México, con su capital homónima, la ciudad de los lagos cantada por el poeta náhuatl Nezahualcóyotl, fue el punto central para abreviar la ruta marítima de los españoles a Asia o a las Molucas, las islas de las especias que fueron soñadas por el genovés Cristóbal Colón y constituyeron un objetivo de la Corona Española al que nunca renunció. Y para conseguirlo, el navegante portugués Fernando de Magallanes emprendió la primera circunnavegación del globo en 1519. Sólo 18 de los 250 tripulantes iniciales sobrevivieron. Magallanes murió en las islas Filipinas que él llamó Indias del Poniente reclamándolas para la Corona. Sólo uno de los 5 barcos originales volvió a puerto con el español Sebastián El Cano hace 500 años, con especias, el oro de la Edad Media, especialmente el clavo. Sólo el cargamento de un barco pagó por toda la expedición.
Las siguientes expediciones con destino a Asia -que zarparon desde España pero también desde México- siguieron la verdad y la fantasía del libro escrito por el veneciano Marco Polo, Los viajes de Marco Polo (1298) conocido también como El libro de las maravillas.
El descubridor del regreso entre México y Filipinas
El guipuzcoano Andrés de Urdaneta, militar, cosmógrafo, marino -un sobreviviente de esas expediciones- ingresó como fraile agustino en el seminario de la Ciudad de México. Cumplidos más de 60 años, escribió al rey Felipe II en 1560 para unirse a la expedición de 1564 de Miguel López de Legazpi, con destino a las Filipinas. Su propósito de descubrir una ruta de regreso a México fue cumplido con éxito: encontró el eslabón que faltaba para unir los dos continentes de América y Asia.
El logrado trazado, que realizó él y sus pilotos, conocido como ruta de Urdaneta o tornaviaje fue la primera ruta de comercio mundial de la historia, además de la más larga de su época.
La arribada al puerto de Acapulco de un enorme galeón al año durante casi 250 años -hasta 1815 con la Guerra de la independencia de México- enfatiza la magnitud de la calidad, cantidad y variedad de la mercancía asiática y explica su notoria influencia en la cultura material de México y la América hispana.
El Galeón tuvo tres designaciones. Desde el ángulo americano se le designaba como Galeón de Manila porque ese era el puerto de salida rumbo a la Nueva España. Sin embargo, la población en México y Sudamérica lo identificaba Nao de China como un navío cargado de mercancía de “la China”, la generalización dada a todos los productos asiáticos, sin distinguir si eran de China, Filipinas, Japón o India, entre otros lugares de procedencia. En la misma lógica, en Manila se esperaba cada año la llegada del Galeón de Acapulco.
Los europeos, sobre todo los portugueses, conocían el Este y el Sudeste de Asia desde principios del siglo XVI, pero con la fundación de la ciudad de Manila en 1571 comenzó el comercio formal entre la capital filipina y Acapulco. La larga vigencia del intercambio a lo largo de dos centurias y media residió en el poder imperial Habsburgo dominante en Europa y sobre todo en España y en América, hasta el final siglo XVII.
En ese largo período temporal gravitantes acontecimientos: la etapa virreinal en México y en Perú; el fin de las dinastías Ming en 1644 y el establecimiento de la dinastía Qing. Japón se cerró al mundo a principios del siglo XVII y los pueblos del Sudeste de Asia e India sufrieron el embate de los poderes coloniales inglés, holandés, francés y alemán.
Los chinos con la llegada de otras gentes comenzaron a navegar desde el sur de China para estimular su comercio con los españoles.
Y los españoles fueron los primeros sorprendidos al ver a esas personas que tenían sedas a buen precio, muebles preciosos, y otras cosas que no vistas en Europa como la porcelana (en el Viejo Continente y en el mundo islámico había terracotas cubiertas con un esmalte metálico, pero porosas).
Este intercambio estableció una red cultural entre multitud de pueblos en Asia y en América constituyendo uno de los pilares de las sociedades contemporáneas. Tanto desde una perspectiva económica -que supuso la circulación de plata mexicana y peruana en Asia y en el mundo- o los intercambios en la navegación, en la alimentación y en la salud en el terreno cultural de muy larga duración, testimoniaron el primer acercamiento continuo y decidido de poblaciones de tres continentes, Europa, América y Asia.
