Yevgueni Prigozhin, el vendedor de panchos que llegó a lo más alto de la maquinaria bélica de Putin

Shaun Walker / Pjotr Sauer

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En pleno apogeo de la primera invasión encubierta de Rusia en el este de Ucrania, en el verano de 2014, un grupo de altos cargos rusos se dio cita en la sede del Ministerio de Defensa, un imponente edificio de la época de Stalin a orillas del río Moscova.

Estaban ahí para reunirse con Yevgueni Prigozhin, un hombre de mediana edad con la cabeza rapada y modales bruscos al que muchos en la sala conocían como la persona responsable de los contratos de cáterin del Ejército. Sin embargo, en esa ocasión, Prigozhin tenía otro tipo de pretensiones. Quería que le dieran acceso a terrenos del Ministerio de Defensa para entrenar a “voluntarios” que no tuvieran vínculos oficiales con el Ejército ruso, pero que pudieran ser utilizados en las guerras de Rusia.

A muchos de los que asistieron a la reunión no les gustaron las formas de Prigozhin, pero él dejó claro que no se trataba de una petición cualquiera. “Las órdenes vienen de Papá”, les dijo a los responsables de Defensa, utilizando un apodo para el presidente ruso, Vladímir Putin, con el objetivo de enfatizar su cercanía al presidente.

Este relato de la reunión, que no se había contado antes, ha sido facilitado por un antiguo alto cargo del Ministerio de Defensa con conocimiento directo de las conversaciones. “En aquel momento, no le di mucha importancia a sus planes”, dice. 

Lo cierto es que las decisiones que se tomaron en esa reunión han tenido un enorme impacto en la política exterior de Rusia y en sus aventuras militares en los años siguientes. El ejército de combatientes a sueldo de Prigozhin pasó a conocerse como el grupo Wagner, y entró en acción en Ucrania, Siria y en muchos países africanos.

Desde que Putin decidió el año pasado lanzar la invasión a gran escala de Ucrania, el grupo Wagner ha vuelto a centrar sus actividades en el país vecino de Rusia. Según estimaciones de los servicios de inteligencia occidentales, sus filas han aumentado hasta alcanzar los 50.000 efectivos, entre los que se cuentan decenas de miles de ex-presos reclutados en cárceles de toda Rusia, a menudo personalmente por Prigozhin.

A principios de enero, cuando los mercenarios de Prigozhin se hicieron con el control de la ciudad ucraniana de Soledar, la primera conquista territorial de Moscú en la guerra desde el verano, Prigozhin publicó un vídeo en el que alababa a Wagner como “probablemente el ejército más experimentado del mundo en la actualidad”.

Prigozhin se ha ganado la reputación de ser el comandante más cruel entre los que dirigen la cruenta invasión rusa. Pareció respaldar tácitamente un vídeo que mostraba el asesinato, a mazazos, de un desertor de Wagner que, al parecer, había sido devuelto por los ucranianos en un intercambio de prisioneros. “Una muerte de perro para un perro”, dijo entonces Prigozhin en un comunicado.

Este viernes, la oficina del fiscal general de Ucrania ha presentado cargos penales contra el comandante ruso. Según informa el medio ucraniano Ukrinform, Prigozhin ha sido acusado de usurpar la integridad territorial y la inviolabilidad de Ucrania (artículo 110 parte 3 del código penal de Ucrania) y de librar una guerra de agresión contra Ucrania (artículo 437 [art. 2).

Un miembro poderoso de la corte de Putin

Prigozhin no ha atendido a la petición de declaraciones de The Guardian. Pero después de años operando en la sombra, está claro que disfruta de los focos como uno de los integrantes más poderosos –y de los que más se habla– de la corte de Putin. Ha sido un ascenso extraordinario para alguien que pasó casi una década en la cárcel y que se convirtió en vendedor de perritos calientes tras su liberación.

The Guardian ha hablado con muchas personas que han conocido a Prigozhin a lo largo de los años, muchas de las cuales han solicitado mantener el anonimato para poder hablar libremente, con el fin de reconstruir su trayectoria. De estas conversaciones se desprende la imagen de un despiadado intrigante que era servil con sus superiores y a menudo tiránico con sus subordinados mientras ascendía a la cima. “Tiene empuje y talento, y no se amilana ante nadie para conseguir lo que quiere”, dice un empresario que conoció a Prigozhin en la década de los 90.

