Bill Gates, el fundador de Microsoft, nunca ha sido cultivado la tierra. Entonces, ¿por qué la revista trimestral The Land Report le dio este año el conceptuoso apodo de “Bill el chacarero (Farmer Bill)”? El tercer hombre más rico del planeta no tiene especial talento para la agricultura. Tampoco se afana en el trabajo agotador que muchas de las personas humildes realizan en el cultivo de nuestros alimentos y que reciben muchos menos elogios por su fatigosa tarea. Ese tipo de trabajo duro precisamente no el que hizo de él un hombre rico. El logro de Gates, según el informe de la revista, se basa en que es el mayor propietario privado de tierras agrícolas en EEUU. Una compra que realizó en 2018 de casi 5.900 hectáreas de tierras agrícolas de primera calidad para el cultivo en el este del estado de Washington, que es el territorio tradicional del pueblo originario Yakima, por la suma de USD 171 millones, lo ayudó de manera decisiva a ganarse ese título.
En total, Gates posee aproximadamente 98.000 hectáreas de tierras laborables con activos por un total de más de USD 690 millones. Para poner eso en perspectiva, solo recordamos que es casi el tamaño de Hong Kong -territorio autónomo y una de las dos regiones administrativas de la República Popular China- y el doble de la superficie de los pueblos originarios de la tribu Sioux del Bajo Brule, de la que soy miembro inscrito. ¡Un hombre blanco posee más tierras agrícolas que toda mi nación nativa!
¿Por qué tanta tierra en tan pocas manos?
La tierra es poder, la tierra es riqueza y, lo que es más importante, la tierra significa privilegios de raza y de clase. La relación con la tierra - quién la posee, quién la trabaja y quién la cuida - refleja niveles obscenos de desigualdad y en EEUU es un legado del colonialismo y la supremacía blanca, como lo es también en el mundo. La acumulación de riqueza siempre va de la mano de la explotación y el despojo. En EEUU, fue en primer lugar por la despiadada utilización de la mano de obra negra esclavizada que la riqueza estadounidense pudo medrar sobre tierras robadas a los pueblos originarios. La Ley de Homestead (Ley de Asentamientos Rurales de 1862 habilitó cerca de 110 millones de hectáreas de territorio indígena, que equivale al 10% de la tierra de EEUU, para asentamientos blancos. Los hombres y mujeres negros, mexicanos, asiáticos y nativos originarios, por supuesto, quedaron categóricamente excluidos de los beneficios de un programa federal que subsidiaba y protegía a generaciones de hombres y mujeres blancos ricos.
El multimillonario magnate de los medios Robert Edwards “Ted” Turner personifica tales disparidades. Posee 810.000 hectáreas y la manada privada de búfalos más grande del mundo. Esos animales, que son sagrados para mi pueblo y que fueron cazados casi hasta la extinción por los colonos, se conservan hoy en las aproximadamente 81.000 hectáreas del rancho de Turner dentro de los límites del territorio del Tratado de Fort Laramie de 1868 -también llamado Tratado Sioux, el acuerdo firmado entre EEUU y grupos de Lakota, Yanktonai Dakota y la Nación Arapaho (que garantiza tierras y los derechos de caza en los estados de Dakota, Wyoming y Montana)-- en la mitad occidental del ahora estado de Dakota del Sur. Tierra que alguna vez había sido garantizada por el gobierno de EEUU para ser un “hogar permanente” para la gente de Lakota.
Probablemente, el arma de fuego y el látigo ya no acompañen a las adquisiciones de tierras. Pero las afirmaciones que hace la clase multimillonaria acerca de que son déspotas ilustrados e inversores muy conocedores de las condiciones del clima y la geografía y de que saben tanto o más que los baqueanos de los pueblos originarios, son solo un poco más que cínicas artimañas para lo que realmente equivale a una apropiación de tierras estilo siglo XXI, en una economía de grandes pagos con fines de lucro que busca soluciones “verdes”.
Nuestra era está dominada por los ultra-ricos o supermillonarios, la crisis climática y un capitalismo verde que no cesa de florecer. En el nuevo libro de Bill Gates Cómo evitar un desastre climático, él se caracteriza a sí mismo como un líder del pensamiento y una mente capaz de guiarnos en el camino de abandonar toda acción cuya consecuencias aumenten los gases de efecto invernadero en la atmósfera. Un maestro en el arte y la ciencia de financiar la en otros lugares llamada “revolución verde global” en auxilio de los agricultores pobres a la busca de mitigar el cambio climático. Qué experiencia en ciencia climática o en agricultura posee Gates, más allá de ser asquerosamente rico, es una verdadera incógnita.
