Dos guerras, dos sorpresas, dos imprevisiones, dos fracasos, dos desengaños, dos traumas, dos octubres separados por cinco décadas, decenas de miles de muertes. Concluidas las batallas, los enemigos de Israel fueron vencidos. En 1973 para los militares de Siria y de Egipto, en 2023 para los militantes de Hamás y de Jihad Islámica, el final les llegaba después de un triunfo más conmovedor que la derrota. Antes de perder, habían ganado una victoria, más relevante, más persistente, y más rica en desasosegantes consecuencias. Habían demostrado que el Estado de Israel no era impenetrable ni invulnerable, y que la gigantesca superioridad de su violencia lo volvía invencible pero no inatacable.
1973, Egipto y Siria quieren su espacio
La Guerra de octubre de 1973 fue llamada de Yom Kippur por los judíos, de Ramadán por los musulmanes, de Octubre por los laicos. El día de la festividad más sagrada del calendario religioso judío, los Ejércitos regulares de dos Estados nacionales árabes, Siria y Egipto, en una acción coordinada y planeada de antemano bajo un secreto compartido que nada ni nadie quebró, atacaron posiciones de las FFAA israelíes. A las órdenes de Anwar Sadat, un Ejército de 650 mil hombres; bajo el mando de Hafez al-Assad, de 15O mil. En su conducta, gobernantes y comandantes, oficialidad y tropa uniformadas, vehículos blindados y tanques armados, artillería y misiles tierra-aire, pertrechos y municiones, helicópteros y aviones de combate respetaban las reglas del arte de la guerra. Aunque los arsenales de El Cairo y de Damasco, capitales de dos países árabes sin petróleo, no reflejaran indefectible o puntualmente el estado del arte en cuanto a armamentos.
El domingo 9 de octubre, el escritor Daniel Gordis se preguntaba en Israel: "Durante la Guerra de Yom Kippur de 1973, ¿cuántos civiles israelíes mataron los egipcios y los sirios?" Y se contestaba: "La respuesta es simple. Cero".
Los objetivos de la coalición árabe de 1973 eran militares, territoriales, y restrictos. Los sirios querían recuperar las Alturas del Golán, al norte de Israel. Los egipcios, su dominio sobre el Sinaí, en el Mar Rojo. Esta península dominaba el Canal de Suez, que comunica el Océano Índico con el Mar Mediterráneo. Desde la Guerra de los Seis Días de 1967, estaba controlada por Israel.
Desengaño de Israel, derrota del laborismo, revancha de la derecha prepotente
La sorpresa permitió a la coalición sirio-egipcia llevar la delantera en tierra y en aire. La sorpresa, es decir el enceguecimiento de Mossad y Shin Bet y de los restantes servicios de inteligencia. Abrieron fuego el 6 de octubre a las 2.00 de la tarde. Revertir la situación, y recuperar el poder en toda la superficie del Estado llevó a Israel 18 días: el triple que en la Guerra de los Seis Días de junio de 1967, gloriosa y sin sombra para la memoria nacional. Ese recuerdo feliz de guerra relámpago ganada a tiempo para respetar un shabbat será menos evocada que el inolvidable mehdal (literalmente, deficiencia, desfallecimiento) de Yom Kippur.
En la Guerra de Yom Kippur murieron más de 5 mil egipcios, más de 3 mil sirios, más de 2,8 mil israelíes. Calladas las armas, la guerra siguió por otros medios: encuentros, mediaciones, cumbres en las que árabes e israelíes se sentaban en habitaciones diferentes, y Henry Kissinger y otros ágiles funcionarios iban y venían de uno a otro recinto, llevando preguntas y respuestas. En noviembre, Israel ya adoptaba una nueva posición diplomática y obraba según una reformulada concepción estratégica. Pronto mutaría radicalmente su paisaje político. Al derrumbe del espacio laborista (la centro izquierda socialista y comunitarista de los fundadores del Estado de Israel en 1948), siguió en 1977 la instalación, por vez primera vez en Israel, de la derecha populista del Likud, al tiempo que la la ultraortodoxia religiosa ocupaba sus primeras bancas en la Knesset. La mayor parte del siglo XXI en Israel gobernó Benjamin Netanyahu. Un premier del Likud, el mismo que gobierna aún hoy, gracias a los sufragios decisivos de representantes electos de minorías religiosas ultraortodoxas.
