Bill Gates pasó 24 horas en España. El multimillonario que más dinero privado mete en asuntos de salud pública global se reunió el viernes con Pedro Sánchez y con Nadia Calviño para intentar renovar el compromiso de España con los fondos internacionales sobre vacunación que Gates promueve y financia. La Fundación Gates gasta cada año 6.700 millones de dólares y tiene una capacidad de recaudación de más del doble. Mucho dinero, mucho margen para marcar agenda y por tanto mucho poder para una persona que, como reconoce en su nuevo libro, no rinde cuentas ante ninguna institución pública.
A Bill Gates no le gusta mucho hablar de política. Hace hueco para elDiario.es, la única entrevista que concedió en esta visita, justo después de volver de Moncloa y justo antes de irse al avión. Dice que “España fue generosa en la donación de dosis” y que el Gobierno se comprometió con la financiación de la investigación internacional contra enfermedades infecciosas. “España está haciendo un papel impresionante en algunos aspectos” y destaca el nivel de inmunización contra el Covid-19.
Pero a Bill Gates, se le nota, le gusta más hablar de cosas concretas, grandes y pequeñas. De dinero, de estructuras, de la viruela del mono, de mosquiteras, de cómo cambiaremos las jeringuillas por las vacunas del futuro. De eso, y de cómo lo afectan las fake news que lo señalan como el “el Doctor Malvado” de la pandemia, hablamos en esta entrevista.
Acaba de publicar un libro, Cómo prevenir la próxima pandemia. ¿Cómo será la próxima pandemia si no conseguimos prevenirla?
Podría nacer de un virus que ya conocemos. Podría ser una variedad de gripe, otro tipo de coronavirus… Y eso al menos nos permitiría tener ciertos conocimientos sobre cómo conseguir muy rápido tratamientos y vacunas. Pero también podría ser otra cosa. Podria ser un virus fabricado por el hombre, por un bioterrorista que lo diseñe y lo haga circular intencionadamente. Ese es un escenario que da mucho miedo porque podrían intentar esparcirlo en diferentes lugares a la vez.
O podría ser algo que dé el salto desde el mundo natural. La población humana crece y estamos invadiendo cada vez más ecosistemas. Por eso yo calculo que hay un 50% de posibilidades de que tengamos una pandemia de origen natural en los próximos 20 años, como consecuencia del cambio climático.
¿Y cómo hacemos para que no pase?
Creo que de toda esta horrible tragedia que fue la pandemia de Covid-19 debe salir una mayor inversión para asegurarnos que no pase de nuevo. El costo humano, en muertes, fue el de una Guerra Mundial. Y tenemos que hablar de todo lo que hemos hecho mal, de las herramientas que necesitamos para el futuro y de cómo no bajar la guardia. A mí la analogía que más me gusta hacer es la de los bomberos: para prevenir los incendios, tenemos bomberos a tiempo completo. Entrenan, se preparan, nos los tomamos en serio. Tristemente, necesitamos poner a las pandemias en la lista de cosas para las que un gobierno tiene que estar preparado si quiere proteger a sus ciudadanos.
Hay gente que muere porque les resulta más fácil aferrarse a una teoría sencilla sobre un Doctor Malvado en lugar de admitir el hecho complejo de que así es la biología
¿Está proponiendo un cuerpo internacional de bomberos antivirus? Eso valdrá dinero. ¿Lo tiene calculado?
Sí, lo que propongo requeriría un aumento del 25% en el presupuesto de la OMS y con eso tendríamos un equipo de unas 3.000 personas de diferentes perfiles. Yo lo llamo el Equipo Global de Respuesta y Movilización en Epidemias, pero… bueno, no me importa tanto el nombre como que seamos capaces de que se haga, de que los expertos se formen, que tengan los datos bien sistematizados y puedan estar siempre buscando posibles brotes. Y si el brote aparece en un país con un buen sistema de salud público, aportarían consejos. Si ocurre en un país muy pobre, vuelan hasta allí, localizan ellos mismos el brote y se aseguran de que no se extiende al resto del mundo.
Y esto no es como otras cosas que yo intento sacar adelante, como los medicamentos del VIH, y no es ayuda humanitaria. Aquí estamos hablando de que los países ricos necesitan hacerlo para protegerse a sí mismos, porque ya vimos el enorme precio que tiene una epidemia internacional para su economía, para sus vidas.
Muchos de esos países ricos ningunearon a la OMS durante estos años. ¿De verdad los ve implicándose en esto?
Sí, tenemos que reforzar nuestro compromiso con la OMS [la Fundación Gates financia el 10% del presupuesto de este organismo, es su segundo mayor donante por detrás de EEUU]. Y si hay gente que tiene quejas sobre su funcionamiento, que las exprese, pero se trata del único órgano que tiene la legitimidad para advertir a los países, para pedirles que compartan sus datos. No es justo culpar a la OMS de no evitar la pandemia porque no había un equipo específico destinado a eso.
La vacuna contra el Covid-19 tardó solo un año en desarrollarse. Leo en el libro que a usted eso le parece poco.
