Un Olaf Scholz impertérrito pide unidad en la sede del partido en Berlín. Es noviembre de 2019, y acaba de perder la carrera por la presidencia del Partido Socialdemócrata (SPD) de Alemania. En un resultado sorprendente, el candidato del establishment, el vicecanciller al que le quedan aún dos años de mandato por delante, cae ante el dúo de izquierdas formado por Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken, poco conocidos y críticos con el Gobierno de “gran coalición” de Angela Merkel. Scholz se queda fuera. Es una de las mayores derrotas de su carrera política.
No tan rápido. Apenas nueve meses después, Scholz es designado como candidato a reemplazar a Merkel al frente de la cancillería en las elecciones de septiembre de 2021. El partido reconoce que la decisión puede resultar controvertida, pero cierra filas. Lo consideran el más indicado para captar votos de centro y disipar los temores de un giro a la izquierda. “Quiero ganar”, dice Scholz.
Es agosto de 2020. Las encuestas colocan al SPD por debajo de los Verdes y el bloque conservador (CDU/CSU) en intención de voto. Llevan meses en tercera posición, por debajo del 18%. El obituario de los socialdemócratas ya estaba escrito.
No tan rápido. Con la campaña a punto de entrar en su recta final a finales de agosto, los socialdemócratas protagonizan una sorprendente remontada en los sondeos, a los que dan la vuelta hasta situarse primeros, por encima del 25%, dejando atrás a sus rivales. Si se pregunta a los alemanes a quién quieren como próximo canciller –un indicador simbólico, puesto que Alemania es un sistema parlamentario, no presidencialista– la proporción que se decanta por Scholz es aún mayor, más del 35%, según la última actualización del rastreador de encuestas de New Statesman.
Olaf Scholz llega este domingo como favorito a las elecciones generales más abiertas de los últimos tiempos en Alemania, aunque su ventaja en los sondeos se ha reducido en la recta final de la campaña a medida que la CDU/CSU ha ido acortando distancias. En unos comicios atravesados por el adiós de Angela Merkel tras 16 años en el poder, el candidato socialdemócrata se ha presentado como garante de la estabilidad y se le ha atribuido el mérito de la subida de su partido en las encuestas, un fenómeno que muchos analistas han calificado como “efecto Scholz”.
“No hay duda de que Scholz ha demostrado ser el mayor activo del SPD hasta ahora”, dice a elDiario.es UÄur Tekiner, investigador especializado en el SPD del Departamento de Política y Estudios Internacionales de la Universidad de Cambridge. “Para un partido que se ha dado por perdido durante tanto tiempo, el efecto Scholz ha llegado a significar la consecución de la cohesión interna, la claridad ideológica y la relevancia política de nuevo”.
Poco carismático, pero popular y veterano
Se dice a menudo que parece más un trabajador de la banca o un contable que una estrella de la política. Situado en el ala centrista del partido, Scholz es un hombre amable, reservado y rara vez pierde la calma. Se le reprocha que le falta carisma, y a veces se le etiqueta como aburrido. Su capacidad para comunicar también se ha puesto en entredicho. Hace tiempo, el periódico Die Zeit le puso el apodo de “Scholzomat” –un híbrido entre su nombre y automat (máquina, autómata)– por su cadencia monótona al hablar, su rostro inexpresivo y su discurso tecnocrático, aparentemente robótico.
Sin embargo, Scholz también es un político veterano, experimentado y conocido en el país. Además de ser el vicecanciller desde 2018, también es el actual ministro de Hacienda, y su popularidad aumentó con la pandemia. Muchos destacan su carácter pragmático. Sus partidarios defienden que desempeñó un papel fundamental en la elaboración del plan de recuperación de la UE de 750.000 millones de euros, que supuso una ruptura del tabú alemán sobre el endeudamiento común. Recientemente, los ministros del ramo de los países del G7 acordaron un impuesto mínimo global del 15% para las empresas. En la foto de aquel momento “histórico”, con corbata roja, estaba él.
De abogado laboralista a la alcaldía de Hamburgo
Pero para entender la trayectoria política del candidato del SPD hay que retroceder muchos años atrás.
Scholz nació hace 63 años en el norte, en Osnabrück, pero creció en Hamburgo. Estudió Derecho en la universidad y se unió al SPD muy joven, con 17 años. Se pasó la década los 80 inmerso en la política de izquierdas.
“Scholz era entonces muy crítico con el sistema capitalista, la OTAN y el orden político de Alemania Occidental. Pero después se posicionó mucho más como un político moderado y centrista, conocido por sus opiniones pragmáticas”, dice Tekiner.
En los 90, ejerció como abogado laboralista. Entró por primera vez en el Parlamento en 1998, como diputado por Hamburgo. En 2001, fue brevemente ministro del Interior del Gobierno hamburgués –y vivió su primera controversia con una medida polémica contra los traficantes de drogas–.
En 2002, se convirtió en secretario general del SPD, un cargo desde el que defendió obstinadamente las impopulares reformas económicas y laborales del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, la llamada Agenda 2010, que implicaron recortes sociales y siguen pasando factura al partido, ya que se considera el comienzo del abandono de sus raíces.
