Análisis

Chile: en una lucha a muerte, izquierda y derecha pelean cada voto para superar el empate y vencer en el balotaje presidencial

26 de noviembre de 2021 20:24 h

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Desde hace un mes parecían perfilarse como vencedores quienes efectivamente triunfaron en la primera vuelta presidencial chilena. Lo que de ningún modo había sido anticipado era la seriedad y  perspicacia con que esos dos rivales victoriosos hablaron a la militancia y al electorado ese mismo domingo 21. Los cometidos más urgentes de este rápido pero no apresurado reencauzamiento de las campañas fueron cumplidos para satisfacción de José Antonio Kast (primero con el 27,91% de los votos) y de Gabriel Boric (empatado con el 25,83%). El jueves, todas las fuerzas relevantes de derecha e izquierda con tradicional representación parlamentaria ya se habían alineado, incondicionalmente, detrás de uno y otro. Aun reconfigurados así los dos espacios entre quienes se dirimirá la presidencia en el balotaje del 19 de diciembre, siguen sin desempatar.Un soberbio desafío para este magnífico pueblo, telúrico, tenaz y disconforme” entusiasmaba en mayo Rafael Bielsa desde elDiarioAR.com, trasandino, duradero y serialista sin saberlo.

Es posible que la clave de la victoria esté en un mismo sector del electorado, disputado voto a voto. Boric debe persuadirlo de que su gobierno enfrentará de inmediato y en el territorio la delincuencia, el crimen organizado, el narcotráfico, la migración, la ‘cuestión mapuche’, y la desigualdad en el acceso a seguridad y atención médica primaria. Kast debe persuadirlo de que dispondrá de inmediato medidas de alivio económico familiar y de ‘vejez digna’, y de que la reforma del sistema previsional privado será radical, definitiva, e igualitaria.  

Hay una suerte de empate también en el cúmulo de dificultades de muy diversa índole que deben superar o esquivar Boric y Kast para merecer ese caudal diferencial de votos, o esos pocos votos determinantes. Sin ser las mismas, no parecen de magnitudes o aristas incomparables. No todas son singulares al horizonte chileno, pero aun las que pueden reconocerse regionales y epocales varían en sus dosis y combinatorias. Hay que decir que los dos candidatos, o sus campañas, han dado prueba de espléndida capacidad de atención a cantidad de variables que obran, o conspiran, en diversos planos.

Los pájaros de la noche

Tarde en la noche del domingo de la primera vuelta, el republicano José Antonio Kast, pronunció un largo y prudente discurso. Minucioso, profiláctico, evitó todo cuanto evocara la imagen de extrema derecha de la derecha, reaccionaria y ‘teo-neoconservadora’. Una impostación que meses de revisionismo pro-pinochetista y de exaltación de la vieja mano dura como remedio infalible para todos los nuevos males había hecho la suya sin discusión. Era ahora el candidato de la seguridad ciudadana, la estabilidad republicana, y la reforma radical que finalmente coronaría al modelo liberal con las hasta ahora postergadas igualdad y justicia sociales.

Más tarde aún, el frenteamplista Gabriel Boric pronunció un no menos prolongado y exigido discurso, donde sin titubeos colocó en el centro de su campaña para el balotaje del 19 de diciembre la agenda de lucha a la delincuencia y el crimen organizado, reafirmó su acompañamiento de la Convención que dará a Chile la Constitución que sentará la base de un Chile democrático y justo donde el neoliberalismo ya no sea ley ni rey y que responderá a las demandas de la sociedad desde una nueva concepción del Estado.

En una opinión publicada en el Los Angeles Times, Ariel Dorfman señala algunas ventajas ‘físicas’ en el haber de Kast, que el “tatuado” Boric no podrá sacar de su debe, ante sectores importantes de un electorado que por cierto el intelectual de izquierda chileno exiliado en EEUU querría ver orientado por otros principios. Kast es una persona mayor (55 años), es un católico practicante, está casado con la misma esposa (pañuelo celeste) desde 1991, padre de cuatro hijas y cinco hijos, es abogado, profesor, estudió en la Universidad Católica, fue diputado de la Unión Demócrata Independiente (UDI), partido más a la derecha de la tradicional coalición de centro derecha que compitió por el poder los últimos 30 años. Boric es joven (35 años, mínimo requerido para ser presidente), no es religioso, tiene una pareja (pañuelo verde) desde hace dos años, ni hija ni hijo, terminó de cursar Derecho en la Universidad de Chile, es un líder estudiantil devenido diputado, primero independiente, y después por el recién creado Frente Amplio (FA). Cuando empezó a hablar el domingo, Kast agradeció a Dios, a su cónyuge, a su familia; Boric, agradeció a su compañera, e hizo un elogio de la familia. “Los rasgos que me resultan más atractivos en Boric -su apertura al diálogo, su prontitud para reconocer errores- lo dejan mal parado, como un muchacho sin experiencia a la sombra de una figura protectora y paternal como la de Kast”, constata Dorfman.

