El lobby

La resignación y la esperanza se disputan las calles y los negocios

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Si gobernar la Argentina es controlar al dólar, Javier Milei hace bien en agradecerle cada vez que puede al coloso Luis Caputo. Sus trucos para domar la divisa vienen funcionando y el paralelo cerró la primera semana de octubre debajo de $1200, con la inflación a punto de darle otra buena noticia: menos del 3,5% en septiembre, la más baja desde que asumieron. El efecto psicológico sobre una sociedad noqueada por la crisis es tan potente que eclipsa el impacto de la recesión inédita que castiga a la economía real y de una disparada de la pobreza sin precedentes. El mundo de los negocios ―como el ánimo del electorado― se debate entre la resignación por lo que empieza a dar por perdido y la esperanza de que la estabilidad alumbre un nuevo ciclo de crecimiento. Aunque nada lo preanuncie.     

El agente inmobiliario y zar de las subastas Adrián Mercado lo percibe en la cantidad de industriales que participan de sus remates virtuales. “El año pasado tenía unos 150 conectados online como piso. Ahora son entre 40 y 50. En el mejor de los casos, 80. En lo mío, que son las pymes, el comprador de una máquina usada siempre fue el que buscaba una oportunidad y no llegaba a la máquina nueva. A principios de este año hubo muchos remates de quienes desmantelaban preventivamente la fábrica o se achicaban al mínimo. Hubo un par de buenos meses pero ya se terminó”, le contó a elDiarioAR

La contracara es el ímpetu de su otra actividad, la compraventa y alquiler de inmuebles. Agosto fue el mes con más escrituras de los últimos seis años y los boletos con crédito hipotecario se cuadruplicaron, según el Colegio de Escribanos porteño. Aunque el dato de septiembre recién se sabrá a fin de mes, fuentes del sector auguran otro récord de la mano del blanqueo de montos por debajo de U$S100.000, totalmente gratuito. En las concesionarias de autos cero kilómetro reluce otro brote verde: septiembre cerró con un 30% más patentamientos que un año atrás y se convirtió también en el mejor mes desde 2018. 

Adrián Mercado aclara que el boom de ventas de departamentos se circunscribe al territorio porteño y a las unidades más chicas, que derogada la ley que ponía tope a los alquileres pueden alquilarse rápido por más de $500.000 mensuales. El stock de unidades en venta cayó a cerca de 100.000 porque muchos dueños se cansaron de esperar comprador y se conformaron con la renta, que además volvió a resultarles atractiva. La mayor oferta de viviendas en alquiler, sin embargo, no hizo caer los precios. Lo que hubo es un recambio. Según Inquilinos Agrupados, uno de cada cuatro inquilinos tuvo que mudarse a lugares más baratos. 

La implosión 

El que se mudó a un barrio más barato lo hizo con la misma resignación que quien ajustó sus compras del supermercado. En silencio. El relevamiento de Scentia en grandes cadenas de súper e híper, que Osvaldo Del Río terminaba de pulir por estas horas, detectó en septiembre otro derrape histórico del consumo masivo. Tanto pequeños autoservicios como grandes superficies vendieron entre 17 y 18% menos productos que un año atrás. Casi lo mismo que en agosto. En los primeros ocho meses del año, el desplome fue del 11,8% en volumen. 

Es una economía a dos velocidades, marcada por las desigualdades heredadas de los 90, potenciadas por el crac de la convertibilidad, que no logró revertir el ciclo de crecimiento kirchnerista y que ahora se agravaron. Entre el cuarto trimestre de 2023 y el segundo de 2024, por ejemplo, según datos del Indec procesados por la consultora ExQuanti, los ingresos de los ocupados se contrajeron un 7,8% real. Pero mientras el estrato alto de la población resignó un 5,3% de sus ingresos, el estrato bajo perdió 14,8%. La recesión acabó con las ‘changas’ y pulverizó el valor del trabajo informal, fuente principal de ingresos de los sectores empobrecidos. 

Una encuesta del centro de estudios Sentimientos Públicos se propuso indagar sobre cómo se combinan la dinámica de esos consumos materiales con los deseos, los anhelos, las fantasías y las expectativas de la sociedad. Encontró que casi 7 de cada 10 argentinos recortaron sus comidas afuera o celebraciones, que alrededor del 40% bajaron su consumo de carne, de refrigerios en cafeterías, de gratificaciones comestibles e incluso de insumos para las comidas en el hogar. Que 3 de cada 10 descuidaron de algún modo su salud y que la misma proporción dejó de ayudar económicamente a amigos o familiares que antes asistía.