Para Prigozhin, según especulan quienes le conocen, ni el dinero ni el poder han sido los únicos factores de motivación, aunque ha acumulado ambos por el camino. En su lugar, dicen, le mueve la emoción de la cacería, la creencia de que está luchando contra élites corruptas en nombre del ciudadano de a pie y el deseo de aplastar a sus rivales. “Parece que le gusta el proceso en sí, no solo el resultado final”, dice el antiguo responsable de Defensa.

A lo largo de los años, Prigozhin se ha granjeado muchos enemigos: antiguos socios de negocios que se sienten engañados, generales del Ejército a los que ha criticado por considerarlos burócratas de oficina y altos cargos de seguridad que temen que albergue ambiciones de hacerse con el poder político.

Pero hasta ahora ha conservado el favor de su principal valedor: el hombre al que llama Papá.

Años entre rejas

Yevgueni Prigozhin nació en Leningrado, actualmente San Petersburgo, en 1961, nueve años después que Putin. Su padre murió cuando él era pequeño. Según él mismo ha explicado, su madre trabajaba en un hospital. El joven Prigozhin fue enviado a una academia deportiva, donde las actividades diarias a menudo implicaban horas de esquí de fondo.

No llegó a ser un atleta profesional y, al terminar la escuela, se unió a un grupo de delincuentes de poca monta. Los documentos judiciales de 1981, a los que ha tenido acceso The Guardian y publicados por primera vez por el medio de investigación ruso Meduza, cuentan esta historia.

Una noche de marzo de 1980, durante el triste final del Gobierno de Leonid Brézhnev en la Unión Soviética, Prigozhin, de 18 años, y tres amigos salieron de un café de San Petersburgo cerca de la medianoche y vieron a una mujer caminando sola por la calle oscura. Uno de los amigos de Prigozhin distrajo a la mujer pidiéndole un cigarrillo. Cuando ella fue a abrir su bolso, Prigozhin se situó detrás de ella y la agarró del cuello, apretando hasta que perdió el conocimiento. Entonces, su amigo le quitó los zapatos y Prigozhin le quitó hábilmente los pendientes de oro y se los metió en el bolsillo. El cuarteto salió corriendo, dejando a la mujer tendida en la calle.

Según el tribunal, fue uno de los muchos robos que Prigozhin y sus amigos cometieron en San Petersburgo durante varios meses. Fue condenado a 13 años de prisión, y pasó el resto de la década entre rejas, sin ver la muerte de Brézhnev y la perestroika de Mijaíl Gorbachov. Fue liberado en 1990, cuando la Unión Soviética se desmoronaba, y regresó a San Petersburgo.

Reconvertido en empresario

En ese momento, la ciudad estaba al borde de una transformación monumental, con grandes oportunidades empresariales para quienes fueran lo bastante astutos o violentos para hacerse con ellas. Prigozhin empezó modestamente, vendiendo perritos calientes. Preparaba la mostaza en la cocina de su apartamento.

“Ganábamos 1.000 dólares [916 euros] al mes, lo que en rublos era un dineral. Mi madre casi no podía contarlo todo”, declaró al portal de noticias Gorod 812 de San Petersburgo en 2011, en una de las pocas entrevistas que ha concedido.

Pero Prigozhin tenía la vista puesta más allá de la comida rápida, y sabía cómo hacer los contactos que necesitaba. “Siempre buscaba a gente de más arriba con la que entablar amistad. Y se le daba bien”, dice el empresario que le conoció en los años 90.

Al poco tiempo, Prigozhin era uno de los propietarios de una cadena de supermercados, y en 1995 decidió que había llegado el momento de abrir un restaurante con sus socios. Conoció a Tony Gear, un gestor hotelero británico que había trabajado antes en el Savoy de Londres y ahora estaba en uno de los pocos hoteles de lujo de San Petersburgo.

Prigozhin contrató a Gear para gestionar primero una tienda de vinos y luego su nuevo restaurante, el Old Customs House, en la isla Vasílievski de San Petersburgo.

Al principio, el Old Customs House empleaba a strippers para captar clientela, pero pronto se corrió la voz de que la comida era excelente y fueron despedidas. Gear se centró en promocionar el restaurante como el lugar más refinado para comer en una ciudad que acababa de descubrir la buena gastronomía. A las estrellas del pop y los hombres de negocios les gustaba comer allí, al igual que al alcalde de San Petersburgo, Anatoly Sobchak, que a veces acudía con su segundo, Vladímir Putin.