2023, Hamás levanta la puntería
Sin empequeñecedores objetivos militares como Egipto y Siria cinco décadas atrás, esta semana miles de combatientes palestinos de Hamás y de Jihad Islámica atravesaron la frontera e irrumpieron en el Estado de Israel. Habían horadado en 29 puntos el Muro de 51 km que confina en 365 km cuadrados a 2,3 millones de personas: la Franja de Gaza es el territorio más densamente poblado del planeta. Sin uniformes, armados con diversas metralletas, fusilaron a una población desarmada, quemaron casas y cadáveres, degollaron a mujeres solteras o a casadas con su familia. Hicieron rehenes a niños o a ancianas, y una vez regresado a Gaza, filmaban el espectáculo de la grey cautiva , a la que hacían desfilar por las calles de Gaza City como trofeos, bufones y moneda de trueque. Más de un centenar de israelíes, que el lunes buscarían canjear por palestinos presos o colocarían como escudos humanos. Hamás no tiene objetivos. Se impuso una misión: aniquilar el Estado de Israel. Los episodios del sábado y el domingo no son más que adelantos en miniatura.
Humanismo y Terrorismos
De ser atacado por Ejércitos regulares pasó serlo por irregulares, de enfrentar una guerra Israel pasó a sufrir unas guerrillas. Con la doctrina de Defensa adoptada después de Yom Kippur, Israel se volvió más vulnerable al terrorismo, y menos dialogante para sus enemigos.
La sorpresa de 1973 no llegó a desmentir, ni a corroer. las evidencias de la superior ventaja israelí por la calidad y cantidad de su armamento moderno y por la disciplina, número y profesionalidad de su Ejército y de sus efectivos, entrenados en dos años de conscripción obligatoria. Un Ejército que podía movilizar a todos sus soldados, activos y reservistas, en 12 horas. Para movilizar una tropa de número equivalente, el Ejército de EEUU, el primero del mundo, tarda 48 horas. Sin embargo, no había sido suficiente, para repeler de inmediato una ofensiva no prevista.
Sobre estos descubrimientos y desengaños se fundó la nueva doctrina nacional. Se buscó reorientar la postura estratégica, para que la Defensa, y no el Ataque, fuese guía, y prioritaria directriz, del Tsahal. El gobierno que tomaba estas decisiones recordaba el pasado pero buscaba atisbar el futuro. Venían un porvenir donde las FFAA de Israel no cruzarían las fronteras del Estado pero deberían enfrentar a quienes violentamente las atravesaran, hacia dentro. Había que aumentar el poder de fuego del Tsahal.
La nueva doctrina fue la de la Disuasión Estratégica descomunal. En 1973, la premier laborista Golda Meir descreía de que se atrevieran a atacar unas FFAA tan por encima de las posibilidad de los adversarios vecinos y envidiosos. 'Aun en su irracionalidad -razonaba el gabinete socialista-, los árabes no se atreverán a atacar'. Un vívido recuerdo de la Guerra de los Seis Días seguía fresco. Pero se atrevieron, y atacaron. La premier renunció al fin, pero sus sucesores no razonaron por otra vía. Si las FFAA tal como son no disuaden, aumentemos arsenal, polvorín, armas convencionales y atómicas hasta que la disuasión sea irresistible. El tiempo demostró que el razonamiento no era conclusivo, y el proceder, los vecinos encontraron injurioso, e irritante.
A la coexistencia pacífica, según una moraleja de la Guerra Fría, se llega pactando la reducción paralela de armamentos. No dotándose de uno de tal magnitud, para dejar sentado, al contorno, que todas sus luchas son una pasión inútil. Hamás no se lo cree, y la que sufre es esa población ordinaria, torturada y asesinada, inocente de formular Doctrinas estratégicas. Que vive en el sur del país, y ahí, cuando los necesitaron, el Ejército y la Policía llegaron tarde.
AGB