Federico Tomasevich (Puente) y Susana Giménez, quien también figura en la AFIP sin impuestos activos.
¿Por qué tanto éxodo? El contador Arnaud Iribarne reconoce que tiene clientes que le comentan que están “cansados de pagar tantos impuestos”. “Yo no les discuto, pero el edificio no funciona si no pagamos las expensas”, reflexiona Iribarne. “El argumento de los que se van es que entraron al blanqueo de 2016/2017 porque entraban en vigencia acuerdos internacionales de intercambio de información tributaria e iba a ser riesgoso seguir teniendo bienes ocultos en el exterior, pero también porque Macri les había prometido eliminar gradualmente Bienes Personales”, recuerda el contador. La alícuota máxima pasó del 1,25% en 2015 al 0,25% al año siguiente, pero en 2019, bajo el agobio financiero, Macri debió subirla al 0,75%. En 2019, cuando llega al poder Fernández, impulsa otra alza al 1,25%, pero con una tasa especial del 2,25% para los activos en el exterior. Además, el oficialismo impuso este 2021 el aporte solidario por única vez, con alícuota máxima del 3,5% para bienes en el país y del 5,25% para los del extranjero. Tras el blanqueo de Macri se multiplicó por diez la cantidad de activos de argentinos declarados ante la AFIP. Antes, los ricos casi no tributaban por ellos y por eso ahora muchos emigran para dejar de hacerlo.
“Es malo que se vayan porque muestra una clase empresarial poco solidaria y porque se pierde una recaudación que hace falta”, opina Iribarne. “Lo que hay que hacer, y la AFIP está haciéndolo, es verificar si se cumplen todos los requisitos para dejar de ser residente fiscal en el país, desde controlar que estén los días requeridos en el exterior hasta comprobar que acá no siguen teniendo casa ni prepaga, pero además yo mandaría una inspección para revisar los últimos cincos años de cumplimiento de Bienes Personales a los que pidan darse de baja”, recomienda el contador.
¿Y por qué en su mayoría eligen Uruguay, y no Chile, país sudamericano modelo para muchos empresarios, o Estados Unidos o Europa? “Por la cercanía, porque pueden venir un fin de semana al cumpleaños de la nieta, pero también porque el gobierno de Luis Lacalle Pou, en una actitud poco solidaria con el Mercosur, les ofreció a los nuevos residentes diez años sin tributar nada”, señala Iribarne. A partir del undécimo año, sólo abonarán el 12% del impuesto a las ganancias y el 0,7% al patrimonio en Uruguay (allí no se gravan los bienes en el extranjero).
Otro contador, Jorge Gebhardt, tiene una visión bien distinta que la de Iribarne. Entre sus clientes hay varios que emigraron. “Tienen dos razones, las políticas, que pesan más, y las tributarias. Entre las primeras figura la falta de seguridad jurídica de nuestro país, que actúen como matones con la Corte, la crispación. Entre las segundas, está lo que en términos impositivos se llama el efecto Depardieu”, comenta Gebhardt. Gerard Depardieu, el más popular actor francés, se mudó a Rusia en 2013 después de que el entonces presidente de su país, el socialista François Hollande, arribara al poder en 2012 y cumpliera su promesa de campaña de elevar al 75% la alícuota máxima de Ganancias. El gobierno francés lo tachó de “mezquino”.
“A mí me parece mal castigar duramente desde lo fiscal porque después logran el efecto contrario, de menor recaudación”, opina Gebhardt. Sin embargo, reconoce que no todos pueden mudarse a Uruguay: “En general es gente mayor a 60 años, que ya hizo su carrera. Y allá el costo de vida es doble o más que acá. Por eso, los que no son tan millonarios evalúan qué les conviene más, si el ahorro fiscal los compensa”.
AR
Esta nota fue actualizada a las 15:20 del 9/5 para eliminar la referencia a Juan Nápoli (presidente del Banco de Valores), que fue incluido por error entre los millonarios que migraron a Uruguay