Formarse una opinión de las doctrinas económicas de la escuela de Viena limitándose a las incansables exposiciones que hace de su teoría y a las por momentos inflexibles consecuencias prácticas que de ella extrae el libertario presidente argentino Javier Milei puede resultar tan empobrecedor intelectualmente como limitar nuestro conocimiento de la socialdemocracia al mandato del radical Raúl Alfonsín. Aun quienes han estudiado con menor simpatía a priori a Carl Menger y a aquellos economistas austríacos libertarios a quienes la fuerza de los hechos de un siglo extremista exilió en Inglaterra o EEUU coinciden en reconocerles virtudes críticas. Una suprema capacidad para el análisis. Que no todos atribuyen al pesimismo antropológico que denuncian en las bases de su pensamiento.
Hay que decir, sin embargo, que suena poco optimista -o, en otro lenguaje, suena mala onda- uno de los lemas que orientan a la grey austríaca en sus enfoques. Es su recomendación de aprovechar el valor señalético de cada época de bonanza, expansión, boom, o mero crecimiento. El énfasis en saber capitalizar una semiología patológica tan ominosa como infalible: la de una fiebre que nos revela la enfermedad. Verás que también puede nevar en primavera / Y que en la primavera las nieves son más frías, rezan dos versos tónicos y severos de Neruda.
Este, y otros elementos vieneses, son audibles en el discurso de las voces intelectuales mexicanas que piden votar por la candidata opositora Xóchitl Gálvez en las elecciones del 2 de junio. Lo piden, porque es un voto contra el socialismo del actual presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
En la grieta mexicana, como en todas las representaciones de la vida política de una sociedad cuyo límpido principio constructivo es la metáfora de una gran zanja nacional, votar es votar contra. Votar por Gálvez es votar contra otra mujer. La candidata oficialista, firme favorita en los sondeos de intención de voto. Claudia Sheinbaum lidera la coalición electoral de izquierda Sigamos Haciendo Historia liderada por el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), el partido creado por AMLO.
Mismas grietas, distintos abismos
Sólo votando contra puede el electorado votar a favor. Este mensaje opositor de transparente dialéctica negativa tiene como destinatario privilegiado a la juventud. A la cual hacen una invitación personalizada, pletórica de la esperanza que se rehúsa a la desesperación. Un recordatario que incita a participar y votar en las elecciones generales del 2 de junio. En México el voto es un derecho, no un deber. Aunque MORENA gane la presidencia la oposición podría ganar una importante bancada en el Gongreso. Hay cambio de autoridades en ocho estados. Y en los municipios hay veinte mil cargos electivos en juego: nunca antes se decidieron tantos en una sola elección.
No sin ironía, lo que la oposición liberal más intensamente le reprocha al gobierno del Movimiento de Regenaración Nacional (MORENA) y del autoritario presidente saliente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) son fracasos, deslices, desistimientos y eclipses del Estado. Un cúmulo intolerable si se lo coteja con el sereno ejercicio de estatismo que ha llegado a esperarse, y añorarse, en el Poder Ejecutivo mexicano.
Un voto contra la coalición oficialista que lidera MORENA es un voto por la realidad contra una imagen del presente ya suficientemente engañosa aun sin ascender hasta la meseta de superlativa falsificación a la que nos ha conducido en rebaño un presidente Gran Hermano de magisterial conferencia de prensa cotidiana, condensan los opositores. Un voto por la democracia política liberal contra la autocracia o dictadura socialista.
Un retrato robot alevoso
En el identikit de la dictadura de AMLO de los intelectuales que llaman a votar en contra de la candidata de MORENA está en primer lugar el culto a la personalidad.
El presidente mexicano nacido en 1953 en el tropical estado sureño de Tabasco es un ídolo en busca de multitud en busca de ídolos. Un autócrata cuyo personalismo aplastó la institucioanalidad por acumular facultades extraordinarias y aspirar a la suma del poder público. Un asesino a cuya gestión de la pandemia le reprochan a la vez, sin elegir entre uno de los dos reproches, irresponsabilidad sanitaria en su negacionismo del covid y auoritarismo administrativo por las férreas cuarentenas que violaron la libertad de movimiento consagrada por la ley.
