Chile se debate este domingo entre dos modelos de país totalmente opuestos en las elecciones presidenciales y parlamentarias. Se trata de unos comicios que para muchos son los más trascendentales desde el retorno a la democracia en 1991, por celebrarse en pleno proceso constituyente y con la sociedad chilena muy polarizada. Son, también, unos de los más inciertos.
Aunque hay desconfianza en las encuestas por los errores de las últimas elecciones, ninguno de los siete candidatos que se presenta supera el 30% y el porcentaje de indecisos puede ser determinante. El escenario está muy abierto y el domingo podría haber sorpresas. Los cuatro candidatos principales son Gabriel Boric, como abanderado de la coalición de izquierda Apruebo Dignidad que agrupa al conglomerado Frente Amplio y al Partido Comunista; Yasna Provoste, que representa a los partidos de centroizquierda tradicional; Sebastián Sichel, candidato de la derecha agrupada en Chile Podemss Más; y José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, de extrema derecha. Todos los sondeos apuntan que, por primera vez, la principal disputa se producirá entre la extrema derecha y la izquierda. Estos cálculos dejan fuera a los partidos tradicionales –derecha y centroizquierda–, que se han alternado en el poder durante los últimos 30 años.
Desafío para las fuerzas tradicionales
“Esta elección es un reto para las fuerzas tradicionales porque ambos candidatos [los favoritos] desafían a la política tradicional, sus partidos y sus liderazgos, y tienen, además, una especie de antielitismo que encaja muy bien con el discurso del estallido social de 2019”, dice Robert Funk, profesor del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, .
Hasta 2017, la política chilena estaba dominada por dos grandes coaliciones: la Alianza (derecha) y la Concertación (centroizquierda), pero la reforma electoral de 2015 permitió pasar al sistema proporcional y cambió el escenario. El Frente Amplio irrumpió en el Congreso hace cuatro años e instaló un sistema tripartito. Ahora uno de sus líderes encabeza las posibilidades de gobernar. “Esta elección es determinante para consolidar las tres coaliciones en el Congreso”, explica Kenneth Bunker, director de la encuestadora Tresquintos.
El caso de la extrema derecha es distinto. José Antonio Kast encabeza el Frente Social Cristiano como líder del Partido Republicano –el más fuerte del bloque– que se constituyó como partido hace solo cuatro meses, cuando aparecía como cuarto en las encuestas. Su adhesión ha ido aumentando a medida que pasaron las semanas, en parte, por el mal desempeño del candidato de la derecha tradicional, Sebastián Sichel.
No le ha ido mucho mejor a Yasna Provoste a quien, desde el bloque Nuevo Pacto Social, le ha costado despegar durante toda la campaña. “Hay un colapso del centro y las fuerzas moderadas”, dice Bunker. Según él, “el centroizquierda hoy no existe”. En su opinión, esto tiene que ver con que en el estallido social “se pusieron detrás del Frente Amplio y los sectores de la izquierda radical para cantar en su coro y seguir sus críticas, pero sin levantar un liderazgo propio”.
A la derecha, por su parte, le pasó factura “el mal gobierno del actual presidente Piñera” del cual, dice Bunker, todos quieren desentenderse: “Nadie quiere pertenecer a ese mundo”. El mandatario chileno se salvó este martes de un impeachment (acusación constitucional) en su contra impulsado tras las revelaciones de los Pandora Papers. La investigación periodística lo vincula con presuntas irregularidades por la venta de un proyecto minero firmado en Islas Vírgenes Británicas en 2010. La Fiscalía ha abierto una investigación por el caso y por primera vez un presidente chileno fue investigado, durante su mandato, por su función pública. Esta ha sido la segunda ocasión que la Cámara de Diputados lo acusaba. La primera, que no prosperó, tuvo lugar en 2019 por las violaciones de los derechos humanos ocurridas durante la revuelta social. Tampoco los segundos intentos, de procesamiento por por parte del Ministerio Público, y de destitución por el Congreso, prosperaron.
Un millenial contra un heredero de Pinochet
Kast plantea un programa ultraconservador, con un enfoque especial en materia de orden y seguridad y retrocesos en varios ámbitos. Propone cavar una zanja para frenar la migración irregular, derogar la Ley de Aborto —que lo despenaliza para tres supuestos básicos— o eliminar el Ministerio de la Mujer. Es la segunda vez que intenta llegar a La Moneda. La primera fue en 2017 y quedó cuarto, con un 8% de votos. Pertenece al sector de la ultraderecha chilena que ha recuperado la figura del dictador Augusto Pinochet (1973-1991) y su régimen, al que llama “gobierno militar”. “Kast surge de la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido que heredó el discurso pinochetista, y se fue de ahí porque, más tarde, lo encontró insuficientemente pinochetista”, dice Funk. El perfil de su votante es el hombre de entre 51 y 80 años, de clase media y sectores populares, partidario del actual Gobierno del conservador Sebastián Piñera o que dice no tener posición política.
Boric, por su parte, prioriza reformas en salud, pensiones y educación; un aumento de los impuestos a los más ricos; reducir la jornada laboral a 40 horas y una reforma de la policía. Después de 48 años, la izquierda podría volver a gobernar el país de la mano de un millenial, exlíder del movimiento estudiantil universitario. De ser así, Boric se convertiría en el presidente más joven de Chile. “El modelo de Boric es socialdemocrático, combinado con una romantización del pasado allendista. Un discurso revolucionario, pero que al mismo tiempo enfatiza la gradualidad y moderación”, dice Funk. Su electorado es mayor en los sectores más ricos y entre los jóvenes de 18 y 31 años, muchos de ellos con educación superior.
La contradicción
Por primera vez, Chile vive unas elecciones en medio de un proceso constituyente. Son dos factores que, en cierta forma, se vinculan. Kast fue uno de los máximos exponentes del rechazo al cambio constitucional, mientras que Boric fue uno de sus impulsores. Ambos expertos coinciden en la posibilidad de que el Chile del estallido social y que impulsó la primera Convención Constitucional paritaria, con representación de los pueblos originarios y mayoría de candidatos independientes y de izquierda, acabe gobernado por la extrema derecha. Sería una gran contradicción que el país tendría que enfrentar.
“En los dos modelos que hay en debate hay un eje que tiene que ver con orden frente a cambio”, opina Bunker. Kast ha sintonizado con personas que priorizan el retorno del orden y la estabilidad económica después de meses de protestas e incertidumbre. “La demanda por el orden existe y la gente está dispuesta a votarlo a pesar de considerarlo pinochetista”, dice el experto. Por su parte, Funk añade: “Kast representa el cuestionamiento a las élites, el ‘que se vayan todos’ y ha logrado recoger la sensación de cansancio del abuso que las clases medias visibilizaron en el estallido social”.
Entre los mayores desafíos del futuro presidente de Chile está el acompañamiento del proceso constituyente en su recta final. El plebiscito de salida para ratificar la nueva carta magna se celebrará a mediados del segundo semestre de 2022, con el nuevo Gobierno ya instalado. El avance o la obstaculización de la segunda etapa dependerá, en buena parte, de lo que ocurra este domingo.
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