Los resultados de la primera vuelta electoral en Brasil patearon el hormiguero de la política. Los ganadores, perdedores, gobernadores, diputados, senadores y hasta algunos expresidentes salieron disparados a ubicarse detrás de Jair Bolsonaro o Luiz Inácio Lula da Silva, para la segunda vuelta del 30 de octubre. Pero los respaldos no son lineales, ni sus bases electorales obedecen de manera directa al trazado de sus dirigentes.
En el caso de Simone Tebet, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), la candidata se ubicó detrás de Lula pero no así su partido. En una muestra de que la ambigüedad además de imprecisión puede ser estrategia. En el caso de Fernando Henrique Carodoso, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el expresidente decidió respaldar a Lula. No así el gobernador de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite, del mismo espacio político, que peleará el 30 de octubre contra el candidato de Bolsonaro por la reelección. “Ni Lula ni Bolsonaro”, plantó bandera Leite.
El nuevo tramo de campaña exige armar nuevas estrategias, ahora con un solo rival. “Los segundos turnos son campañas de contraste fuerte, más negativas que propositivas. Quedan sólo dos candidatos y es como un duelo del Lejano Oeste”, dice desde São Paulo Guillermo Raffo, consultor político en las campañas de Paulo Pimentel del PT en 2010, Aécio Neves del PSDB en 2014 y Henrique Meirelles del MDB en 2018. “El gran desafío es sacarle votos a tu rival, ya que no queda nadie más. Esa es la forma más rápida de acortar la distancia”.
Moderar para ampliar
La estrategia para el segundo tramo de campaña, tanto para el candidato del PT como para Bolsonaro, será conseguir un desplazamiento hacia el centro. En el caso de Lula, este movimiento no implica una variación sino poner énfasis en la estrategia que viene desplegando el partido. “Lula necesita convencer que va a mantener las políticas fiscales y económicas”, dice Paulo Abrão, director de la organización Washington Brazil Office. En definitiva, demostrar que es un actor confiable para el mercado.
Pero también, deberá lograr presentarse como el candidato que mira los problemas del presente con perspectiva de futuro. Si algo ha sido cuestionando en la primera etapa de la campaña del PT es la mirada demasiado nostálgica de los logros del pasado. Este tiempo exige mirar los problemas estructurales de Brasil como la desigualdad social pero también incorporar otros más novedosos como el reclamo ambiental.
En el caso de Bolsonaro, moderar implica hacer una campaña desde cero. Si en las semanas previas a las elecciones, el candidato del Partido Liberal (PL) apostó a asegurar sus bases electorales mediante un discurso radicalizado, en los próximos días intentará matizar las consignas y suavizar el tono. “Bolsonaro necesita convencer que no es extremista, que puede ser un conservador moderado y democrático”, dice el director Washington Brazil Office.
La pregunta es si podrá hacerlo. “Cuando intenta moderar su discurso, no convence ni propios ni ajenos”, dice Raffo. Después del reconocimiento apacible de los resultados, el presidente de Brasil intentará presentarse como presidente más que como candidato. Esto explica porque la estrategia de comunicación de campaña queda tironeada entre el equipo de Presidencia y el partido, lo que termina por empantanar aún más la relación con la prensa.
Bolsonaro busca superar el candidato-mito de 2018, el gigante de piedra que terminará con todo lo anterior, para ser el presidente sin traje pero con cobraba, de media sonrisa pero mensaje intimidante, que muestra en el nuevo material de campaña. Sin embargo, la paciencia y la moderación no es su principal atributo. El desenfreno con el que se mostró el viernes, por el vacío meditado de definiciones por parte del PT, confirman que la tarea para Bolsonaro no será sencilla.
De todos modos, el candidato del PL tiene un punto a su favor. Bolsonaro parte del cimiento que ha dejado la victoria de su partido y los aliados en el Congreso en el primer turno. “Si queremos un gobierno de paz y armonía, no podemos tener un presidente de un lado y un Congreso del otro”, advierte el video de campaña. El presidente buscará convencer a la mayor cantidad de electores posible diciendo que ahora tiene las condiciones para gobernar.
Los respaldos políticos
En este punto Lula, un candidato que confía en los partidos políticos, ha decidido armar un arco de más de diez siglas que lo acompañen en el camino a la presidencia, entre las que están el PCdoB, el Partido Verde, Rede, entre otros. En cambio, Bolsonaro, el presidente sin partido, el diputado que desprecia las estructuras políticas, apuesta a cerrar nombre por nombre a los candidatos, consiguiendo apoyo de gobernadores, alcaldes y diputados de alta exposición pública.