Así es. Si consiguiéramos controlar estas cosas cuando son todavía brotes, no necesitaríamos una vacuna. Bastaría con diagnóstico y cuarentena. Pero hay que estar listos, no solo para desarrollar la vacuna más rápido, sino para que la capacidad de fabricación sea tan gigante que no tengamos los mismos problemas para que termine llegando a todo el mundo. Los países pobres siempre son los últimos en conseguir cualquier cosa, pero teniendo plantas de producción más grandes, en seis meses podemos llegar a cualquier persona.
La velocidad no fue el principal problema para el acceso a las vacunas. El problema es que no llegan. Pasaron dos años y medio y todavía hay más de un 80% de personas en países pobres que no recibió la vacuna cuando en el mundo rico, el 75% ya tiene las dos dosis. ¿Deberían las farmacéuticas haber compartido más y beneficiarse menos?
Bueno, de hecho, el conocimiento se compartió. Empresas como AstraZeneca aceptaron no hacer negocio y ofrecieron su vacuna a cualquier planta de producción que la quisiera. De hecho una gran empresa de India, llamada Serum, facturó 1.400 millones de dólares con esa vacuna de AstraZeneca y la ofreció a muchos países. Es cierto que en la primera fase muchas vacunas fueron a los países ricos, pero el problema no es el suministro porque a día de hoy, de hecho, sobran vacunas en el mundo. Las limitaciones vienen dadas por la logística de la distribución y por la falta de demanda. Ahora que está claro que el Covid-19 carga sobre todo contra las personas mayores, fue complicado convencer a los países africanos, donde tienen tantísimos otros problemas de salud pública, de que vacunar a todo el mundo contra el Covid-19 es una prioridad. Prefieren vacunar solo a la gente mayor y guardarse los recursos para vacunas contra la diarrea, contra la neumonía, o para comprar mosquiteras que evitan picaduras de noche. Así que está bien tener objetivos ambiciosos, pero no creo que nunca vayamos a alcanzar el objetivo [de la OMS] de que el 70% de cada país se vacune contra el coronavirus. Cada país elige sus prioridades en función de los muchos problemas a los que se enfrentan.
Si no fuera por la pandemia del coronavirus, la viruela del mono no estaría ni en las noticias
¿La atención internacional sobre el coronavirus frenó los avances que se estaban consiguiendo para erradicar la malaria o la tuberculosis en esos países?
Sí. Pero la buena noticia es que se desarrolló la tecnología de ARN modificado para la producción de vacunas. Si la mejoramos, puede que sea útil para las vacunas contra el VIH o la malaria. Desde la Fundación estamos invirtiendo cientos de millones de dólares en intentarlo para que al final todo esto termine beneficiando de alguna manera a esos otros programas. Y ahora además tenemos la guerra en Ucrania, otra gran tragedia que está generando muchísimas dificultades. ¿Vamos a seguir dándole prioridad a la salud en países africanos? Espero que sí. Vamos a intentar recaudar 18.000 millones de dólares este año para combatir tuberculosis, malaria y VIH en países pobres.
Usted fue durante toda la pandemia el personaje central de todo tipo de fake news y teorías de la conspiración sin sentido que dicen por ejemplo que nos introdujeron un microchip con la vacuna. ¿Cómo lo hizo sentir todo ese ruido?
No me lo esperaba, la verdad. En cierta forma me acostumbré ya. Te tienes que reír y pensar, bueno, estoy gastando miles de millones de dólares en salvar vidas con vacunas. Pero la idea de que alguien le dé la vuelta a eso y diga que en realidad estoy ganando miles de millones y utilizando las vacunas para matar gente… en fin, es una cosa muy triste. Es lo contrario de lo que está pasando. Y la historia de que estoy tratando de meter un chip de seguimiento a la gente, como si yo tuviera algún interés en saber dónde están miles de millones de personas… ¿Qué se supone que voy a hacer con esos datos? No me interesa. Así que, bueno, me tengo que reír.
Lo que pasa es que si por culpa de esos rumores hay gente que no se vacuna o no quiere ponerse la mascarilla, entonces las consecuencias son terribles. Hay gente que muere porque les resulta más fácil aferrarse a una teoría sencilla sobre un Doctor Malvado en lugar de admitir el hecho complejo de que así es la biología y que así es como surgen las enfermedades.
¿Le preocupa la viruela del mono?
Desde luego, aunque creo que hay muy pocas posibilidades de que esto se convierta en algo mucho más extendido. Pero es fantástico que estemos alerta. Si no fuera por la pandemia del coronavirus, la viruela del mono no estaría ni en las noticias. Y eso es bueno.
Tenemos que analizar por qué en Europa, donde no era un virus frecuente, de pronto tenemos cientos de casos. Parece que es por algún tipo de cambio en cómo se transmite el virus ahora. Que esté relacionado con la viruela da un poco de miedo, pero no creo que esta sea la próxima gran pandemia.
La innovación debería proporcionarnos en el futuro una vacuna que, o bien inhalas por la nariz a través de un vapor, o entra en el organismo a través de la piel
La viruela del mono es endémica en África y no se habló de ella en el resto del mundo hasta ahora.
