Que cuatro de cada diez argentinos padezcan pobreza es una afrenta moral para un país que produce alimentos para millones de personas. Y eso es que lo está ocurriendo a partir de la pandemia. Algunos expertos en la materia prevén que el porcentaje de pobres baje del 40% en el primer semestre de 2021 al 38% o 39% en el segundo -el dato oficial se conocerá el próximo día 30- por la reactivación de la economía y del empleo, pero otros vaticinan que se mantendrá sin cambios por el impacto de la inflación. Y todos coinciden en que la actual suba de precios empeorará las condiciones sociales de la primera mitad de 2022.
La pobreza rondaba el 5% antes de la última dictadura. Después quedó un piso del 15%. La hiperinflación de Raúl Alfonsín la elevó al 45% y la convertibilidad de Carlos Menem la bajó, pero el piso se estableció en 25%. Con la crisis de 2001, la explosión de la paridad un peso un dólar en 2002 llevó a saltar a un 58%. Con Néstor Kirchner bajó al 27% y con Cristina Fernández de Kirchner se mantuvo relativamente en ese nivel. Mauricio Macri la subió al 35%, con la cuarentena de 2020 trepó al 42% y después empezó a bajar, pero la merma se ralentiza y corremos el riesgo de malacostumbrarnos a una sociedad donde casi la mitad malvive.
En su último “Panorama Social de América Latina 2021”, que se publicó en enero pasado, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) homogeneizó los datos de pobreza de 2020 para comparar las cifras de los países entre sí y el resultado demuele mitos sobre la Argentina en el contexto regional. Para el organismo de Naciones Unidas, el 34% de los argentinos era pobre hace dos años, en el peor momento de la pandemia, cuando no se podía salir a la calle porque aún no había vacunas. Es decir, más pobreza que en Bolivia (32%), Brasil (18%), Chile (14%), Costa Rica (19%), Ecuador y El Salvador (ambos 30%), Paraguay (22%), Perú (28%), República Dominicana (21%) o Uruguay (5%). Sólo unos pocos países de la región estaban peor que nosotros: Colombia (40%) y México (37%).
Pero volvamos a los números del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), que en su última medición arrojaban un 40%. Leopoldo Tornarolli, del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad de La Plata, señala que a partir de la base de datos del Indec se puede observar que en el tercer trimestre de 2021 la pobreza bajó al 38,1%. “El número es positivo, pero hay que tener en cuenta que en los trimestres impares la encuesta capta los aguinaldos, que se pagan en diciembre y junio, pero que se declaran en enero y julio en la encuesta. En el cuarto trimestre no tenés aguinaldos, por lo que la pobreza tiende a ser mayor que en el tercero, salvo que la actividad económica se encuentre creciendo muy fuerte. Mi impresión es que la pobreza en ese cuarto trimestre se va a parecer bastante a la del tercero, lo que significaría que la pobreza del segundo semestre de 2021, la que va a reportar el Indec, se ubicaría en el rango 38-39%. Si bien a fin de año tuvimos una reaceleración de la inflación, que dura hasta hoy, eso no se verificó para la canasta básica total, que es la inflación que importa para medir la pobreza”, concluye Tornarolli. En cambio, el encarecimiento de la comida sí impacta en la canasta básica alimentaria, que define la indigencia.
“Con la recuperación económica posterior a la pandemia, las ocupaciones que se habían perdido fueron paulatinamente recuperadas o reemplazadas por otras nuevas, de modo que el empleo volvió a los niveles previos, pero no ocurrió lo mismo con el poder adquisitivo de los ingresos”, advierte Mariana González, del Centro de Investigación y Formación (Cifra) de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA). “De acuerdo con el último dato disponible a la fecha, los ingresos laborales de los ocupados en el tercer trimestre de 2021 eran 7,3% inferiores a los del mismo trimestre de 2019. Por este motivo, si bien puede esperarse que con los datos próximos a ser publicados se observe un descenso en la incidencia de la pobreza para el segundo semestre de 2021, seguramente continuará en niveles elevados”, alerta González.
