El mes pasado, la cadena sueca TV4 aconsejó a sus empleados que evitaran llevar ropa o insignias que pudieran identificarse por el logotipo del canal nacional de noticias. Lo consideraba un riesgo demasiado grande para su integridad tras el aumento de las amenazas que la cadena y sus periodistas han recibido después de que su programa de investigación Kalla Fakta [Solo los hechos] revelara que la formación de extrema derecha y segundo mayor partido de Suecia, Demócratas de Suecia, opera en redes sociales una extensa red de cuentas anónimas desde la que coordinan ataques contra medios y contra rivales políticos.
Suecia es una de las democracias más asentadas del mundo, con un nivel de confianza en los medios y en las instituciones políticas muy alto. Pero ahora hay periodistas especializados en temas de política nacional que temen por su seguridad.
No es la primera vez que los medios informan sobre las granjas de trolls nacionalistas en Suecia. La novedad de la investigación de Kalla Fakta es haber tenido a un periodista de TV4 trabajando de incógnito durante todo un año dentro del departamento de comunicación de Demócratas de Suecia.
TV4 dice haber confirmado que la formación de extrema derecha gestiona en redes sociales al menos 23 cuentas de forma anónima. En solo tres meses, las publicaciones de esas cuentas anónimas recibieron 27 millones de visitas.
La investigación sugiere que lo descubierto es solo la punta del iceberg en una campaña de desinformación y discursos de odio ultranacionalistas que ha sido financiada con fondos públicos y tiene su origen en las oficinas de un partido clave de la coalición gobernante.
En imágenes grabadas con cámaras ocultas se puede ver a estrategas de la formación de ultraderecha orquestando ataques secretos contra rivales políticos, un grupo que incluye a miembros del partido conservador cuya lealtad con la causa de Demócratas de Suecia es considerada insuficiente.
Pero lo verdaderamente sorprendente no ha sido el descubrimiento de estas cuentas anónimas, sino la respuesta que el líder de Demócratas de Suecia, Jimmie Åkesson, dio al programa en su “discurso a la nación”. Åkesson no sólo se negó a pedir disculpas, sino que cargó duramente contra los medios diciendo que la investigación de TV24 era desinformación y parte de una “gigantesca operación de influencia de la clase dirigente liberal de izquierdas”, cuyo plan secreto era “desmotivar” al votante de extrema derecha antes de las elecciones europeas.
En entrevistas posteriores, Åkesson ha seguido con los ataques, empleando en muchas ocasiones un lenguaje intimidatorio y condescendiente para burlarse de los periodistas que le preguntan acerca del escándalo.
Se trata de una nueva y peligrosa fase para la democracia en Suecia, con la extrema derecha poniendo en juego la futura estabilidad democrática al lanzar este ataque frontal contra la legitimidad de los medios.
La coalición conservadora que gobierna el país con el apoyo de los Demócratas de Suecia en el Parlamento ha dado una respuesta tibia al escándalo. El primer ministro, Ulf Kristersson, comenzó con una condena a estas cuentas anónimas, pero luego dio marcha atrás y adoptó una estrategia de evasivas, criticando al Partido Socialdemócrata (el principal de la oposición) por una vieja polémica en torno a un post de un blog anónimo brevemente activo que había sido creado por un ala estudiantil de la formación progresista. “Qué hipocresía, qué hipocresía”, se lamentó Kristersson.
Como era de esperar, la respuesta de Kristersson ha sido bien vista entre los ultranacionalistas. El joven diputado de Demócratas de Suecia Josef Fransson elogió al primer ministro por no tomar medidas contra su partido y utilizó, de forma bastante aterradora, el término ljugmedia, una frase que remite directamente a lügenpresse, el insulto con que el jerarca nazi Joseph Goebbels se refería a los 'medios mentirosos'.
Sin una sanción formal contra estas granjas de trolls que crean cuentas anónimas, la extrema derecha podrá seguir gestionándolas y hasta ampliarlas. La respuesta de Åkesson ha tenido una enorme repercusión en redes, llegando en pocos días a cientos de miles de espectadores por Facebook y por YouTube. Sin embargo, la audiencia que han tenido las reacciones de la oposición ha sido una pequeña fracción de la del líder ultraderechista.
“Si es tendencia, es verdad”, escribió Renée DiResta en su libro Invisible Rulers: The People Who Turn Lies Into Reality [Dirigiendo desde la sombra: la gente que convierte la mentira en realidad]. Según la investigadora del Observatorio de Internet de Stanford, esa es la cruda realidad de nuestro nuevo ciclo de noticias, dominado por las redes sociales.
