El viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, regresó este viernes de la última visita oficial al Fondo Monetario Internacional (FMI) prevista para 2022. La comitiva, que a lo largo del año varió radicalmente su composición al compás de los volantazos en el gabinete, avanzó con la aprobación a nivel técnico de la tercera revisión del programa, lo que permitirá gatillar un nuevo desembolso para hacerle frente al último vencimiento del período, de $5.737 millones.
Además de verificar el cumplimiento de las metas cuantitativas al cierre del tercer trimestre, en este encuentro se buscó evaluar el encarrilamiento del programa hacia el futuro e instalar los nuevos puntos de discusión. El FMI destacó en un comunicado oficial que “a pesar de los desafíos, consecuencia también de la guerra en Ucrania, se cumplieron todos las metas cuantitativas de desempeño hasta fines de septiembre de 2022” y ratificó que no habrá cambios en los objetivos clave ni este año ni el próximo.
Para Claudio Caprarulo, director de la consultora Analytica, fue un año de sabor agridulce en la relación entre Argentina y el FMI. “Si miramos el vaso medio lleno, hizo la vista gorda hacia algunos trucos contables del Gobierno en la parte fiscal y modificó levemente la meta de acumulación de reservas y las las metas trimestrales. Ahora, ante un evento mayúsculo como fue la guerra en Europa y cómo eso alteró la economía mundial, la modificación resulta mínima”, apuntó.
El Gobierno se enfoca ahora, justamente, en dar esa batalla y lograr una reducción de las sobretasas –esas penalidad que aplica el FMI sobre los países que obtienen un préstamo mucho mayor al que les corresponde por su cuota dentro del organismo– bajo el argumento de las pérdidas económicas provocadas por el conflicto bélico. La estrategia que inauguró el presidente Alberto Fernández en Bail implica jugar una carta humanitaria: las sobretasas afectan tanto a la Argentina como a Ucrania, un país que merece la solidaridad de los países occidentales, pero que a la hora de los hechos es castigado por el financiamiento que necesita para sobrellevar los efectos de esa tragedia.
Esa discusión es central de cara al año próximo, en el que las elecciones presidenciales sumarán una cuota de incertidumbre. “En los años electorales los inversores toman posiciones de cobertura y el frente cambiario va a estar mucho más tensionado. Que el Gobierno logre de entrada algún tipo de apoyo más certero del FMI sería muy importante”, consideró Caprarulo, para quien no está claro cómo transitará el equipo de Sergio Massa los meses de enero, febrero y marzo; es decir, cuando termine el esquema del “dólar soja 2” y todavía no se haya desatado la liquidación fuerte del agro. “No hay un contexto que ayude a que el Banco Central pueda sostener pérdidas constantes en las reservas internacionales”, consideró.
La Argentina necesita que el Fondo recupere algo de la permisividad que tuvo en 2018, cuando a los cuatro meses de pedir y obtener un préstamo récord, Nicolás Dujovne solicitó una ampliación de la línea y le fue rápidamente concedida. Esa ampliación llevó el Acuerdo Stand By de la era Macri a los US$57.000 millones, una cifra sin precedentes que no llegó a ser desembolsada por el FMI en su totalidad.
Vencimientos y desembolsos
Cuando se liberen los fondos previstos para diciembre, la Argentina habrá recibido del FMI a lo largo de 2022 US$23.783 millones repartidos en cuatro desembolsos. El primero y más voluminoso en marzo, al cerrar la renegociación, y luego en junio, septiembre y diciembre, después de la revisión trimestral correspondiente. Con este dinero, le habrá hecho frente a vencimientos por US$18.347 millones, sin caer en ningún incumplimiento.
La diferencia positiva de US$5.436 deriva del primer desembolso, que fue del triple del monto que era necesario para cubrir el vencimiento inmediato y buscó darle un espaldarazo recomponedor a las reservas del Banco Central.
El año próximo, la historia será distinta. Según el calendario oficial, los vencimientos sumarán un monto incluso superior a los de este año (US$18.831, divididos en cuatro cuotas), pero los desembolsos que llegarán del norte representarán una cifra US$2.145 millones inferior a ese monto, con lo cual el Gobierno deberá poner en juego reservas o dólares propios obtenidos de otras fuentes.
