SOY GORDA (ESEGÉ)

Otras bellezas

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Vestida con un árbol de navidad a modo de vestido, cubriendo su desnudez o a modo de sombrero, Rossy de Palma es la protagonista de una campaña que se toma con el mejor sentido del humor el glamour tradicional de las fiestas.

Chica Almodóvar (imposible olvidarla en Mujeres al borde de un ataque de nervios), musa del diseñador Jean Paul Gaultier, actriz y modelo que ha desarrollado la mayor parte de su carrera entre Madrid, adonde llegó desde Mallorca, donde nació, porque “no tenía ni un duro pal metro”.

Esa es Rossy, una chica resiliente y segura de sí misma que ha sobrevivido a la movida de los años 80 y desfilado en París. Con 60 años cumplidos en setiembre, su imagen quedará grabada en la historia como el ícono de la belleza no hegemónica.

Su rostro peculiar de rasgos asimétricos siempre me recuerda esos retratos que el Picasso más cubista pintó de las mujeres que amó. Rossy cultivó en los últimos tiempos la performance “por lo que tiene de espontáneo y porque el público no sabe qué va a pasar, como el surrealismo que no se puede planear” y se ve y disfruta en el puro presente del acontecimiento. En 2015, llegó al Píccolo de Milán con el espectáculo de poesía visual Resilencia de amor, que resultó un triunfo bestial. Allí con unos panes gigantes, le tiraban milanesas y cebollas, todo muy divertido y hedonista.

Rossy de Palma, madre de Gabriel y Luna, es la mujer que fue una niña que rompía sus muñecas para investigar qué había adentro y, gran desilusión, no encontraba nada de nada. “Yo que quería correr mucho en la vida, luego me di cuenta que la vida es como una cebolla, llena de capas y al final lo único que te queda es la humedad, ni siquiera las lágrimas que has ido virtiendo mientras pelabas. Por eso, hay que vivirlo como un viaje: lo que importa es el proceso”.

Hace unos días y con motivo de la proximidad de la Navidad, Rosa Echave -tal su verdadero nombre- estuvo grabando para el podcast español Estirando el chicle, Somos entretaiments. Allí comentó que las fiestas de diciembre le resultan “una provocación para el que no tiene y no puede comprar”. Por eso, para ir a contramano del consumismo habitual, tan contradictorio con el espíritu de humildad de estos días, la actriz y modelo salió a hacer una campaña muy fresca con árboles de navidad en la cabeza y en el cuerpo, promocionando el anti-consumismo y bajando un cambio con el slow life.

En el podcast donde la diversidad sexual es un tema frecuente, De Palma contó que es “heterosexual, muy fálica”, y que le hubiera gustado ser bisexual “porque hubiera tenido más para elegir”, pero que “me gusta lo que yo no tengo”.

“Nosotras las mujeres no nos conocíamos antes, no sabíamos por dentro como somos, ahora nos empezamos a descubrir. Es fascinante porque es un camino no andado, pero también hay que tener esa valentía de la introspección y ahora, por fin, muchas mujeres la están teniendo”.

En la misma línea y contra la idea de que las personas gordas llevan un cuerpo delgado en el interior, @gordesconurbanes invitan a gozar el trabajo fotográfico de @lau.melonioph autora del proyecto Belleza sin medidas, una muestra que se realiza a partir de las 18 horas de hoy en FATPREN,  Solis 1158 CABA con entrada libre y gratuita. Allí podrán apreciarse las imágenes de otras bellezas, las de chicas y mujeres que celebran la alegría de ser rompiendo los cánones tiránicos.

“Siempre decía que no me gusta definirme porque hacerlo es limitarme”, prosigue Rossy. “De niña no sabía cómo iba a ser ni en qué me iba a transformar. Algo que no ha evolucionado mucho es que la gente sigue necesitando etiquetar las cosas y encorsetarlas en un lugar. Cuando te sales de eso, no solés encajar tan bien, porque está el miedo al que dirán. Nunca fui abanderada de nada porque tampoco me gusta, pero de joven me veía y era monísima. No me veía fea, aunque es verdad que a algunos les molestaba mi nariz pero era un problema de ellos”.

“Tal vez si hubiera tenido las orejas gigantes me hubiera operado, pero nunca me molestó nada de mí ni voy a cambiar algo que les molesta a los otros. Esta complejidad del ser humano, de que me culparan de algo que yo no había elegido, me abrió un mundo psicológica y sociológicamente muy interesante porque mientras ellos no veían más allá de mis narices, yo indagaba cómo es cada persona, como puede culpar a alguien por un color de piel, por una nariz, por no sé qué y no sé cuánto”.

Como embajadora de buena voluntad de la Unesco, “quiero ver si consigo el año que viene algo tangible como acercarme a los pueblos indígenas, porque son los que comprenden mejor que estas sociedades occidentales el lugar que tenemos en la naturaleza. Si tuviéramos un líder espiritual, global, las cosas serían mejor. No te puedes vanagloriar de algo que no has decidido tú, por ejemplo una morfología fisica. O sos español, ¿qué has hecho tú para serlo, qué mérito tiene? Y si hubiéramos nacido en Afganistán, ¿como serían nuestra circunstancia y nuestra realidad?. Es una loto, que uno sea alto, que otro tenga los ojos azules. Hello, ¿qué has hecho tú? Esto me recuerda a una amiga americana, Wendy, que llegaba a casa y la cocina estaba muy limpia y ella se apropiaba del mérito aunque no la había limpiado”.

“Todos somos victimas de nuestras circunstancias”, continúa. “Sólo creo en las fronteras gastronómicas, porque son las únicas que están hechas para celebrar, para acoger, para compartir de un pueblito al otro las recetas, adaptarlas; en las otras fronteras hay sangre, intereses, pérdidas materiales. Expolios, hipocresía, cinismo que es el peor puro y duro... En el colegio unos critican a otros, me pasaba y creía que cuando lo dejara me ahorraría a todos esos necios, pero al colegio no lo dejamos jamás, es un colegio eterno el que vivimos. El bulling sigue siendo parte de la sociedad, de la clase política. Mirá sino a un Trump, un Musk, un Putin, los otros villanos. Nadie se llevará nada, todo se quedará en la vida. Tanta ambición, ¿Para qué?”

LH/MF