En un largo año electoral, Chile sorprendió en cada nueva votación. Los apoyos más decididos de una elección no resultaban sin embargo decisivos para determinar las siguientes. Los sondeos de intenciones resultaban consistentemente inútiles, y sin embargo, este domingo tuvieron el protagonismo del asombro. Ni siquiera el fracaso de las encuestas podía darse por descontado: acertaron con una exactitud tanto más dolorosa porque había sido desoída. Predijeron quiénes quedarían casi empatados, quién de los dos con una ligera desventaja, quién tercero y por cuánto. El tercero es Franco Parisi, del Partido de la Gente (PDG). Un partido nacido del ‘estallido social’ de 2019, pero de centro derecha. Su candidato, un ingeniero comercial, economista y político de 54 años, uno de los fundadores y actual líder del PDG, vive con su familia en Alabama (EEUU) desde mediados de 2020, no pisó Chile durante la campaña, no votó, confía en poder visitar el país (donde lo espera una demanda conyugal por alimentos) para Navidad, es decir, después del balotaje.  

Dos vigencias simultáneas y antagónicas del ‘estallido social’

El 12,80% de votantes que eligió al PDG es uno de los signos más importantes y novedosos que definen el escenario actual, en especial en los sectores clave del electorado que decidirán la segunda vuelta presidencial. Las demandas de la ‘protesta social’ masiva contra la concentración de la riqueza, la desigualdad del ingreso, las injusticias e inequidades previsionales e impositivas o sanitarias y educativas, los abusos de las empresas privadas concesionarias de servicios básicos, siguen tan vigentes como en la marcha más grande de la historia chilena, que reunió 1,2 millones de personas en la plaza santiaguina de Baquedano el 25 de octubre de 2019. Ahora, en las parlamentarias, el PDG obtuvo 6 diputados, más de los 5 de Convergencia Social (CS), que es el partido de Boric en el interior de Apruebo Dignidad, que hizo una muy mala elección en el Congreso. Y el PDG no ve en más, sino en menos Estado, una vía de respuesta para los reclamos de la marcha del millón. Y en menores regulaciones, en especial de los fondos de jubilación y pensión privadas (AFP). Parisi hizo campaña contra la ‘casta’ en Facebook y YouTube, en paralelo con la campaña presencial, de la que ofreció un perpetuo comentario irónico. Es suyo el voto anticorrupción, el voto antipolítico, el voto castigo. Su repudio a los 30 años de alternancia (desigual) en el poder de la Concertación de centro izquierda y la Alianza de centro derecha es parejo en intensidad al de Apruebo Dignidad y la mayoría de izquierda que domina en la Convención Constitucional. Pero a sus ojos, hace falta, en términos de Boric, pero al revés de la propuesta de Boric, más Mercado y menos Estado, en términos de Kast, más Libertad y menos Comunismo. Tal vez este sea el único grupo del electorado, o una fracción de este grupo, donde a Kast le pueda ganar votos su posición de outsider libertario al sistema. Y donde los componentes reaccionarios, conservadores, autoritarios de su figura no resulten relevantes: salvo para el propio Parisi, que hizo declaraciones contra Kast, y rechazó a los dos candidatos del balotaje. Pero ya había dicho el mismo domingo, temprano, que el PDG era de la gente, que haría lo que decidiera el 19 de diciembre.

Parte del caudal de votos originario del PDG proviene de Gino Lorenzini, un ex aliado, y ex alumno, de Parisi. Este financista había logrado importante eco popular con una iniciativa que llamó ‘Felices y Forrados’, un esquema de intervención de quienes aportaban a las AFP que les podría asegurar mejor rentabilidad, que no fue permitido.

El espíritu de justificación, tolerancia, comprensión, que admitía todos los atenuantes para las violencias de la desobediencia civil en esa misma protesta definida bajo la calificación más explosiva que entró al uso corriente, ‘estallido social’, posiciones ampliamente difundidas en sectores medios, profesionales, docentes, de izquierda y centroizquierda, se ve hoy desinflado a un mínimo histórico. Es por ello que el proyecto de Ley de Indulto General por razones humanitarias , votado en Comisión por el Senado en octubre, donde según una interpretación lata serían considerados el ‘vandalismo’ de la propiedad del Estado, destrozos y daños a la infraestructura vial y de transporte, la quema de templos, archivos y otros edificios públicos o de diversas colectividades ciudadanas, ahora sólo tiene apoyos, si los tiene, en el interior de la base dura de Apruebo Dignidad. Boric ya anunció el miércoles la quita de su apoyo a esta ley, un retroceso que había sido uno de los pedidos expresos de Kast a todas las demás candidaturas en el último debate presidencial. “No se puede indultar a una persona que quemó una iglesia o una pyme, o que saqueó un supermercado”, dijo Boric.