En 2005, Schröder perdió las elecciones –y el SPD se sumió en una profunda crisis existencial, tanto política como ideológica–. Merkel se convirtió en la primera mujer canciller de Alemania y formó su primer Gobierno de “gran coalición” con los socialdemócratas (que decidió elevar la edad de jubilación hasta los 67 años, una medida impopular). Scholz entró en 2007 como ministro de Trabajo. Durante esta etapa introdujo un plan que permite a las empresas reducir las horas de trabajo de los trabajadores, explica Tekiner.
El SPD volvió a perder las elecciones en 2009 y abandonó el Ejecutivo. Scholz fue elegido vicepresidente de la formación. Volvió a Hamburgo: en 2011, llevó al SPD a la victoria y se convirtió en alcalde. También se hizo cargo de la rama regional del partido.
La alcaldía de Hamburgo, la segunda ciudad más grande de Alemania, fue, a juicio de Guillermo Íñiguez, analista de política europea, su gran trampolín. “Las alcaldías son muy importantes en Alemania, y le dio mucha visibilidad. A raíz de eso empieza a crecer en el SPD. Es su punto de inflexión”. A pesar de que su imagen sufrió con las protestas durante la cumbre del G20 en 2017 en la ciudad, su carrera fue en ascenso.
“Este periodo da algunas pistas importantes sobre su estilo general de liderazgo. Al gobernar una ciudad tan grande, se enfrentó a muchas dificultades. Para tratar de superarlas, adoptó una especie de enfoque equilibrado, que combinaba el conservadurismo fiscal con iniciativas socialdemócratas progresistas, como los planes de empleo para los que abandonaban la escuela o la creación de guarderías gratuitas desde el nacimiento hasta la edad escolar”, dice el investigador de Cambridge. Además, este periodo tiene un alto valor simbólico para Scholz por sus raíces comunes (Hamburgo) con el excanciller del SPD Helmut Schmidt, que se convirtió en su mentor.
La “bazuca” de Scholz
Ocupó la alcaldía hasta 2018, cuando, después de muchos meses de negociaciones, Merkel formó un nuevo Gobierno de “gran coalición” con los socialdemócratas. Scholz se convirtió en nuevo vicecanciller y ministro de Hacienda.
En las finanzas, se mantuvo en principio leal a la disciplina presupuestaria, recuerda Tekiner. Pero, entonces, estalló la pandemia de Covid-19. Scholz ha sido el encargado de desembolsar millones de euros para ayudar a las empresas y trabajadores en apuros. Alemania, prometió Scholz en marzo de 2020, va a “hacer lo necesario”, va a sacar la “bazuca” financiera.
“Ha salido todas las semanas durante el último año diciendo que se van a inyectar millones de euros en la economía para rescatar a pymes y autónomos, ha tenido una plataforma interesante”, dice Íñiguez.
A pocos días de las elecciones, Scholz ha comparecido en una comisión parlamentaria en relación con una investigación abierta en febrero de 2020 contra empleados no identificados de la unidad de inteligencia financiera (FIU) –dependiente de Aduanas, departamento a su vez adscrito al Ministerio que dirige– por no informar a las autoridades pertinentes sobre posibles casos de blanqueo de dinero. La Fiscalía de Osnabrück llevó a cabo registros en el Ministerio el 9 de septiembre, a menos de tres semanas de las elecciones, lo que ha alimentado especulaciones de posibles motivaciones políticas. La unidad financiera ha sido señalada por carecer del personal y los recursos necesarios para gestionar un número creciente de casos. Scholz defendió su trabajo al frente del Ministerio.
El socialdemócrata, al igual que Merkel, también tuvo que dar explicaciones en el Parlamento por los fallos de supervisión en la empresa Wirecard, en la insolvencia tras varios balances falseados. “Scholz negó cualquier tipo de responsabilidad (...). Fue criticado principalmente por no haber detectado mucho antes las irregularidades de la firma”, recuerda Tekiner. Piensa que es poco probable que este caso le afecte mucho a corto plazo. “Pero si más adelante surgen nuevos hallazgos de la investigación parlamentaria, pueden dañar su carrera política, en particular su reputación de líder competente”.
El más “merkeliano”
Se considera que Scholz ha ganado los tres debates televisados con los otros dos candidatos, la aspirante verde, Annalena Baerbock, y el conservador Armin Laschet. En el primer cara a cara, mientras sus rivales se lanzaban al ruedo, el socialdemócrata se mostró comedido, apacible, optando por respuestas más sosegadas. “En los debates ha jugado a ser el hombre de Estado que no se mete en las peleas y solo interviene para anunciar políticas de gestión”, dice Íñiguez. ¿Les suena? Es el estilo Merkel.
Muchos analistas coinciden en que, paradójicamente, el socialdemócrata ha conseguido presentarse ante la opinión pública como el más merkeliano de los tres candidatos en liza. “Ha conseguido proyectarse como un político de grandes consensos, que va a dar continuismo a la estabilidad del país”, dice Íñiguez. “Ha hecho especial hincapié en que él y la canciller comparten puntos de vista similares en muchas cuestiones políticas importantes. Esto atrae al electorado alemán, que tradicionalmente ha preferido la estabilidad a los cambios políticos bruscos”, añade el experto de Cambridge.
