Llamado 'el Chino' a pesar de sus orígenes japoneses, el expresidente derechista Alberto Fujimori había gobernado Perú entre 1990 y 2000. Murió el miércoles 11 de septiembre de 2024 a los 86 años en Lima “después de una larga batalla contra el cáncer”, informó en X su hija y heredera política Keiko, candidata fujimorista derrotada en tres elecciones presidenciales.
En 1990 vestido como samurai y manejando un tractor este agrimensor con anteojos que enseñaba matemáticas hizo campaña con el eslogan “Un presidente como tú”. Cuando presentó su candidatura, si era conocido como rector en la vida administrativa de las universidades, era un desconocido casi perfecto para la sociedad y la vida política partidaria peruanas.
El boom de 'El Chino'
En la elección del 8 de abril 'el Chino' quedó segundo entre varios candidatos, todos a la zaga de un vencedor que lucía invencible: el favorito de las élites blancas costeras y de la banca y los poderes y finanzas tradicionales. Fue a este ganador de la primera vuelta, el arequipeño Mario Vargas Llosa, a quien Fujimori derrotó el domingo 10 de junio con una mayoría nítida: 62,32 puntos porcentuales y 4 millones y medio de votos, más del doble de los que el candidato presidencial de Cambio 90 había obtenido en primera vuelta.
El escritor best-seller del boom de la novela latinoamericana, después Premio Nobel de Literatura y hoy académico de número de la Academia Francesa era también un novato en la vida política electoral. Vargas Llosa se había presentado con un programa político liberal y una profecía de milagros de crecimiento nacional vía medidas económicas de shock. Su rival 'el Chino' lo venció con la promesa de nunca jamás poner el pie en ese pedregoso camino neoliberal. Sin embargo, aquella vía y orientación serían después, muy pronto, desde su asunción el 28 de julio, las suyas propias. Con una decisión y voluntad todavía únicas en el último medio siglo de historia democrática sudamericana por su violencia y aun crueldad, el programa de neoliberalismo económico llevado a término sin distracciones y apelando a una represión política y policial que corregía toda desviación se volvió la marca distintiva de los años del Fujimorato y de su herencia que perdura y distingue al Perú dentro del continente .
Una década de gobierno represivo entre dos golpes (1992-2000)
La caída de Fujimori en el año 2000 pareció tan inverosímil como había parecido su ascenso electoral en 1990 y su reacomodamiento en un poder casi absoluto después del autogolpe de abril de 1992. Fue defenestrado en el año 2000 después de que un canal de televisión difundiera un video en el que se veía a su jefe de inteligencia Vladimiro Montesinos intentando sobornar a un congresista (la Constitución fujimorista de 1993, hoy vigente, había suprimido el Senado y hecho del Poder Legislativo peruano un órgano unicameral). Fujimori huyó a Japón y envió por fax su renuncia desde un hotel de Tokio. Después de cinco años en el exilio, viajó a Chile para intentar una reaparición política; en cambio, fue extraditado a Perú.
Como jefe de gobierno de una dictadura cívico-militar, Fujimori cortó la hiperinflación, combatió el desempleo y mejoró la gestión técnica de los asuntos públicos del Estado. Durante la Fujicracia la economía nacional creció y mejoró el nivel medio de vida. Hizo una cruzada, que supo hacerse ver como eficaz, contra el narcotráfico. No mostró respeto por la ley ni por la institucionalidad peruana. El 'Fujimorazo' o autogolpe del 15 de abril de 1992 fue un decreto por el cual Fujimori cerró el Congreso entonces bicameral y colocó al Poder Judicial bajo su control y custodia: un decreto presidencial que permitió al presidente gobernar a discreción por decreto.
Alberto Fujimori ganó las elecciones presidenciales de 1990 con el 62,32% de los votos. El Fujimorazo o autogolpe del 15 de abril de 1992 fue un decreto por el cual el presidente constitucional, con apoyo militar de las FFAA y aprobación de los medios, disolvió el Congreso y colocó a la Justicia bajo su custodia: un decreto que permitió al Presidente gobernar por decreto.
Fue elogiado por derrotar a las guerrillas de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, pero todo elogio terminaba al empezar a señalarse la brutalidad de sus métodos. Las violaciones de DDDH, sistemáticas o despreocupadas, le generaron críticas mundiales y le valieron al fin una larga condena en prisión.
Fujimori había recibido un Perú en bancarrota con una hiperinflación del 7000 por ciento. El Fujishock de sangre y de lágrimas enfrentó de inmediato la alta capacidad de resistencia y baja capacidad de victoria características de los sectores populares peruanos.
Alberto Fujimori supo cómo capitalizar la caída de la inflación y la captura del líder de la organización maoísta Sendero Luminoso: Abimael Guzmán, arequipeño como su rival Vargas Llosa y como su mejor aliado el jefe de los servicios de inteligencia Montesinos. Con el auxilio y consejo de este ‘monje negro’, Fujimori convocó elecciones presidenciales en 1995, donde ganó en primera vuelta con más del 67% de los votos derrotando a su mayor adversario Javier Pérez de Cuéllar, ex secretario general de la ONU.
En diciembre de 1996 militantes del movimiento Tupac Amaru tomaron por asalto la Embajada japonesa en Lima y durante 126 días retuvieron como rehenes a 126 personas. El secuestro terminó con la operación “Chavín de Huántar” ordenada por Fujimori que liberó la sede diplomática: perdieron su vida un rehén y dos militares y murieron o fueron ejecutados 14 guerrilleros.
