Reunidos el martes en el foro “El otro cambio climático” organizado por la consultora Abeceben en Buenos Aires, los expresidentes de derecha Mariano Rajoy, Mauricio Macri, Sebastián Piñera, y Álvaro Uribe corearon el mismo reclamo. “Tenemos una crisis de liderazgo”, en palabras del chileno sucedido por el izquierdista Gabriel Boric. Como si los escuchara, como si la coreografía del nado incluyera a Brasilia, el futuro expresidente derechista Jair Messias Bolsonaro que será sucedido por Lula declaró ante los medios que había convocado: “La Derecha ha nacido de verdad ... ha llegado la hora de ser el líder”.
Cuarenta y cuatro horas después del balotaje del último domingo de octubre, en el primer día de noviembre el presidente candidato reconocía que “el voto 58 millones de brasileños” en vez de la reelección lo habían llevado más alto y más lejos, a un liderazgo global. En el Palácio da Alvorada, la residencia presidencial que deberá abandonar el 31 de diciembre, Bolsonaro leyó su declaración pública. Era ambigua, corta y cortante. A los 2' 35'' de lectura terminó. Tocaba a la opinión aventurarse a sacar conclusiones de premisas que, en sí mismas, lejos de ser equívocas, eran tremebundas.
Cuando el cardenal Bergoglio devino en papa Francisco, su primera visita fue a Brasil. La presidenta Dilma Rousseff bromeó “el Papa es argentino, pero Dios es brasileño”. Lula, interpretaron fuentes del Supremo Tribunal Federal (STF) y de los ministerios del Ejecutivo, es el presidente electo, pero Bolsonaro es ahora el líder de la derecha urbi et orbi, para Brasilia y el mundo. En la carta que en agosto de 1954 el presidente y líder derechista Getúlio Vargas redactó antes de suicidarse en la residencia official de Catete (cuando la capital brasileña era todavía Rio de Janeiro), anunció: “salgo de la vida para entrar en la Historia”. Bolsonaro sale de la residencia, y de la presidencia, para volverse el líder de los 58 millones que lo ungieron.
Nunca antes ningún candidato recibió tantos votos en Brasil como Bolsonaro y Lula en la segunda vuelta presidencial. El vencedor, apenas 1,8 puntos sobre el derrotado: nunca antes fue tan pobre el margen de superioridad del ganador. El mandato de la Derecha gozaba de una fortaleza inesperada pero irrecusable, y hacía del Jefe de la Oposición brasileño el mayor líder de Derecha mundial. El eje más vigoroso de la Derecha global se había desplazado al Sur desde la derrota de Donald Trump en 2022, y ahí lo mantenía el voto del domingo.
También mencionó Bolsonaro la victoria abrumadora de la primera vuelta del 2 de octubre en las elecciones legislativas, que dieron a la Derecha desahogadas, incontenibles mayorías en las dos cámaras del Congreso federal. Es la demostración “de la fuerza de nuestros valores: Dios, Patria, Familia y Libertad”.
Con su declaración a la ciudadanía, su anuncio de que él “acusado de antidemocrático” sin embargo (metáfora futbolística, ahora viene el Mundial de Qatar) “siempre jugó dentro de las cuatro líneas” de la cancha, cumplirá ahora, mientras que es “presidente”, “ciudadano” nomás, todo lo que dice la Constitución, Bolsonaro había cumplido con el protocolo. No faltaba a sus deberes como jefe de la Administración Pública, a la obligación, fijada por la ley, de organizar la transición con el gobierno siguiente.
Además del apoyo de los votos a la Derecha, su nuevo líder mencionó que tenían las calles. Todas esas manifestaciones de protesta eran lícitas, y también honra a su valor y a sus valores: la rebelión popular de “indignación ante la injusticia”. Sin embargo, advirtió, jamás había que ensuciar una movilización en defensa de los valores usando “los métodos de la izquierda”. El saqueo, el daño, “la invasión de la propiedad, la destrucción del patrimonio”, la limitación impuesta “al derecho de circular” de los otros.
En sus discursos, todo lo politiza, Bolsonaro. La descripción que ofreció sumariamente el miércoles, tiene los rasgos de las que muchas veces compuso sobre el estallido social chileno de 2019 como inventario de delitos de 'vagabundos' amigos de Lula. Aparentemente, también según las mismas fuentes, el discurso estaba ya escrito por el presidente desde el domingo o a más tardar el lunes. Bolsonaro consultó con ministros, con aliados del Centrón en el Congreso, en reuniones que duraban horas, escuchó con atención propuestas, y lo dejó como estaba, para leerlo en 2 minutos y medio.
La palabra libertad, libertad económica, de circulación, de religión, de opinión (y el repudio de la censura previa como muerte de la libertad de imprenta), encuentran tiempo para desfilar en la declaración. De los dos manifiestos en favor de la Democracia redactados para defender y apuntalar la campaña de Lula, uno de las Universidades, otro Empresariado, se había observado que ni uno ni otro habían considerado que la defensa de los principios democráticos necesitara del concepto o de la palabra 'libertad'.
Con la brusquedad de la presentación, a la que fue acompañado por su gabinete y por autoridades militares, con el evitar por completo el concepto o la palabra 'Lula', y con el encomio del levantamiento popular en las calles contra la injusticia o la arbitrariedad de las autoridades, gustaba al 'bolsonarismo raíz', el más virulento y provocador y corporativo (como los camioneros). Explícitamente, advierte que se es de derecha si se evitan delitos penales en la protesta -que puede ser violenta, sí, pero el permiso a la violencia se detiene mucho antes del crimen.
En el resto, el texto que leyó, ateniéndose a la letra, es de un republicanismo de estricta observancia, y de un democratismo de Amnistía Internacional. La defensa de la Familia, la invocación a Dios, están en las homilías de Francisco en el Vaticano. Nada falta de lo que su electorado busca, y ahí lo encuentra. Nadie podría probar, sin embargo, que encontró invitaciones al desconocimiento de las elecciones. Aunque mucho negar de plano que las haya.
AGB