Mayra Arena elige su “café de confianza” en Chacarita, un Bonafide, para la entrevista un día que viene a la capital desde su casa en Ciudadela. En su perfil de la red social X se presenta como “consultora, me pudrí de ser la de la charla TED”, aquella de 2018 sobre “qué tienen los pobres en la cabeza”.
Aunque ella ya no vive en una villa como en sus orígenes en Bahía Blanca, dejó de ser depiladora, tiene desde 2023 su propia consultora de consumo masivo llamada Arena y sigue estudiando ciencias políticas. De 31 años, tiene tres hijos: dos de 18 años y otro de 16. El año pasado, el entonces precandidato presidencial Daniel Scioli anunció que junto a Hugo Moyano encabezaría su lista a diputados, pero después se frustró todo ese armado y ahora ella critica el giro libertario del devenido secretario de Turismo, Ambiente y Deporte. “Me pregunto ante el aumento de la nafta y el efecto inflacionario que tiene cuánta gente va a tener que dejar el auto parado y podrá sacarlo sólo para lo indispensable. Cómo impacta en el transporte público y cómo pega que toquen esa fibra, ese grado de autonomía”, twitteó este viernes. “Me preocupa particularmente la baja frecuencia de líneas de colectivos que ante el comienzo de clases estarán desbordados y no frenarán en varias paradas. Aún más grave en el primer cordón que en el primero porque ya vienen repletos de más atrás. Habrá quilombo con esto”, posteó tres día antes.
–¿Se imagina candidateándose de vuelta?
–Eso no lo decide uno. A mí una de las cosas que más me costó fue volver a inventarme un laburo porque no se vive de dar entrevistas a medios. Casualmente un día hablando con empresarios, uno me hizo varias preguntas por una decisión que él quería tomar y terminada esa conversación me dice: “¿Cuánto me vas a cobrar por esta asesoría? Porque a mí me sirve mucho”. Ahí aparece la idea de que hay gente que necesita esta información que yo tengo y yo les puedo cobrar. Y hay un tema clave en lo que es laburar en el sector privado y no en la política, y es que tengo una libertad que es inconmensurable.
–¿Pero le interesaría la función pública?
–A mí lo que me interesa es que el peronismo recupere las estructuras que son básicas, que es primero volver a estar al ras de lo que les interesa a las mayorías. Recuperar a los empresarios. El peronismo siempre fue con empresarios. El peronismo era un modelo capitalista donde el laburante empezaba a vivir bien porque se repartía fifty -fifty el producto. Si recuperamos la idea de que la misión del peronismo es sacar a los pobres de la pobreza y convertirlos en trabajadores y poner a los trabajadores a vivir bien, solo por el hecho de que son trabajadores, se recupera la idea principal. Espero que surja alguien que lo haga y que aúne a todos los espacios que están híperfragmentados. Si no hay oposición peronista a Javier Milei, la gente no tiene para dónde correr.
–Usted milita en una unidad básica...
–Tengo mi espacio en Ciudadela, partido de Tres de Febrero, donde vivo. Este año la idea es ampliar ese territorio con otros dirigentes, con otros jóvenes peronistas. En chiste siempre me refiero a nosotros como los Gordos Duhalde. Yo me hago peronista por (Eduardo) Duhalde. Tiene que ver con una forma de ver la política, el Estado, el sector privado, ciertas responsabilidades de la política económica. La política más cristinista ve algunas cosas de otra manera. Por supuesto, tenemos grandes acuerdos. Los Gordos pareciera que somos muy poquitos, pero en realidad estamos muy dispersos y la sociedad se parece más a nosotros.
–El año pasado se juntó con Scioli.