La requisitoria del oficialismo es diáfana: deja entrever, en los acusadores, una concepción de la vida política de un personalismo parejo con el que adscriben al presidente. No menos personalizada luce la queja por los agravios del agraviante presidente. AMLO es un tirano consecuente en rehusarles un lugar primordial en la conversación política a la ciencia, el periodismo, la cultura, la educación superior -es decir, al personal de la élite meritocrática que el tiempo decantó y preparó como idóneo interlocutor del poder-. Con la consecuente privación de recursos para la renovación de tales estamentos. En el memorial de afrentas, la inseguridad, aunque en primera fila, ocupa una lugar menos cantante del que se aguardaba siguiendo las campañas desde el extranjero. La lista sigue. La militarización de la lucha contra el narcotráfico, la pérdida de la presencia del poder del Estado en todo el territorio. La degradación de las instituciones del Estado. Es un autócrata ergo no un demócrata. Miente sobre la economía; calla que el 2% o más de crecimiento anual es efímero, espurio, turbio, escamotea la crisis que un voto por Sheinbaum agudizará y acelerará.
Con las debidas adiciones y sustracciones, al fin de cuentas, y sin que jamás lo digan en términos simplificadores desde esta perspectiva liberal -acerca de cuyas peculiaridades encuentran poco interesante demorarse en meditar quienes se parapetan detrás de ella-, no es por el estatismo que impregna las opciones y acciones de su mandato que hallan tan política y moralmente reprensible a AMLO al fin del sexenio iniciado en diciembre de 2018 cuando sucedió al priista Enrique Peña Nieto. Antes bien, se le reprocha una suma de fracasos, deslices, desistimientos y eclipses del Estado. Un cúmulo intolerable si se lo coteja con el sereno ejercicio de estatismo que ha llegado a esperarse, o añorarse, en el Poder Ejecutivo mexicano.
Libertad, divino tesoro
Libertad o muerte es el más antiguo clamor liberal. No sólo en América Latina: Hollywood lo proyectó al espacio interestelar en Viaje a las Estrellas, nos recuerda un ensayo de Zambullidas. Está en la Marsellesa, el himno revolucionario francés, vivir libres o morir. Así concluye el himno nacional boliviano, morir antes que esclavos vivir. Uruguayos, Paraguayos, ¡República o Muerte!, misma fórmula en estos dos himnos gemelos. Así formulan la alternativa quienes piden que también la libertad mexicana se desatore y avance.
Hay que decir que el sentido de la fórmula ha variado crucialmente a lo largo de los tiempos más que bicentenarios que nos separan del 20 de septiembre de 1792, primera victoria militar de los ejércitos revolucionarios franceses. que derrotaron en Valmy a las armas prusianas y al duque de Brunswick. Vivre libre ou mourir fue grito de guerra de los soldados rasos de la Libertad, proclama y promesa irredentistas. No se rendirían nunca, lucharían por la Libertad hasta morir, lo que esperaba a los enemigos de la libertad era un conflicto cuyo fin sólo llegaría con la muerte de la parte beligerante derrotada.
Con el paso sigiloso del protagonismo histórico de la figura del combatiente a la de la víctima, quienes piden el voto por Xóchitl están lejos de anunciar una suerte de neo-zapatismo liberal, un levantamiento de la mayoría silenciosa que se haría oír tomando las armas para ser libre o morir. Es más restricta, la profecía liberal. La libertad habría estado agonizando con AMLO; votando como su sucesora a su heredera Sheinbaum, alertan, nos convertiremos en firmantes de la partida de defunción de nuestro bien jurídico más caro.
Krauze x Krauze
Todo lo anterior puede verse y oírse en el diálogo de Enrique Krauze con su hijo León Krauze en el canal de YouTube de Letras Libres, la revista mensual de “crítica y creación” y nombre programático fundada en 1999. Esta conversación entre dos generaciones liberales solidarias ofrece de la posición liberal pro-Xóchitl anti-Claudia (o viceversa) una versión conveniente. Más sintética que sumaria. Y sorpresiva, a los oídos sudamericanos de este panoramista que pronto dirá por qué le ha resultado así.
Antes del diálogo, Enrique Krauze había pronunciado un elocuente alegato electoral pero personal pidiendo el voto por la candidata de la opsición. La empresaria Xóchitl Gálvez lidera la coalición Fuerza y Corazón por México que reúne entre otras fuerzas a los grandes partidos del último siglo. Al centro-derechista Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó México por más de 70 años y al derechista Partido Acción Nacional (PAN) que gobernó durante 12 años en las presidencias de Vicente Fox y de Felipe Calderón. Un Frente Amplio que Krauze considera centrista, nunca derechista. No suena inesperado el circunloquio: hay retórica, pero las ideologías de PRI y PAN son inasibles o camaleónicas. A su modo, Krauze Sr es en verdad tan sucesor y heredero espiritual de Octavio Paz, poeta, embajador y Premio Nobel, como él mismo se muestra convencido de ser.
