El lobby

El populismo cambiario doma opositores pero también junta rencores

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La audacia, ese valor con el que la ultraderecha se supo diferenciar de los dos fallidos experimentos previos en la Casa Rosada, es el rasgo que más celebran quienes un año atrás optaron por Javier Milei en aquel balotaje que Sergio Massa entendió que perdería apenas se impuso en las generales por un margen insuficiente para esquivarlo. Con el dólar y la inflación a raya ―aunque a un costo social inmenso, con el consumo en caída libre y la inversión planchada― el Presidente disfruta de una luna de miel extendida con la mitad de la población que todavía lo apoya, mientras la otra mitad no encuentra una referencia nítida que se le oponga. Ese desierto político lo envalentonó para encarar su “batalla cultural” y llevarla al plano diplomático, donde empiezan a acumularse rencores parecidos a los que barruntan los empresarios que sufren su recesión inducida y los trabajadores que se caen del mapa. 

Más osadía que desairar al Papa Francisco y a Chile a 40 años de la mediación de Juan Pablo II en el conflicto del Beagle exige abaratar todavía más el dólar turista mientras Brasil devalúa, justo antes de las vacaciones de verano. Si a eso se suma la apertura importadora como método para disciplinar los precios en un mundo que se cierra cada vez más y sin reservas en el Banco Central, Luis Caputo y Santiago Bausili están para desafiar a la ruleta rusa al mismísimo Vladimir Putin. Pero esa temeridad no es un accidente sino parte de la receta oficial para construir confianza. Y el populismo cambiario es como la deuda, diría Emmanuel Álvarez Agis. Al principio es rico.

La alarma sobre los riesgos de reeditar el viejo combo sobrevaluación-recesión-desindustrialización en esta coyuntura geopolítica llegó del altavoz menos pensado: la OTAN. “Las empresas deben estar preparadas para un escenario de guerra y ajustar sus líneas de producción y distribución en consecuencia. Porque si bien pueden ser los militares quienes ganan las batallas, son las economías las que ganan las guerras”, reclamó en Bruselas el almirante holandés Rob Bauer, presidente del comité militar del bloque que lidera Estados Unidos. La pandemia parece haber enseñado algunas cosas. Bauer hizo notar que los minerales críticos procesados para la electrónica y los ingredientes químicos para sedantes, antibióticos y antiinflamatorios provienen exclusivamente de China, el enemigo que eligió Donald Trump incluso antes de asumir. 

Algo parecido dijo el profesor Mario Cimoli, de la Universidad de Venecia, en la Conferencia Industrial de la UIA que el Gobierno boicoteó esta semana. “Estados Unidos, China y Europa están haciendo política de sustitución de importaciones ¿sí o no? ¿Por qué uno tiene miedo de decirlo?”, bramó el exsecretario adjunto de la Cepal. Bien temprano ya había pedido “respeto” para el sector el próximo jefe de la central manufacturera, Martín Rapallini, dueño de Cerámica Alberdi y respaldado para suceder a Daniel Funes de Rioja por el kingmaker Paolo Rocca. El magnate siderúrgico ―cada vez más lejos del acero y más abocado a los hidrocarburos― no fue de la partida pero sigue siendo quien paga las cuentas en Avenida de Mayo y Lima. Seguramente sí diga presente el 13 de diciembre en el tradicional almuerzo por el Día del Petróleo. 

Batallas y batallas

De todas las encuestas que confirman la coyuntura favorable que atraviesa La Libertad Avanza la más llamativa es la de la consultora Tendencias, vinculada al Frente de Izquierda. No solo concede que la imagen positiva de la gestión subió del 36,1% al 45,2% entre agosto y octubre sino también que volvió a superar a la negativa (42,1%). Entre las sensaciones que midió en el público crece la “esperanza” (del 41,8% en agosto al 47,4% en noviembre) y decrecen la “preocupación” (del 20,7% al 16,7%) y la “incertidumbre” (del 15,8% a 13,7%). La idea de que Milei “controló la inflación” es compartida por casi seis de cada diez encuestados. 

La idea de que Milei 'controló la inflación' es compartida por casi seis de cada diez encuestados

Lo notable es la fidelización del voto a Milei, que anima a la ultraderecha a pensar en una campaña 2025 con el macrismo como mero furgón de cola de La Libertad Avanza. De quienes optaron por él en la segunda vuelta de aquel 19 de noviembre, un 90% se muestra conforme de haberlo hecho. Solo un 6% se arrepiente. En cambio, un 55% de quienes votaron por Sergio Massa se muestra disconforme con el rol del peronismo en la oposición y solo un 28% lo aprueba. No parece casual; intercambios de favores con el oficialismo como los que se vieron esta semana en el Congreso ponen en entredicho cada vez con más frecuencia la verdadera voluntad opositora del peronismo.  

