“La diferencia entre lo que plantea el Fondo y el Gobierno argentino es esencialmente un programa de ajuste de gasto real versus un programa que le dé continuidad a esta recuperación fuerte de la economía”, explicó hace dos semanas y por primera vez de forma explícita el ministro de Economía, Martín Guzmán, el desacuerdo que por ahora persiste en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar en marzo un impago del préstamo récord que tomó el gobierno de Mauricio Macri en 2018. “Lo que intenta hacer el Fondo Monetario, una vez más, es imponernos un programa y ahí no estamos de acuerdo”, agregó el lunes pasado Alberto Fernández, que antes de Navidad había participado sonriente de una videollamada con la directora gerenta del FMI, la búlgara Kristalina Georgieva. ¿Qué ocurrió en el medio?
“Nosotros tenemos que tirar todos los días de la piola hasta último momento”, explica una de las principales espadas del Frente de Todos la estrategia de negociación. Hace unos meses sostenía que el acuerdo era inminente, pero ahora apuesta a que llegará sobre la hora para impedir el impago porque la Argentina, sobre todo por presión de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quiere ajustar lo menos posible. “Esto es una negociación, no es como hizo Macri. Nosotros ni al alquiler la carpa negociamos blando”, agrega el referente en onda playera.
Esta semana se retomaron las negociaciones técnicas virtuales entre el FMI y el Gobierno, incluida una teleconferencia sobre la inflación de la que participaron el viernes Guzmán y el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti. La conversación sirvió para que Feletti le explicara al staff del Fondo que se pasó del congelamiento de Precios Cuidados a un acuerdo voluntario que implica alzas del 2% mensual en 1.300 alimentos, bebidas y productos de higiene, y que esta política no es la única herramienta contra la inflación sino que se complementa con la fiscal, la monetaria y la cambiaria, entre otras para atacar un problema que el Ejecutivo considera multicausal. El propio organismo aceptó este enfoque y apoyó la concertación de precios en sucesivos comunicados de prensa a lo largo de 2021. “Si sigue discutiendo letra fina del acuerdo, a pesar de lo que se ve”, comentan negociadores.
Pero más allá de lo técnico, el Gobierno apuesta a la negociación política. Por eso, este viernes se reunió Guzmán con el canciller Santiago Cafiero, que mañana, martes, visitará en Washington a su par norteamericano, Antony Blinken. Se busca convencer al secretario de Estado estadounidense de que dé un apoyo estratégico al acuerdo más allá de la presión del asesor del Tesoro de su país, el ortodoxo David Lipton, que aboga por que el pacto se defina por criterios técnicos rigurosos. Lipton rechaza que sea un pacto político como el que impulsó el antecesor del demócrata Joe Biden, el republicano Donald Trump, a favor de Macri.
Y como para que Estados Unidos y la Unión Europea perciban la advertencia velada de la Argentina de que sin convenio con el FMI puede terminar recurriendo al auxilio de China y Rusia, el Presidente anunció esta semana que viajará a principios de febrero a ver a su par ruso, Vladimir Putin, en Moscú, y al chino Xi Jinping en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing. A los diplomáticos occidentales les desconcierta que la Argentina de los Fernández no se terminen de alinear con uno u otro lado del mundo, presionan para decantarla hacia su costado, entienden a regañadientes que el país necesita por razones económicas de las relaciones multilaterales, pero no les gustan. Ese juego de poderes se dirime también en el directorio del FMI, donde Estados Unidos cuenta con el 16,5% de los votos, seguido por Japón (6,1%), su rival China (6%), Alemania (5,3%), Francia y Reino Unido (4% cada uno), Italia (3%), India (2,6%) y Rusia (2,5%). Estados Unidos, Japón y Alemania se encuentran entre los más duros con la Argentina, al tiempo que Francia aboga por mayor flexibilidad y China suele permanecer silenciosa en el directorio del organismo.
En una conversación privada, el director argentino ante el FMI, Sergio Chodos, confesó hace medio año que la negociación iba a terminar cerrándose antes del vencimiento de deuda del 21 de marzo “porque la fuerza de la gravedad va a empujar el acuerdo, no porque se encuentre la cuadratura del círculo”. Los fondos de inversión de Wall Street consideran que ni a la Argentina le conviene un impago que tensione su situación financiera y cambiaria ni al Fondo le viene bien que su principal acreedor no le abone. De todos modos, si dentro de dos meses no hay pacto, las conversaciones pueden extenderse otros dos sin caer formalmente en el impago.
En una conversación privada, el director argentino ante el FMI, Sergio Chodos, confesó hace medio año que la negociación iba a terminar cerrándose antes del vencimiento de deuda del 21 de marzo
Según el convenio constitutivo del Fondo, si un miembro no abona a tiempo, se le envía una nota urgiendo a que lo haga. Pasadas dos semanas, se notifica al representante de ese país, en este caso, Chodos, sobre la gravedad de la situación. Recién un mes después de que la obligación ha quedado impaga, el director gerente, en este caso, Georgieva, informa al directorio. A las cinco semanas de atraso, advierte al país en cuestión de que si no paga, en dos semanas la cuestión será elevada a los directores. Dos meses después de la obligación impaga, emite una queja formal y lleva el tema al directorio, que lo trata a los tres meses. Pasado ese trimestre, se publica una declaración haciendo constar la situación. Y al poco tiempo se le corta al país el acceso a los derechos especiales de giro (DEG). Claro que la falta de acuerdo ya genera creciente tensión financiera, que se manifiesta en la caída en el precio de los bonos y en un recalentamiento de los tipos de cambio paralelos.
AR