Elecciones en Estados Unidos

Mientras la burbuja periodística discute si está bien apoyar candidatos, un Kennedy sorprende desde la heterodoxia

Washington DC —

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¿Cómo es posible? La recta final a las elecciones estadounidenses de este martes debía tener en el primer plano a Kamala Harris y Donald Trump, pero uno de los debates más enconados de los últimos días no pasa por lo que hagan los candidatos sino por lo que algunos de los periódicos con más historia hacen con ellos. Y un bonus track: la avasallante aparición de un miembro de la familia Kennedy para relativizar precisamente ese debate entre el periodismo, los lectores y la política.

La palabra mágica es endorsement, que puede traducirse como “aval” o “respaldo” a uno de los candidatos a la presidencia. Impensable en la Argentina y en el periodismo en español en general, en Estados Unidos hay una tradición de que los periódicos expliquen a sus lectores por qué candidato votaría. Una tradición hoy en cuestión como nunca antes.

La historia es tan clara como apasionante. El consejo editorial del Washington Post tenía listo para publicar el artículo de apoyo a Harris presidenta, pero fue entonces que Jeff Bezos, el dueño del periódico (además de dueño de Amazon), pisó el freno: el Post no declararía su apoyo a ningún candidato. Integrantes de la sección de Opinión renunciaron al legendario medio, en tanto que más de 250.000 suscripciones, un diez por ciento del total de abonados, fueron canceladas.

Bezos iba a la estela de Patrick Soon-Shiong, el magnate que es dueño de Los Angeles Times. Diferente es la situación en el New York Times, donde la familia Ochs Sulzberger continúa con la tradición del aval a un candidato. Y en medio del debate se sumó el semanario The Economist, Biblia del liberalismo, que respalda a Harris ante “los riesgos” de una segunda presidencia de Trump.

Las decisiones del Post y el LA Times enfurecieron a sus redacciones, “que señalan que ambos periódicos han publicado editoriales durante más de nueve años describiendo las amenazas que Donald Trump representa para la democracia estadounidense”, destacó esta semana el Columbia Journalism Review (CJR).

Martin Baron, que dirigió el Post de 2012 a 2021, envió una declaración a la National Public Radio con duras críticas a Bezos: “Esto es cobardía, un momento de oscuridad que dejará a la democracia como una víctima (...). Donald Trump celebrará esto como una invitación para intimidar aún más al propietario del Post, Jeff Bezos (y a otros propietarios de medios). La historia marcará un inquietante capítulo de cobardía en una institución famosa por su valentía”.

En medio del intenso debate, algunas constantes del periodismo estadounidense se mantienen: la redacción y los dueños del periódico son ámbitos claramente separados, aunque el dueño —está visto— tenga la palabra final. Dentro de la redacción, Información y Opinión son también dos ámbitos bien diferenciados

Así, tanto en el periódico de Washington como en el de Los Ángeles se dan lujos impensados en el periodismo en español, como entrevistar a sus propios dueños de forma crítica. Informan sobre sí mismos en la sección de Medios, en un ejercicio de toma de distancia y desdoblamiento que muchos lectores aprecian. 

Así, tanto en el periódico de Washington como en el de Los Ángeles se dan lujos impensados en el periodismo en español, como entrevistar a sus propios dueños de forma crítica. Informan sobre sí mismos en la sección de Medios, en un ejercicio de toma de distancia y desdoblamiento que muchos lectores aprecian

En el Post fueron incluso más lejos. Dave Jorgenson, que en 2019 lanzó la cuenta de TikTok del Post, subió en esa misma cuenta un video de un minuto en el que resume lo sucedido. Jorgenson encarna a un jefe de Opinión y a Bezos a la vez, y no se guarda nada: con sus diálogos, los personajes llevan a la conclusión de que el dueño del periódico tomó la decisión que tomó para proteger sus otros negocios.

“Soon-Shiong y Bezos están tratando de cubrir sus apuestas por temor a que sus intereses comerciales puedan verse perjudicados durante una segunda presidencia de Trump”, analizó el CJR, que habla de “obediencia anticipatoria”.

“Soon-Shiong, que hizo su fortuna como innovador biofarmacéutico, está trabajando en nuevos medicamentos que presumiblemente requerirían la aprobación de la FDA (Administración Federal de Alimentos y Drogas). Amazon se enfrenta a una demanda antimonopolio, interpuesta el año pasado por la administración Biden, que tardará años en litigarse o resolverse”.

El debate apasiona al mundo periodístico de los Estados Unidos. Jim Rowe, firma de prestigio durante casi cuatro décadas en The Washington Post, dijo a elDiarioAR que entiende la decisión de Bezos: “Yo no creo que un diario deba darle su aval a un candidato, está bien que el Post deje de hacerlo”.

“El problema —añadió el veterano periodista que patrocina uno de los premios que entrega anualmente Fopea— es que se hizo en el momento incorrecto, al borde de las elecciones, y eso hace inevitable que mucha gente piense mal”.

Roger Ronsenblatt, exintegrante del staff de Opinión del Post, recordó a Katharine Graham, la legendaria dueña del Post, que vendió hace más de una década por US$250 millones a Bezos.

El público confiaba en nosotros para llegar a opiniones útiles para ellos. Ellos respetaban el periódico. El periódico los respetaba a ellos. Y Katharine Graham, la propietaria del periódico, respetaba tanto a sus redactores como a nuestros lectores. Graham fue una figura monumental en el periodismo, no principalmente por ser mujer ni por ser rica, sino porque tenía principios y entendía que un periódico representa un acuerdo tácito entre periodistas y lectores de que el bien común exige reflexión, honestidad y juego limpio.