Gear, que sigue viviendo en San Petersburgo, no ha querido hablar con The Guardian para este reportaje. En ocasiones anteriores había expresado su admiración por Prigozhin, pero lo describió como un jefe “muy estricto”, que incluso utilizaba un proyector de luz especial para buscar polvo bajo las mesas cada mañana, para comprobar que el personal de limpieza había hecho bien su trabajo.

Cómo conoció a Putin

En los años 90, Prigozhin no mencionaba en sus conversaciones que había pasado una década en la cárcel, dicen quienes le conocían. Se mostraba encantador con sus nuevos clientes de alto nivel. “Es capaz de adaptarse para complacer a cualquier persona si necesita algo de ella. Ese es, sin duda, uno de sus talentos”, dice el empresario que lo trataba en esa época.

En una de las relaciones más inusuales de la Rusia postsoviética, Prigozhin entabló amistad con el famoso violonchelista Mstislav Rostropovich, que había emigrado de la Unión Soviética en los años 70.

Cuando Rostropovich recibió a la reina Sofía en su casa de San Petersburgo en 2001, Prigozhin se encargó del cáterin. Rostropovich incluso invitó a Prigozhin y a su esposa a un concierto de gala en el centro Barbican, como parte de las celebraciones londinenses de su 75º cumpleaños en 2002, según los archivos de la lista de invitados al evento la Orquesta Sinfónica de Londres.

Para entonces, Putin ya era presidente de Rusia. Durante los primeros años de su mandato, a Putin le gustaba reunirse con mandatarios extranjeros en su ciudad natal, y a veces los llevaba al restaurante Old Customs House o al New Island, una embarcación que Prigozhin había convertido en un restaurante flotante.

Repasar las fotos de los compromisos oficiales de Putin de la época es como jugar a “¿Dónde está Evgueni?”, al más puro estilo del libro ¿Dónde está Wally?, con constantes apariciones de Prigozhin en segundo plano, sonriente y discreto: detrás de la mesa mientras Putin cena con George Bush; revoloteando detrás del rey Carlos III de Inglaterra, por aquel entonces príncipe de Gales, en una recepción de 2003 en el museo Hermitage de San Petersburgo.

“Putin vio que no se me caían los anillos si tenía que sacar los platos yo mismo”, ha dicho Prigozhin en alguna ocasión. Fue el comienzo de una relación con el presidente ruso que crecería y se extendería de forma inesperada.

El nacimiento de Wagner

En poco tiempo, Prigozhin empezó a conseguir contratos para el cáterin de grandes eventos gubernamentales a través de Concord, un consorcio que había creado en los años 90. El siguiente paso fue conseguir grandes contratos públicos como proveedor. En 2012, ganó contratos por valor de más de 10.500 millones de rublos (unos 140 millones de euros) para suministrar comida a las escuelas de Moscú, según información publicada por medios de comunicación rusos, citando datos del registro financiero ruso.

Surgieron nuevas oportunidades cuando Rusia se anexionó Crimea en marzo de 2014 e intervino militarmente en el este de Ucrania poco después. Putin negó que tropas regulares rusas hubieran participado en ninguno de los dos casos, a pesar de la gran cantidad de pruebas que demostraban lo contrario.

El Kremlin empezó a pensar en cómo hacer un poco más plausible su versión. Aunque la contratación de grupos de mercenarios era ilegal en el país, empezaron a aflorar varios grupos que parecían coordinar sus acciones con el Ministerio de Defensa, pero que podían operar en condiciones de plena competencia. El grupo Wagner de Prigozhin se convertiría, con diferencia, en el más destacado de ellos.

“Creo que Prigozhin le hizo la propuesta a Putin y él aceptó, así es como funciona”, dice el exresponsable del Ministerio de Defensa, que descarta las conjeturas de que Wagner fuera desde el principio un proyecto de la inteligencia militar rusa (GRU). “Puede que hubiera gente del GRU asesorando, pero en última instancia era un proyecto de Prigozhin”.

Esta misma fuente afirma que el ministerio proporcionó a Prigozhin terrenos en Molkino, en el sur de Rusia, donde empresas vinculadas a Prigozhin construyeron una base de operaciones para combatientes bajo la apariencia de un campamento infantil. Reuters informó sobre los presuntos vínculos de Prigozhin con el terreno de Molkino en 2019.

Parece que el plan abrió el apetito de Prigozhin. “Era como un perro rastreador, siempre buscando dinero”, dice el antiguo cargo de Defensa.

