Misión imposible: esterilizar a los 170 hipopótamos de Pablo Escobar

Antonio Martínez Ron

25 de febrero de 2024 11:10 h

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Esterilizar a un hipopótamo en mitad de un corral embarrado, rodeado de personas y a más de 40 grados de temperatura, es un desafío hasta para el veterinario más experimentado. “Es muy estresante”, explica Gina Serna, la profesional que ha realizado la mayoría de las esterilizaciones de los hipopótamos del río Magdalena, en Colombia. “Se genera una gran tensión, porque está en juego la vida del animal y también la del personal, si este se despierta”.

Previamente, el equipo ha atraído al hipopótamo hasta el lugar mediante un sendero de zanahorias y le ha disparado un dardo tranquilizante. A partir de ahí, la anestesia les proporciona una ventana de tiempo de una hora que no se puede prolongar debido al riesgo de que el animal sufra hipotermia, bradicardia o que muera durante la operación.

Este despliegue forma parte del plan del Gobierno colombiano de llegar al objetivo de esterilizar 40 hipopótamos por año, una meta muy poco realista teniendo en cuenta la falta de medios y que apenas se ha alcanzado la docena de esterilizaciones en más de una década de trabajo.

Hay unos 169 hipopótamos en el río Magdalena, descendientes de los cuatro ejemplares que Pablo Escobar importó en 1981 para su zoo

El último recuento oficial indica que hay unos 169 hipopótamos a lo largo de la cuenca del río Magdalena, descendientes de los cuatro ejemplares que el famoso narcotraficante importó de un zoológico de Estados Unidos en 1981 para su colección de animales exóticos en la Hacienda Nápoles. Los hipopótamos quedaron en libertad en el río tras la muerte del narco y han avanzado a través de 400 km de su cuenca, convertidos en la especie invasora de mayor tamaño del mundo y en una amenaza para el ecosistema.

Esterilizaciones contrarreloj

“El convenio lo iniciamos en octubre y teníamos como horizonte hacer 20 esterilizaciones, pero solo hemos alcanzado a hacer seis, y con muchas dificultades”, explica David Echeverri, jefe de la Oficina de Gestión de la Biodiversidad de Cornare a elDiario.es. El coordinador de las operaciones recuerda los comienzos en 2013, cuando perseguían a los animales en campo abierto, antes de diseñar la estrategia del cebo y el corral. “Eso fue muy peligroso”, asegura. “Yo no sufrí un accidente con esos animales de milagro”. Incluso ahora, con un sistema para atrapar hipopótamos bien diseñado, se multiplican las dificultades, porque los animales se arrancan los dispositivos de seguimiento y han aprendido a sortear las capturas. “Tenemos que hacer todo con más calma y tratar de que los animales vuelvan a coger confianza para que entren al corral”, dice Echeverri. “Y eso no se hace muy rápido ni con presiones”. 

La dificultad de las cirugías llevó a los especialistas a probar una técnica conocida como inmunocastración. El sistema consiste en administrar una medicación llamada GonaCon mediante dardos, para detener la producción de óvulos y espermatozoides. “Lo elegimos porque se dirige a la hipófisis e inhibe la liberación de hormonas tanto masculinas como femeninas”, explica Serna. A finales de 2021 se firmó un convenio con el Gobierno de Estados Unidos, que es el único fabricante, por el que se donaron las primeras dosis, pero las segundas tomas hay que pagarlas —cada dardo de esta sustancia vale más de 200 dólares— y se han quedado sin presupuesto. “Estamos a la espera de que algún buen samaritano nos done el dinero para seguir con el programa”, confiesa Echeverri.

El “hipopótamo en la habitación” 

Debido al crecimiento descontrolado de la población, los hipopótamos de Pablo Escobar empiezan a estar en todas partes. El pasado 23 de abril, un vehículo que circulaba por la autopista que une Medellín con Bogotá chocó contra uno de estos gigantes y lo mató en el acto. La escena que grabaron los conductores que pasaban por el lugar era digna del realismo mágico. Unos meses antes, dos hipopótamos se pasearon por las calles de la localidad de Puerto Triunfo, y en varias ocasiones han atacado a campesinos, han tenido encuentros con turistas y han puesto en fuga a algún espontáneo que intentaba torearlos.