De entre los memes de extrema derecha que presuntamente fueron compartidos de forma anónima por empleados y miembros de Demócratas de Suecia, hay muchos que tienen su origen en grupos estadounidenses que promueven discursos de odio, abiertamente racistas y antisemitas. Desde dibujos humorísticos que niegan el Holocausto, hasta imágenes de rivales políticos manipuladas para crear contenidos falsos y material prorruso. Un empleado ha sido dado de baja después de que el periódico Expressen revelara publicaciones en las que expresaba su apoyo a la invasión de Crimea en 2014 por Vladímir Putin.
Uno de los videos compartidos por la granja de trolls de Demócratas de Suecia es una animación de Åkesson manejando un tanque militar por Rinkeby, un barrio de Estocolmo con población inmigrante y obrera. El tanque lleva los colores patrióticos de la bandera sueca y Åkesson porta una espada en la mano junto a una rana de dibujos animados que está disparando un arma automática (la rana, un personaje de la televisión infantil sueca, ha sido adoptada por los ultranacionalistas del país como la versión local de la rana Pepe, símbolo no oficial de los grupos de extrema derecha en EEUU).
Algunos diputados condenaron el vídeo, pero a Åkesson le pareció muy divertido. “Todavía me estoy riendo”, respondió cuando le preguntaron por él.
Åkesson suele rechazar las críticas con el argumento de que las personas incapaces de reírse de los memes carecen de sentido del humor. Pero cualquiera que sepa algo de los movimientos antidemocráticos sabe que es una táctica trillada. “Se divierten, porque es su adversario el que está obligado a utilizar las palabras con responsabilidad”, escribió Jean-Paul Sartre en 1944 sobre los apologistas nazis en la Francia de entonces. “Se deleitan actuando de mala fe, ya que no buscan persuadir con argumentos sólidos, sino intimidar y desconcertar”.
La intimidación parece estar funcionando. De acuerdo con un reciente estudio del Sindicato de Periodistas Suecos, un 39% de los profesionales de la información admite haberse autocensurado para evitar amenazas y acoso. Especialmente, cuando las historias tienen que ver con el racismo y con la inmigración.
“Cuando se callan los actores clave de la democracia, los periodistas, los investigadores y los políticos, la democracia ya está en problemas”, escribe Åsa Wikforss, miembro de la Academia Sueca y profesora de filosofía en la Universidad de Estocolmo.
Peligrosamente desregulados, nuestros bienes comunes del mundo digital llevan demasiado tiempo siendo envenenados con desinformación y con mensajes de incitación al odio. Las consecuencias ahora son mundiales. Como dijo la premio Nobel y periodista filipino-estadounidense María Ressa durante un discurso reciente en la Universidad de Harvard, la responsabilidad de la crisis democrática internacional no es solo de déspotas y aspirantes a dictadores de la extrema derecha mundial. También, dijo, de empresas tecnológicas que permiten el crecimiento de la desinformación, de los discursos de odio y de las granjas de trolls, que se enconan y asfixian a la verdad.
“Sin hechos no hay verdad, y sin verdad no hay confianza; sin esas tres cosas, no tenemos Estado de derecho ni democracia”, dijo Ressa.
Para Suecia y para los países vecinos el desafío es especialmente grave. El modelo nórdico necesita una gran confianza en las instituciones de Gobierno, en los medios, en el mundo académico, en la ciencia, y también en las relaciones interpersonales.
Los países escandinavos ocuparon hace poco los primeros puestos del Informe Mundial sobre la Felicidad de la ONU, que se refería específicamente al alto grado de confianza que disfrutan. En un porcentaje superior al 60%, los suecos siguen diciendo que “se puede confiar en la mayoría de la gente”. ¿Hasta cuándo seguirán pensándolo?
Demócratas de Suecia obtuvo un resultado peor de lo esperado en las elecciones europeas del 9 de junio, su primera sacudida electoral. Cuando se difundieron los resultados, los líderes del partido salieron corriendo a echarle la culpa los medios, y especialmente a TV4.
Si la confianza en la cobertura de temas políticos se ve afectada por este ataque continuado, también se verá afectada la capacidad de los ciudadanos de exigir cuentas a los políticos. Es posible que también se vea afectada hasta la propia verdad.
Traducción de Francisco de Zárate