Agustín Salvia, del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), vaticina que el Indec informará un nivel por debajo del 40%, entre 38% y 39%. Lo atribuye al “plan platita” por el que el Gobierno impulsó el consumo en la campaña de los comicios legislativos de 2021, el “veranito electoral, un mayor empleo por inversión pública, un mayor consumo y empleo informal, un crecimiento de la industria y de la construcción, alza de jubilaciones, programas sociales y bonos”. El leve descenso de la pobreza, a niveles aún mayores al que dejó Macri, será producto de un “rebote, burbuja de consumo, insostenible”, según Salvia. “Este primer trimestre de 2022 toma parte de eso, por crecimiento del empleo en servicios, pero la tendencia se revierte, por capacidad instalada (de las fábricas) completa, bajos salarios, inflación en alza, recesión en puerta, aumento de tarifas, lo que te deja pobreza en alza. Lo que mostrará el Indec del segundo semestre de 2021 es una burbuja electoral que está estallando ahora”, dispara el investigador de la UCA. De hecho, diversos economistas atribuyen la mayor inflación de principios de año al impacto siempre retardado del aumento de la emisión monetaria para financiar gasto público, en este caso en el último cuatrimestre de 2021. A eso se suma el efecto de la guerra de Ucrania, a partir del 24 de febrero, en los alimentos y la energía.
Federico Favata, profesor de la universidades de San Martín y Argentina de la Empresa (UADE), predice que la pobreza bajará apenas del 40,6% en el primer semestre de 2021 al 40,2% en el segundo, pero volverá a subir a 40,7% en el arranque de 2022. “En pocas palabras, en promedio se mantiene en 40-41%”, lamenta Favata. Isaac Rudnik, del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Isepci), prevé que en la segunda mitad del año pasado el índice se mantenga “igual o un par de puntos abajo del primero porque fue en el tercer trimestre cuando metieron algo, no mucho, de recursos después de las primarias” de septiembre pasado, en las que perdió el Frente de Todos.
Artemio López, de la consultora Equis, proyecta que la pobreza “no bajará del 40%, es posible que suba porque el alza de la canasta básica amortigua la recuperación del empleo”. “Es gravísimo. Vas a terminar necesitando dos salarios básicos para no ser pobre. No digo que haya un 40% de pobreza estructural, pero sí que será muy difícil de perforar este nivel. Y esto trae varios efectos en las condiciones de vida material, cae la dieta, caen otros gastos como esparcimientos y deportes. Provoca que jóvenes compensen con trabajo los menguados ingresos familiares y crezca el abandono del secundario, que es el círculo de perpetuación de la pobreza, que ocurre hace tiempo y que lleva a que la mitad de los adolescentes no termine la escuela a tiempo. Decae también la atención médica. No estamos acostumbrados a tanta pobreza, tuvimos más en la hiperinflación y en 2002, pero antes era por momentos más cortos y ahora tenés un estándar inelástico, no cede con el empleo, es un problema muy grande de ingresos”, apunta López.
¿Cómo se resuelve la pobreza?
Si bien cuatro de cada diez argentinos son pobres, el 30% de cada tres familias lo es. Es decir, los hogares pobres son más numerosos. La base de datos del Indec muestra que en el tercer trimestre de 2021 el 10% de las familias más pobres ingresaba sólo $ 18.000 por mes. El segundo decil (décimo) más empobrecido, aunque no tanto como el primero, ganaba $ 34.000. El tercero, $ 45.000. En septiembre pasado, la canasta básica total para evitar la pobreza era de $ 70.000. Es decir, que este último 10% de los hogares necesitaría ganar un 35% más para salvarse de la miseria.