La mayoría de estos encuentros se han producido en el entorno de la Hacienda Nápoles, convertida en un parque temático y epicentro de la narcocultura y donde residen alrededor de 80 hipopótamos, pero el principal problema lo constituye el resto, los que se han dispersado a 400 km del punto de partida y se encuentran en lugares de difícil acceso. Debido a la ausencia de depredadores naturales, sus tasas de reproducción se han disparado. Los científicos calculan que a partir de 2035 la población puede superar los 1.000 individuos, por lo que urge tomar medidas antes de que produzcan daños irreversibles en otras especies.

“Independientemente de los números, los modelos nos dicen que la población crece exponencialmente y no está teniendo freno”, sostiene Germán Jiménez, biólogo de la Pontificia Universidad Javeriana y uno de los expertos que estudia de cerca esta invasión. En su opinión, lo más preocupante sería que estos animales alcanzaran la depresión Momposina, una zona de humedales que se parece mucho a su hábitat natural en África. 

“Están transformando el entorno, producen cárcavas y hundimientos fuertes en el suelo, generan caminos y un enorme flujo de material desde el suelo firme que afecta a las condiciones del agua, desde el pH a la concentración de oxígeno, que está poniendo en peligro a especies locales como el manatí”, describe Jiménez. Además, recalca, se han conocido casos de crías capturadas y transportadas a otras regiones de Colombia, con el riesgo de que la triste historia de los hipopótamos de Escobar se repita algún día en otras cuencas.  

Se han conocido casos de crías capturadas y transportadas a otras regiones de Colombia, con el riesgo de que la historia se repita algún día en otras cuencas

El problema, a juicio de Jiménez, es que la administración está paralizada por la presión social y no aplica las cacerías de control que recomiendan los expertos. Oficialmente, el gobierno defiende tres estrategias para controlar la población de hipopótamos: la reubicación en zoológicos y santuarios de animales en el extranjero, el control de la fertilidad y la “eutanasia ética”. Pero las circunstancias sociales y culturales han convertido la muerte de cualquiera de estos animales en un tabú e incluso fue prohibida por orden judicial. El país se enfrenta a lo que Jiménez y otros han llamado “el hipopótamo en la habitación”, un problema gigante en el que todos miran para otro lado.

La memoria de “Pepe”

La polémica más reciente se ha producido a raíz de la publicación en 2023 de un informe liderado por el Instituto Humboldt sobre las medidas que se deben adoptar, entre las que se incluye la “caza controlada”, lo que ha causado un fuerte rechazo de grupos de defensa de los derechos de los animales. En la memoria colectiva está el caso de Pepe, un hipopótamo de tonelada y media cuyo comportamiento agresivo llevó al ministerio de medio ambiente a encargar su muerte a un grupo de cazadores en 2009. “Lamentablemente —recuerda Germán Jiménez— algunos miembros del ejército, que había ayudado a acordonar el área, se tomaron fotos con el cadáver del animal y las publicaron en las redes sociales”. Y aquella foto recordaba demasiado a las que se habían sacado la policía y el ejército con el cuerpo de Pablo Escobar unas décadas antes, por lo que tuvo un gran impacto en la opinión pública. 

La proliferación de las especies invasoras perjudica gravemente a los animales y plantas autóctonos. Pero la solución del sacrificio de ejemplares genera una fuerte oposición. Sucedió en Italia con el plan de caza de ardillas grises, en Australia con los caballos salvajes y, más recientemente, en Madrid por el sacrificio de cotorras. En noviembre de 2023, ante la constatación de que la esterilización de los hipopótamos no va a ser suficiente, el mero anuncio de la publicación de un borrador para la discusión sobre si aplicar la eutanasia ética a algunos de los animales despertó una fuerte reacción de muchos defensores de los animales y críticas de biólogos que consideran extremadamente costoso y difícil el procedimiento.

¿La caza inevitable?

Algunos de los biólogos que estudian la invasión de hipopótamos, como Nataly Castelblanco, defienden abiertamente la caza controlada como solución para atajar un problema medioambiental muy grave, lo que le ha costado campañas de insultos y amenazas. “El Gobierno no ha dicho de manera explícita que no se debe hacer el control, lo que pasa es que no lo han puesto en práctica y se ha quedado en palabras”, explica a elDiario.es. “Están poniendo mucho cuidado para evitar que ciertos grupos sociales se les vayan encima si llegan a matar a los hipopótamos”, añade. “Es un tema bastante delicado, porque los hipopótamos son animales muy carismáticos y esto tiene implicaciones sociales”.