Pero los respaldos no son lineales. Simone Tebet, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), se ubicó detrás de Lula pero no así su partido. En una ambigüedad estratégica, propia de este espacio político, Baleia Rossi, presidente del MDB, dio libertad de acción para hacer campaña por quien cada a uno quiera. De este modo, Ibaneis Rocha, reelecto gobernador de Brasilia, también del MDB, no dudo en acompañar a Jair Bolsonaro.
Por su parte, Ciro Gomes anunció que seguirá la decisión del Partido Democrático Trabalhista (PDT) de respaldar a Lula. Pero la rivalidad vanidosa que Ciro ha querido construir con el candidato del PT le impidió ni siquiera nombrar al expresidente.
Tampoco son reposicionamientos sencillos para los dirigentes del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). El expresidente Fernando Henrique Carodoso expresó su apoyo a Lula, al igual que el dos veces candidato a presidente por este partido, exministro de Michel Temer y exgobernador de São Paulo, José Serra, que no encuentra ninguna contradicción en acompañar en su estado al exministro de Bolsonaro, Tarcísio de Freitas, para gobernador.
La pelea por el Nordeste y Mina Gerais
Bolsonaro buscarán acortar la distancia en aquellos distritos en los que la diferencia ha sido muy marcada. En la región del Nordeste, lugar de origen de Luiz Inácio Lula da Silva, el PT consiguió casi el 70% de los votos. En Salvador, capital del estado de Bahía, Lula con 67% logró una distancia de 24 puntos sobre Bolsonaro, resultado similar al de Pernambuco y hasta en Ceará, bastión del candidato del PDT, Ciro Gomes.
Por eso Bolsonaro apunta a aumentar los votos en esta región. “Lula ganó en nueve de los diez estados con mayor tasa de analfabetismo. ¿Saben cuáles son estos estados? Son de nuestro Nordeste”, dijo Bolsonaro en sus redes sociales. Eso le dio pie a Lula para definir a Bolsonaro de “monstruo negacionista”. “No caigan en narrativas que pretenden enfrentarnos a nuestros hermanos del Noreste. La izquierda divide para conquistar”, respondió Bolsonaro.
En el caso de PT, Mina Gerais y la ciudad de São Paulo se han convertido en distritos cruciales. “El desafío de Lula es ganar votos en la región Sudeste y Sur, las más desarrolladas del país”, dice Paulo Abrão. En Minas, tercer distrito en volumen electoral, Lula consiguió imponerse con el 48% ante Bolsonaro con el 43%. Sin embargo, Romeu Zema Neto, actual gobernador por el Partido Nuevo (Novo), consiguió su reelección con 56% de los votos. Zema confirmó el martes que apoyará al Jair Bolsonaro en la segunda vuelta.
La identidad religiosa
Dos días después del primer turno, la campaña del PT ha salido a decir que Luiz Inácio Lula da Silva “no tiene un pacto ni jamás conversó con el diablo”. El absurdo responde a los ataques de la campaña de Jair Bolsonaro que buscan asociar a los aliados del presidente intentan con Satanás, en un intento de disuadir a los votantes evangélicos del PT.
“Lo que está consiguiendo hacer el presidente es capturar buena parte del voto evangélico mediante un proceso retórico de demonización del PT”, dijo Esther Solano a elDiario.es en esta entrevista previa a la elección. Bolsonaro apuntará a acercarse a los fieles católicos, mientras Lula a las iglesias evangélicas. Objetivo que, de todo modos, no es nuevo.
De todo modos, Bolsonaro ha perdido en esta elección una parte significativa de los votos evangélicos, según analiza Pablo Semán, sociólogo especializado en religión. Entre los votantes evangélicos, Bolsonaro consiguió en 2018 64% contra el 51% de este domingo. Mientras que, en el caso de Lula, el respaldo para el PT pasó del 24% en el segundo turno de 2018 al 38% del primer turno en 2022. Lo que confirma que el voto evangélico no es botín de ningún candidato.
Al fin de cuentas, la pregunta es quién tendrá una nueva oportunidad. ¿Lula merece volver o Bolsonaro merece seguir?. “Y ahí están casi empatados, con una leve ventaja para Lula”, dice Raffo.
AO