Regresando por la Avenida Santa Fe rumbo a provincia, caminan numerosos grupos de chicos y chicas. Son mayoritariamente jóvenes de entre 20 y 30 años, que vienen de votar en la Embajada de Brasil en Cerrito al 1350. Aquellos que lo hicieron por Lula da Silva, muestran sin vergüenza todo tipo de insignias: gorras, remeras, calcomanías, pañuelos y banderas, todas de color rojo. Frente a la sede de cancillería, las mayorías cantan “olé, olá, Lula” y “fora Bolsonaro”.
-Obviamente, votan por Lula.
“Creo que no”, dice María de 18 años, riéndose con sus amigas. Lleva colgada una capa con la cara de Lula cuando era presidente: “Para que el Brasil vuelva a sonreír”. Vivía en el norte de Brasil, pero ahora estudia Medicina en La Plata y vino desde allá para votar. Estuvo dos horas en la fila y ahora aguarda a sus amigos. Aunque tardó la mitad de tiempo que tomaba hacerlo el 2 de octubre pasado, le pareció mucho.
-¿Por qué muestran su voto?
“Es que queremos demostrar por quién vamos a votar. Somos personas más alegres, somos brasileños, estamos felices y pasamos por cuatro años de tanta mierda, que ahora tenemos que probar que vamos a votar. Lula representa la democracia, y este momento después de tantas desgracias en Brasil”. La acompaña Loana del estado de Amazonas, quien comenta: “Para mí el rojo representa más que un pensamiento, es una idea que viene un nuevo gobierno, un nuevo Brasil”.
“Viene con la esperanza, la paz. Pasamos por tantas cosas que ahora estamos acá para votar una vez más por Lula con la esperanza de un Brasil mejor”, replica María. Se va a quedar en Buenos Aires todo el día, por una fiesta del Partido Comunista en caso que Lula gane. “Va a ganar, por Dios”. No le sorprende el resultado de los comicios pasados: “Creo que no porque nunca ganó en primera vuelta. No me soprendió, quedé triste”.
Las diferencias dentro de Brasil se replican en Buenos Aires: “El norte representa toda la paz de Brasil, el sur no representa nada. Solo hay bolsonaristas”, apunta María.
Larissa tiene 26 años, es de San Pablo y votó por Bolsonaro. La cubre la bandera verde y amarilla, y también lleva calcomanías pegadas en su ropa. “No es secreto el voto acá”, dice mientras otro grupo lulista canta detrás de ella. “Es un partido que lucha por la democracia y la libertad de las personas y no por la censura, que es lo que está pasando en un medio de São Paulo”, refiriéndose al hecho que el Tribunal Superior Electoral de ese país le prohibió a Jovem Pan hablar sobre los juicios de Lula, a pedido del Partido de los Trabajadores (PT).
“Lula estuvo preso, es un ladrón para mí. No sería posible que una persona como esa sea presidente de Brasil”, opina Larissa. En cuanto a Bolsonaro, “habla muchas cosas que no se debe por ser presidente, pero logró hacer muchas cosas en Brasil. Es una nación de la cual muchas otras se inspiran, por más que pasamos por una pandemia y una guerra”. Giovanna de 23, oriunda de Río de Janeiro, considera que “la economía creció, y todo indica que está para mejorar”. Ambas coinciden que el resultado va a ser ajustado.
Frente a la imponente estructura de hormigón armado de la Embajada, la fila de votantes zigzaguea para después dar toda la vuelta a la manzana, pasando frente al Palacio Pareda, la residencia del embajador. Mientras esperan, algunos se meten en los chinos para comprar papas fritas y Coca-Cola para compartir. Otros leen sus apuntes de la facultad, hasta literatura: Todos los fuegos el fuego, de Julio Cortázar. Sigue siendo Buenos Aires, después de todo. Un grupo que vino preparado: trajeron una conservadora y un parlante, y matan el tiempo sirviéndose licor en copas de plástico escuchando bossa nova. Desentona en el domingo frío y lluvioso En la multitud, se la vio a Anamá Ferreira.
