Elecciones en Colombia 2022 - Análisis

Un ex guerrillero en la Casa de Nariño

19 de junio de 2022 23:43 h

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Como Belisario Betancur, tres veces fue candidato Gustavo Petro y la tercera vez fue elegido presidente de Colombia. Fue durante la presidencia del conservador Betancur que el 6 de noviembre de 1985 la guerrilla del M-19 tomó de rehenes a la Corte Suprema y al Consejo de Estado. La veloz y violenta respuesta de la Fuerza Pública costó 101 muertes, 11 desapariciones, decenas de personas heridas.  Ayer domingo 19 de junio, Petro, ex guerrillero del M-19, ahora limpio y amplio vencedor del balotaje al frente una histórica alianza de las izquierdas, pidió la céntrica Plaza Bolívar para su primera alocución al pueblo colombiano después de la victoria. Habría estado rodeado por el Palacio de Justicia de la vieja masacre, el Capitolio Nacional sede del Congreso donde fue Senador entre 2006 y 2009, el Palacio Liévano donde fue Alcalde Mayor entre 2012 y 2015, y la Catedral Metropolitana. Por razones de seguridad, el primer discurso del presidente electo fue en el Movistar Arena. Las primeras palabras del candidato triunfante del Pacto Histórico desde el escenario multipropósito más importante del país fueron “Este es un día histórico”. Lo era.

La jornada histórica del Pacto Histórico

Ya lo había dicho, minutos antes, la vicepresidenta electa, Francia Márquez. El 7 de agosto, a una cuadra de la Plaza Bolívar, el sexagenario Petro asumirá como presidente en la Casa de Nariño, el Palacio Presidencial: por primera vez en 214 años, la izquierda llegaba al gobierno en Colombia.

A diferencia de las restantes repúblicas latinoamericanas, los presidentes colombianos se habían repartido en los siglos XIX entre el Partido Conservador y el Partido Liberal. En el siglo XXI el gran ganador en todas las elecciones había sido la versión extremada del conservadurismo del derecha que tuvo a su caudillo en Álvaro Uribe, dos veces ganador de la presidencia en primera vuelta, en 2002, y, gracias a la reforma que permitió la reelección, nuevamente en 2006. Las C, las L, las U, omnipresentes en los últimos 20 años, fueron las grandes perdedoras en la primera vuelta, y estuvieron ausentes en la segunda.

El Partido uribista, que llevaba el nombre equívoco de Centro Democrático, es el del actual presidente Iván Duque, uno de los primeros en felicitar a Petro. Le aseguró o prometió al presidente electo una transición democrática, ordenada, técnica, como Fernando Henrique Cardoso a Lula en 2003. El triunfo de Petro fue holgado. Desde la primera vuelta, había pedido un millón de votos más para ganar la segunda vuelta, y recibió dos millones y medio más. La participación electoral fue récord en el milenio, sólo superada por la de las presidenciales de 1998. También fue record en voto, y superó al anterior récord, que fue de Duque, en 2018.

Gabriel anunció a Gustavo: antes de Colombia fue Chile

La gran analogía aquí es con el proceso chileno que llevó a la presidencia a Gabriel Boric, candidato de una coalición de izquierda sin adjetivos limitativos. Estas dos prósperas naciones andinas sudamericanas con costas en el Océano Pacífico, integrantes exclusivos de la OCDE, el club de los países ricos del mundo, con gobiernos de derecha, vivieron en octubre y noviembre de 2019 un estallido social, que en el caso colombiano volvió a repetirse, con mayor virulencia de la represión, en el paro nacional de abril de 2021.

En los dos casos, el detonante había sido un aumento de las erogaciones impuesto con torpeza a las clases con menos recursos (precio del transporte en Chile, reforma impositiva en Colombia). Tanto como el desangramiento de las economías modesta, la percepción de la inepcia planificadora de las élites hizo salir a las calles “a la gente de a pie, a los nadies”, en palabras del discurso de ayer de Francia Márquez.

La desigualdad social resultado de las políticas económicas neoliberales y de administraticiones políticas tecnocráticas era el centro de los reclamos. El pedido a la Fiscalía General de liberar presos políticos, por Petro, en su primer discurso, fue otro de los paralelos: las mismas deudas en Santiago y en Bogotá.

El siglo XXI sudamericano ya había visto por primera vez a un obrero entrar como presidente en Planalto, a un indio en el Palacio Quemado, a un ex tupamaro en el Palacio Estévez. El 7 de agosto, un ex M-19 sucederá a Iván Duque en la Casa de Nariño.

Un pacífico debut

Gabriel Boric y Lula fueron de los primeros en felicitar al compañero (y a la compañera Francia Márquez), Evo Morales uno de los primeros en felicitar al hermano (y a la hermana afrocolombiana), el venezolano Diosdado Cabello en felicitar al bolivariano (sin mención en ese trino para la vicepresidente electa). Que un ex guerrillero entrara como presidente a la Casa de Nariño todavía faltaba.

Ya un obrero había entrado por primera vez en Planalto, un indio en el Palacio Quemado, un ex tupamaro en el Palacio Estévez. Si esto había podido ocurrir, se debía a los Acuerdos de Paz firmados con las FARC (faltar acordar con el ELN), a que la violencia de guerrillas, paramilitares, narcos, no había sido tema de campaña. También Timochenko fue uno de los primeros en felicitar.

Todos los partidos se disuelven en el espacio

La primera vuelta del 29 de mayo marcó la cúspide y el clímax de un proceso largo, que a partir de ese día vive consecuencias decisivas. El gran enemigo de las presidenciales 2022 era el Establishment, que en Colombia definen como Establecimiento. En particular, la sección política de esa amalgama de élites, a la que Podemos dio en España un nombre que hizo fortuna entre izquierdas y derechas, la 'casta'. El repudio a la casta, al Establecimiento administrativo, burocrátrico, clasista, centralista, tradicional, elitista, ganaba votos repudio.

Los dos espacios políticos que llegaron a segunda vuelta, el vencedor Pacto Histórico y la vencida Liga de Gobernantes Anticorrupción del septuagenario empresario Rodolfo Hernández y su también afrocolombiana compañera de fórmula Marelen Castillo, ni eran partidos, ni tampoco coaliciones de grandes, medianos y pequeños partidos. El primero era una reunión acordada de movimientos de una nueva izquierda arcoirisada, con demandas sociales variadas. La segunda fue una reunión de fuerzas y voluntades individuales y colectivas que funcionaban articuladas según la lógica de las redes sociales y que se comunicaban a través de ellas, con un mensaje de forma populista y fondo libertario, contra la corrupción del gobierno y el despilfarro de los recursos públicos.

El Pacto derrotó a la Liga. Los partidos perdieron y los espacios ganaron. Pero junto a los partidos, hay también un espacio que parerce haber muerto o desaparecido, y, en las transformaciones, en el curso de reconfigurarse, no haber hallado su representación. Es el espacio político centrista. El centro parece haber desaparecido.

Con dos focos, pero sin centro

Buena parte de su caudal de votos centrista (junto a otros del derechismo uribista) fluyó, sin duda, a la Liga. Según la ley colombiana, Hernández gana una banca en el Senado y Castillo en Diputados, por haber llegado a la segunda vuelta. Pero la Liga, que obtuvo diez millones y medios de votos, no tiene representantes en el Congreso. Una oposición casi equivalente al oficialismo, sin voz ahora, después de haber sido derrotada por los votos.

Razonablemente, es una preocupación mayor para Petro. A ella dedicó el principio de su primer discurso, cuando anunció que el suyo será, cristianamente, un gobierno del amor al enemigo.

AGB