La manifestación más extraordinaria de esta influencia asiática y muestra de sofisticación del mundo hispánico se encuentra en su arte híbrido o mestizo principalmente en las llamadas artes decorativas, creado en la América hispana, pero con extraordinaria impronta asiática, además de las consabidas influencias española y flamenca.
Los ejemplos son numerosos: la mampara de origen chino que se convirtió en el soporte natural y más generalizado de la pintura novohispana. El mobiliario laqueado con una resina americana similar a la laca china o japonesa llamada pasto, y con diseños y estilo evidentemente inspirados por los productos asiáticos, como en Colombia. El generoso uso del nácar en obras pictóricas y los tapices o textiles en general con motivos chinos, como el fénix, el jilin (animal mítico chino mezcla de perro y león), producidos en el virreinato del Perú, entre otros lugares. O la famosa cerámica producida en Puebla de Los Ángeles conocida como Talavera poblana, inspirada en la hispano-morisca de Talavera en Toledo, pero en México con motivos orientales: el blanco y azul, los diseños orientales - paisajes, niños chinos con parasoles - y las formas eminentemente chinas como las calabazas dobles y las vasijas de hombros anchos.
China el país más rico de la Tierra
El más populoso, el más urbanizado, donde el comercio había tenido siempre una gran preponderancia. Juan José Morales y Peter Gordon en el libro La plata y el Pacífico: China, Hispanoamérica y el nacimiento de la globalización, 1565-1815 (2022), citan las fuentes originales del siglo XVI y XVII donde autoridades españolas en el Nuevo Mundo dicen que “aquí solo quieren vestir con ropas de los chinos”, porque son de muy buena calidad y muy baratas. Que será la ruina de las alcaicerías, que es el nombre de los sitios donde se vendía seda en España, principalmente en Andalucía.
Los chinos habían inventado también el papel moneda, pero
en la dinastía Ming, entre el siglo XIV y el XVII, la economía se basará gradualmente en la plata que China tenía reservas limitadas.
El metal del diablo
En 1565 los españoles se adueñan de una fabulosa cantidad de plata como para inundar el mundo. El cerro de Potosí o Cerro Rico emplazado en el departamento de Potosí, en el Estado Plurinacional de Bolivia, que en ese momento formaba parte del Virreinato del Perú, poseía una cantidad impresionante de plata. El historiador y jurista español León Pinelo en su Paraíso en el Nuevo Mundo (1656) afirmó que “podría haberse construido un puente de plata entre Potosí y Madrid, con 2.070 leguas de extensión con 14 varas de ancho y cuatro dedos de espesor”. Y también, en el centro minero de Zacatecas y otros el Virreinato de Nueva España, el México actual.
Después del descubrimiento de Potosí, los españoles hallaron Huancavelica, en Perú, con los mayores depósitos de mercurio que le permitió inventar un método de extracción rápido, económico y eficiente del metal áureo que no fue menor en la explotación humana, como precisó el escritor y periodista boliviano Augusto Céspedes en su Metal del diablo( 1946) : “Un puente de plata, sí. Pero paralelo podría haber otro puente tan grande como el anterior con los cadáveres de los indios mitayos que murieron en sus minas”.
En su estudio acerca del proceso de creación y acumulación de riqueza La riqueza de las naciones (1776), Adam Smith escribió que “la plata del nuevo continente parece ser así una de las principales mercancías que permiten el comercio entre los dos extremos del viejo (Asia y Europa) y hacen en gran medida que esas regiones distantes del mundo quieren estar conectadas entre sí”.
Si bien no está en sus palabras el término “globalización”, por otra parte inexistente en esos años, queda expresado uno de los usos de este término, que cuenta con distintas interpretaciones y todas ellas con el elemento de común de que la globalización no es un fenómeno nuevo, sino la intensificación de las transacciones transversales que se incluían en la llamada internacionalización.
La región más transparente: la primera ciudad global.
