La barca ebria está lista para zarpar. No es un verso apócrifo del famoso poema de Rimbaud, sino algo más terrenal y vulgar: la nave que comanda el volcánico Donald Trump. Este lunes 20 volverá a asumir la presidencia de Estados Unidos. El magnate condenado vuelve a la Casa Blanca contra todo y a pesar de todo.
El mundo se prepara para este segundo mandato con sentimientos encontrados. Ya conocen a Trump, sus excentricidades, su agresiva forma de negociar, los principios –si es que pueden llamarse así– que guían sus políticas. El asunto es que con él, siempre hay lugar para las sorpresas.
En China volverán a apostar por que la relación no se salga de los cauces normales. El vicepresidente chino viajará a la asunción; es el primer funcionario de alto rango del país asiático en viajar con ese propósito. Antes, Trump y Xi Jinping dialogaron sobre lo que vendrá, y prometieron trabajar para hacer un mundo más “pacífico y seguro”.
Días atrás, se informó que China logró en el 2024 un superávit de 1 billón de dólares con el mundo. Para Estados Unidos, que pierde en la balanza comercial con el gigante asiático, se trata de un tercio de su déficit total. No obstante, muchos, entre ellos Trump y su futuro ministro de Exteriores, Marco Rubio, piensan que de seguir así, China podría arrollar las industrias del resto del mundo. Solo la propia quedaría en pie.
Las negociaciones prometen ser duras.
En Europa, la llegada de Trump depende del gobierno al que se le pregunte. En Alemania, la principal economía europea –ahora en recesión por segundo año–, se celebran elecciones en febrero. Se descuenta que la socialdemocracia deje el centro del ejecutivo. Quien tiene más chances de liderar un nuevo gobierno es Friedrich Merz, de la Unión Cristianodemócrata Alemana (CDU); el partido al que pertenecía Ángela Merkel. La cuestión es con quién formará gobierno. Una opción es que se alcance una gran alianza con la socialdemocracia. Otra, menos probable, es que se forme un ejecutivo con la ultraderecha, el partido Una Alternativa para Alemania (Adf).
Lo que impide ese escenario es todo el ruido que envuelve a la Adf, sobre todo el de los últimos días con Elon Musk como protagonista. El “maligno” dueño de Tesla (según palabras de Steve Banon) lleva varias semanas militando a la líder de la ultraderecha alemana, Alice Weidel. Días atrás le hizo una comentada entrevista en X. La reacción de los dos partidos tradicionales fue furibunda. Olaf Scholz, el actual canciller en desgracia dijo que Musk pone “en peligro el desarrollo democrático de Europa, nuestra comunidad, y debe ser criticado”. Merz, por su parte, dijo que no recordaba un caso “comparable de injerencia electoral de un país amigo en la historia de las democracias occidentales”.
Con este marco, no parece probable que Merz acepte en su gobierno a Weidel, pero si lo hiciera, Musk y Trump contarían con una aliada en el principal país de Europa.
En Reino Unido se da una situación similar. El dueño de Tesla lleva meses criticando al primer ministro laborista. En las últimas semanas apuntó contra él y funcionarios de su gobierno en un caso de violaciones a menores. La respuesta del líder británico fue muy moderada, inglesa, criticó a aquellos que sostienen “mentiras” y desinforman. Lo interesante es que Musk también se enemistó con Nigel Farage, el hombre fuerte de la ultraderecha británica. En cualquier caso, sería un punto total de inflexión que Washington y Londres se distanciaran. Alguna forma de permanecer aliados hallarán.
Francia está sumida en el caos político hace meses. Quizás por ello en el Elíseo no encuentren tiempo para pensar en cómo enfrentar a Trump. Todo apunta a resolverse en el 2026, cuando se celebren elecciones presidenciales. Emmanuel Macron ya no podrá reelegir, mientras que Marine Le Pen intentará que, de una buena vez, le alcancen los votos para llegar a la presidencia. En ese caso, Washington y París encontrarán puntos en común, como su guerra contra la agenda woke y la inmigración.