“Es una sociedad que achica sus espacios de goce, pero también de sociabilidad. Una época incómoda, de deterioro. Como un suéter rasposo puesto directo sobre la piel. En un país con gastronomía premiada y altos niveles históricos de consumo de carne se come cada vez peor. Menos insumos, menos gratificaciones”, resumió el sociólogo Hernán Vanoli, coordinador de la encuesta.

El sondeo ofrece un foco complementario a las encuestas de imagen pública que advierten una caída de la simpatía popular por Milei. Un 70% de los consultados hacen suya la frase “la gente que conozco está cada vez peor, deprimida o con sus proyectos de vida en crisis”. La proporción aumenta entre los 35 y los 55 años y también en la clase media. Y explica fenómenos como la ludopatía juvenil, globales pero especialmente empinados acá: un 40% de los varones de menos de 29 años lo hizo o evalúa seriamente apostar online “para complementar ingresos o pagar deudas”. 

Otra vez sopa

La resignación se combina con la esperanza de un modo muy peculiar, tanto en la calle como en los negocios. El mismo informe de Sentimientos Públicos refleja anhelos contradictorios: un 68% quisiera que Milei suba las jubilaciones, un 65% que destine más presupuesto a la salud y educación públicas y un 60% que baje los impuestos. En un contexto de black present, agrega Vanoli, la vida cotidiana “es depresiva pero no melancólica, ya que no hay pasados por añorar. Es una vida reducida en su consumo, y con una gramática financiera y lúdica a la vez. Con una idea de justicia social en transformación, y donde la esperanza da lugar a una tensión entre la furia y el escepticismo”.

Uno de los clientes de Adrián Mercado expresa ese nuevo mood que también se impone en el empresariado. Fabrica dobladoras y pestañadoras de chapa y normalmente vendía entre 15 y 20 máquinas por mes. Este año no llegó nunca a la media docena mensual y ya redujo su plantilla de personal para adecuarse a la nueva realidad. Pero con el crédito al 40% anual que le ofrece el banco empezó a pagar préstamos del año pasado que había contraído al 140% de interés anual. Y empezó a otear negocios vinculados a la minería y los hidrocarburos. Lo alivia la sensación de estabilidad aun cuando hasta ahora haya perdido plata. 

Con el dólar planchado es todo más fácil. Como en 2017. Lo difícil, históricamente, fue hacerlo durar. Es lo que advirtió esta semana Robin Brooks, el economista jefe del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), un lobby que nuclea a la gran banca de Wall Street. “En términos reales, el peso argentino es la moneda que más se fortaleció del mundo desde la pandemia, mientras que el real de Brasil, que está justo al lado, es una de las que más se debilitó. Esta divergencia es insostenible y, obviamente, tiene que terminar con otra gran devaluación del peso argentino”, vaticinó. 

La balanza comercial bilateral con Brasil, precisamente, encendió una alarma que promete sonar fuerte en el intercambio de servicios, cuando los turistas argentinos de clase media invadan las playas vecinas el próximo verano. Las importaciones desde allá, que no subían desde hacía casi un año y medio, saltaron en septiembre un 25,4% frente al mismo mes del año pasado. Las exportaciones también crecieron pero el saldo fue negativo en U$S 182 millones. La pinza expresa dos inviabilidades en una: por un lado, la de la reactivación de la economía sin reservas en divisas como para importar lo que demanda el crecimiento. Por otro, la del atraso cambiario para aplacar la inflación pero sin que entren dólares masivamente por privatizaciones ni por deuda como durante el ‘uno a uno’ de Domingo Cavallo. 

Son disyuntivas nuevas de familias y empresas que se amoldan como pueden a la nueva realidad. Dilemas del sector privado a los que se mantienen ajenos los bienaventurados que cobran jugosos sueldos por “destruir al Estado desde adentro”. Como los hermanos Lanari, hijos de Carlos, expresidente de la Sociedad Rural de Misiones. Ya lo era Javier, hasta hace poco presentador de LN+ y panelista de Viviana Canosa, que se hizo famoso por burlarse de la tartamudez de ‘Wado’ de Pedro y desde diciembre oficia como subsecretario de Prensa de Milei. Ahora está a punto de sumársele su hermano, Enrique, quien dejará Ganadera El Porvenir para asumir como director general del SENASA para Corrientes y Misiones. 

Su designación llamó la atención en el organismo encargado de proteger la sanidad agropecuaria, diezmado por los despidos y el deterioro salarial de sus técnicos de carrera. Pero un dato adicional es que Enrique se graduó como ingeniero agrónomo en la Universidad de Buenos Aires, que su propio hermano catalogó esta semana por Twitter como “un coto de caza de un sector analógico inescrupuloso que hace política partidaria con los estudiantes” y a la que definió, en un derroche de ingenio, como “la Aerolíneas de la educación”. 

AB/DTC