Ana Gloria tiene 58 años y es de João Pessoa, estado de Paraíba. Hace 28 años que vive en Buenos Aires, y le gusta decir que va a votar por Lula: “Yo creo que Lula es un presidente que hizo mucho por el país, es un presidente que no discrimina a la gente. Necesitamos de eso, que trabaje para todos; blancos o negros, que no divida a la población brasileña”, justifica. “Bolsonaro es un discriminador: no le gusta la religión, los negros, la gente pobre, los gays, no le gusta nada. Un presidente así no puede dirigir un país. Lula es una persona que va a trabajar para todos; ricos, pobres, blancos y negros. Ese es nuestro presidente”, declara.
“La gente lo eligió porque hizo mucho por el norte de Brasil. Debe ser por eso que hay toda esta cantidad de gente que, como nunca, quiere votar. Como nunca”, comenta su amiga Eva, de 62 años, del sur de Brasil. Sostiene un paraguas para defenderse de la llovizna y el viento. Ante la pregunta si la sorprendió el resultado de la primera vuelta, Ana responde “para nada. Sé que Lula va a ganar. Con certeza”. Pasa una organizadora escondida bajo un piloto, llamando a los votantes por número. Era su turno y sale corriendo, adelantándose a la fila.
Un argentino da la vuelta a la manzana vendiendo remeras de Lula. Está de novio con una mujer brasileña, con quien hicieron una preventa y ahora les faltan vender las que les quedaron. Una remera por 3000, 2 por 5000. No tiene tanto éxito, y algunos en la fila lo miran con desdén: el bolsonarismo silencioso. A él se le suma el vendedor de pilotos y paraguas.
Nicolás tiene 28 años, vive hace 10 en Buenos Aires y es de Minas Gerais, uno de los estados clave para la elección. “Vengo más por lo decisivo de este año, yo estoy a favor de Lula y este presidente que tenemos tomó muchas malas decisiones y tiene una manera de pensar que no es la mía. Estoy totalmente en contra”. Detalló: “Él es homofóbico, yo soy homosexual. Tuvo una gestión de la pandemia donde perdí muchos familiares y tiene discursos de odio que no estoy a favor”. Lo acompañaba su pareja. “Lula para poder ganar tuvo que abrir mucho su coalición, Simone Tebet que era una de las candidatas que hoy lo apoya. Es un ejemplo claro que no va a ser un gobierno 100% de izquierda, y por más que tengamos un Congreso con mayoría de derecha tenemos que enfocarnos en sacar a Bolsonaro. Tenemos que volver a una democracia”.
Más allá de la mayoría de simpatizantes de Lula, algunos describen un ambiente neutro donde se pueden demostrar los apoyos sin miedo. Lo contrario, comentan a lo que ocurre en Brasil, donde la intimidación es real. Ayer, una diputada bolsonarista persiguió a un hombre apuntándole con un arma e ingresó en un bar donde el acorralado había buscado refugio. “Acá no, porque podemos manifestar nuestros apoyos, pero en Brasil hay mucha violencia, por lo que el PT aconsejó ir de blanco, que es la paz. El partido de la derecha se apropió de los colores de la bandera”, aclaró Nicolás.
Dentro de la embajada, las filas continúan. Hay 10 urnas electrónicas en el subsuelo y 5 en la planta alta, cada una para que 800 electores emitan su voto. Las autoridades le comentaron a elDiarioAR que del número aproximado de la comunidad de 89.000 brasileños en la Argentina, hay 11.570 empadronados. Para la primera vuelta, tuvieron una concurrencia del 60%, y recién pudieron hacer votar a todos los presentes a las 9 de la noche. Según el PT, en Argentina ganó Lula con el 64%, dejando muy por detrás al 29% de Bolsonaro.
En Buenos Aires, los brasileños votan como en casa. Tienen prohibido hacer campaña durante la votación, pero está permitido llevar insignias que hagan referencia a su voto, como “manifestaciones individuales y silenciosas”. Las urnas son electrónicas, y está prohibido usar el celular a la hora de votar: lo tienen que dejar en una cajita transparente en la mesa, bajo custodia del presidente, su secretario y dos mesários. Al entrar en el moderno edificio diseñado por Olavo Redig de Campos, atrapa la vista la imponente pared de azulejos decorados por el artista Athos Bulcão.
LC