Esta semana terminaron los cinco meses de incertidumbre para el famoso activista defensor de las ballenas, Paul Watson. Tras 150 días de arresto por una orden de la Interpol, salía de la cárcel en Nuuk, capital de Groenlandia, después de que las autoridades danesas rechazara la petición de extradición a Japón por un incidente ocurrido en 2010.
En el país asiático, Watson podría haberse enfrentado a 15 años de cárcel por los delitos de entrada ilícita en un barco, daños criminales y lesiones a la tripulación. Desde el principio, el conservacionista canadiense ha mantenido su inocencia y ha insistido en la motivación política de su arresto, en la intención de Japón de castigarle para mandar un mensaje al movimiento medioambiental. El caso desató una oleada de apoyo internacional, recabó casi 400.000 firmas para pedir su liberación, a la que se sumaron voces como la del presidente de Francia Emmanuel Macron, la actriz Brigitte Bardot y la primatóloga Jane Goodall, entre otros.
Su compromiso con la protección de los océanos va más allá de la protesta. Se opone a las acciones de gobiernos y grandes corporaciones con campañas de “agresión no violenta”, intervenciones que interrumpen la actividad del barco sin provocar daños físicos a las tripulaciones. Ha llegado a embestir barcos, invalidar hélices, e incluso hundió un par de balleneros en Islandia. Su método le costó la salida de Greenpeace, donde fue uno de sus primeros miembros, y de Sea Shepherd, el grupo de conservación marina que creó en 1977 para llevar a cabo sus acciones. A sus 74 años cumplidos en prisión, continúa realizando su labor desde la Captain Paul Watson Foundation y asegura en esta entrevista que “doscientas millas mar adentro es el salvaje oeste. Allí puedes hacer lo que quieras que nadie te va a parar. Excepto nosotros”.
Arrestado al parar a repostar su embarcación de camino a la zona del Pacífico Norte Occidental, tenía previsto interceptar el ballenero más grande del mundo, el japonés Kangei Maru, porque “cada ballena en el océano está en peligro de extinción”. El país nipón ha invertido 48 millones de dólares en esta embarcación que sustituye a otro gigante, conocido entre los activistas como el “matadero flotante” al que se enfrentó Paul Watson. Islandia, Noruega y Japón mantienen la caza comercial de ballenas a pesar de la prohibición global.
Aliviado tras la liberación que le permite pasar la Navidad en su casa en Francia con su mujer y sus dos hijos pequeños, ya prepara las acciones para el nuevo año.
Durante los cinco meses que ha estado en prisión parece haber mantenido una actitud positiva, incluso desafiante, a pesar de la posible extradición a Japón donde podría haberse enfrentado a una larga condena de cárcel. ¿Qué le ha ayudado en todo este tiempo?
Indudablemente ayudó continuar denunciando las operaciones ilegales de cazas de ballenas por parte de Japón, con el beneficio añadido de denunciar la matanza continuada por parte de Dinamarca y las Islas Feroe de ballenas piloto y de delfines. Me lo tomé como una campaña de cinco meses para centrar la atención en esos crímenes.
¿Qué le parece la explicación que ha dado el gobierno danés sobre su decisión de no conceder la extradición a Japón?
Creo que por razones diplomáticas, Dinamarca no podía entrar a valorar el historial de los derechos humanos en Japón. Pero era un cargo menor, sobre un evento que ocurrió hace 14 años. Las autoridades danesas no han recibido garantías de Japón sobre sus intenciones tras la extradición y han tomado la decisión siguiendo sus propios protocolos de extradición.
¿Hasta cuando seguirá vigente la orden de detención internacional emitida por la Interpol a petición de Japón?
