Viruela de mono

Lo que la viruela del mono nos dice sobre lo bien que funcionan las vacunas y lo vulnerables que somos sin ellas

Sergio Ferrer

elDiario.es —
19 de mayo de 2022 10:23 h

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Reino Unido ha detectado nueve casos de viruela de los monos en el último mes; Portugal, cinco y España tiene al menos siete positivos de los 23 sospechosos. Por la extensión internacional y el número de contagios entre personas, estos brotes van camino de ser los más importantes fuera de territorio africano. No es la primera vez que esta enfermedad, rara pero presente en África Occidental y Central, es exportada a otros países. De hecho, cada vez es más frecuente dentro y fuera de África. ¿Por qué?

El primer y mayor brote de viruela de los monos fuera de África tuvo lugar en 2003 en Estados Unidos: 47 personas se vieron afectadas, pero no hubo contagio entre seres humanos. Los responsables —o víctimas, según se mire— fueron los perritos de las praderas de un vendedor de animales, que habían estado en contacto con roedores importados de Ghana infectados con el virus.

Los perritos de las praderas se contagiaron y fueron vendidos como mascotas. Un estudio posterior mostró que quienes habían tocado un animal infectado, o recibido una mordedura o arañazo, tenían un mayor riesgo de infección. Limpiar la jaula o la zona en la que el animal descansaba también suponía un mayor riesgo.

Sin embargo, los investigadores descubrieron que tres personas se habían infectado de forma asintomática y generado altos niveles de anticuerpos contra el virus. El motivo: habían recibido la vacuna contra la erradicada viruela 13, 29 y 38 años antes, respectivamente.

El virus de la viruela de los monos pertenece al género Orthopoxvirus, al que también pertenece la viruela (Variola virus), declarada como erradicada en 1980. Ambos son, por lo tanto, muy similares. 

Se sabía que la vacuna de la viruela puede proteger durante décadas. Datos tomados en Inglaterra durante un brote a principios del siglo XX mostraron que el 93% de los mayores de 50 años vacunados en la infancia evitaron cuadros graves y la muerte. En comparación, la mitad de los contagiados de esa edad sin vacunar falleció. 

Esta protección puede durar toda la vida. “Encontramos que el 90% de los voluntarios vacunados entre 25 y 75 años atrás todavía tenían una inmunidad humoral [de anticuerpos] y celular [de linfocitos T], o ambas, contra el virus de la viruela”, escribían los investigadores de un trabajo publicado en Nature Medicine en 2003.

Por este motivo se sospechaba que las personas vacunadas contra la viruela podían tener cierta inmunidad cruzada contra la viruela de los monos. Un estudio observacional realizado en Zaire (hoy República Democrática del Congo) entre 1980 y 1984 ya había mostrado que la protección era de un 85%. 

Los autores advertían: “La magnitud y duración de las epidemias de viruela de los monos aumentará conforme la protección derivada de las vacunas [de la viruela] disminuya en la población”. Eso sí, la menor transmisibilidad haría que esta no persistiera en poblaciones humanas demasiado tiempo “incluso en ausencia total de vacunación”.

El brote causado por los perritos de las praderas era una oportunidad irrepetible de estudiar esto con más detalle. Al no haber un orthopoxvirus endémico en Norteamérica, se podía eliminar la posibilidad de una inmunidad cruzada adquirida por la reexposición a otros virus. La única protección poblacional era la vacuna de la viruela, que dejó de utilizarse en 1972 y que el 50% de la población de EEUU había recibido entonces.

La protección observada en el brote de 2003 no era total: otras cinco personas vacunadas sí que se infectaron con síntomas, frente a las tres que no lo hicieron. El bajo número no permitía calcular la protección, pero sí apoyaba lo mostrado por estudios anteriores: la vacuna de la viruela humana protege contra este virus durante décadas, pero también contra otros similares como la viruela de mono.

A pesar de todo esto, las vacunas contra la viruela originales ya no están en circulación. La EMA y la FDA autorizaron (en 2013 y 2019, respectivamente) una nueva vacuna basada en virus vivos atenuados contra la viruela humana y de los monos, pero tampoco está disponible para el público general. Según explican los CDC, los expertos consideran que utilizar estas vacunas tras la exposición a la viruela de los monos podría ayudar a prevenir la enfermedad o hacerla menos grave.