Con su retractación dio Boric una respuesta pronta y clara a una de las argumentaciones de Kast en su discurso de la noche del domingo. La de que Boric no era creíble si prometía ocuparse de seguridad porque estaba a favor del ‘vandalismo’ y de la ‘zona liberada’ en que se convierte cada protesta social, o que la acompaña. Y que en vez de juzgar a delincuentes comunes prefería liberarlos como presos políticos. Kast podría preguntarle porque dice esto ahora y no antes, pero el ‘antes’ es un túnel en el que al candidato (ex ultra) derechista no le conviene en absoluto penetrar. El gobierno del presidente Sebastián Piñera felicitó a Boric por haber recapacitado. Y después se retractó, y declaró mentiroso al diputado Boric, porque no votó la extensión del estado de emergencia en el sur. Boric sólo ganó en el centro del país: el norte es de Parisi (área de ricos mineros independientes, enfrentados a la catástrofe demográfica de la migración: un millón de migrantes en un país de 19 millones de habitantes), y el sur es de Kast.

De los extremos al centro, y a la Argentina

Es tautológico, pero parece sin embargo necesario recordar que cuando el embajador argentino en Santiago de Chile expresa que el candidato Kast es antiargentino no está diciendo nada que sea ajeno a la Argentina, sino que, muy por el contrario, está atento a nuestros intereses antes que a los de Chile. Es además, una observación muy acertada. Y deja ver algo que puede ganar visibilidad en las campañas. En el discurso de Kast del domingo, hay un pasaje significativo, después del ritual exorcismo del castrismo y el chavismo. Kast no acusa de a Boric de querer llevar a Chile hacia Cuba y Venezuela, porque nadie quiere parecerse ni un poco a esos países acaso nobles pero hoy paupérrimos. En cambio, sin mencionar a nuestra República, dice que Boric hará a Chile más parecido a la Argentina. Ya habían denunciado a la izquierda chilena de estar iniciando una revolución cuya finalidad era crear un Estado de Bienestar que asegurar la justicia social con un partido hegemónico con el apoyo de los sindicatos y las corporaciones y el voto agradecido de la clase trabajadora: un peronismo chileno, lo que había querido, y nunca conseguido, la democracia cristiana, a la que no por nada se llama ‘la falange’. Según Sergio Bitar, que fue ministro de Salvador Allende, Ricardo Lagos y Michele Bachelet, Chile puede estar “en el camino del abismo, el que lleva a la Argentina”. 

Con los apoyos partidarios confirmados el jueves, con todos los partidos históricos de Chile post Pinochet alineados sin excepción o abstención a izquierda o derecha, la segunda vuelta electoral no parece ahora tan diferente a las de los últimos treinta años, con la excepción de que los candidatos de la ‘Concertación’ y de la ‘Alianza’ corresponden a formaciones emergentes. Con la gran excepción en la que insiste Kast: el Partido Comunista, que siempre había quedado fuera de la coalición de centro-izquierda. Por primera vez, una candidata presidencial de la Democracia Cristiana (DC), la derrotada Yasna Provoste, invita a votar al candidato de la alianza con el PCCh. ¿Cuál es el límite del PCCh a la flexibilización de Boric y a la reformulación del programa con vistas al balotaje? Es una pregunta pendiente, y por ahora quienes pujan por imponer su posición están dentro del propio PCCh.

La coalición de izquierda es más extremista que nunca, aunque su candidato no sea el más extremista. Pensar que a la derecha ocurre lo mismo es equívoco, Kast y el electorado lo saben, y la derecha espera sacar provecho. Cuando se menciona a Bolsonaro y a Trump junto a Kast, la asociación es pertinente porque los solos triunfos de unos y otros se aseguran respaldos internacionales de países ricos y poderosos que de otro modo carecerían. Apenas se separan del apretón de manos sin barbijo, ya son irreconocibles. Una de las primeras diferencias de Kast es que él fue el ‘peor es nada’ de la derecha, ni el destinatario ni el imán de un voto derechista prístino. Al mismo tiempo que la izquierda, Chile Vamos había celebrado el 18 de julio su primaria, en la que también ganó el más moderado, el independiente Sebastián Sichel. En las semanas siguientes, por una serie de acusaciones de financiación ilegal, de corto circuitos con los partidos de su coalición, de silencios, de una jefa de campaña que renunció porque no soportaba la presión, de falta de dirección en la campaña, el deterioro de Sichel fue tan grande, que no se lo vio como un candidato idóneo. Como ya no podía votar por los tres candidatos derrotados en la primaria, el voto se drenó hacia la derecha, hacia Kast. Sin el derrumbe de Sichel, no habría llegado Kast al balotaje. Kast es el remplazo de Sichel al frente de una coalición donde su propio partido es el eslabón más débil, o menos consistente.  

AGB