–La idea nuestra era en ese momento tener una interna que blanquee esto. La lectura que hace Scioli después es errada, pero se asemeja mucho a la que toma (Miguel Ángel) Pichetto unos años antes. Quizás el cristinismo o el camporismo son el pasado, siguen enamorados del pasado y no hablan de otra cosa. Cuando les preguntan sobre el futuro dicen: “Tenemos que dar esa discusión”. No dicen nada más. Pero Scioli se equivoca en pensar que al irse a un partido estructuralmente tan distinto va a seguir teniendo el mismo valor su carrera política. Uno puede ir cambiando de espacios, pero que compartan un mismo universo de valores estructurales.
–¿Cuales deberían ser las líneas básicas para de un gobierno peronista en 2027?
–La sociedad no demanda muchas cosas, menos en tiempos de crisis. Demanda educación, salud, seguridad y transporte público. Cuatro áreas que en este momento van a entrar en crisis. Mucha gente que viene del sector privado ya no va a poder mantener la escuela, la salud y la seguridad privadas. Va a bajar demasiado la calidad de vida y no pasa sólo por el poder adquisitivo. El peronismo tiene que volver a proponer primero el trabajo como valor, que se ha perdido. Creo que tiene que hablar el idioma que hablan todos. Cuando uno dice obrero, es probable que la mayoría de los laburantes no se sientan identificados. Cuesta mucho hablarle a un montón de individuos sueltos que no se identifican en ningún colectivo. Hay que animarse a hablar de empleados, del sector privado, del público, de los cuentapropistas, de los independientes. También están estas áreas que afectan a la vida del trabajador: la educación propia y de sus hijos, la salud de su familia, las jubilaciones de sus padres, la inseguridad, que se agudiza en tiempos de crisis económica. La Policía, las alarmas, las cámaras, las luces funcionan para un tipo de criminal antiguo que quería salir a robar y volver a su casa. Hoy también hay un tipo de criminal en el barrio cuya identidad pasa por la cantidad de delitos que cometió y de veces que quedó preso. Este nuevo criminal desea enfrentarse con la Policía.
–¿Por qué sumas el tema transporte público?
–Hace a la calidad de vida el transporte público de calidad y sobre todo con buena frecuencia...
–Es lo que está escaseando...
–Con buen transporte, la gente se siente segura para salir a estudiar, a trabajar, a hacer trámites. Le facilita salir a distritos más ricos a pedir trabajo de calidad, buscar ciertas instituciones educativas y a un montón de cosas que hacen a la vida social y urbana.
–Tenés una inflación del 75% en los tres primeros meses de gobierno de Milei, que no manda comida a los comedores, ¿por qué no hay una explosión social?
–No explota para afuera, explota para adentro. La violencia la vas a empezar a ver en la familia, en la violencia de género, contra los chicos. Hay que ser honestos: todavía Milei tiene el buen visto de la sociedad, sobre todo en la mitad más uno que lo votó. La mayoría de la gente no le da hasta marzo, como sostienen algunos fanáticos nuestros, sino que le dan entre seis meses y un año. Piensan que esto era inevitable. Milei los ha convencido de esto. Por otro lado no aparece nadie interesante a recoger distintos guantes, a generar ese olorcito de que el poder puede ir para tu lado.
–¿En qué se ve la crisis, aparte de que caen las ventas, hay noticias diarias de inseguridad, gente pidiendo en la calle?
–Las garrafas son lo que más preocupa porque la gente deja de cocinar para que no se acabe y come solo pan y lo que es comida cirujeada. Entre los vendedores informales cambió la unidad de medida de lo que vende. Por ejemplo, los vendedores de medias de los trenes están vendiendo biromes y pañuelitos, cosas mucho más pequeñas. Porque la media es más cara. Hoy la media te la tienen que vender a $1.000. Y nadie quiere largar un hornero así como si nada. Los vendedores de café de las estaciones de trenes empiezan a cambiar el tamaño y venden el bizcochuelo del tamaño de la porción de tortilla. En las casas se deja de cenar o de almorzar. Lo cárnico se deja para la comida de cobro y todos los días se comen productos más secos. Los vegetales, lo cárnico, todos los frescos se deja como como elemento de disfrute. Antes cuando cobrabas, pedías delivery, hacías un asado o salías a comer al McDonald's con los nenes. Ahora se ajusta todo eso y la comida de cobro puede llegar a ser una pizza o carne hecha en casa. La gente va con un billete y pregunta para qué le alcanza. El billete como una unidad de medida. Ves a los nenes yendo a comprar $1.000 de picada o $1.500 de pan. Ya no podemos comprar un kilo, ni la cantidad de milanesas que necesitábamos. Todos esos cambios amargan mucho la vida del trabajador.
