El consumo per cápita de lácteos en Argentina durante el 2021 aumentó a 188,8 litros en la comparación interanual, e incluso superó el nivel de 2019 (182 litros) previo a la pandemia, impulsado por cambios de hábitos relacionados con la mayor cantidad de horas en el hogar, según los resultados de una encuesta de la consultora Kantar.
Pero la tendencia no es global. En España, por ejemplo, en el año 2000 se consumían 4.025 millones de litros, lo que corresponde a 4 millones de toneladas. En 2021 el consumo total de la población bajó más o menos un millón de toneladas, hasta los 3,26 millones de toneladas. En litros por habitante y año, los españoles en 2021 tomaron 68,87 litros por habitante. Pero el número resulta engañoso, porque quien consume leche no suele hacerlo en menor o mayor medida, sino que oscila entre 200 mililitros y un litro al día. Y quien no la consume, no lo hace en absoluto.
Así que la baja no obedece a una disminución de consumo por persona sino a un progresivo abandono de la leche por parte de las españolas y españoles, muchas veces sustituida por las mal llamadas “leches vegetales”. La tendencia se repite en otros países.
Este contexto de disminución se da entre confusas noticias sobre la conveniencia de consumir leche de vaca, o no, más allá de la infancia. Aunque dicho consumo es tradicional en amplias zonas de Europa y Estados Unidos, no lo es en otros continentes, siendo considerado un consumo cultural.
No obstante, en los últimos años las noticias sobre la intolerancia a la leche de muchas personas, así como sobre la alergia a la proteína del suero de la leche, han generado la sensación de que el consumo de leche de vaca es perjudicial a medida que nos hacemos mayores. ¿Qué hay de cierto en ello?
Valor nutricional de la leche
Antes de pasar a valorar la conveniencia de su consumo, hay que destacar que la leche es un alimento potente desde el punto de vista de las cantidades que aporta, si bien pobre en cuanto a variedad de nutrientes.
Para empezar, contiene un 4% de grasas en cuya matriz se encuentran las vitaminas liposolubles A y D, muy necesarias ambas. Además aporta una importante fracción de proteína estructural llamada caseína, hasta un 3,5%, y mucha menos proporción de lactoglobulina, una proteína que no obstante destaca por tener todos los aminoácidos esenciales.
Por otro lado la leche aporta interesantes cantidades de calcio (124 mg por 100 g) , así como magnesio, fósforo o potasio, entre otros minerales. Y finalmente aporta 4,7 gramos de un hidrato de carbono llamado lactosa, un disacárido formado por la unión de una molécula de glucosa y otra de galactosa, un azúcar específico de la leche de mamíferos.
Intolerancia a la lactosa
Muchas personas que dicen no tolerar la leche, es decir, que esta les da diarreas y dolor de tripa, se refieren a que tienen un problema de digestibilidad de la lactosa. Es debido a la incapacidad de fabricar la enzima lactasa, que parte este disacárido en dos, haciéndolo absorbible por el intestino.
Salvo casos muy raros, todos nacemos con capacidad de fabricar lactasa, pero a medida que crecemos la perdemos. Es, digamos, una prerrogativa de los lactantes. No obstante, en aquellas zonas del mundo donde se sigue consumiendo leche (no materna) en edades no lactantes, el cuerpo sigue produciendo lactasa por una adaptación genética.
No ocurre así en zonas donde el consumo de leche no es tradicional. Así, mientras la falta de este catalizador apenas se da en un 5% de la población del norte de Europa, en España la intolerancia a la lactosa, por falta de lactasa, podría alcanzar el 20%, aunque otros datos la suben hasta el 30%.
El dato no suena exagerado pues a medida que la gente abandona el consumo de leche, el gen que produce la lactasa deja de trabajar y es relegado, por lo que si regresamos al consumo, puede que en las primeras ocasiones experimentemos intolerancia.
Y de hecho muchas personas disminuyen su capacidad de fabricar lactasa en edades avanzadas, por lo que es normal tener una menor tolerancia a la leche en adultos mayores, aunque sin llegar a extremos de impedir el consumo.
Alergia a las proteínas del suero de la leche
Otro tema es el de la alergia a la ß-lactoglobulina, la proteína del suero de la leche. Esta alergia se produce sobre todo en niños que comienzan a tomar leche de vaca y mejora mucho con la edad, es extremadamente rara en adultos mayores. Así que no afecta para cuestionar el consumo de leche mas allá de la infancia.
Materia grasa de la leche
El tercer componente de la leche que podría generar dudas es su materia grasa. En principio, si se consume con normalidad, y teniendo en cuenta que la leche es un producto muy saciante, no debería presentar problemas. Contiene además las vitaminas A y D, citadas anteriormente.
No obstante en edades avanzadas algunos estudios desaconsejan el consumo de leche por riesgo de producir un deterioro cognitivo. En concreto, un estudio del Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciberobn), dependiente del Instituto de Salud Carlos III, y la Unidad de Nutrición Humana de la URV-IISVP, dentro del contexto del proyecto europeo Eat2BeNice, ha observado algunas asociaciones a este respecto.
Según los autores, “el consumo total de productos lácteos no se asoció con la cognición al cabo de dos años de seguimiento de una población de 6.000 adultos con alto riesgo cardiovascular; sin embargo, el consumo de leche entera se asoció estadísticamente significativo con una mayor tasa de deterioro cognitivo”.
“El trabajo evidenció la existencia de una asociación positiva entre el alto consumo de leche entera y la tasa de deterioro cognitivo en adultos mayores de alto riesgo de enfermedad cardiovascular, en comparación con los que consumían menos cantidad de leche durante un período de dos años de seguimiento”, añaden.
Si bien debe tenerse en cuenta que el estudio se realiza sobre adultos mayores con mala salud cardiovascular, el estudio podría indicar que la materia grasa tiende a obstruir las arterias y, por tanto, oxigenar peor el cerebro.
El estudio observó que aquellos adultos con mala salud cardiovascular que consumieron productos lácteos desnatados no sufrieron niveles equivalentes de deterioro cognitivo.
¿Consumir o no consumir?
En resumen, las únicas contraindicaciones existentes contra el consumo de leche en adultos son en el caso de una mala salud cardiovascular en adultos mayores y consumo intensivo, y por la disminución de la tolerancia a la lactosa.
Por lo demás, según la nutricionista Júlia Farré, “la leche es un producto adecuado en una dieta equilibrada, pero no hay ningún alimento imprescindible para tener buena salud”.
El nutricionista Julio Basulto, por su parte, destaca que “no hay pruebas que subrayen que los lácteos son imprescindibles para la salud ósea”, y cita a la Universidad de Harvard para señalar que los nutrientes de la leche se pueden encontrar en otros alimentos y, por lo tanto, no es un alimento esencial ni siquiera para el crecimiento y desarrollo normal de los niños y para la prevención de problemas de salud como fracturas óseas.
Como conclusión, si no tenemos problemas cardiovasculares ni somos intolerantes, podemos tomar leche de vaca a todas las edades, siempre que lo hagamos con mesura. Pero sus nutrientes los podemos encontrar en muchos otros alimentos y la recomendación siempre es observar una dieta lo más variable posible.
JS