De hecho, se ha dejado fotografiar haciendo el típico gesto de la canciller, el rombo formado con los dedos de las dos manos. Merkel, que se va siendo la política más popular del país, ha intentado distanciarse de la idea de que Scholz es su sucesor natural.
“Con una comunicación discreta y su hoja de servicios como vicecanciller de la gran coalición, el socialdemócrata ha conseguido construir un perfil de político con experiencia de gobierno y entrar así en la lucha por capitalizar el legado de Angela Merkel”, dice Carme Colomina, investigadora principal de CIDOB. “Scholz ha admitido públicamente que su objetivo es hacerse con los votantes de Merkel. Su prioridad es mantener la imagen de solidez y estabilidad que las encuestas le atribuyen”.
A pesar de considerarse una ventaja en la campaña electoral, “el estilo político frío y tranquilo de Scholz, que se asemeja al de Merkel, puede resultar un lastre a largo plazo”, opina Tekiner. “Scholz puede decepcionar a quienes, sobre todo la izquierda del SPD, esperan una ruptura radical con las políticas de los gobiernos anteriores de Merkel. En otras palabras, los rasgos merkelianos de Scholz pueden contradecir seriamente su ambicioso discurso de cambio social sustancial en la era pos-Merkel”.
Los errores de los demás y una buena campaña
Los analistas también coinciden en que la principal fortaleza de Scholz en campaña es que ha sabido no cometer errores, mientras le favorecían los errores de sus rivales.
“A base de estar callado, los otros han tropezado, y los ha adelantado”, dice Íñiguez. “La izquierda del SPD también ha estado muy callada en la campaña, no ha habido tensiones internas”.
El SPD ha centrado su campaña en el candidato. En varios carteles, se coloca frente a la cámara con una tarjeta con sus principales promesas electorales: aumento del salario mínimo a 12 euros hora, pensiones estables, y construcción de al menos 400.000 viviendas al año. El eslogan es “Scholz packt das an”, algo así como “Scholz lo arreglará”.
“Este eslogan ha dependido principalmente de la reputación de Scholz como líder competente, siendo una de las figuras más fuertes del Gobierno actual”, dice Tekiner. “Scholz ha presentado promesas electorales concretas, como un impuesto sobre el patrimonio del 1% y una mayor inversión pública. Ha presentado un programa político socialdemócrata coherente y realista, que ha establecido al SPD como un aspirante creíble”.
Uno de los grandes mantras ha sido la palabra “respeto” para apelar al sector más desfavorecido y “dejado atrás” de la sociedad que quiere volver a ser valorado, explica el experto.
En una entrevista con The Guardian, Scholz aseguró que, si se hace con la cancillería, quiere reiniciar el debate sobre cómo redefinir el mérito profesional y social. “En ciertas clases profesionales, la euforia meritocrática ha llevado a muchos a creer que su éxito depende solo de sí mismos. Como resultado, los que realmente mantienen todo funcionando no reciben el respeto que merecen. Eso tiene que cambiar”, dijo el candidato. Entre sus modelos para renovar la izquierda, explica el medio británico, están los partidos socialdemócratas de Suecia, Dinamarca y Finlandia.
“A través de Scholz, los socialdemócratas han sabido proyectar los valores que querían proyectar. Scholz ha hablado en la campaña de respeto, pero también de dignidad, salarios dignos, que son todos temas que el SPD lleva en su programa, pactado por la izquierda y moderados”, dice Íñiguez. “Sin duda, el SPD ha acertado colocándolo como candidato. Hace un año estabane en el 13%, estaban más cerca de quedarse fuera que de los números que tienen ahora. Tenían unas cartas muy malas pero han puesto a un candidato que ha sabido jugarlas bien”.
Por ahora, la relación de Scholz con los líderes de su partido, Esken y Walter-Borjans, parece buena, según explica Tekiner, “pero no significa que no vayan a tener problemas en el futuro, sobre todo si Scholz se convierte en el próximo canciller”. “Sin embargo, mientras se atengan a los mensajes de unidad y a la coexistencia pacífica de los distintos enfoques ideológicos dentro del SPD, creo que sus posibles diferencias seguirán siendo un punto fuerte, más que un lastre, para el partido”.
Con las encuestas en la mano, después de años de pérdida de popularidad desde la última vez que estuvo en el poder con Schröder, el SPD parece tener la oportunidad de liderar un nuevo gobierno. Pero el panorama es incierto y todo dependerá de los números. Hay varias posibles coaliciones sobre la mesa. La favorita de Scholz es una “semáforo”, con Verdes y liberales, considerada la más probable. Algunos analistas advierten de que el hecho de que quede primero no significa necesariamente que vaya a gobernar.
Se dice que el jefe de la CSU, Markus Söder, le acusó de tener sonrisa “de pitufo”. En televisión, Olaf Scholz respondió con humor: “Me gustan mucho los pitufos. Son pequeños, astutos y siempre ganan”.