Cualquiera que trabaje en el sector de la salud global tiene que convivir con la realidad de una enorme desigualdad, que permanece invisible salvo para la gente que lo ve sobre el terreno. Un niño sigue teniendo 40 veces más posibilidades de morir si nace en Nigeria que si nace en España. Pero si paras a alguien por la calle y le preguntas qué es lo más increíble que el ser humano consiguió hacer en los últimos 20 años, no creo que mucha gente sepa que hemos recortado la mortalidad infantil a la mitad. En el año 2000, el 10% de los niños se morían. Esa cifra es ahora del 5%. Y eso tiene que ver con la generosidad de las aportaciones al Fondo Global y a GAVI [Alianza para la Vacunación, promovida por la Fundación Gates]. El Fondo Global se creó porque había gente preguntándose por qué los africanos tienen que morirse de VIH si la medicina está salvando vidas en otras partes del mundo. De camino, trabajamos también con tuberculosis y malaria, pero el VIH fue el primero que hizo que al mundo le importara la desigualdad sanitaria.
En el libro, usted destaca la eficacia de las mascarillas a pesar de ser algo tan sencillo como un trozo de tela. También lo hemos visto invertir en mosquiteros para ventanas y camas. ¿Qué otras ideas sencillas pueden ser claves en el futuro?
Bueno, los mosquiteros parecen sencillos, pero hay que hacerlos para que duren tres o cuatro años, llevan insecticida y hay que ir cambiando el principio activo porque los mosquitos evolucionan para tolerar el que se van encontrando. Cada tres o cuatro años, sacamos una nueva generación de mosquiteros. Pero sí, son baratas si se producen a gran escala. A nosotros nos cuesta producirlas 5 euros, y son milagrosas. Durante la pandemia no pudimos repartir tantas y se notó un retroceso en las cifras de la malaria.
Hay otros métodos más complicados. Estamos probando uno que consiste en modificar genéticamente a los mosquitos para que no se reproduzcan y baje la población de manera drástica durante unos años para eliminar la circulación de malaria. Es algo que trabajamos en el laboratorio, pero creo que en cinco años lo tendremos listo.
No sé si por las fake news que comentábamos antes o por una aversión casi atávica a las jeringas, pero las inyecciones generan mucha resistencia en mucha partes del mundo. ¿Se pueden desarrollar nuevas maneras de vacunar?
Esto es muy interesante. Obviamente, clavarse una aguja metálica en el brazo y que te entre una sustancia extraña es algo que puede generarte preocupación. Es una reacción natural. Y hay madres a las que les tenemos que explicar bien que le vamos a clavar una aguja a su hijo, y que van a gritar, y que quizá les de fiebre, pero que es lo mejor que se puede hacer por un niño.
Pero sí, la innovación debería proporcionarnos en el futuro una vacuna que, o bien inhalas por la nariz a través de un vapor, o entra en el organismo a través de la piel con un parche que te pegas en el brazo durante, no sé, diez segundos, y no duele nada. Y eso tendría muchas ventajas, porque además es algo que no habría que mantener a baja temperatura, algo que es un problema con las vacunas. Tampoco haría falta personal especializado para administrarlo. Con eso, quizá no todas pero muchas resistencias desaparecerían.
Me alegro de que otros países no tengan los niveles de circulación de armas que tenemos nosotros
Lo entrevisté hace dos años y medio, y al hablar de Donald Trump no quiso ser muy explícito porque estaba negociando con EEUU las donaciones a su fondo. Ahora que se fue, ¿qué me dice sobre su legado?
El gobierno del señor Trump no pensaba que ayudar a otros países fuera algo muy prioritario. De hecho, durante la pandemia, anunciaron su salida de la OMS, y eso fue algo tan irresponsable y dañino que yo, que no quiero ser visto como un político o como alguien partidista, me pronuncié en contra de esa retirada porque es algo que creo que ningún republicano ni ningún demócrata debería hacer. La polarización que estamos viendo, no solo en EEUU pero particularmente en EEUU, es muy preocupante para la necesidad que tenemos de cooperar internacionalmente para resolver pandemias o el cambio climático. Muchos de nuestros grandes problemas son globales.
Como ciudadano estadounidense, le quiero preguntar por el tiroteo de Texas. Su país parece atrapado en un enorme problema con las armas del que no sabe salir.
Estados Unidos es ejemplo de muchas cosas buenas, pero en el tema de las armas… al permitir tanta tenencia de armas, somos un mal ejemplo. Hay más de 400 millones de armas en el país. Tenemos muchísimas más muertes que cualquier otro país relacionadas con el disparo de armas, ya sea en un crimen violento o en un suicidio. ¿Cuánto podemos hacer para cambiar las leyes? No lo sé. Pero es una tragedia. Uno esperaría que al menos tuviéramos tiempos de espera entre que se compra el arma y te la dan, o mejores sistemas de registro. Estoy a favor de aumentar el control, estoy triste por lo que ha ocurrido en Texas. Y me alegro de que otros países no tengan los niveles de circulación de armas que tenemos nosotros.
JLS