–¿Desde su trabajo en la consultoría ve algún otro fenómeno?
–Sí, hay dos cosas que miro. La primera es el estatus cultural en las villas. Tenés estatus material porque tenés altas llantas, gorra de marca, la de la selección original de Adidas, alta moto. Pero siempre existió también la contracara de eso: el que se diferenciaba culturalmente, comparte idioma con las clases medias, no habla tan villero. En la década del 80 escuchaba rock internacional. En la del 90 o de los 2000, rock nacional. Cuando yo era chica, si vos escuchabas Los Redondos, Los Piojos o La Renga eras cheto en la villa. Lo verdaderamente popular era lo que escuchaba mi vieja: Antonio Ríos, Supermerk2, cumbia villera. Ahora me sorprende que no pasa tanto por la música sino que uno se da cuenta por las remeras de otakus en los barrios. El estatus cultural hoy pasa más por el consumo de cómics y ciertas ficciones. Y acá viene el correlato que me preocupa políticamente. Hay algo que ocurre con la música popular y es que es extremadamente sexual. Digamos, siempre la música fue sexo. Todo lo que hacen los artistas para mí es para coger y nada más. Perdón, pero no tengo sensibilidad artística y soy mal pensada (sonríe). Pero la música últimamente es tan pero tan sexual, que genera en aquellos que quieren diferenciarse y elevarse un rechazo hacia el sexo. Entonces se retrasa la edad de la primera relación sexual. Coger es de gronchos. Entonces reservarnos la sexualidad para una persona especial que va a aparecer en nuestras vidas. Esto pasa en los dos sexos. Los otakus en el imaginario colectivo ocultan su sexualidad. Las chicas ocultan su cuerpo. Y esa revolución conservadora a mí me preocupa. Que se retrase la edad de relación sexual, menos enfermedades sexuales, menos embarazos, hasta te diría que es positivo. Pero ojo que estas revoluciones nunca vienen acompañadas solo de la cultura. Siempre vienen después a legalizar algún tipo de política conservadora y los que tienen todo para perder son los pobres y las minas. Después dentro de dos años vas a tener un tipo recorriendo los medios diciendo que las chicas no pueden acceder a los anticonceptivos...
–¿Y el otro fenómeno?
–Es el problema con el juego de los jóvenes. El vicio de los jóvenes de hoy no es ni la droga, ni el alcohol, ni el tabaco sino las apuestas online, es el vicio que va a romper familias en esta década... Apuestas de partidos de fútbol, de todo, desde vóley japonés hasta la liga española.
–Más gente apuesta porque necesita ingresos...
–Y la prostitución virtual, que ahora está casi hasta bien vista. Yo soy pro prostitución, soy pro regular la prostitución, no soy abolicionista. Pero de repente tenés media generación de pendejas en el OnlyFans y aparentemente ese es el laburo viable. No sé si está tan bueno para toda una generación de minas que sea una cosa tan común. Tampoco digo que sea lo peor. Digo que hubo un cambio en la forma moral de verlo. Ahora está visto como que lo hacen las clases medias y por eso está muy aceptado. No sé cómo te transforma eso la sociedad. Después viste la respuesta: vamos a tener que volver al cuello de tortuga. Los extremos generan esos extremos. Me preocupa.
AR/DTC