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Al final, no era tan así

La democracia se extingue y no por culpa de los intentos de golpe de Estado

Estados Unidos estaría dispuesto a reconocer la muy probable victoria de Maduro en Venezuela aunque los comicios no vayan a transcurrir en el más democrático de los procesos electorales.

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El miércoles de esta semana, muchos argentinos y argentinas habrán seguido con cierto escalofrío las noticias que llegaban desde Bolivia sobre el intento de golpe de Estado. Argentina tiene escrita una de las peores páginas de su historia por lo ocurrido durante la última dictadura, por eso no extraña que cuando el sector militar u otro actor del poder conspira para quebrar el orden democrático de un país, nos invada la angustia y la preocupación.

La dirigencia política que cree o dice creer en la democracia también se sensibilizó por la cruzada militar en Bolivia, y se expresó condenando el intento del General Zúñiga, y respaldando al gobierno de Luis Arce. Incluso Estados Unidos, que cuenta con sobrada experiencia apoyando o incentivando golpes de Estado alrededor del mundo, expresó su repudio el miércoles por la tarde. 

Al final, el rechazo global junto a la fortaleza de la política boliviana y el apoyo popular impidieron que se consumara el levantamiento militar. Podría decirse, entonces, que la democracia se refuerza cada vez que se impide un golpe de Estado. Sin embargo, el sistema democrático está derrumbándose en distintas partes del mundo, y eso no parece preocupar ni sensibilizar a las grandes mayorías.

Hay un caso interesante aunque no es ni de lejos el más problemático. Es, en todo caso, solo un síntoma más. El editor jefe de América Latina del Financial Times, Michael Stott, firma esta semana un artículo en el que señala que Estados Unidos está dispuesto a reconocer la muy probable victoria de Nicolás Maduro en Venezuela aunque los comicios no vayan a transcurrir en el más democrático de los procesos electorales.

La razón de ese posible reconocimiento es que las sanciones e intentos para derribar al líder venezolano no han sido exitosos, y, al mismo tiempo, han reducido dramáticamente la producción de petróleo (que Estados Unidos necesita) y han generado una estampida de migrantes venezolanos, muchos de los cuales buscan llegar a Norteamérica.

Nadie lo dice en voz muy alta, sugiere el editor del FT, pero todos esperan que no haya un fraude escandaloso que impida a EE.UU. y a la Unión Europea escribir un comunicado decoroso que reconozca el eventual triunfo de Maduro.

Otro ejemplo, de un sistema político diferente, es el de Irán, que celebró elecciones presidenciales este viernes. En los días previos a los comicios, el poderoso régimen político-religioso que dirige la República Islámica no tenía un candidato realmente de preferencia. Su única gran preocupación (y deseo) era lograr que la gente fuera a votar. Sin una votación masiva, cualquier candidato y, por ende, el régimen, quedarían deslegitimados.

La preocupación no había sido en vano. Los resultados difundidos este sábado indican que el abstencionismo habría sido histórico. Solo un 40% de los ciudadanos habilitados para votar ejercieron ese derecho. Ahora, el país deberá realizar una segunda vuelta para dirimir la contienda entre dos candidatos que, en conjunto, recibieron cerca de 16 millones de votos  y deberán conducir un país de más de 88 millones de habitantes. La democracia, parece, no debe estar necesariamente vinculada a lo que el pueblo diga.

En ese sentido, la economista Mariana Mazzucato, reconocida por sus investigaciones y estudios sobre la importancia del rol del Estado en las economías capitalistas, brindó este lunes una conferencia en Madrid en la que también habló de los votantes y el significado de la democracia.

“Los jóvenes, impacientes con el clima y demás, miran cómo interactúan los Estados y están perdiendo la fe. Y si la pierden, no votan. Y si la gente no vota, ¿quién gana? Los Trump, los Boris Johnson”; ¿los Milei?, sí, los Milei también dijo la economista, que refutó al presidente argentino no ya por su extravagante y cínica forma de hacer política sino por sus supuestos conocimientos económicos. El olvidado Hayek no aparece ni por asomo en la práctica de Milei (aunque Hayek no es justamente un referente para Mazzucato). 

La cuestión es que la investigadora ítalo-norteamericana encuentra una creciente desconfianza entre los jóvenes respecto al comportamiento de los Estados. Uno de los ejemplos más recientes es lo sucedido en Gaza con los ataques israelíes. Mazzucato condena sin ambigüedad a Hamas pero sugiere que lo que sucedió después dejó en evidencia cierta hipocresía por parte de los Estados. “Hay que crear confianza en los procesos, o por lo menos interés en ellos. Porque si se pierde toda fe en la política y se siente que toda es corrupta, estamos perdidos”, señala respecto a la democracia, tan solo unos días después de que las elecciones al Parlamento Europeo revelaran una abstención cercana al 60%.

Tecnologías, democracia y literatura

El reconocido politólogo polaco Jan Zielonka ha pronunciado una frase inquietante: “Puedo imaginarme un mundo sin democracia pero no un mundo sin internet”. En su último libro (The Lost Future. And how to reclaim it), se explaya sobre esta idea y sostiene que la democracia no está adaptada a la forma en que concebimos el tiempo y el espacio en la actualidad. Una de las razones de esa discordancia se explica por el impacto que ha tenido la tecnología en nuestras vidas.

“Las instituciones democráticas creadas en una sociedad que opera a cierta velocidad necesitan ajustes palpables para hacer frente al ritmo acelerado de vida, trabajo, comunicación y negocios. Todo tipo de instituciones, incluidas las democráticas, dependen del tiempo y del contexto. Según Robert Hassan, el nexo de 200 años entre el capitalismo, el tiempo y la democracia liberal quedó efectivamente destruido con la revolución de Internet, generando una nueva sociedad de alta velocidad”, afirma Zielonka. 

En esta línea, el politólogo señala que las instituciones democráticas actuales necesitan deliberar, negociar y tomar decisiones que requieren mucho tiempo. Sin embargo, los políticos no pueden tomarse ese tiempo, y están acostumbrados a tomar e implementar decisiones en el corto plazo. En ocasiones por la velocidad que le imprime a la política la sociedad, y en otras por la búsqueda de rédito electoral de corto plazo.

Mazzucato, por su parte, suma otra explicación más. La economista dice que mientras el sector privado se enorgullece de fallar en sus intentos porque de esa manera aprende y progresa, la política prefiere ser conservadora porque el menor error los llevaría a ocupar la primera plana de los medios junto a un título crítico. La política debería también poder moverse en la lógica del probar-fallar-aprender, sugiere. 

Además de la presentación del libro de Mazzucato, esta semana en Madrid presentó su primera novela, Hijas de Nadie, la ensayista Violeta Serrano. Durante el espacio para las preguntas del público, un diputado del Partido Socialista Obrero Español sugirió que la escritora debería brindar un taller de literatura en el Parlamento español. La razón: los políticos han perdido empatía por el prójimo, y la literatura es un buen ejercicio para ponerse en el lugar del otro.

La condena de los intentos de golpes de Estado a nivel regional y global es fundamental y necesaria. En los últimos tiempos han probado ser una de las herramientas más disuasorias para los militares con ínfulas golpistas. Sin embargo, la democracia requiere unos ajustes urgentes y muchos más profundos que las declaraciones en X y, por absurdo que parezca, ir a votar. Los diagnósticos y las posibles soluciones están surgiendo en reflexiones y propuestas como las de Mazzucato o Zielonka, y también en un buen libro de ficción. Ahora, ¿quién tiene tiempo para eso?

AF/DTC

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