OPINIÓN

El racismo detrás del debate sobre la serie de Harry y Meghan en Reino Unido

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Aunque resulte difícil llegar a esta conclusión leyendo cualquiera de los miles de artículos negativos que ha generado la pareja, cuando el príncipe Harry se enamoró de Meghan Markle, a la Familia Real británica -y al Reino Unido en general- les llovió un maná del cielo en forma de poder blando. 

Al igual que sus grandes y obvias cualidades (a menudo demandadas para roles así), Meghan trajo también algo menos obvio: negritud, una cualidad que no habría podido ser más potente históricamente, dadas las circunstancias. 

De pronto, la Familia Real, el guante de seda para el brutal puño de hierro del Imperio Británico, la historia y tradición británicas personificadas, había pasado de blanca y medieval a moderna y multicultural. 

Se tornó más representativa de un Reino Unido moderno que casi cualquier institución del sistema que pueda venir a la memoria. Cuando la pareja se prometió, no había ninguna persona negra o no blanca que hubiera ostentado alguna vez un cargo importante a nivel estatal en el Reino Unido. De hecho, hasta el día de hoy, gracias a Meghan, el Reino Unido ha tenido más princesas negras que directoras o directores negros de la BBC.

La negritud de Meghan

“Y todos vivimos felices para siempre” es el final que deberían tener historias como estas. Sin embargo, la primera temporada de su documental en Netflix, Harry y Meghan, ha revelado una conclusión (o continuación) muy diferente a un cuento de hadas moderno. 

Para muchos espectadores negros, la revelación clave ha sido que la negritud de Meghan (quizá unida a su clase) fue tan sutil que su propia madre, la conmovedora Doria Ragland, no consideró necesario armarla con el kit de supervivencia racial (por ejemplo, “la charla” que los padres negros suelen dar a sus hijos sobre la discriminación y violencia que pueden afrontar por el color de su piel).

Fuera tan sutil como fuera, al parecer la negritud de Meghan seguía siendo demasiado para el Reino Unido. Una mujer de piel suficientemente clara como para “aprobar” con éxito sus primeros 37 años de vida en la tierra de la regla de una sola gota, una antigua clasificación racial que rigió en Estados Unidos para definir quién era negro, se enamoró de un príncipe de la tierra de “para nada somos tan racistas como los estadounidenses”.

Los medios británicos

Mucho antes de que alguien hubiera podido ver siquiera un nanosegundo del documental, y por tanto mucho antes de que éste pudiera saber cuál era su Goliat, gran parte de los medios británicos ya se habían puesto de acuerdo en que la serie sería un espectáculo venenoso y tendencioso para fanáticos pensado para destruir a la Familia Real. Giro de guion: resultó que gran parte de los medios británicos eran el verdadero Goliat, y la Familia Real era lo que Harry estaba intentando proteger y liberar. 

A lo largo de la serie queda a la vista de todos el dolor, la rabia y la indignación de Harry con algunos medios del Reino Unido por el trato a su familia. En el primer episodio, Harry, Meghan e imágenes de archivo de la princesa Diana, ilustran los vívidos detalles técnicos de la persistente intrusión de la prensa, desde la cuna hasta la tumba. Si bien le toca al historiador y profesor universitario David Olusoga, colaborador del documental, explicar el aspecto más importante con respecto a esto: los medios británicos, especialmente los tabloides, son una industria blanca. Su interpretación de los acontecimientos y su sentido del juego limpio y de lo que puede o no ser apropiado o directamente racista se conforman a través de este hecho innegable. 

La respuesta al documental lo ha cristalizado. La columnista de The Guardian Afua Hirsch ha recibido numerosas críticas por denominar “imperio 2.0” a la Mancomunidad de Naciones (la Commonwealth) en el documental. Su pecado ha sido “atacar el legado más preciado de la Reina [Isabel II]”.

La idea de “riqueza común” (common wealth) sería difícil de vender a cualquiera de los millones de africanos que cada vez dan pasos más extremos para huir del verdadero legado del colonialismo: pobreza extrema, baja esperanza de vida e inseguridad. Pero la mirada blanca no vio los comentarios de Hirsch bajo un prisma compasivo para con las miles de millones de víctimas negras y no blancas del imperio, sino bajo el prisma de lo que ellos decidieron que sentiría la reina. 

Una representante

La mirada blanca ha jugado un papel decisivo en cómo se ve a Harry y Meghan tanto el documental como los seres vivos. Y en general, ha jugado un papel decisivo en cómo se ve el Reino Unido a sí mismo, su lugar en el mundo y a las personas a las que ha subyugado. Los británicos negros y otras personas designadas para sostener bien alta la carga del gran e histórico carácter británico cual lacayos no tienen el privilegio de poder relajarse y dejar que la mirada blanca se alce con la ardua labor de la interpretación por nosotros. En consecuencia, como británicos de diferentes identidades étnicas, a menudo vemos los mismos acontecimientos de forma muy diferente. Sin embargo, lo que se considera el registro oficial de los acontecimientos sigue perteneciendo a la mirada blanca. 

No obstante, puede que la corriente dominante del Reino Unido no lo supiera, pero la gente negra veía a Meghan como su representante en algunos aspectos, debido a nuestras propias experiencias. En el trato que recibió, muchos vieron a una nación que mostraba sus cartas. Y la nueva mano tenía la misma pinta que la anterior.

Mientras que algunos describirán a los colaboradores del documental como Olusoga, Hirsch y Kehinde Andrews como unos radicales incendiarios anti-británicos, la mayoría de las personas negras los verán como desradicalizadores de una nación radicalizada por la mirada blanca. 

Desde el colonialismo hasta la esclavitud, dado el papel central que jugó el Reino Unido en la avalancha racista en el mundo, la implicación de Harry en esta historia de amor y antirracismo, y su documentación, son realmente importantes. Deberían elogiarlo. Está haciendo más por instruir y mejorar nuestra sociedad de lo que habría conseguido quedándose como miembro activo de la Casa Real. En lugar de echar por tierra una oportunidad de avanzar en lo que respecta a la raza, puede que, por una vez, nos hayamos confundido y hayamos sacado provecho de esta oportunidad. Ojalá los tabloides fueran capaces de verlo.

Nels Abbey es escritor, presentador y antiguo banquero. Es autor del libro satírico Think Like a White Man (Piensa como un hombre blanco).

Traducción de María Torrens Tillack