Azerbaiyán quiere más y los armenios lo temen: “No sólo se quedará en Nagorno Karabaj”

Gabriela Sánchez

Syunik (Armenia) —

0

A menos de un kilómetro del puesto de control levantado por Azerbaiyán en el corredor atravesado por más de 100.000 armenios en su huida de Nagorno Karabaj, Sasun pasa la tarde asomado al balcón de su vivienda en Kornidzor (Syunik), la localidad armenia más próxima a la disuelta república de Artsaj. Desde allí observó hace días el éxodo de sus vecinos karabajíes. Y regresó un pensamiento recurrente con el que convive parte de la sociedad armenia: “Cualquier día somos los siguientes. Azerbaiyán hace lo que quiere”. 

El 25 de septiembre, mientras miles de armenios se agolpaban en coches y autobuses para escapar del control azerí en Nagorno Karabaj; mientras Sasun salía de casa preocupado y comentaba con sus vecinos el éxodo masivo de los karabajíes, los presidentes de Azerbaiyán y Turquía se reunían en Najicheván, una región autónoma azerbaiyana encajonada en Armenia. La ubicación del encuentro no era casual: Bakú ansía desde hace décadas construir un corredor en suelo armenio para conectar su territorio con el enclave y con Turquía.

La simbólica cita, organizada menos de una semana después de la ofensiva que acabó con la disolución del gobierno independiente en Nagorno Karabaj, reforzó un temor presente en la sociedad armenia, ese pensamiento que ronda por la cabeza de Ali: las posibles intenciones del presidente azerí, Ilham Aliyev, de dar más bocados a las fronteras de Armenia -ya redibujadas en 2021-. 

Syunik, en el punto de mira

Si hay una región con más probabilidades de sufrir nuevas incursiones azeríes, esa es Syunik. Aquí se encuentra el área donde Aliyev pretende crear el corredor de Zangezur, el camino con el que pretende unir el enclave de Najicheván con el resto de Azerbaiyán, para así también contar con una conexión terrestre con su principal aliado, Turquía. El encuentro lanzó un mensaje a las autoridades armenias, que en el pasado han rechazado la construcción de ese paso. Esta será una de las claves de las negociaciones de paz entre Bakú y Ereván, que pretendían avanzar durante el encuentro entre los líderes de ambos países, programado para este jueves en el marco de la cumbre europea de Granada. Este miércoles, sin embargo, el presidente azerí canceló en el último momento su presencia en Andalucía.

Aliyev amenazó en 2021 con crear este camino “le guste o no a Armenia”, lo que conllevaría arrebatar nuevos territorios en Syunik. Recientemente, el presidente azerí aseguró que no está en sus planes construirlo “a la fuerza”. Los armenios no se fían. 

Mientras gestiona la distribución y acogida de los karavíes llegados a la ciudad de Goris, el asistente del gobernador de Syunik, Karen Balyan tuerce el gesto para lanzar una sospecha que suena a certeza: “¿Cómo no vamos a sentir peligro [en relación a las intenciones azeríes de crear el corredor del sur]? Si está claro que comunidad internacional no reacciona y la Unión Europea necesita el gas y el petróleo de Azerbaiyán. El precio que pagan es caro: gas y petróleo para perpetuar el genocidio en nuestra región”, espeta Baylan en un encuentro con el diputado de España, Jon Iñarritu, y el abogado armenio español, Levón Grigorián, con el objetivo de documentar la situación de los desplazados karabjíes. 

El alcalde de Goris, la primera ciudad que recibió el éxodo, también describe el riesgo que a su juicio enfrentan los habitantes de las localidades más próximas a las líneas fronterizas con Azerbaiyán: “Hay pueblos de Syunik que están a cinco metros de las casas de los azeríes, pero este pueblo no conoce lo que es el miedo y no van a abandonar sus hogares por ellos. Recibimos amenazas continuas por parte de Azerbaiyán, el problema es que no tenemos armas para defender nuestros hogares”. 