España e Italia, por último, son dos casos opuestos. Pedro Sánchez no se anduvo con vueltas. A principios de este mes dijo que Musk encabeza una “internacional reaccionaria” que “ataca abiertamente a nuestras instituciones, azuza el odio y llama abiertamente a apoyar a los herederos del nazismo en Alemania en las próximas elecciones”. El dirigente socialista puede convertirse en el único representante del progresismo entre los grandes países europeos con voz para enfrentar al trumpismo. Habrá que ver si le salen las cuentas. En su poder, un activo, la base militar de la OTAN en la ciudad española de Rota. En la gatera, mientras tanto, la derecha espera recuperar los vínculos que el expresidente Aznar tejió con Marco Rubio.
Italia, por su parte, aspira a convertirse en el mejor embajador europeo de la Casa Blanca. La primera ministra Meloni fue la única dirigente de entre los grandes de Europa en encontrarse con Trump antes de la asunción. A diferencia del “breve encuentro” (CNN dixit) de Milei con Trump durante una gala en Miami a mediados de noviembre, la dirigente italiana cenó con el magnate, y ambos vieron un polémico documental sobre la justicia estadounidense. El día después, uno de los ministros de Meloni dijo que Italia podía actuar como un “puente” entre Estados Unidos y Europa. Ambos dirigentes comparten también el odio por lo woke, y tienen en su agenda la problemática de los inmigrantes. De todas formas, Meloni ha dado varias muestras de estar preocupada por la industria de su país. Una guerra comercial con Washington afectaría la ya frágil economía mediterránea. Así y todo, Italia ocupa una posición estratégica entre Europa y Medio Oriente y el norte de África. La situación militar, social, y vinculada a recursos naturales en dichos territorios importa en la Casa Blanca. Meloni tiene con qué negociar llegado el caso.
La oportunidad de Milei
En la Casa Rosada pueden fantasear con que Argentina sea también un “puente” entre Estados Unidos y América Latina. El dirigente argentino es también un conocido antiwoke, gran “amigo” de Elon Musk, y, sobre todo, un ferviente adulador de la cosmovisión estadounidense. Todo ello, sumado a la apuesta pública que hizo por Trump, podrían acercarlo al presidente electo. El problema es que Milei tiene poco que ofrecer a cambio en un virtual escenario de negociaciones.
Un caso que puede volverse representativo del resto es el de la industria del Gas Natural Licuado (GNL). Antes de asumir, Trump dejó en claro que los hidrocarburos serían uno de los sectores bendecidos de su administración. Con Rusia sancionado por la guerra en Ucrania, las empresas de GNL norteamericanas han estado haciendo grandes negocios en Europa. Un informe reciente de Standard and Poors estima que la capacidad exportadora de gas licuado de Estados Unidos podría duplicarse en los próximos cinco años. Para ello, se necesitan más inversiones. ¿Habrá resto para invertir en Vaca Muerta?
El horizonte no es sencillo para la industria de los hidrocarburos argentinos ante el apetito del país del norte, pero también de otros jugadores como Qatar, Canadá y Mozambique.
Lo que Milei puede ofrecerle a cambio a Trump para que el FMI acompañe la bicicleta financiera de Caputo en el 2025, entra en el orden de las especulaciones. Ciertamente no serán los discursos. Ya sabemos lo que pasó en el escenario de la gala de Miami cuando una humilde anfitriona retiró sutilmente al presidente argentino. ¿Con qué negociará el paleolibertario en la agresiva mesa de Trump? ¿Gestiones diplomáticas en Venezuela? No lo sabemos, pero es indudable que Javier Milei se encuentra en un lugar privilegiado de cercanía al próximo presidente de Estados Unidos. El tiempo dirá si sirvió para algo.
AF/MG