A pesar de que la nueva Constitución peruana que había logrado imponer en 1993 se lo vedaba, Fujimori se postuló como candidato a un tercer mandato presidencial en el año 2000. Las ganó en el balotaje del 28 de mayo con el 74,33% de los votos. Pero sólo después de que su mayor rival competitivo, que después sería su sucesor, el economista Alejandro ‘el Cholo’ Toledo, retirara su candidatura y boicoteara la segunda vuelta llamado a la oposición a ir a las urnas pero para emitir un voto impugnado.
El 28 de julio asumió Alberto Fujimori e inició su tercera presidencia al tiempo que llegaba a Lima la histórica Marcha de los Cuatro Suyos organizada por su opositor Alejandro Toledo. Una sede del Banco Nación fue incendiada, y seis de sus empleados murieron entre el humo y las llamas.
Pocos meses después explotó el escándalo de los ‘vladivideos’. Estos videos de cámara oculta eran filmados por el propio Vladimiro Montesinos para filmar la corrupción de figuras políticas, empresariales o periodísticas compradas por el Gobierno. La filtración y difusión pública de varias de estas cintas motivó la fuga al exterior de Fujimori para evitar un mandato judicial de arresto. La renuncia japonesa por fax fue rechazada por el Congreso, que votó la deposición y fin del mandato presidencial invocando la cláusula de “incapacidad mental permanente” que había introducido en el nuevo ordenamiento político y legal peruano la Constitución fujimorista de 1993.
De la huida a la extradición, la condena, la cárcel y el indulto
Se ha dicho que Fujimori es el primer expresidente elegido democráticamente en el mundo que es declarado culpable de violaciones de los derechos humanos en su propio país. Pero incluso desde la prisión siguió atrayendo el apoyo de las bases populares.
A las acusaciones de violación de los DDHH en la represión de las guerrillas de izquierda de las que fue hallado culpable y por las que fue condenado a 25 años de prisión en 2009, se había sumado otra por la cual Alberto Fujimori se vio nuevamente ante la Justicia en los últimos dos años de su vida. La de haber sometido a la esterilización forzada a al menos 1300 mujeres andinas. Sucesivos testimonios, visibilizados y oídos desde 2009 hasta hoy, son la prueba de que más de 270 mil mujeres y 22 mil varones, en su mayoría de origen indígena, habrían sufrido esterilizaciones sin su conocimiento o sin su voluntad entre los años 1996 y 2001 en las regiones serranas del Perú.
Perseguido por mandatos internacionales de captura por delitos de lesa humanidad, el arresto le llegó en Chile desde donde fue extraditado en Perú. En 2009 fue condenado a 25 años de prisión. Estaba acusado de haber dado al escuadrón de la muerte ‘Grupo Colina’ la orden de masacrar en Lima en 1991 a 25 personas sospechosas de senderismo en Barrios Altos y de haberle ordenado otra masacre en la Universidad La Cantuta al año siguiente. También en 1992 el Presidente de facto ordenó los secuestros del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer, de los que fue condenado como mandante.
A estas acusaciones se sumó otra, por las que Fujimori se vio nuevamente ante la Justicia en los últimos dos años de su vida. La de haber sometido a la esterilización forzada a al menos 1300 mujeres andinas. Sucesivos testimonios, visibilizados y oídos desde 2009 hasta hoy, son la prueba de que más de 270 mil mujeres y 22 mil varones, en su mayoría de origen indígena, habrían sufrido esterilizaciones sin su conocimiento o sin su voluntad entre los años 1996 y 2001 en las regiones serranas del Perú.
Fujimori había solicitado en repetidas ocasiones un indulto presidencial, alegando que su salud se estaba deteriorando rápidamente en la cárcel. El 24 de diciembre de 2017, el presidente Pedro Pablo Kuczynski le concedió el indulto por razones humanitarias, solo tres días después de sobrevivir a una votación de destitución con la inesperada ayuda de los partidarios de Fujimori en el Congreso. El indulto desencadenó protestas callejeras y fue anulado al año por la Corte Suprema de Justicia. Fujimori volvió a prisión el 23 de enero de 2019.
En diciembre pasado, el Tribunal Constitucional de Perú ordenó la liberación de Fujimori, desafiando la orden de una corte internacional de que permaneciera en prisión. Algunos expertos describieron la decisión como un ejemplo del deterioro institucional de Perú.
El fujimorismo se ilusiona con el futuro
En 1974 Alberto Fujimori se casó con Susana Higuchi. Después del divorcio, su ex esposa se volvió una de las críticas más acérrimas de la Fujicracia peruana. Tuvieron cuatro hijos: Keiko Sofía, Hiro Alberto, Sachi Marcela y Kenji Gerardo. El fujimorismo dominó la política peruana mucho después de la caída de su líder en 2000. La hija mayor, Keiko, que había sido primera dama después de que sus padres se enemistaran públicamente, heredó la mayor parte de su base. Estuvo a punto de ganar la presidencia en 2011 y 2016 y fue la principal líder de la oposición del país durante varios años.
“El fujimorismo fue un régimen muy autoritario a partir de 1992, y fue también, como sabemos ahora, un régimen muy corrupto, que en conjunto fue más negativo que positivo para Perú. Contribuyó a establecer una cultura política muy polarizada y poco institucionalizada, y la sensación de que el país es casi ingobernable”, concluye el historiador Paulo Drinot, profesor del University College londinense, una evaluación y balance en The New York Times. Keiko Fujimori no concluye así su propio balance histórico post mortem: la huérfana ya está nuevamente en campaña y aspira a gobernar el Perú.
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