Pero María (nombre ficticio) sí tiene miedo. Tanto miedo que prefiere dormir sin techo en la plaza central de Goris antes que ser reubicada en uno de esos pueblos tan cercanos a la frontera. Acaba de huir de Nagorno Karabaj con 76 años y, dice, no quiere volver a tener que irse allá donde la lleven. Ha servido para el ejército de la autoproclamada república durante décadas, ha sufrido los envites de Azerbaiyán a la región y ya no tiene fuerzas para sufrirlo de nuevo.

Miedo también entre los refugiados

Cuando las autoridades armenias le comunicaron que sería trasladada a una localidad cercana a la frontera azerí, en la región de Syunik, se negó. Sabe que la dimensión del éxodo podría alargar su estancia en los alojamientos a donde son trasladados los desplazados en primera instancia, hasta su derivación definitiva a alojamientos permanentes. Por eso no quiere ceder. “No quiero vivir con miedo otra vez. No tiene sentido irme de Nagorno y quedarme otra vez cerca de la frontera. Porque Azerbaiyán quiere seguir”, dice nerviosa la señora. “No solo se quedará en Nagorno Karabaj”.

Va acompañada de un perro del que apenas se separa. Durante los peores momentos de la guerra del Karabaj de 2020, aquella que duró 44 días y dejó en manos azeríes tres cuartos del territorio, su perra ladraba cuando escuchaba un sonido en el cielo. Mara está convencida de que él podía captar el ruido emitido por los drones turcos que marcaron la victoria azerí de la contienda. “Cuando ladraba me escondía en el búnker: me ha salvado la vida”, explicaba bajo una carpa desplegada en el centro de la ciudad de Goris. Aquí le han ofrecido dormir en un hotel hasta conseguir otra ubicación más estable adecuada para ella, pero su mascota se tendría que quedar fuera.

Pueblos divididos

Un camino de arena que contrasta con las verdes montañas de su alrededor dirige a uno de esos pueblos pegados a la frontera: Shurnuck. Más que pegado a la línea fronteriza, esta localidad de Syunyk está dividida por ella. Desde 2021, tras una crisis fronteriza iniciada por Azerbaiyán, los mordiscos azeríes en la zona segmentaron el pueblo en dos: una mitad es armenia; la otra, azerí.

En el lado armenio, varios operarios trabajan en la construcción de una hilera de nuevas viviendas. Son las casas creadas por las autoridades para alojar a aquellos vecinos que vivían en aquella mitad del pueblo que ha dejado de ser Armenia. Desde la incursión azerí en este punto de la frontera, varias familias viven desplazadas en otras zonas. Si vuelven, desde su ventana casi podrían ver la bandera de Azerbaiyán. Vistas al enemigo.

El pueblo aparenta estar casi vacío, excepto un grupo de niños reunido cerca de una pequeña escuela. La presencia militar es constante. El acceso a la prensa es complicado: nada más aparecer en la zona, un soldado pide a elDiario.es y a otros periodistas su salida de la localidad.

A varios kilómetros de distancia, en el siguiente pueblo, Karina espera la llegada de clientes en un pequeño puesto de alimentos en la carretera. Vive en Tandzaver. Aunque la frontera ya no está tan cerca, la mujer naturaliza la posibilidad de tener que abandonar su hogar en cualquier momento. Habla de ello como una posibilidad siempre presente.

“Lo que ha pasado en Karabaj puede pasar aquí e ir más allá”, dice la mujer. Ella dice no estar nerviosa, pero ya ha planeado qué haría en caso de aproximación azerí. “No me iría a Kapan [ciudad de la región un poco más alejada], porque en Syunik ya está pasando y pronto podrían llegar allí también. No me iría a una zona cercana, me iría más lejos”, añade Karina. “Desde aquí escucho cuando disparan y, si los oigo, no me siento bien”.