Hay alguna literatura científica y periodística sobre los beneficios que diversos estudios han podido comprobar en personas que practican alguna de las muy variadas formas de meditación que existen, entendiendo la misma desde la respiración consciente y pausada durante un periodo de tiempo, a la práctica del mindfulness, la simple contemplación en silencio de la naturaleza, los paseos por el bosque o las más elaboradas disciplinas budistas de origen asiático.
Al parecer, y según la ciencia, la meditación como costumbre llevada a cabo diariamente durante largos periodos de tiempo conlleva múltiples beneficios a quienes la practican, entre los cuáles destacan:
- Mayor capacidad memorística
- Mayor capacidad de aprendizaje
- Más empatía con las demás personas
- Reducción del estrés
- Reducción del riesgo de depresión
- Mejora de la capacidad de atención y concentración
- Reducción de los procesos inflamatorios
- Reducción de la intensidad de los procesos dolorosos
- Mejor funcionamiento del sistema cardiovascular
Todas estas conclusiones están basadas en una serie de estudios que a continuación relataremos, pero tal vez lo más sorprendente de algunos de ellos es que muestran cómo la meditación como práctica consciente y prolongada puede provocar cambios en la conformación de zonas del cerebro y más concretamente en el hipocampo, pero también en la amígdala cerebral. Los cambios vendrían dados en el grosor y la densidad de la materia gris, es decir las neuronas.
También otro estudio revela que la expresión de los genes precursores de procesos inflamatorios y de dolor, es decir de la secreción de cortisol y otros compuestos encargados de las inflamaciones, puede verse reducida o incluso bloqueada por una práctica continuada de la meditación. Es decir que a través de ella podemos tener un control de la expresión de determinados bloques de nuestro genoma.
Adicionalmente otros estudios hablan de una mejora de la salud cardiovascular en personas que practican la meditación, así como una reducción de los niveles de estrés, ambos beneficios más previsibles y lógicos si tenemos en cuenta que la meditación implica parar, recuperar el control sobre nuestro ritmo respiratorio -y por lo tanto cardíaco- y desconectar del ruido de angustia y problemas que nos rodea. En todos caso, todos estos beneficios se observan tras largos periodos de práctica constante y no por el ejercicio puntual de la meditación.
Estudios sobre los beneficios de la meditación
Yendo a los estudios en concreto, un equipo de neurólogos del Centro Waisman de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, en colaboración con el Monasterio Scheche, de Katmandú, en Nepal, estudió los cerebros de un grupo de jóvenes monjes budistas discípulos de las escuelas de meditación Nyingmapa y Kagyupa, y los comparó con los de estudiantes universitarios estadounidenses.
El resultado de los encefalogramas y otras pruebas sobre ambos grupos reveló que el número de conexiones neuronales de los monjes era notablemente superior al de los universitarios. Es decir que tenían un cerebro más activo. También un estudio del Hospital General de Massachussets en colaboración con la Universidad de Yale y el MIT, midió diferentes aspectos del cerebro de un grupo de individuos que practicaban el mindfulness durante treinta minutos al día durante ocho semanas, frente a un grupo de control que no meditó.
Los resultados fueron un mayor grosor y densidad de materia gris en el hipocampo, la zona del cerebro relacionada con el aprendizaje, la concentración, la empatía y la memoria, así como una reducción del tamaño de la amígdala cerebral, el área relacionada con el estrés y la ansiedad. En el grupo de control, por el contrario, no se habían producido estos cambios.
Otro estudio de 2009 consignó importantes mejoras en pacientes con enfermedades coronarias gracias a la práctica continuada de la meditación. También The New York Times se hacía eco en 2007 de otro estudio que aseguraba que las personas que meditaban mejoraban su capacidad de concentración a largo plazo, es decir que podían permanecer más tiempo concentradas en una actividad sin sentir cansancio ni distracción.
En la misma línea otro estudio de 2008 publicado en la revista PloS One, mostraba que los practicantes de la meditación tenían más capacidad para captar sonidos de gente que sufría y experimentaban sentimientos de compasión con más intensidad que las personas que no meditan. Finalmente, un estudio en el que participaron científicos de España, Francia y Estados Undios mostró cómo la meditación inhibía la expresión de los genes relacionados con los procesos inflamatorios y del dolor, lo cual puede tener incidencia tanto en un menor riesgo de padecer algún tipo de cáncer, como en la formación de ateromas arteriales.
J.S.