Esa mezcla de orfandad y desorientación que cunde en todos los campamentos opositores anima a la ultraderecha a ir por más. En la arena diplomática, por ejemplo. Los flashes se los llevó el plantón oficial a Francisco en el acto a 40 años de la crisis del Beagle, que devolvió a fojas cero las gestiones para que el Papa vuelva al país en 2025 y expuso puertas adentro recelos de Gerardo Werthein hacia el vicecanciller que se desvive por sobrevivir a su lado, Eduardo Bustamante.

Pero otro episodio menos publicitado circuló en grupos de Whatsapp del Palacio San Martín: la cara de incomodidad con la que Sebastián Nicolino, miembro de la delegación permanente ante la ONU, recitó el miércoles por la mañana en la reunión del Comité Financiero en el 26º plenario de la Asamblea General, en su 79 sesión, el mantra de la libertad casi con textuales palabras de algún Benegas Lynch. “Argentina tiene como guía los principios rectores de la protección de la vida, la libertad y la propiedad privada. El capitalismo de libre empresa es la única herramienta que tenemos para el desarrollo y para terminar con el hambre, la pobreza y la indigencia. (…) Sobre género, Argentina entiende la palabra género como lo hace el derecho internacional de los tratados cuando entiende que se refiere a dos sexos: masculino y femenino”. 

La apuesta oficial es a que Trump despliegue desde enero posiciones igual de rupturistas en los foros donde Milei viene tensionando los acuerdos hasta ahora mayoritarios sobre género, ambiente e incluso tributación progresiva en el mundo rico. Aterrorizados por la motosierra de Werthein y el ridículo al que los expone el principismo hiperideologizado de Milei, los diplomáticos temen que el próximo paso sea darle asilo político a Jair Bolsonaro en algún consulado o la misma embajada si se sigue complicando su situación en la causa que lo investiga por haber instigado el intento de golpe de estado cuando le ganó Lula. “Por lo que veo, en la historia del mundo, cualquiera que se sienta perseguido puede ir a una embajada extranjera”, dijo sugestivamente Bolsonaro el jueves en una entrevista con el portal Uol.

Contantes y sonantes

Lo seguro es que la beligerancia que mostró Trump hacia China apenas se impuso ante Kamala Harris enfrió el acercamiento de Milei al gigante asiático. La batalla cultural global no admitiría un desliz semejante y Caputo está all in con que el Fondo habilite un nuevo programa de facilidades extendidas. De Beijing ya obtuvo lo que necesitaba: la extensión del swap en junio, en el momento más crítico de su plan, que le evitó pagar US$2.900 millones antes de fin de ese mes y otros US$1.900 millones en julio. En aquel momento, Milei pagó el costo de desdecirse de sus improperios contra los “comunistas asesinos” con los que se había juramentado no hacer negocios.

El mismo pragmatismo puertas adentro exhibe Caputo en la relación con los industriales a quienes dejó esperando en la conferencia. La semana próxima los recibirá para ofrecerles una nueva versión de la reforma laboral que el Gobierno ya intentó colar en el DNU 70/23 y que bochó la Justicia laboral. Será un intento de recomponer por parte del desgastado Funes de Rioja (que arrastra incompatibilidades por su doble rol como empresario y socio de uno de los estudios de abogados que funciona como apéndice de la Secretaría Legal y Técnica) pero también el armisticio que le ordenó firmar Rocca a Rapallini con el Gobierno. 

Los excesos de la batalla cultural, entienden en Economía, pueden espantar algunos capitales. A oídos de uno de los hombres de Caputo llegó el caso de un inversor coreano que decidió vender sus bonos argentinos después de ver la mise en scène mussoliniana que animaron Agustín Laje y Daniel Parisini en el lanzamiento de la agrupación interna que orienta Santiago Caputo. También lo supo Karina Milei, que arrima voluntades en paralelo con el clan Menem y que sostiene que los pretorianos de Twitter no suman e incluso restan.

Un inversor coreano decidió vender sus bonos argentinos después de ver la mise en scène mussoliniana que animaron Agustín Laje y Daniel Parisini en el lanzamiento de la agrupación interna que orienta Santiago Caputo

Son rencillas internas que horadan las chances de afirmarse en el poder, como lo prueba el fracaso del Frente de Todos. Pero menos determinantes que los rencores que se acumulan en todos los frentes y que aguardan su ocasión para tomarse revancha. El de los empresarios Pymes que presionaron para que la UIA explicitara el daño que representa la apertura importadora sin una reducción simultánea de los costos locales, el de los diplomáticos humillados por la estampida refundacional en Cancillería que los fuerza a romper acuerdos previos, el de los empleados estatales que acaban de recibir la noticia de una paritaria con recomposiciones del 2% y 1% para noviembre y diciembre y el de otros sectores supuestamente “domados” cuyos reclamos mantienen sin embargo un apoyo social mayoritario. Lo muestra el informe de Tendencias para el caso de los universitarios: la idea de que “la universidad les sirve solo a los hijos de la clase media y alta”, que procuró fijar Milei en la puja que terminó saldando con el veto que blindó el PRO, sigue siendo rechazada por más del 60% de los consultados.

AB/JJD