Los galeones con mercancías llegaban a Acapulco, donde se montaba con el arribo un puerto y un mercado provisorios
durante los días de compra y distribución de las mercancías que se llevaban a Ciudad de México para su venta en El Parián, hoy el Zócalo. En uno de los cuadros del notable pintor mexicano Cristóbal de Villalpando (1649-1714), se presentan unos mercados con los tejados rojos, como el mercado chino, el mercado asiático.
Otra pequeña parte del cargamento iba por un dificultoso camino de Acapulco a Veracruz, donde se cargaba para los barcos que con destino a La Habana y desde ahí la Flota de Indias lo llevaba primero a Sevilla y, cuando el Guadalquivir ya no admitió barcos de gran calado, a Cádiz.
México fue el territorio que recibió la primera influencia y desde México se irradió al resto de América, al Perú, al Cuzco, a Potosí, a Colombia.
A la vez, México se convirtió en el centro intelectual de la información sobre China. La ciudad ya contaba con una imprenta, una universidad, una catedral, seminarios y un gran comercio de libros. Y fue en México donde Juan González de Mendoza obtuvo el material con la entera información de quienes estuvieron en las Filipinas y en China para escribir el primer libro sobre China, que superará al de Marco Polo, Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reyno de la China. Un best seller de la época: publicado en 1585 en Roma, traducido a todos los idiomas europeos con más de 40 ediciones.
La primera embajada japonesa a Europa fue a través de México a España para ver al rey Felipe II y luego al Papa. Y regresaron también por México.
El reyno de la Nueva España
La densidad de la población de origen asiático que se asentó en Nueva España durante el período del Galeón no es fácil de valorar, entre otras razones, porque esta población tendió a fundirse con la población local, tendencia inducida por la compleja terminología que se acuñó en los primeros siglos del virreinato.
Se denominaban “chinos” a todos los procedentes de Asia, sin distinción, e “indios-chinos” a los procedentes de Filipinas. Como en general los “chinos” habían llegado como esclavos, principalmente procedentes de las colonias portuguesas de Macao y Goa, aunque pronto fueran manumitidos, la intención de todos ellos era liberarse del estigma o suspicacias y pasar desapercibidos como “indios”, esto es vasallos de la corona que pagaban impuestos.UNTE DE LA IMAGEN,
En general, los oficios que ejercieron los emigrantes asiáticos en la América española fueron los de artesano, pequeño comerciante y agricultor. En América, no intervinieron en el comercio relacionado con el galeón, de alta gama y mayor valor, competencia exclusiva de los comerciantes mexicanos.
La representante más célebre de esta población en el siglo XVII fue Catarina de San Juan, conocida como China Poblana, loada por su piedad y virtudes. Nació en el territorio del imperio mongol de la India, hacia 1605. Cuando nació fue llamada Mirra y, a consecuencia de las invasiones turcas, huyó a las islas portuguesas. Posteriormente, en 1619, llegó a Puebla como esclava de la familia de Miguel de Sosa, quien la bautizó con el nombre de Catarina de San Juan, y muy pronto la casaron con un esclavo de origen chino, Domingo Suárez, con el cual se rehusó a hacer vida marital. La leyenda ha querido que su supuesto vestido con los colores rojo, verde y blanco de la bandera mexicana se convirtiera en el traje tradicional y se llame china poblana.
La ciudad de México colonial caracterizada en el libro de Morales y Gordon como “ciudad global” se refiere a la forma de centralidad urbana de la capital azteca avant la letre a los procesos de la globalización. Acertadamente, México colonial cumple los requisitos de esta categoría urbana: una ciudad global no se define ni por fronteras administrativas ni por el tamaño de su población, sino por sus funciones en la economía mundial.
Por otra parte revierte la tendencia de los estudios sobre ciudades globales, que hasta hace poco se concentraron en las metrópolis de EEUU, Europa y Japón, para pasar a las principales ciudades en América Latina, África y Asia en los términos de “mega-ciudad”, que en los estudios urbanos enfoca de manera acaso exagerada el crecimiento demográfico y espacial de las ciudades. Si la reorganización de la economía global verdaderamente resulta ser una red en su expresión espacial, en la que ciudades globales surgen como puntos centrales, y si América Latina está integrada al mercado mundial, la ciudad de México tiene un acendrado sitio en el sistema urbano global.
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