¿Cómo se resuelve la pobreza? Cada experto ofrece su receta, con énfasis en el crecimiento económico y/o en la mejora de los ingresos, de acuerdo con su visión política. “Aproximadamente tres de cada cuatro pobres son hogares/individuos que no serían pobres si el contexto económico fuera favorable”, opina Tornarolli, del Cedlas. “Si volvés a crecer durante un período más o menos largo, la pobreza va a ir bajando gradualmente. Puesto de otra forma, la respuesta a cómo bajamos la pobreza es la misma a cómo crecemos. Los restantes pobres son los pobres estructurales, 10/15% de la población argentina. Son pobres que van a seguir siéndolo aun si la economía crece, y aun si lo hace a tasas elevadas. Para esos grupos es más importante el rol directo del Estado. En particular, creo que políticas de primera infancia y de acompañamiento del desarrollo de los menores de esos hogares es lo que podría ayudar a romper el círculo de pobreza intergeneracional en el que se mantienen”, concluye el investigador de la Universidad de La Plata, la misma de donde proviene el ministro de Economía, Martín Guzmán.
González, de Cifra-CTA, razona que “una mayor caída” de la pobreza respecto a la leve observada en 2021 “requeriría que tenga lugar una recuperación real de los ingresos, de magnitud significativa”. “En especial, que crezcan los ingresos de quienes menos ganan. Lamentablemente, el actual contexto de aceleración de la inflación conspira contra este objetivo, por lo cual el control de la inflación es clave también para que se materialice un aumento de ingresos de los trabajadores y para la reducción de la pobreza”, señala González.
“Si bajases la inflación, seguramente bajarías 10 puntos la pobreza y estabilizarías la economía”, calcula Salvia. “Pero sería algo parcial porque volverías a niveles de pobreza que dejó Cristina. ¿Por qué ni ella ni Macri lograron bajarla de ahí? Porque tenés 6 millones de trabajadores ocupados en trabajos de indigencia, marginales. Es un tercio de la fuerza de trabajo. La mitad de la fuerza de trabajo está en la economía informal. Necesitás entonces un plan de crecimiento que cree empleo en el sector informal, en las pymes, en el microemprendimiento, para lo cual necesitás mejor mercado interno, con más productividad y mejor salario. Pero la Argentina no está teniendo un plan de desarrollo, ni siquiera de crecimiento económico. Debería impulsarse la inversión en los sectores más productivos, pero que derrame sobre los menos productivos. Así sería más sustentable la baja de la pobreza”, propone el investigador de la UCA.
“Para reducir la pobreza se deben aplicar dos caminos”, sugiere Favata, de la Universidad de San Martín. “Primero, crecimiento económico, es decir aumento del ingreso real y, segundo, mejora en la redistribución de los ingresos. Ambas políticas deben llevarse acorde a una macroeconomía estable, reduciendo considerablemente el numero de inflación mensual que venimos teniendo”, propone el joven economista que también es empleado del Banco Nación. En tanto, Rudnik, del Isepci, vinculado a la organización opositora Barrios de Pie Libres del Sur, lamenta: “No hay modelo que permita pensar en una caída de la pobreza. Me refiero a los modelos que están en debate de ser implementados: tanto el de este gobierno como el de la derecha, si vuelve”. López, de Equis, recomienda una salida más ligada a lo que fue el kirchnerismo: “Mejorando ingresos, con crecimiento con distribución, con mejora de jubilaciones, salarios y planes de transferencia de ingresos. Esto es fundamental. Hay que cambiar el diseño de la política económica”.
Más allá de los matices, sin expansión económica y sin mejores de salarios, resultará imposible que menos argentinos padezcan la pobreza. Porque, por un lado, por más que algunos se aferren al mito de que la Argentina es un país rico, su PBI per cápita es de sólo US$ 9.929, puesto 73º en el mundo. Por tanto, hay que agrandar la torta. Y, por otro lado, cortarla mejor para que todos coman. Y hacerlo al mismo tiempo porque el derrame no funciona y las migas no sacian a nadie.
AR