Tan escrupulosa era Kay, como casi todo el mundo la llamaba, que cada vez que asistía a las reuniones diarias de nuestro consejo de redacción, nunca decía una palabra, ni asentía con la cabeza, ni lanzaba una mirada que indicara su opinión. Sabía que su opinión se tomaría como ley y no iba a abusar de su autoridad. Nadie podría haber estado más «dentro» del Washington Post que Kay, y sin embargo se mantuvo al margen de los asuntos del consejo de educación porque comprendía las exigencias morales del poder.

Decir algo así hoy en día es tan antiguo que suena ridículo. ¿Las exigencias morales del poder? Que se lo digan a Elon Musk, que ha vuelto del espacio exterior para intentar comprar unas elecciones presidenciales. Que se lo digan al propio Donald Trump, que habla de usar el ejército contra sus oponentes. Y díselo a Jeff Bezos, que ahora es dueño del Washington Post y que ha ordenado al actual consejo editorial que no apoye a uno u otro candidato.

En vez de atrincherarse y resistir, Bezos salió a argumentar su decisión. Lo hizo en una columna de Opinión en el “Washington Post”, el diario del que es dueño y en el que parte importante de la redacción lo desprecia.

“Permítanme hacer una analogía. Las máquinas de votación deben cumplir dos requisitos. Deben contar el voto con precisión, y la gente debe creer que cuentan el voto con precisión. El segundo requisito es distinto y tan importante como el primero. Lo mismo ocurre con los periódicos. Debemos ser precisos, y la gente debe creer que somos precisos. Es un trago amargo, pero estamos fallando en el segundo requisito. La mayoría de la gente cree que los medios de comunicación son parciales”, escribió el dueño de Amazon.

Los respaldos a candidatos no hacen nada para inclinar la balanza de unas elecciones. Ningún votante indeciso en Pensilvania va a decir: 'Me quedo con el respaldo del Periódico A'. Ninguno. Lo que hacen los apoyos presidenciales es crear una percepción de parcialidad. Una percepción de no independencia. Acabar con ellos es una decisión de principios, y es la correcta. Eugene Meyer, editor de The Washington Post de 1933 a 1946, pensaba lo mismo, y tenía razón”, añadió.

“La falta de credibilidad no es exclusiva del Post. Nuestros periódicos hermanos tienen el mismo problema. Y es un problema no sólo para los medios de comunicación, sino también para la nación. Mucha gente recurre a podcasts improvisados, publicaciones inexactas en redes sociales y otras fuentes de noticias no verificadas, que pueden difundir rápidamente información errónea y ahondar las divisiones. El Washington Post y el New York Times ganan premios, pero cada vez hablamos más sólo con una cierta élite. Cada vez más, hablamos con nosotros mismos. (No siempre fue así: en la década de 1990 alcanzamos el 80% de penetración en los hogares del área metropolitana de D.C.)”.

En el cierre del artículo, Bezos deja muy claras sus intenciones: “Aunque no defiendo mi interés personal, ni lo haré, tampoco permitiré que este periódico se quede en piloto automático y se desvanezca en la irrelevancia —superado por podcasts sin investigación y por las barrabasadas de las redes sociales—, no sin luchar. Es demasiado importante. Hay demasiado en juego. Ahora más que nunca, el mundo necesita una voz creíble, fiable e independiente, y ¿qué mejor lugar para que surja que la capital del país más importante del mundo? Para ganar esta lucha, tendremos que ejercitar nuevos músculos. Algunos cambios serán una vuelta al pasado, y otros serán nuevas invenciones”. 

Nadie sabe si cuando habla de “nuevas invenciones”, Bezos se refiere a John Bouvier Kennedy “Jack” Schlossberg, nieto del asesinado presidente John F. Kennedy y que desde las redes sociales está generando el impacto que el dueño del “Post” dice que sus editoriales ya no generan.

Schlossberg, que en las cuentas @jackuno en TikTok e Instagram cuenta con cientos de miles de seguidores, hace una cobertura heterodoxa de las elecciones, pero con la repercusión suficiente para que Vogue lo anunciara en abril como su nuevo corresponsal político. Con un detalle: Schlossberg es profundamente demócrata, no lo oculta, promueve a Harris y critica a Trump. ¿Es eso periodismo?

No lo es, pero Vogue lo soluciona con una frase alambicada: “Impulsado por el espíritu de su abuelo, Schlossberg pretende aportar ligereza a un momento grave de la política estadounidense, en el que muchos sienten que la propia democracia está en juego”.

La leyenda y el peso de los Kennedy son tan potentes, que Vogue apuesta al fenómeno @jackuno y no duda en colgarle el cartel de “corresponsal”.

“Con su corpulencia, su pelo oscuro y su fuerte mandíbula, este joven de 31 años es la viva imagen de su tío John F. Kennedy Jr. Para una generación más joven, sin embargo, es más conocido como el hombre detrás de una serie de TikToks extravagantes llenos de personajes coloridos, cancioncillas juguetonas y mucho (y mucho) atrezzo”.

“Schlossberg, el único nieto de John F. Kennedy, es algo más que el heredero de una dinastía estadounidense o una cabeza parlante en las redes sociales”, añade “Vogue”, que lo sumó a sus filas en un rol en el que “combinará su formación en derecho y negocios con las tendencias autodenominadas 'silly goose' (ganso tonto) que muestra en las redes”.

SF/JJD