No creo que Japón vaya a retirarla, pero a principios de año vamos a ir a Lyon, a las oficinas centrales de la Interpol, y les vamos a hacer frente con esto. Desde 2017, mi caso es un ejemplo de la investigación en Europa sobre el uso de la autoridad de la Interpol con motivos políticos por parte de países como Japón. Lo que yo he hecho es una forma de denuncia de prácticas ilegales. Los informantes están protegidos (por ley) y la Interpol debería ser consciente y reconocer esto.
Sobre el ballenero japonés Kangei Maru, el barco fábrica de procesamiento más grande del mundo que sustituye a otra embarcación japonesa conocida como un “matadero flotante”. ¿Cuántas ballenas pueden ser capturadas y procesadas al final de la temporada en este barco?
Bueno, ahora solo lo usan para caza de ballenas en aguas costeras aunque fue construido para el Océano Austral, porque no construyes un barco de esa gama y capacidad de carga solo para cazar ballenas en la costa, pero la publicidad les mantiene alejados de esa zona. La embarcación puede matar a unas dos mil ballenas, procesándolas y empaquetándolas a bordo.
¿Y qué impacto tiene esto para el ecosistema marino?
Las ballenas son extremadamente importantes para la integridad ecológica del océano. Desde 1950 hemos perdido el 40% del fitoplancton de los océanos. El fitoplancton proporciona hasta el 70% del oxígeno que tenemos en el planeta y aísla enormes cantidades de CO2. Se ha reducido por una razón muy concreta: la falta de nutrientes, principalmente hierro, magnesio y nitrógeno. Especies como las ballenas, aves marinas y peces proporcionan esos nutrientes, así que, al reducir las poblaciones de esas especies, reduces los nutrientes para el fitoplancton. Podríamos considerar a las ballenas como las agricultoras del océano, fertilizando los cultivos de fitoplancton. Y la realidad es que si desaparece el fitoplancton del océano, morimos todos, literalmente nos ahogamos. Y no hemos prestado mucha atención a este delicado equilibrio de interdependencia entre especies. Estamos haciendo desaparecer una especie detrás de otra tan rápidamente que estamos cerca de llegar al colapso ecológico. La destrucción de la biodiversidad es la amenaza más seria que tenemos en nuestro futuro.
El movimiento ambiental se ha radicalizado en los últimos años por la frustración ante la falta de acción de los gobernantes y la necesidad de actuar con urgencia para evitar el colapso medioambiental. ¿Cree que esto ha servido para que la gente aprecie la efectividad de sus tácticas para conseguir cambios?
Hace cincuenta años concebí una estrategia que llamé agresión no violenta, intervención agresiva sin lesionar a nadie, y en todo este tiempo nunca hemos herido a nadie, pero hemos cerrado cientos de operaciones ilegales. A la gente se le olvida que lo nuestro no es protesta, es oponernos a acciones criminales porque a pesar de que existen regulaciones y tratados para proteger la vida en el océano, nos falta ejecutarlos. No hay motivación política ni económica para que los gobiernos implementen leyes de conservación internacionales. Así pues, 200 millas mar adentro es el salvaje oeste. Allí puedes hacer lo que quieras que nadie te va a parar. Excepto nosotros y nos legitima para hacerlo la Carta Mundial para la Naturaleza de las Naciones Unidas que declara que cualquier organización no gubernamental tiene la facultad de defender la ley de conservación internacional, especialmente en áreas fuera de las jurisdicciones nacionales.
La estrategia se reduce a no causar daño físico las personas a las que te enfrentas, pero hacer todo lo posible para intervenir, molestar y detener sus actividades ilegales
Cuando me metí en esta situación era consciente de que corría el riesgo de ser arrestado pero estaba seguro de que ganaría, mis pruebas me pondrían en libertad. El único factor desconocido ha sido la presión económica y política que Japón ha ejercido sobre Dinamarca. Si esto hubiera pasado en un país de América Central por ejemplo habría cedido a las presiones. Pero Dinamarca tiene responsabilidades como miembro de la UE.