Como historiador, Krauze Sr conoció el encomio de Tulio Halperin Donghi. El colega argentino apuntó una singularidad. Desde su primer libro, Caudillos culturales de la Revolución Mexicana (1976), Enrique Krauze procede por un método biográfico. En sucesivos volúmenes, narró la historia nacional desde el fin del virreinato de la Nueva España hasta el fin de la ‘presidencia imperial’ del Partido PRI con Carlos Salinas de Gortari bajo la forma de las sucesivas biografías de los dueños del poder mexicano. Una alternancia de 'doctores' (institucionalistas) y 'caudillos' (todo lo contrario por decir poco). De AMLO, sobre quien ve pesar la sombra del caudillo, Krauze ni escribió biografía, ni llegará a hacerla, anunció. Pero compuso sobre él un animado panfleto, “El mesías tropical”, un perfil de trazos gruesos, oscurecidos pero nítidos, que le valió más disgustos que entusiasmos, aun entre los suyos.
“Por mi raza hablará el espíritu” es la consigna del intelectual revolucionario que se llamaba Vasconcelos: puede leerse, inscrita en grandes letras, sobre la fachada del Museo Nacional de Antropología. Enrique es el primer Krauze en nacer en México. El resto de la familia quedó en Europa: “fueron exterminados todos. No por sus ideas, tampoco por su religión: solamente por ser judíos”. Así lo recuerda Krauze Sr entrevistado por Krauze Jr. En vísperas de unas elecciones donde la predilecta de los sondeos es la Dra. Claudia Sheinbaum, ingeniera experta en energía, segunda hija del matrimonio de Ana Pardo, cuya familia de la comunidad judía sefardí de Bulgaria llegó a México en la década de 1950, con Carlos Sheinbaum Yoselevitz, cuya famlia de la comunidad judía asquenazi de Lituania había llegado antes al país, en la década de 1920.
El socialismo realmente existente
Hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, en los años de segunda posguerra mundial o larga Guerra Fría, del mundo bipolar de Washington y Moscú, a propósito de la República Democrática Alemana, y para referirse al sistema político, social, económico, cultural de la URSS y de los restantes países del Pacto de Varsovia, fue acuñada la expresión socialismo realmente-existente. Como un realización en la historia del socialismo. Al borde de no merecer el nombre de socialismo, que empero, como en la sentencia última de la Corte Suprema de sus mentes, y como si retuvieran una duda razonable, no le cancelaron. .
Aquí está aquello que más admira en Enrique Krauze en su diálogo con su hijo. Un diálogo al que es imposible retacearle esa virtud sin la cual no hay otra, según George Orwell. La que la eslavista Olga Matitch le indicaban a Emmanuel Carrêre que debía ver en su biografiado Limonov, el fundador del movimiento nacional bolchevique de la ultraderecha rusa. Decencia, sheer decency. Una actitud, una predisposición para enfrentar las cosas hecha de honestidad y de buen juicio, de calibración realista de lo real y de atemción al prójimo, de desconfianza por la palabra solemne y de confianza en la palabra dada, equidistante de la banalización y la exageración (sin ser el punto medio, porque esos extremos no la tocan),
Como balance del sexenio de AMLO, ¿qué conviene Krauze que ha de asentarse en la columna del haber,? Los planes sociales. Las transferencias directas de efectivo, decididas por el Estado, financiadas por el Tesoro del Estado, a sectores, grupos, personas, que las necesitan para su crasa supervivencia. La jubilación universal sin aportes para las personas mayores que no han podido hacerlos. (Sin inquisición sobre si podrían haberlos hecho para dirimir merecimientos: averiguación a la que todo promete mayores crueldades que certezas). Una política que AMLO alentó desde el año 2000, cuando asumió la jefatura de Gobierno del Distrito Federal mexicano; después impulsaría bajar el umbral para recibir el beneficio a los 60 años de edad.
Quien invita a votar contra el socialismo de MORENA reconoce que lo mejor, acaso lo único bueno de MORENA, ha sido la intervención del Estado en la economía. Acciones que Krauze encuentra imprescindibles sin añadir cuáles el liberalismo calificaría de rémoras indeseables. Hay una justicia-social-realmente-existente. Que gana elecciones.
AGB