En un intercambio de correos electrónicos analizado por The Guardian entre el grupo Concord de Prigozhin y el Ministerio de Defensa en la primavera de 2014, un veterano abogado de Concord comenta la opción de suministrar alimentos y otras provisiones a la vasta red rusa de ciudades militares. Ese proyecto finalmente no se materializó, pero en 2015 sus empresas habían conseguido importantes contratos por valor de más de 92.000 millones de rublos (1.134 millones de euros) para alimentar al Ejército, según una investigación de Forbes Rusia.

El rápido ascenso de Prigozhin empezó a molestar a algunos miembros del Ministerio de Defensa, tensiones que no harían más que crecer con los años a medida que sus operaciones se expandían aún más. Un momento clave para Prigozhin llegó a finales de 2015, cuando Putin decidió intervenir militarmente en Siria para apuntalar el régimen de Bashar Al Asad. Prigozhin consiguió contratos de alimentos y suministros, y también desplegó a sus mercenarios de Wagner.

En Siria, el grupo Wagner se consolidó por primera vez como una formidable fuerza de combate, y desempeñó un papel destacado, aunque no reconocido, en la intervención de Moscú. Los mercenarios de Wagner operaron con impunidad en Siria y fueron acusados de numerosos crímenes de guerra. En un incidente, unos hombres vinculados a Wagner fueron grabados en vídeo decapitando y descuartizando a un sirio. El grupo también sufrió numerosas bajas, silenciadas porque oficialmente no estaban desplegados allí.

Ejército en Internet

Además de este ejército real de mercenarios, Prigozhin ha sido acusado de dirigir un ejército de guerreros en Internet, primero con el objetivo de promover la agenda del Kremlin en foros de discusión nacionales y más tarde redirigidos para vender narrativas rusas en el extranjero.

Una acusación resultante de la investigación del fiscal Robert Mueller sobre la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016 alegó que Prigozhin y empresas vinculadas a él estaban detrás de una red de perfiles pro Donald Trump en Facebook y Twitter, aparentemente parte de una serie de esfuerzos rusos para impulsar la candidatura del político republicano. Los perfiles falsos compartían contenidos favorables a Trump e incluso pagaban a estadounidenses reales desprevenidos para comprar material para mítines.

Prigozhin seguía siendo un personaje muy reservado en ese momento, pero la acusación sugiere que ya disfrutaba de su creciente notoriedad. Según la acusación, un par de días antes de que Prigozhin cumpliera 55 años en mayo de 2016, uno de los perfiles falsos estadounidenses de Facebook pagó a un hombre estadounidense real para que se plantara frente a la Casa Blanca con un cartel que decía “Feliz 55º cumpleaños, querido jefe”.

La acusación estadounidense se retiró posteriormente, pero cuando se le preguntó por las acusaciones de injerencia electoral el pasado noviembre, Prigozhin pareció admitirlas, con una metáfora truculenta. “Señores, hemos interferido, interferimos e interferiremos. Cuidadosamente, con precisión, quirúrgicamente y a nuestra manera, como sabemos hacerlo. En nuestras operaciones milimétricas, extirparemos los dos riñones y el hígado a la vez”.

Amenazas a periodistas

Con el aumento de los negocios de Prigozhin, también aumentó el escrutinio. El activista anticorrupción y político de la oposición Alexéi Navalni hizo pública una investigación sobre las estructuras empresariales de Prigozhin, acusándole de obtener de forma corrupta contratos del Ministerio de Defensa para financiar su lujoso estilo de vida.

“Sus hijos publicaban fotos en Instagram todo el tiempo; presumían de su jet privado, y a través de eso pudimos encontrar el consorcio que ha construido, lo que nos ayudó a tener una idea más aproximada sobre la riqueza que ha amasado”, dice Lyubov Sobol, la colaboradora de Navalni que está detrás de la investigación.

Sobol y otras personas sobrevolaron con un dron las residencias palaciegas que supuestamente pertenecen a Prigozhin y a su hija, en las que había un helipuerto y una cancha de baloncesto.

Poco después, el marido de Sobol se desmayó después de que un hombre que esperaba fuera de la casa de la pareja le clavara una aguja en la pierna. Sobol asegura que a partir de entonces se inició una campaña constante de presiones legales e intimidación, que incluyó matones que la seguían cada vez que salía de casa. “Esta gente estaba básicamente respirándome en la nuca, todos los días... Es la lógica de un bandido. Tú te metes en mis asuntos, así que yo me meto en los tuyos”, dice Sobol.

