La muerte de Prigozhin inquieta a las élites y al ejército ruso: “Deberíamos matar enemigos, no entre nosotros”

Pjotr Sauer

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Desde el golpe de Estado fallido se venía especulando con el poco tiempo de vida que le quedaba a Yevgeny Prigozhin. Muchos se preguntaban cómo respondería el líder ruso después de que el jefe del conocido grupo mercenario Wagner liderara su histórico levantamiento, provocando la mayor crisis vivida por Vladímir Putin en sus 23 años de reinado.

En su motín, la banda de mercenarios de Prigozhin derribó al menos dos helicópteros y mató a una quincena de militares rusos, entre los que había muchos aviadores. Pero para Putin lo más relevante de la rebelión de Prigozhin, que llegó hasta las afueras de Moscú, fue dejar al descubierto la fragilidad de un régimen que muchos consideraban estable.

Sigue sin estar claro el motivo por el que se estrelló el avión el miércoles, provocando la muerte de las diez personas que viajaban en él, pero el levantamiento armado que Prigozhin encabezó en junio y su larga enemistad con el ejército ruso eran para el Estado ruso motivos más que suficientes de venganza.

Putin no soporta de buen grado la traición y es conocido por clasificar en dos categorías a los que se le oponen: enemigos o traidores. Con su rebelión, Prigozhin pasó sin duda a ocupar un lugar en la segunda categoría.

“Liquidar al traidor”

La primera respuesta de Putin al motín dejó perplejos a muchos. En un discurso televisado a la nación, Putin había prometido “liquidar al traidor”, pero luego permitió que Prigozhin llegara a un acuerdo con el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, y se exiliara de Rusia.

Cuando ya habían pasado algunas semanas desde el motín, el Kremlin hizo un anuncio insólito en el que comunicaba que Putin se había reunido durante tres horas con Prigozhin y los comandantes del grupo Wagner días después de la rebelión. Sorprendentemente, Putin también admitía que en aquella reunión había tratado de conseguir, sin éxito, el reemplazo de Prigozhin como líder de los combatientes de Wagner en Ucrania.

Tras la primera marcha a Bielorrusia, donde los mercenarios de Wagner establecieron un campamento y comenzaron a formar a las fuerzas locales de seguridad, Prigozhin fue visto moviéndose libremente entre Moscú y su ciudad natal de San Petersburgo. Algunas informaciones apuntan a que estaba visitando sus opulentas mansiones para recoger lingotes de oro y montones de dinero en efectivo.

Poco después se celebró una importante cumbre entre Rusia y varios países de África en un hotel de San Petersburgo, propiedad de Prigozhin, donde fue posible ver al líder de Wagner en los márgenes del encuentro.

Quienes lo conocían, pensaban que el caudillo pagaría en algún momento su incursión en la política revolucionaria, pero no se sorprendieron. Antiguo magnate de la restauración devenido en líder mercenario, Prigozhin siempre había asumido riesgos. No era propio de él quedarse sin hacer nada exiliado en Bielorrusia mientras se desmantelaba su ejército de mercenarios.

Tratando de entender la tímida respuesta de Putin, los analistas argumentaban que el líder ruso no se había enfrentado antes a la disidencia del flanco ultranacionalista y que prefería tratar de pacificar a su antiguo aliado antes que destruirlo.

Pero según varios altos cargos occidentales, la desfachatez con que se comportaba Prigozhin llevó a muchos miembros de la élite rusa a preguntarse si Putin seguía al mando del país. “¿Es que el emperador no tiene ropa? ¿Por qué está tardando tanto en vestirse? Para muchos rusos acostumbrados a la imagen de Putin como árbitro del orden, esas eran las preguntas”, dijo a principios de agosto el director de la CIA, William Burns.

La última aparición de Prigozhin fue a principios de esta semana en una grabación de vídeo durante la que decía estar en África, el continente al que muchos de sus mercenarios se han trasladado tras el levantamiento fallido de junio. No estaba claro en qué momento se había grabado ese vídeo o si Prigozhin había regresado a Rusia después.

Tensiones dentro del ejército

Mientras se acumulan las teorías sobre la responsabilidad de Putin en el avión estrellado, no hay duda de que la muerte del líder mercenario elevará las tensiones dentro del ejército ruso. Aunque en gran medida las fuerzas armadas expresaron un mensaje de condena por el motín, Prigozhin seguía siendo un personaje popular entre los soldados que coincidían con su crítica al estamento militar ruso y a la marcha tambaleante de la guerra.

“Si es cierto que está muerto, voy a coger mis cosas, no necesitamos esta puta guerra”, escribió poco después de difundirse la noticia de la muerte de Prigozhin el soldado ruso Egor Guzenko, que dirige un blog bajo el pseudónimo 'decimotercero'.

“Deberíamos estar matando a nuestros enemigos, no a los nuestros”, escribió Sergei Markov, un conocido bloguero que antes fue asesor del Kremlin. “Todos nuestros enemigos lo están celebrando... La muerte de Prigozhin es el mayor logro de Ucrania este año”.

Este jueves, decenas de seguidores del grupo Wagner y algunos combatientes se han reunido en un memorial a Prigozhin levantado en su ciudad natal, San Petersburgo, tras el incidente del avión. “Estoy aquí para honrar la memoria de Prigozhin... apoyo sus políticas. Wagner es justo”, decía un joven frente al memorial.

El avión de Prigozhin se estrelló el mismo día en que Moscú apartó al general Sergei Surovikin del mando de las fuerzas aeroespaciales rusas. Se trata del cese militar de más alto nivel desde el motín de Prigozhin.

El veterano comandante Surovikin era percibido como un aliado de Wagner dentro del Ministerio de Defensa. El apoyo público de Prigozhin a Surovikin había desatado muchas dudas en torno a su papel, y el de otros altos mandos, en la rebelión. ¿Habían ayudado a Prigozhin? ¿Tenían conocimiento de sus planes?

Las dramáticas imágenes del avión estrellado conmocionaron a sus aliados, pero varios miembros de la clase dirigente rusa ya habían adelantado que Putin no pasaría por alto la traición de Prigozhin.

En una entrevista anterior en The Guardian, un informante del Kremlin dijo: “En cuestión de seis meses o de un año el novichok llegará a Prigozhin”, en referencia al veneno que en 2020 le administraron al líder opositor Alexéi Navalni. “No creo que le perdonen fácilmente... Es posible que no sea de inmediato, pero dentro de algún tiempo el novichok vendrá a visitarle siguiendo las mejores tradiciones. Probablemente debería tener cuidado con sus calzoncillos”, añadió el informante.

“Es una clara señal a todas las élites y, de hecho, a todo el mundo que tuviese pensamientos sediciosos”, ha señalado la periodista Ksenia Sobchak, cuyo padre Putin describió como su mentor.

Al parecer, Putin venía trabajando con una agenda más acelerada. Lo que es seguro es que de este turbulento verano de 2023 los miembros de la élite política rusa se quedan con una lección: “Si vienes a por el rey, más vale que no falles”.