¿Y en qué se traduce la estrategia de agresión no violenta en términos prácticos?
Se reduce a no causar daño físico las personas a las que te enfrentas, pero hacer todo lo posible para intervenir, molestar y detener sus actividades ilegales. Por ejemplo, si un cazador furtivo va a disparar a un elefante y de un golpe le quitas el rifle de su mano y lo rompes, es un acto de no violencia. No puedes cometer un acto de violencia contra un objeto, algo que no siente. Pero si ese objeto se usa para matar a un ser sintiente creo que el acto de no violencia está justificado.
Algunas personas califican sus acciones de eco-terrorismo.
Cuando la gente me llama ecoterrorista mi respuesta es: nunca he trabajado para Monsanto o BP. Ecoterrorismo es aterrorizar el medio ambiente en el que vivimos. No conozco a ningún ambientalista que haya cometido un acto de ecoterrorismo, que haya causado una herida física a otra persona. Pero la palabra se utiliza ahora muy libremente para atacar a aquellos con los que no se está de acuerdo.
¿Quiénes somos los occidentales para decirles a otras culturas y comunidades indígenas qué pueden o no comer o cómo hacer la transición a una economía más sostenible?
Nosotros nunca hemos hecho eso. Las Islas Feroe no son una comunidad indígena. El 85% de los feroeses tiene pasaporte danés, disfrutan de los beneficios de pertenecer a la Unión Europea y también deberían cumplir con las obligaciones europeas. Dinamarca está obligada por la Convención de Berna a no matar cetáceos. Nosotros intervenimos en una actividad ilegal. No tiene nada que ver con la tradición.
Las ballenas de aleta no están clasificadas como especie en peligro de extinción sino como especie vulnerable a la extinción (según la Comisión Ballenera Internacional) porque sus poblaciones se han recuperado parcialmente. Japón además dice que se opone a la caza “incontrolada” de ballenas.
Para mí, cada ballena en el océano está en peligro de extinción porque los océanos están muriendo. Hay sobrepesca, destrucción de plancton… Los humanos estamos erradicando una o dos especies casi cada minuto y vamos a perder más especies de plantas y animales entre el año 2000 y 2065 de las que hemos perdido en los anteriores 65 millones de años. Tenemos que aceptar esta decisión y no hacer excepciones porque a alguien le guste la ballena de aleta.
¿Entonces qué ve detrás de la industria?
La industria ballenera japonesa no da beneficios, solo existe porque recibe subvenciones enormes del Gobierno. El motivo por el que hacen esto no tiene nada que ver con alimentar a nadie, sino con el hecho de que la compañía ballenera japonesa (Kyodo Senpaku tras la fusión de las seis empresas en 1975) es propiedad del Gobierno y el consejo directivo está formado por expolíticos con sueldos de seis cifras. Quieren mantener sus trabajos y para ello necesitan a la industria. En cuanto a las tripulaciones de esos barcos, son miembros de sindicatos controlados por Yakuza, la mafia japonesa, que tiene una gran influencia sobre el gobierno japonés. En su conjunto, se trata de una iniciativa criminal.
Siempre lleva a un cámara a bordo de su embarcación. ¿Es para tener pruebas grabadas en caso de que le lleven a juicio o porque para usted es importante contar con el apoyo del público?
Por los dos motivos. Es educativo, estamos documentando algo. En nuestro caso, lo hicimos en formato de programa televisivo que vieron millones de personas y nos permitió mostrar las operaciones ilegales de Japón en el santuario de ballenas del Océano Austral. Para el Gobierno japonés supuso una gran humillación y vergüenza. Probablemente les hizo más daño que si hubiéramos tenido que hundir uno de sus barcos porque llegó a más gente. Pero también estamos grabando pruebas para poder mostrar exactamente lo que ha pasado si se presentan acusaciones contra nosotros, como ha sido el caso tras el arresto en Nuuk. En 2002 detuvimos, a petición de las autoridades del país, una operación de cercenamiento de aletas de tiburón en aguas de Guatemala. Cuando llegamos a Costa Rica me acusaron de ocho cargos de intento de homicidio porque los pescadores a los que intercepté, y a quienes no herí ni dañé su barco, me acusaron de intento de asesinato. Si no hubiera sido por las pruebas de video me podrían haber mandado a prisión por las acusaciones de personas a las que interceptamos.
