Muchas personas, después de haber sufrido una ruptura de pareja traumática o un duelo difícil tras la separación, tienen miedo de volver a enamorarse, algo que en ocasiones también se señala como “miedo al compromiso”. Se trata de un problema auténtico y que, si no se soluciona a tiempo, puede empeorar y dar lugar a la llamada filofobia: el miedo irracional a enamorarse o comprometerse emocionalmente con alguien.
Por supuesto, sufrir por amor no es algo novedoso. Y tener ciertas reticencias después de atravesar una experiencia dolorosa también es normal. Pero la filofobia es un término reciente, que –al menos por ahora– no aparece en los manuales de diagnóstico para psicólogos, y que se usa para describir la clase de situación que “interfiere de manera importante en la vida de la persona, la cual, por más que quiera, es incapaz de forjar vínculos profundos con otras con las que podría tener una relación sentimental”. Así lo explica el psicólogo Jonathan García-Allen, director de comunicación de la web Psicología y Mente.
Inseguridades y bloqueo emocional
Estos problemas están “vinculados a un bloqueo emocional debido a las inseguridades de la persona”, afirma por su parte la psicóloga Ciara Molina, autora de libros como Emociones expresadas, emociones superadas (2013) y Crea la vida que deseas (2018). Son inseguridades que se derivan de malas experiencias pasadas, propias o del entorno cercano. La interpretación de esos sentimientos hace que la mente considere la vinculación con otra persona como un “peligro”.
“En su soledad, la persona se ha creado una especie de burbuja de bienestar, a su modo y semejanza –explica Molina–. En el momento en que ve que la burbuja puede peligrar es cuando aparece el miedo”. La psicóloga pone el ejemplo de una persona que “sale emocionalmente tocada” de una relación larga, de varios años, pero que, tras hacer su proceso de duelo, encuentra la estabilidad para afrontar su día a día. Entonces conoce a alguien. Y al principio todo es bonito, pero llega un punto en que ese alguien pide que la relación avance.
Molina detalla lo que le sucede a la persona en cuestión: “Casi sin darte cuenta, tu memoria emocional te lleva a esos primeros días después de la ruptura, en los que te sentías tan mal, recuerdas cómo te costó superarlo y se empiezan a despertar toda una serie de miedos asociados con esas sensaciones pasadas”. Como el cuerpo y la mente no quieren volver a sufrir, el temor se apodera de la persona y lo que hasta ese momento era una relación bonita se llena de dudas.
Señales de que tenés miedo a enamorarte
¿Cuáles son las actitudes típicas de la persona que tiene miedo a enamorarse, es decir, el temor a “salir de la zona de confort” y volver a sufrir? Algunas de las más comunes son las siguientes:
- Enamorarse de personas “inalcanzables”, como un modo de dificultar que la relación se concrete y también de poner la responsabilidad fuera de sí misma (“No es que yo tenga miedo a enamorarme, sino que las circunstancias hacen que la relación no sea factible”).
- Relacionarse con gente muy distinta a uno mismo. De este modo, el hecho de que la pareja no prospere se produce de manera “natural”, y la persona no siente la presión de terminar, a causa de sus miedos, con una relación que parece funcionar.
- Buscar defectos en la persona con la que están saliendo, como una forma de justificar ante sí misma que “no es la indicada” y, por lo tanto, que no deben implicarse más con ella.
- Ocasionar discusiones y peleas con la pareja, en una búsqueda por que sea la otra persona quien deje la relación (de nuevo aparece la cuestión de poner la responsabilidad en el otro).
- Aislarse emocionalmente si siente que la otra persona se está acercando demasiado: no atender el teléfono, tardar demasiado en responder mensajes, llenarse de otras actividades o inventar pretextos para no verla con asiduidad, etc.
Esto quiere decir que quienes padecen de este miedo al compromiso “buscan romper la relación para recuperar de esta manera el control que habían perdido y, con él, la estabilidad que quieren para su vida”, puntualiza Ciara Molina. El mayor problema es que “esta paz les dura poco, porque cuando toman consciencia de que otra vez dejaron pasar la oportunidad de tener una pareja, se vuelven a sentir abatidos”.
Filofobia y apego evitativo: síntomas
En los casos más graves de filofobia, sus síntomas también pueden ser importantes. De hecho, pueden coincidir con las consecuencias de los ataques de ansiedad, e incluir taquicardia, náuseas, mareos, sudoración excesiva, temblores, sequedad en la boca, sensación de falta de oxígeno, confusión mental, impulsividad, pérdida de control y ataques de pánico.
Según Jonathan García-Allen, en la aparición de la filofobia “suelen interactuar factores genéticos, ambientales y del desarrollo de la personalidad”, y a menudo “se asocia a otros trastornos de naturaleza social, como el trastorno de apego evitativo”. Este último es un problema que se expresa en una necesidad exagerada de independencia y autosuficiencia. Las personas que lo sufren rechazan las relaciones interpersonales, pues dicen que no son importantes, o bien desean tenerlas pero, por el temor a ser lastimados a nivel emocional, las evitan.
Como es lógico, el trastorno de apego evitativo genera una personalidad muy propicia para la filofobia: cualquier experiencia traumática (no solo propia, sino también observada en alguna persona cercana) puede generar dificultades para “la construcción de relaciones serias, estables y duraderas”, especifica García-Allen.
Qué hacer cuando se detectan estos temores
Como suele suceder ante esta clase de problemas, el primer paso para su superación consiste en asumirlo, aceptar las limitaciones emocionales y tener la disposición de enfrentarlas. “No evitar lo que da miedo”, recomienda la psicóloga Ciara Molina, ya que si se elude “lo único que se logra es que el temor se avive cada vez más”. Una clave es “introducir pequeños cambios que ayuden a controlar la ansiedad”.
Para esto, es clave que la persona no reprima lo que sienta, sino que pueda expresarlo: de ese modo, reducirá tensiones y se relajará. “Al no estar acostumbrados puede costar un poquito al principio”, apunta la especialista, y aconseja: “Se puede empezar escribiendo: es un buen modo de reflexionar con uno mismo sobre lo que le sucede, antes de hacerlo con los demás”.
La comunicación es básica en toda relación. Por ello, el objetivo no es solo que la persona pueda expresar sus miedos y sus sensaciones a los demás, sino sobre todo que pueda hacerlo a su pareja. “Hacerla conocedora de nuestros miedos nos ayudará a que haya un mayor entendimiento ante nuestras reacciones y por tanto la tensión emocional se verá reducida”, detalla Molina.
La meta principal es vivir día a día la nueva relación. “Hay que dejar atrás historias pasadas y expectativas futuras –subraya Molina–. Cada situación y persona es distinta a las demás. Por ello, debemos centrar nuestra atención en el momento presente sin ver mucho más allá”. En caso de que la persona no lo logre o haya llegado a una filofobia difícil de controlar o que le afecte de modo severo en su vida cotidiana, la recomendación es acudir a terapia psicológica, para poder resolver el problema con ayuda profesional.
C.V.