Los periodistas rusos que investigaron las actividades de Prigozhin también se enfrentaron a amenazas o intimidaciones, que consideran que están relacionadas con su labor. Tras una investigación de Novaya Gazeta en 2018, se entregó una cabeza de carnero cortada en la redacción del periódico. El periodista que escribió la investigación recibió una corona funeraria en su domicilio.

Más estremecedor aún, tres periodistas rusos que viajaron a República Centroafricana en 2018 para investigar las actividades de Wagner allí fueron asesinados en una emboscada que parecía estar bien planificada y coordinada, en la que participó un instructor de seguridad ruso vinculado a Wagner. Prigozhin ha negado repetidamente cualquier implicación en los asesinatos.

“Mandaba a través del miedo”

Para entonces, las actividades de Prigozhin se habían extendido al menos a 10 países de África, donde ofrecía servicios de seguridad y entrenamiento armamentístico y conseguía derechos mineros y otras oportunidades de negocio.

Prigozhin dirigía esta red mundial desde una oficina en la isla Vasílievski de San Petersburgo, no lejos del Old Customs House, donde él y Tony Gear habían empezado en el negocio de la restauración dos décadas antes. 

“Mandaba a través del miedo”, dice Marat Gabidullin, un comandante de Wagner que pasó tres meses en el cuartel general dando a Prigozhin actualizaciones diarias sobre la situación militar en Siria a finales de 2017. Gabidullin, que actualmente reside en Francia, señala que Prigozhin podía mostrarse atento con los comandantes militares, especialmente cuando estaban heridos, pero a menudo sentía desprecio por los trabajadores de la oficina.

“El ambiente en la oficina era extremadamente férreo, Prigozhin a menudo se pasaba de la raya con los trabajadores. Era muy grosero con el personal. Insultaba a la gente y la dejaba en ridículo en público”, dice.

“En EEUU existe una figura así: Soros”

Aunque no tenía ningún cargo oficial, Prigozhin asistía con frecuencia a reuniones de alto nivel relacionadas con contratos de defensa. Incluso se sentó en una reunión bilateral entre Putin y el presidente de Madagascar, Hery Rajaonarimampianina, en el Kremlin en abril de 2018, un encuentro que no se hizo público, pero del que informó el New York Times. Poco después, consultores políticos vinculados a Prigozhin se desplazaron a Madagascar, según el Times.

Apenas dos meses después de esa reunión, Putin se burló de las afirmaciones de que Prigozhin estaba implicado en maniobras de política exterior en la sombra en nombre del Kremlin. “Dirige un negocio de restauración, es su trabajo; es el encargado de un restaurante en San Petersburgo”, dijo Putin sobre Prigozhin durante una entrevista con la televisión austriaca.

Preguntado por las pruebas de los contratos de Prigozhin con el Ministerio de Defensa y las acusaciones de injerencia electoral, Putin dio una respuesta reveladora, comparando a Prigozhin con George Soros, el financiero y inversor objeto de numerosas teorías conspirativas, y ha sido acusado por dirigentes rusos de financiar revoluciones por orden del Gobierno estadounidense. 

“En Estados Unidos existe una figura así: Soros, que interfiere en todos los asuntos del mundo... El Departamento de Estado de EEUU dirá que no tiene nada que ver con ellos, que es un asunto privado de Soros. Para nosotros, es un asunto privado de Prigozhin”, dijo Putin. En efecto, Putin estaba admitiendo que Prigozhin era para él lo que creía erróneamente que Soros era para el Gobierno de Estados Unidos: una herramienta para inmiscuirse en el extranjero al tiempo que mantenía una negación plausible.

Reconoce que fundó Wagner

La nefasta decisión de Putin de lanzar un ataque a gran escala contra Ucrania en febrero del año pasado ha acabado con la necesidad de la negación plausible.

Tras años negando todo vínculo con Wagner, Prigozhin anunció triunfalmente en septiembre que había fundado el grupo en 2014. “En cualquier asunto debe haber espacio para la deportividad”, dijo, explicando por qué había demandado a numerosos medios de comunicación por relacionarle con Wagner en el pasado.

La admisión se produjo después de que un vídeo viral, aparentemente filtrado por el equipo de Prigozhin, le mostrara dentro de una prisión proponiendo a los reclusos que se alistaran en su ejército de mercenarios para luchar en Ucrania. Prigozhin les dijo que probablemente morirían en el frente, pero les anunciaba que si sobrevivían seis meses, serían liberados con un indulto total y una generosa paga.