Es usted uno de los miembros pioneros de Greenpeace, organización que surgió como reacción a los ensayos nucleares que se estaban realizando en Alaska.
Era una combinación de dos grupos, el Club Sierra y los Cuáqueros. El nombre surgió cuando alguien al marcharse de una reunión hizo el símbolo de la paz y Bill Darnell dijo “Haz una paz verde” y a Bob Hunter le pareció un nombre estupendo para el barco (que iría a las islas de Alaska a intentar detener los ensayos nucleares). En 1974 Paul Spong, Bob Hunter y yo decidimos que teníamos que hacer algo para proteger a las ballenas.
Estamos grabando pruebas para poder mostrar exactamente lo que ha pasado si se presentan acusaciones contra nosotros, como ha sido el caso tras el arresto en Nuuk
Rusia estaba matando ballenas para usar su aceite para construir misiles balísticos intercontinentales. Estábamos matando a un ser increíblemente hermoso, inteligente y sintiente para crear armas para la exterminación masiva de seres humanos. Me pareció una absoluta locura y entonces decidí hacer todo lo posible para proteger a esos animales de nosotros. Estamos cometiendo un suicidio global, tenemos que intentar detenerlo y la mejor manera de hacerlo es defender la biodiversidad e interdependencia de las especies en los ecosistemas.
¿Cuáles son las principales amenazas a las que se enfrentan los océanos?
Contaminación de plásticos, de químicos, disminución de la biodiversidad, el cambio climático… es una acumulación de distintos factores. Siempre lo resumo con esta frase: si los océanos se mueren, nosotros morimos. No podemos vivir en este planeta si los océanos están muertos así que hay que hacer todo lo posible para protegerlos.
Lleva más de 50 años defendiendo la vida en los océanos. ¿Cree que podemos transitar a un sistema alimentario en el que no pesquemos especies hasta la extinción por dinero?
El mundo se tiene que adaptar a un estilo de vida vegano o vegetariano. No hay suficientes recursos para alimentar a ocho o diez billones de primates comiendo carne y peces. Las granjas intensivas no son sostenibles, estamos matando a unos 90 millones de animales al año en estas granjas además de ser portadoras de transmisión de enfermedades entre especies. Por ejemplo, el 40% de todo el pescado va a alimentar pollos, cerdos… comen más pescado que todas las focas en el Océano Atlántico. El mundo está en desequilibrio, tenemos que buscar alternativas.
¿Los riesgos asociados con su misión de proteger los océanos se convierten en un precio demasiado alto a medida que se hace mayor?
Para conseguir cualquier cosa tienes que correr algún riesgo. Pero diría que se vuelve un poco más difícil, no por mi edad, sino porque desde 2015 he tenido dos hijos y eso me da una responsabilidad y tengo que asumir riesgos aceptables. He pasado por muchas situaciones peligrosas en mi vida, acabo de cumplir 74 años todavía estoy vivo así que creo que he estado haciéndolo bien.
Usted no cree en la jubilación. ¿Qué va a hacer ahora que ha recobrado su libertad?
El próximo año tenemos que resistir a la caza de ballenas de Islandia (cuyo Gobierno acaba de autorizar la práctica durante cinco años más). Estamos listos para enfrentarnos a los japoneses si vuelven al Océano Austral, hay muchos proyectos con Sea Shepherd Francia y Brasil para proteger a los delfines, manatíes y tortugas marinas. Hay muchas cosas por hacer.
DM