Cuando se le presionó durante la entrevista AMA (Pregúntame lo que sea) en Reddit sobre por qué está devorando tanta tierra laborable, Gates afirmó: “No está conectado con el [cambio] climático”. La decisión, contestó, provino de su “grupo de inversión”. Cascade Investment, la empresa que realiza estas adquisiciones, está controlada por Gates. Y la firma dijo que “apoya mucho la agricultura sostenible”. También es accionista de las empresas de proteínas vegetales Beyond Meat e Impossible Foods, así como del fabricante de equipos agrícolas John Deere. La mayor adquisición de tierras laborables de su empresa ocurrió en 2017, cuando adquirió 61 propiedades agrícolas a una empresa de inversión canadiense por una suma de USD 500 millones.
La tierra cultivable no solo es rentable. Hay un cálculo más cínico. Las firmas de inversión están argumentando que las tierras agrícolas cumplirán con los objetivos de “carbono neutral” para las carteras de inversión sostenibles mientras anticipan un aumento de la productividad y los ingresos agrícolas. Y mientras Bill Gates se preocupa por comer hamburguesas veganas en su libro - por la cantidad de gases de efecto invernadero que la industria cárnica produce en gran parte para el consumo de los países ricos- la enorme huella de carbono tiene poco que ver con su dieta personal y no es en absoluto perdonable o conmutable simplemente por el hecho de comprar más tierras para así secuestrar más carbono.
El 1% más rico del mundo emite el doble de carbono que el 50% más pobre, según un estudio de Oxfam de 2020. Según la revista especializada en el mundo de los negocios y las finanzas Forbes, los multimillonarios del mundo vieron aumentar su riqueza en 1,9 billones de dólares en 2020, mientras que más de 22 millones de trabajadores estadounidenses (en su mayoría mujeres) perdieron sus trabajos.
Al igual que la riqueza, la propiedad de la tierra se está concentrando en cada vez en menos manos, lo que se traduce en un mayor impulso de los monocultivos y de técnicas agrícolas industriales más intensivas para generar mayores beneficios. El 1% de las granjas del mundo controla el 70% de las tierras agrícolas del mundo, según un informe. El mayor cambio en los últimos años de las granjas pequeñas a las grandes se produjo en EEUU.
La tierra en la que todos vivimos no debe ser propiedad exclusiva de unos pocos.
El principal peligro de los propietarios de tierras agrícolas privadas como Bill Gates no es su apoyo declarado a la agricultura sostenible que a menudo se encuentra en el trabajo filantrópico; es el papel monopólico que desempeñan en la determinación de nuestros sistemas alimentarios y patrones de uso de la tierra.
Los pequeños agricultores y los pueblos indígenas son indiscutiblemente más cautelosos con el uso de la tierra. Para los indígenas, el uso de la tierra no se basa en el retorno de las inversiones; se trata de mantener la tierra para la próxima generación, satisfacer las necesidades del presente y respetar la diversidad de la vida. Es por eso que las tierras aún administradas por pueblos indígenas en todo el mundo protegen y sustentan el 80% de la biodiversidad del mundo, prácticas consideradas anatema para la agricultura industrial.
La persona promedio no tiene nada en común con megapropietarios como Bill Gates o Ted Turner. La tierra en la que todos vivimos no debe ser propiedad exclusiva de unos pocos. La extensa elusión fiscal de estos titanes de la industria siempre superará con creces sus supuestas donaciones caritativas al público. La mentalidad de “el multimillonario sabe más” disimula las realidades profundamente arraigadas del colonialismo y la supremacía blanca, e ignora a aquellos que realmente saben mejor cómo usar y vivir la tierra. Estos multimillonarios no tienen nada que ofrecernos en términos de salvar el planeta, a menos que sea nuestra tierra de regreso.
* Nick Estes es un ciudadano de la Tribu Sioux del Bajo Brule. Es profesor asistente en el departamento de estudios estadounidenses de la Universidad de Nuevo México. En 2014, cofundó The Red Nation, una organización de resistencia indígena. Es autor del libro, Our History Is the Future: Standing Rock Versus the Dakota Access Pipeline Access and the Long Tradition of Indigenous Resistance (Verso, 2019).
Traducción de Alberto Grieco y Bavio