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A pesar de la desgracia, la pandemia nos trajo una experiencia insólita y beatífica. Durante unas semanas, las calles de las ciudades se quedaron sin tráfico. Todo estaba en silencio. Volvieron los cantos de los pájaros. El aire quedó limpio en unos días.
Cuando por fin fue posible, salir a pasear se convirtió en un placer. Ese breve paréntesis nos permitió comprender lo que podría ser una ciudad sin tráfico, y todo lo bueno que tiene.
Las ciudades más avanzadas del mundo están expulsando a los coches de sus calles, al menos en el centro, donde la población es más densa. Esto incluye las ciudades en Estados Unidos famosas por su tráfico rodado, como Market Street, la famosa avenida en San Francisco, ahora peatonal.
O el programa 25x25 en Nueva York, para convertir el 25% del espacio urbano en plazas peatonales, carriles bici, zonas verdes y carriles bus antes de 2025.
Prohibir los coches en las ciudades no significa prohibir todo el tráfico de vehículos. Los municipios que están aplicando esta reforma prohiben el tráfico de coches privados dejando autobuses, tranvías y otros medios de transporte público.
En algunos casos, el cierre a los coches es total, pero lo normal es que se permita operar a los taxis y los vehículos de aplicaciones como Uber. Curiosamente, la estructura primitiva del centro de las ciudades históricas hace más fácil eliminar el tráfico rodado.
Las calles estrechas y las muchas interconexiones crecieron orgánicamente para que sus habitantes tuvieran todo más cerca a pie. Los coches son los intrusos que nunca tuvieron lugar en estos barrios.
Los beneficios de una ciudad sin coches
La pandemia puso más de relieve el problema de la contaminación atmosférica en las ciudades. En unos pocos días sin coches, los niveles descendieron en todo el mundo.
En Pekín y otras ciudades chinas, la contaminación descendió hasta en un 85%. En algunas ciudades de la India pudieron ver de nuevo las cumbres del Himalaya, ocultas desde hacía décadas por la polución.
Según la DGT, en Madrid y Barcelona la contaminación por óxido de nitrógeno, el contaminante más problemático, descendió en un 50 y un 64% durante el confinamiento, respectivamente.
La contaminación del aire es mucho más que disfrutar de un cielo limpio. Según la OMS, entre las consecuencias de la contaminación atmosférica para la salud se cuentan un mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa, y también de enfermedades cardiovasculares, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el cáncer de pulmón, la neumonía y las cataratas.
Además de la contaminación atmosférica, los coches, sobre todo los de nafta, generan contaminación acústica. La principal consecuencia negativa del ruido son las alteraciones del sueño, que seguramente están detrás de otras enfermedades fisiológicas y mentales. Según estudios recientes, hay una relación directa entre el nivel de ruido del tráfico y las enfermedades cardiovasculares.
Nuevas oportunidades para el contacto humano
En 1999 la ciudad española de Pontevedra tomó una medida radical para la época con su congestionado centro urbano. En lugar de intentar mejorar el tráfico urbano, decidieron eliminarlo. El centro de Pontevedra, desde entonces totalmente peatonal, experimentó inmediatamente una reducción de un 70% en la contaminación. También Oviedo lo hizo una década antes.
Los vecinos y comerciantes, que protestaron en su día, piden ahora aún más restricciones al tráfico. Es un efecto que se repite en cada caso. Oslo prohibió en 2020 los coches en el centro urbano, afectando a 350.000 propietarios de automóviles.
Además del descenso en los niveles de contaminación, accidentes y ruido, los comercios registraron un aumento del 10% de las visitas de compradores. Las ventajas de eliminar el tráfico van más allá de los beneficios para la salud, aunque estos son muy importantes.
Menos coches significa más gente caminando y en bicicleta. Los automóviles ocupan mucho espacio, y ese espacio liberado se puede convertir en espacios verdes y zonas comunes para los ciudadanos. Esto también cambia la estructura de la ciudad y los hábitos de las personas.
Según el Foro Económico Mundial, al eliminar los coches y crear carriles para las bicicletas se produce una mayor cohesión social en las ciudades, ya que los habitantes tienen más oportunidades de interactuar de forma pacífica sin estar aislados dentro de los coches.
Y se fomenta la mezcla de distintos grupos en zonas que antes estaban segregadas. La gente también pasa más tiempo en el centro de las ciudades y los niños tienen más oportunidades de jugar al aire libre.
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, quiere implantar la idea de “la ciudad del cuarto de hora”, un diseño urbano descentralizado en el que se puede llegar a todo lo que un residente necesita en 15 minutos a pie, en bicicleta o en transporte público.
Este concepto hace hincapié en una cuidadosa planificación de los barrios, dotando a cada distrito de los servicios necesarios para una vida plena: empleo, alimentación, ocio, zonas verdes, vivienda, consultas médicas, pequeñas empresas y mucho más.
Y, lo que es más importante, una vida plena que no requiere tener un coche. Paris tiene un reto aún más ambicioso para 2024: convertir los casi dos kilómetros de los Campos Elíseos, la emblemática (y permanentemente atascada) avenida en un vergel, un bulevar donde los peatones, los árboles y las bicicletas dominan el espacio.
Cuando deja de tener sentido tener un coche en el centro de la ciudad, tampoco tiene sentido dejarlo en la calle. Las ciudades que restringen el tráfico también están viendo cómo sus veredas quedan libres de coches aparcados. La ciudad limpia y silenciosa que vimos durante la pandemia puede convertirse en realidad, esta vez, sin virus.
DP