Son tiempos difíciles para la ficción. Cuesta entender, a veces, cuál es el límite entre la pantalla y la realidad. En el horario central de TN, Marcelo Bonelli cumple una función tranquilizadora. El conductor y periodista es una cara familiar, reconocible, que hace un recorrido por las noticias del día. Su estilo combina tradición y modernidad.
—¿Hay una lanzamiento de Elon Musk hoy, no? —dice.
La cortina musical es un redoble trepidante que, por ahora, no tiene ninguna relación con lo que hay ante las cámaras, ni con nada en particular. Nadie está emocionado ni expectante. Bonelli luce profesional, distante, como si todo en el fondo le diera lo mismo. Son las seis y media de la tarde, está al aire desde temprano y es posible que ya quiera irse a su casa.
—Así es, Marcelo —responde el astrónomo invitado, Diego Bagú—. Es la sexta prueba del cohete de Space X. Es el cohete más grande en tamaño, el más potente en toda la historia. Es la única carta que tiene Estados Unidos para regresar a la luna de manera tripulada.
Aparece un cohete enorme sobre una plataforma de lanzamiento en un paisaje árido del sur de Estados Unidos. La pantalla se vuelve voluptuosa. En la punta del cohete hay atada una cinta que flamea al viento.
Bonelli no se deja impresionar.
—Marina, y cómo es —tartamudea, confuso—. Contanos, cómo está previsto, dentro de un rato.
La aludida vacila.
—Ahora le vamos a hacer preguntas con muchísimos detalles a Diego, que es el especialista —responde al cabo de unos segundos, como si Bonelli la hubiera agarrado de sorpresa.
El conductor la reta.
—No te achiques, que vos también sabés bastante —dice, paternalista—. No te achiques, dale.
El cohete vibra en la pantalla, desafiante. A su alrededor, el cielo interminable del desierto. Un zócalo informa que el lanzamiento será a las 19. La periodista y el astrónomo comentan las características técnicas del vehículo interestelar. Ambos enfatizan que es grande y se admiran de su enorme tamaño. Bonelli los interrumpe, levemente irritado.
—Ahí está hablando Elon Muks, justo en este momento.
En las imágenes, Musk habla desde una tarima al aire libre, junto al cohete. Está vestido como astronauta. No hay traducción.
—Es la base de lanzamiento que Space X tiene en la frontera con México —explica el astrónomo.
—¿Esto es un acuerdo con la NASA o es sólo actividad privada? —lo interroga Bonelli.
Bagún es categórico, además de entusiasta: Space X cambió el paradigma del acceso al espacio. La empresa le brinda a Estados Unidos la posibilidad de volver a la luna, e incluso de viajar a Marte.
—Ha hecho cosas impensadas en la historia de la astronáutica —dice.
—Ajá.
Sobre el atril desde donde habla Musk aparece un código QR con la leyenda: “Scan or regret”.
—Vamos a escuchar lo que dice Elion Musk, a ver —propone el conductor.
Una locutora traduce en simultáneo.
—Les doy la bienvenida a este evento —dice—. Es algo especial, algo que va a cambiar la vida de todos —Musk mira directo a la cámara—. Ahora pueden escanear el código QR que aparece en la pantalla y participar de esto. Esta oferta sólo es válida durante esta presentación. No pierdan esta oportunidad.
La locutora es errática, como si no entendiera su propia traducción.
—Entrando con su celular, en el link, van a poder ingresar y utilizar sus criptomonedas.
La escena se vuelve irreal. Los cohetes en pantalla ahora son tres, uno más grande que el otro. Musk se desenvuelve con la gestualidad de un pastor evangelista. No queda claro si las palabras coinciden con el movimiento de sus labios.
—Es una oferta increíble que no se la pueden perder —la locutora sigue adelante—. Estamos acá para celebrar esta oferta especial y para que nos apoyen y crean en nuestras misiones. Escaneen el código QR y sigan las instrucciones.
Zócalo: Expectativa por la presencia de Trump.
—Pueden abonar con bitcoins —finaliza la locutora.
Bonelli ofrece una interpretación:
—Quiere capitalizar —dice con ironía—. Es el millonario más importante del capitalismo, ahora, ¿no?
Luego advierte, extrañado, que la cantidad de naves espaciales se multiplicó en la última parte de la transmisión.