“Al final es uno de los nuestros”, recordaba en una entrevista un preso de una de las cárceles visitadas por Prigozhin. “Él también estuvo preso. Creo que mucha gente se alistó porque Prigozhin les transmitió confianza. No confían en las autoridades, pero creían que Prigozhin conseguiría liberarlos”.

Mijailo Podolyak, asesor del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, afirmó recientemente que Wagner había reclutado a más de 38.000 prisioneros en los últimos meses, y dijo que 30.000 habían muerto, estaban heridos, habían sido capturados o estaban desaparecidos. Acusó a Wagner de participar en un “genocidio” ruso en Ucrania.

Muchos de los nuevos reclutas han sido enviados al campo de batalla como carne de cañón, mientras Prigozhin se esfuerza por demostrar que sus combatientes son más capaces de obtener logros que el Ejército ruso regular. “Wagner ha pasado de ser una banda de hermanos a un grupo de siervos de combate”, dice el excomandante Gabidullin.

Prigozhin ha elogiado la “disciplina ultraestricta” de Wagner, que según otro excomandante ha incluido el asesinato de quienes desobedecen las órdenes. Andrey Medvedev, un comandante de Wagner que dice haber combatido cerca de Bakhmut entre julio y octubre, afirma que sabía de al menos 10 asesinatos de este tipo, y asegura haber sido testigo de algunos.

“Los comandantes los llevaban a un campo de tiro y les disparaban delante de todos. A veces disparaban a un solo hombre, otras veces lo hacían de dos en dos”, dijo a The Guardian en una entrevista, poco antes de huir de Rusia a Noruega.

A los reclutas convictos que sobreviven a los seis meses en el frente les esperan la libertad y recompensas económicas. Prigozhin ha pedido a las principales universidades rusas que financien becas para ellos, mientras que un parlamentario ruso ha sugerido recientemente que algunos ex-presos deberían ser nombrados diputados.

Líder del “putinismo' antiélite”

Hay algo simbólico en el hecho de que Prigozhin, que pasó sus 20 años en prisión, allane ahora el camino para la liberación y reinserción de miles de presos, incluidos los condenados por los delitos más violentos.

Según el politólogo Ivan Krastev, forma parte de un intento de “redefinir la nación rusa” en medio del nuevo ambiente bélico. “Los presos son bienvenidos en la nación, mientras que todas esas élites cosmopolitas contrarias a la guerra, incluidos algunos de los oligarcas de Putin, no lo son”, dice.

En las últimas semanas, Prigozhin ha hecho frecuentes declaraciones en las que ataca a los supuestos traidores de la élite que veranean en el extranjero y sueñan con que Rusia pierda la guerra. Hay muchos en la administración de Putin que quieren “caer de rodillas ante el Tío Sam”, ha dicho recientemente Prigozhin.

Prigozhin se ha convertido en la práctica en “el líder del putinismo antiélite”, dice Krastev. Un líder que permanece leal al zar mientras ataca a todos los que le rodean.

Muchos de los que han tratado a Prigozhin afirman que durante años se ha visto a sí mismo como un defensor de los más humildes frente a las élites, un retrato incongruente teniendo en cuenta la riqueza que ha acumulado para él y su familia, pero que suele emplear. “Se presenta como el defensor de las masas, de las clases bajas. Ese es su nicho”, dice Gabidullin.

Ahora, las críticas cada vez más frontales de Prigozhin han llevado a algunos a preguntarse hasta dónde puede llegar su ambición.

“La gente del Servicio Federal de Seguridad (FSB) de Rusia está furiosa con él y lo considera una amenaza para el orden constitucional”, dice una fuente de la élite política rusa. “Tiene un gran grupo de mercenarios no controlado por el Estado, y después de la guerra querrán sus recompensas, incluidas las recompensas políticas”.

Otros se preguntan si Prigozhin ha ido demasiado lejos. Su ira reiterada contra el Ministerio de Defensa por intentar “robarle” su victoria en Soledar ha sonado a veces más a debilidad que a fortaleza. Al fin y al cabo, personas conocedoras de la situación dicen que Wagner depende del apoyo logístico y de inteligencia del Ministerio de Defensa para seguir luchando, y Prigozhin depende del favor de Putin para seguir operando.

El hombre de negocios que conoció a Prigozhin en la década de los 90, al mirar hoy a su antiguo socio, está seguro de una cosa: Prigozhin no tiene un interruptor de apagado. “Entiende que muchos le odian en el sistema... así que sabe que si para, podría ser su fin. No tiene elección. No puede dar marcha atrás”.

Traducción de Emma Reverter