Ella y otros científicos aseguran que la caza de control es la más efectiva y rápida y es lo que Colombia debería cumplir como firmante del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), que establece la necesidad de controlar el crecimiento poblacional cuando una especie invasora ya se ha establecido en el área no nativa. Y sostiene que la esterilización imposible por la que apuestan las autoridades no es la solución. “Es un proceso costosísimo y la cantidad de animales que es posible esterilizar es muy baja”, insiste Castelblanco. “Además, si devolvemos a estos animales a la vida silvestre lo que estamos haciendo es simplemente devolver otra vez el problema de pisoteo, de contaminación de los cuerpos de agua, de amenaza para la gente, etc.”. Al ignorar a la ciencia, defiende, se están desperdiciando tiempo y dinero muy valiosos.

Estamos en una situación social en la que esos animales son muy bien percibidos y la gente los quiere, con lo que el tema se vuelve más complejo

Germán Jiménez y su equipo han participado en los censos de hipopótamos que se hacen bajando el curso del río Magdalena y ha sido testigo de la dificultad de encontrarlos en muchas de las zonas por las que han avanzado. “Vemos las huellas, sabemos que el animal está por ahí pero no sabemos dónde, porque puede estar debajo del agua y en cualquier momento sale, tumba el bote y ataca a todo el mundo”, relata. 

En el recorrido por estas áreas entrevistaron a la población local y comprobaron que está dividida. “Nos encontramos un panorama en el que había benefactores y detractores de la presencia del animal”, recuerda. Entre quienes los defienden estaban aquellas personas que viven de la presencia de esta especie. “Porque son reclamo turístico de la Hacienda Nápoles y el legado de Pablo Escobar”, señala el experto. “Hasta están organizando excursiones en las que invitan a la gente a admirar los paisajes de África, toda una ironía”.  

El tiempo de esterilizar ya pasó

Desde su larga experiencia hasta enero de 2023, cuando pasó a trabajar para una ONG, la veterinaria Gina Serna cree que las esterilizaciones estuvieron bien por un tiempo pero no son suficientes, por el desgaste del personal y el coste económico. “Solo se está trabajando en una zona y los hipopótamos ya están distribuidos por muchas partes de Colombia”, argumenta. “Siento que en un principio podría haber funcionado, pero nunca se tuvieron los recursos suficientes. Creo que en este momento es otra la aproximación que se necesita, enfocada en los individuos que están fuera de control, los que se encuentran en zonas más apartadas y que pueden generar más peligro de atacar a la gente”.

“Yo nunca he dicho que la esterilización sea la solución a la problemática”, afirma Echeverri. “La solución de fondo tiene que ser que uno retire toda la población de hipopótamos, pero mientras tanto por lo menos hacemos algo, porque los animales siguen reproduciéndose y la población cada vez es más grande”. El coordinador del operativo de Cornare siente que han estado maniatados todo este tiempo por la falta de presupuestos y herramientas. “Y estamos en una situación social en la que esos animales son muy bien percibidos y la gente los quiere, con lo que el tema se vuelve más complejo”. 

Creo que en este momento es otra la aproximación que se necesita, enfocada en los individuos que están fuera de control, los que se encuentran en zonas más apartadas

Entre las muchas soluciones que se han barajado, se habla de capturar a los animales y enviarlos a zoológicos y reservas de países que lo han pedido, como México, India o Ecuador, pero sigue siendo un proceso muy costoso y no muy lógico, según Germán Jiménez. “¿Qué sentido tiene llevárselos a otro lugar donde van a ser igualmente especies invasoras?”, se pregunta. Mientras tanto, los vídeos de encuentros de la gente con los hipopótamos se multiplican en redes sociales, como si la desgracia estuviera esperando a ocurrir. 

“Estos animales ya se acostumbraron a estar cerca de la gente, se van a acercar cada vez más y van a producir más conflictos”, advierte Jiménez. Hay vídeos de hipopótamos persiguiendo a lanchas a gran velocidad y no hay que olvidar que este animal es el principal causante de muertes en África. “Hasta ahora no ha habido muertos, pero está dentro de las consideraciones”, apunta. “No me imagino qué puede pasar cuando un animal de estos vuelque una de esas lanchas cargadas de gente, donde van adultos y niños. Quizá habría que actuar antes de que suceda”.