Minutos más tarde, el usuario de X @allinargy difunde un corte de la escena y afirma que las imágenes que levantó TN eran una transmisión falsa de YouTube. “Clásico scam donde ponen un QR prometiendo que si depositás un BTC te devuelven 2 ETH”, dice. El libertario @therealbuni es todavía más explícito: “TN está pasando un video trucho de Elon Musk con una estafa. El video dice que escanees el QR para recibir plata pero si lo hacés te saca toda la guita”. Y remata: “Periodismo de calidad”.
Ambos posteos se viralizan en pocos minutos. Para entonces, Bonelli ya está hablando del clima en la ciudad de Buenos Aires.
Martes a la noche en La Nación+
Después de pasar una entrevista a Máximo Kirchner, Pablo Rossi, Eduardo Feinmann y un Luis Novaresio arremangado y de camisa a rayas ejecutan sin fisuras la melodía de la indignación. Cuando el recurso se agota, Rossi se pone solemne.
—Hay algo que a mí me preocupa en un sector de los seguidores del Presidente Milei —informa, con cautela.
La música anuncia una inminente crítica al gobierno.
—Tengo miedo de que terminen pareciéndose al kirchnerismo —dice—. Tanto combatís a tu enemigo, que te parecés a él.
Feinmann es contundente:
—El problema es el fanatismo —dice—. Y cuando el fanatismo te lleva a pronunciar cosas como “guardia pretoriana”, “brazo armado” y “soldados del Presidente”, eso ya lo vivimos.
Rossi elogia la Misa del Gordo Dan. A continuación explica que una cosa es decir algo en un programa de streaming, y otra cosa muy distinta es hacerlo en un acto político.
—El marco es otro, las palabras tienen un valor.
Pasan imágenes de un acto de La Libertad Avanza con iconografía filonazi. Enardecido, Feinmann recuerda que la novia del Gordo Dan es funcionaria del gobierno. La cortina musical se vuelve abrumadora. Novaresio, hasta ahora en silencio, opina que la verdadera batalla cultural la dan Sandra Pettovello cuando desarma comedores truchos y Patricia Bullrich al eliminar los piquetes.
—Los obsecuentes en la Historia Universal son los primeros traidores —subraya.
Se hace el silencio en el estudio. Por las dudas, los otros dos se manifiestan de acuerdo.
A la medianoche en la Televisión Pública
“Feliz vida” está conducido por el periodista Hernán Lirio, su perro Ramoncito y Bernardo Stamateas, quien se presenta en X como psicólogo, sexólogo clínico, escritor, conferencista internacional y licenciado en teología. Los tres —incluyendo al perro— son bondadosos durante la mayor parte del tiempo, pero eventualmente parecen sórdidos.
—¿Está bien discutir? —pregunta Lirio, con un termo bajo el brazo y un mate en la mano.
Stamateas sonríe desde un sillón. Sobre una mesa ratona se apilan libros de su autoría.
—Sí, porque la discusión es la búsqueda de los acuerdos —responde—. Y es la liberación de la tensión.
—¿Discutir o debatir? —insiste Lirio.
—Son sinónimos.
El conductor invita al público a enviar mensajes para el doctor por Whatsapp, pero informa que este canal de comunicación todavía no funciona. Esta semana, además, no anduvo la casilla de e-mail del programa. Más tarde, a raíz de la consulta de una participante de la tribuna, Stamateas señala que la empatía es ponerse en lugar del otro.
—Alguien se cae en un pozo —ilustra—. Viene otro, lo mira y sigue de largo. Eso es tener cero empatía. En cambio si alguien se cayó en un pozo, viene otro y se tira en con él y dice “pobre, está sufriendo”.
—Exceso de empatía —asiente Lirio, como un alumno aplicado.
—Si alguien se cayó en un pozo, ¿qué haría la empatía operativa?
—Trato de ayudarlo, llamo al 911.
—Me pongo en sus zapatos pero sin sufrir —explica el doctor y advierte sobre el exceso de empatía.
—Es muy común ver gente en situación de calle y sentirte mal, que te agarre una angustia horrible —asegura Lirio.
Stamateas es categórico:
—Lástima, a nadie —dice.
La cámara enfoca a Ramoncito, el perro lanudo.
Zócalo: Hoy hablamos de nuestras inseguridades.
SR/DTC