“Hay muy poca cantidad de ambas ahora mismo, no sería rápido disponer de la cantidad suficiente para todo el mundo, pero tampoco sería como empezar de cero sin una vacuna”, aclaraba la presidenta de la Asociación de Médicos de Sanidad Exterior, Mar Faraco, en declaraciones al Science Media Centre.

Una enfermedad cada vez más frecuente en África

La viruela símica se descubrió en 1958 en macacos de laboratorio, de ahí su nombre. En realidad, suele transmitirse por pequeños mamíferos como ratas y ardillas, aunque los simios también puedan jugar un papel. La enfermedad se detectó en humanos en 1970 en la República Democrática del Congo y, desde entonces, se ha visto en 11 países africanos. Como es habitual al hablar del continente, la carga verdadera de la enfermedad es desconocida.

En los últimos años, tal y como temían los investigadores del estudio de 1988, los casos han aumentado. Nigeria ha detectado 558 casos y 8 muertes desde 2017. La República Democrática del Congo ha experimentado cientos de casos en lo que va de año, con 704 reportados en enero y febrero, de los que 37 fallecieron. Desde enero de 2020, el país africano ha reportado más de 10.000 infecciones y 342 muertes.

Un estudio llevado a cabo en ese país y publicado en 2010 llegó a la conclusión de que los casos de viruela de los simios habían aumentado veinte veces en 2006-2007, en comparación con la década de los 80. “Treinta años tras el fin de las campañas masivas de vacunación contra la viruela, la incidencia de viruela símica en seres humanos ha aumentado dramáticamente en las áreas rurales de la República Democrática del Congo”.

La pérdida de inmunidad poblacional no tiene por qué ser el único factor responsable del aumento del número de casos. “El segundo es la posibilidad de que la distribución del virus en la fauna de África Occidental se haya alterado de alguna forma, aumentando o ampliando su espectro, por lo que es más probable que los seres humanos se infecten”, explicaba el virólogo del Imperial College London (Reino Unido) Michael Skinner.

Poco transmisible y más leve que la viruela

Existen dos cepas de este virus, la de África Occidental y la de Congo. La letalidad oscila entre el 1% de la más leve —la de África Occidental, detectada en los casos británicos, uno de los cuales había viajado a Nigeria— y hasta el 10% —la de Congo, que probablemente se transmite mejor—. En cualquier caso, estas son cifras procedentes de países africanos y no son necesariamente extrapolables a lugares con unos mejores servicios sanitarios y estado de salud de la población.

“El riesgo de que se produzca un brote importante en España es muy bajo”, explica la presidenta de la Asociación de Médicos de Sanidad Exterior, Mar Faraco, en declaraciones al Science Media Centre. El director del Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias de la Universidad de La Laguna, Jacob Lorenzo, coincide: “Es poco probable que la viruela del mono genere una transmisión importante, pero hay que estar atentos”.

Aun así, la presencia de numerosos casos sin historial de viaje ha preocupado a las agencias sanitarias de todo el mundo y hacen pensar que, aunque los brotes puedan controlarse, existan más casos por aparecer incluso en otros países. Dado los períodos de incubación, es posible que haya habido transmisión comunitaria invisible antes de que saltara la alerta.

“Esto es raro e inusual”, aseguraba la Asesora médico jefe de la Agencia de Seguridad Sanitaria de Reino Unido (UKSHA), Susan Hopkins. “La evidencia sugiere que puede haber transmisión comunitaria, extendida por contacto cercano”.

De forma similar, una oficial de los CDC estadounidenses mostraba a STAT su preocupación: “Esto es muy diferente de lo que típicamente asociamos a la viruela de los monos. Tenemos cierta preocupación de que pueda haber propagación fuera del Reino Unido”.

Para complicarlo todavía más, todos los casos sospechosos y confirmados han tenido lugar en hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, aunque no está claro si ha habido transmisión sexual o por contacto cercano. Por eso el epidemiólogo de la UKSHA Mateo Prochazka explicaba que esto “tendría implicaciones para la respuesta y control del brote”, pero advertía sobre la importancia de “abordar los discursos que refuercen las desigualdades y estigmas”.

Por todo ello, la viruela de los monos permite muchos niveles de análisis. Aúna el problema de las zoonosis, de las enfermedades emergentes, de la vacunación —o falta de ella—, del tráfico de fauna y el uso de animales salvajes como mascota, de la estigmatización de los grupos poblacionales afectados, de la erosión de los ecosistemas y de cómo la salud es un problema global. Y, sobre todo, nos recuerda que vivimos en un planeta repleto de virus.