El presidente Javier Milei fue este lunes a uno de los ámbitos empresariales donde menos favoritismo despierta, junto a la construcción: a la Unión Industrial Argentina (UIA), donde los elogios a las desregulaciones se combinan con temores a la apertura económica. “Vinimos a achicar el Estado para agrandar el bolsillo a ustedes”, les prometió el jefe de Estado ante una primera fila donde estaban el presidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja, y sus vicepresidentes, Miguel Rodríguez y Adrián Kaufmann Brea. También criticó los subsidios y las barreras a la importación que protegían a la industria: “Quitarles a unos para darles a otros no es una política económica” sino “un robo”.
“Aún debemos escuchar degenerados fiscales hablar de industricidio”, se quejó. Entonces, advirtió que sus reformas dejarán perdedores, pero “el sistema da opción de reconvertirse, por el lado de la revancha o por otro lado”, es decir, probando fabricar otros productos o reconvirtiéndose en otro rubro, ya no fabril.
“Tuvieron décadas de cazar en el zoológico”, los reprochó. “Muchachos, si no alcanzó con eso...”, los desafió. “El cambio va a implicar aprender a andar en bici sin rueditas, como dijo (el expresidente Carlos) Menem. La reducción costo argentino va a reemplazar las políticas de antes. A los que no necesitan el curro para vender les va a ir bien. No los vamos a dejar tirados, vamos a abrir economía cuando estén dadas condiciones estructurales. No vamos a apurar los tiempos”, los intentó tranquilizar. “En mí van a encontrar un aliado del sector privado. Cuando un empresario gana dinero, es un benefactor social.”
“Las supuestas políticas sectoriales están condenadas a fracasar”, atacó a las políticas industriales, recetas que en la Argentina no han tenido éxito, pero sí en muchos países que alcanzaron el desarrollo como Corea del Sur. Pero el economista libertario devenido presidente siguió: “¿Saben cuál es la mejor política industrial? Tener una buena política fiscal y monetaria, terminar con inflación, esa es la mejor política industrial. Sólo si al conjunto de la sociedad le va bien, le puede ir bien a industria en forma sostenible”, sostuvo, sin atender a los temores de que sean las importaciones abaratadas por el tipo de cambio las que aprovechen una eventual recuperación del mercado interno .
“Quiero desarmar dos mitos: el primero es que la libertad de la economía es perniciosa a la industria”, sostuvo más allá del recuerdo que los empresarios manufactureros argentinos tienen de lo que ocurrió en el gobierno de Carlos Menem (1989-1999). “Ningún país quebró por abrir su economía”, insistió. “Lo único pernicioso a la actividad industrial es tener un estado elefantiásico a sus espaldas”, alegó. Y de paso promocionó el nuevo canal de streaming del Ministerio de Economía para “dejar de depender de información inventada por periodistas ensobrados”, en un nuevo ataque a la prensa independiente.
El discurso presidencial tuvo algunos pasajes más realistas cuando celebró que por primera vez en 123 años la Argentina está logrando superávit fiscal financiero (después del pago de intereses) sin entrar en default. O cuando dijo que al comienzo de su gobierno se temía una hiperinflación y ahora los bancos están dando préstamos hipotecarios a 30 años. “Es una locura”, se autocelebró.
Milei habló de varios monstruos de varias cabezas. Uno de ellos, el costo laboral. Para solaz del abogado laboralista Funes de Rioja y los demás industriales, Milei cargó contra ese costo, que “se desprende de regulaciones vetustas con la pretendida misión de proteger a los trabajadores, pero que destruyen el trabajo”. Claro que no es en las naciones con menos derechos laborales donde cunde el progreso. “Cualquier regulación contra la riqueza genera más pobreza”, atacó contradiciendo las bases de la economía social de mercado que se desarrolló en Europa. “Cuando el Estado genera riqueza lo hace para los políticos”, disparó también, sin recordar los subsidios que Estados Unidos dio a su amigo Elon Musk y otros empresarios tecnológicos, así como en la Argentina los han recibido otros del mismo rubro como su también compinche Marcos Galperin, cuyas oficinas de Mercado Libre visitará este miércoles.
“Las leyes laborales son al trabajador como la ley alquiler a los inquilinos”, ejemplificó el jefe de Estado. “Nadie dice cómo explotó la oferta y cómo el precio en términos relativos terminó cayendo estrepitosamente”, celebró la desregulación de los alquileres. El presidente de la Federación de Inquilinos Nacional, Gervasio Muñoz, responde que los inquilinos que aún tienen contratos de la ley anterior pagan 50% menos que los que firmaron después de la desregulación de diciembre pasado y que un cuarto del total debió mudarse ante el aumento de costos.
Otro monstruo, según Milei, es la burocracia. Y celebró que la está desfinanciando. “Esta mañana bajamos 10 puntos del nefasto impuesto PAÍS”, festejó, aunque fue él quien había subido esos 10 puntos en diciembre para atajar el déficit fiscal. Pero tuvo razón después: “Bienvenidos al momento histórico en que una administracion dijo que creaba un impuesto de manera transitoria y cumplió. Y en diciembre se termina con el nefasto impuesto PAÍS”, prometió. Recordó que su admirado Milton Friedman, padre del neoliberalismo, decía que “no hay nada más permanente que un aumento transitorio del gasto publico”. Y después sorprendió citando a su odiado John Maynard Keynes: “No me resulta simpático, pero decía que todo gasto público se paga”. Es decir, con emisión monetaria o endeudamiento.
Más adelante mencionó otros “monstruos”, como el canon que las fiestas privadas ahora dejaron de abonar a la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic), lo que ha provocado críticas de los músicos. También apuntó contra “sindicalistas con chofer mientras sus representados no pueden pagar el colectivo”. En comisión en la Cámara de Diputados avanzan proyectos de leyes contra las reelecciones indefinidas de gremialistas, entre otras que recortan su poder.
“La principal cabeza del monstruo mitológico que venimos a destruir es el déficit fiscal”, remarcó. “Nosotros vinimos a bajar impuestos, el superávit fiscal es innegociable. Vamos a seguir bajando el gasto público. Eso que parecía imposible: cayó 30% en términos reales”, y volvió a definirlo como el mayor ajuste de la humanidad.
El mismo presidente que hace cinco meses veía una economía creciendo como “pedo de buzo” y que enfrenta una continua recesión sostuvo este lunes que hay “mejoras palpables en la actividad económica”. Mencionó que se registró la mayor venta de autos desde 1995“. Pero se olvidó de decir que no eran ventas de coches nuevos sino usados. Y en su auditorio había fabricantes de vehículos, no revendedores.
Milei celebró que se revirtieron 13 años de déficit energético, pero olvidó agradecer que es fruto de una de las pocas herencias económicas positivas que le dejó el gobierno anterior, con el Plan Gas y el gasoducto Néstor Kirchner que elevaron la producción. Festejó “el mayor superávit comercial de la historia”, pero no recordó que se logró sobre la base de una recuperación de la sequía y el hundimiento de la economía que aplastó la importación. Datos reales pero que habría que matizar. En lo que sí acertó es en señalar que al comienzo de su gobierno se pagaba sólo el 15% de las importaciones y ahora, el 50%. Se han ido normalizando los giros al exterior.
AR/DTC