Fractura política expuesta
El gobierno del Frente de Todos demoró deliberadamente la renegociación del acuerdo con el FMI confiando en que mantener esa discusión alejada durante 2021 ayudaría a la coalición a obtener mejores resultados en las elecciones intermedias. Superado ese escollo –y fracaso electoral mediante–, 2022 fue el año en el que la gestión tomó velocidad.
Ya en el arranque, el 28 de enero, el ministro Martín Guzmán anunció el cierre del acuerdo con el FMI. Lo presentó como “el mejor acuerdo que se podía lograr”. Una semana antes la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, hasta entonces de contacto fluido con el ministro, dejó de atenderle el teléfono. Tanto ella como su hijo decidieron desvincularse de la decisión y “proteger su capital simbólico”.
Quedó en plena evidencia pocos días después, cuando Máximo Kirchner renunció a la presidencia del bloque de Diputados para no tener que cumplir con la tarea de reunir los apoyos necesarios para darle el aval del Congreso. De hecho, él y otros legisladores de La Cámpora votaron en contra, del mismo modo que los del Frente Patria Grande, también integrantes de la coalición gobernante.
La aprobación llegó gracias al respaldo de Juntos por el Cambio, responsable del endeudamiento efectivo por US$44.500 millones. De hecho, solo el 65% de los integrantes del Frente de Todos acompañó el acuerdo mientras que el 96% de los diputados de Juntos por el Cambio votaron a favor.
Meses después, la herida interna sigue abierta. La Cámpora y el entorno de la vicepresidenta continúan recriminándole públicamente a Guzmán su supuesta falta de tesón en la negociación y el exministro, que volvió a la arena pública con una entrevista reciente, ningunea esa posición y la considera desconectada de las posibilidades reales. “Máximo Kirchner actuó como un chico caprichoso que pide algo que es imposible”, resumió.
Los planteos sobre la mesa
Un documento, que ya había circulado en la cumbre de líderes del G20 en Bali, fue la base de la discusión en esta nueva visita a Washington. Los abruptos cambios que provocó la guerra en Ucrania en la escena económica mundial generaron un perjuicio al país estimado en unos US$4.940 millones, según el equipo de Massa.
Con la suba de tasas en las principales economías del mundo –que conforman la tasa básica del FMI, a la que se suman los sobrecargos– hoy los retornos exigidos por el FMI rondan 6,7%. Esta tasa es más alta que la de otros organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que según cálculos que hizo circular el Gobierno se ubica alrededor del 5,2%.
“El agravante conceptual para el FMI es que esa tasa se aplica sobre un monto exorbitante y que se supone que ellos son prestamistas de última instancia y debieran tener la tasa más baja”, argumentan en los despachos de Economía.
En los papeles, estos sobrecargos buscan evitar que los países utilicen los fondos que les ingresan para pagar otros préstamos antes que los del FMI. Lo cierto es que constituyen una de las principales fuentes de financiamientos del Fondo, de su estructura burocrática. Por eso el economista Joseph Stiglitz, mentor del exministro Guzmán, denuncia como una “ironía” que se pida a los países más pobres y desesperados que solventen una de las instituciones mundiales más poderosas.
Cambio de jugadores en el tablero
A lo largo de 2022 Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, recibió a tres ministros de economía argentinos distintos. Inició sus discusiones sobre la reestructuración del acuerdo con Martín Guzmán, a quien vio personalmente en varias oportunidades y con quien cerró el nuevo acuerdo.
En septiembre se encontró con Silvina Batakis, que viajó en una comitiva austera: ella y su viceministra, Karina Angeletti. Antes de que volviera a tocar suelo argentino, Batakis se enteró que ya no era ministra y que sería reemplazada por Sergio Massa. Un mes después, ya en calidad de presidenta del Banco Nación, acompañó al tigrense a las oficinas del FMI, sobre 19th Street.
Del lado del FMI, Ilan Goldfajn, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI y uno de los funcionarios involucrados directamente en el programa de la Argentina, dejó recientemente su trabajo en el organismo para hacerse cargo de la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
DT