Opinión

La condena a Alperovich en medio de las nuevas olas

19 de junio de 2024 15:15 h

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Saben los que te conocen

Que no estás igual que ayer

(Comienzo de Mientras miro las nuevas olas de Serú Giran)

Anoche el ex gobernador de Tucumán José Alperovich fue declarado culpable por violar y abusar sexualmente en varias oportunidades de su sobrina mientras ella se desempeñaba como su secretaria.

No debería sorprender que se condene la violencia sexual reiterada, pero sí, sorprende, porque los delitos sexuales son los menos denunciados. No porque no ocurran, sino porque es muy difícil para las víctimas acceder a la justicia, porque todo el circuito de la denuncia es revictimizante, no solo por el entramado judicial (imaginen por un segundo tener que relatar una relación sexual con desconocidos, lo que sería explicar que fue sin consentimiento, lo que pasó, lo que sintieron, una y otra vez ante miradas muchas veces muy poco amables), sino también por los entornos familiares, laborales, sociales de cualquier tipo.

Y sí se denuncia poco, menos aún contra los poderosos, porque el poder que se usó para el abuso vuelve una y otra vez cuando tratan de convencer a la víctima de que no denuncie, cuando le dicen que nadie le va a creer, cuando la culpabilizan de cualquier cosa que puede pasar. Alperovich fue gobernador de Tucumán tres veces, nombró a múltiples funcionarios judiciales. No era fácil tomar la decisión de denunciarlo, pero F. lo hizo. 

Con una semana de diferencia, el tribunal federal de San Pablo, Brasil, condenó el lunes pasado actor Juan Darthés a seis años de prisión por la violación de la actriz Thelma Fardin. Thelma había hecho la denuncia en diciembre de 2018 ante una Fiscalía de Nicaragua por el delito de violación en un cuarto de hotel en 2009, cuando ella tenía 16 años y Darthés 44, y ambos participaban de una gira en Managua como parte del elenco de la serie Patito Feo. Al mismo tiempo que hacía la denuncia judicial, Thelma hacía una conferencia de prensa acompañada por el Colectivo de Actrices Argentinas. Estaban tomadas de la mano, algunas lloraban, se abrazaban, exactamente la escena que se da en privado cuando una amiga, o familiar nos cuenta lo que le pasó. Exactamente lo que necesita para animarse a denunciar. Por algo muchas mujeres al ver esos abrazos y esas lágrimas decidieron denunciar su propia violencia sexual. Por algo muchas mujeres que no reciben esa contención ni ese abrazo no se animan a denunciar.

Thelma tuvo que soportar cuatro años de una violencia atroz en las redes sociales. Atroz. Que también llegó a quienes la acompañaron: Actrices Argentinas, a la periodista Luciana Peker, a cualquier feminista que anduviera por ahí. No les creían, le echaban la culpa de todo, los patriarcales y los que con la marea bien arriba del feminismo fueron aliados. Ahora les echaban la culpa a las que denunciaban abusos sexuales y a los gatos no binarios por el surgimiento de los libertarios.

F. tomó la decisión de no dar la cara, de rodearse de activistas y comunicadoras feministas, de diseñar una estrategia junto a abogadas y abogados que la escucharon, con una querella de la Defensoría General de la Nación, organismo pionero en incorporar la perspectiva de género, pero evitó la exposición pública. Y, acompañando su deseo, ninguna de las feministas dijo más de lo que había que decir. Mientras las redes se llenaban de misóginos reclamándonos que dijéramos y mostráramos más sobre lo de Alperovich. La decisión fue acompañar el deseo de acceder a la justicia por parte de F. y lograr justicia, lo que se logró ayer.

Llevó decisión, tiempo y dolor que llegaran las condenas a ellos, pero llegaron. Hoy a las feministas nos tocan tiempos difíciles, donde se arrasa con todo lo que tenga que ver con derechos de las mujeres y con perspectiva de género. Esas palabras que ahora son como una mancha venenosa, pero que gracias al sentido que tienen lograron que se condenara a dos personas que abusaron sexualmente de una niña y de una sobrina. 

Como leí ayer en un tuit de una amiga que sufrió muchísimo por el abuso que sufrió su hija, y por como le dieron la espalda muchos, porque no le creyeron hasta que el propio abusador confesó (porque no nos creen, les incomoda que hablemos, porque hay tanta cultura de creer primero al abusador y después a la víctima), podrán sacarnos el ministerio de las mujeres, prohibir el lenguaje inclusivo, intentar tirar por la borda todo lo que construimos estos años. Pero no lo van a lograr, porque las redes siguen, nadie va a barrer nuestra fuerza. La marea a veces baja, pero vuelve a subir. Aunque estén distraídos viendo a un surfer que cree que nos domina porque tiene ocasionalmente una tabla. Porque mientras miran las nuevas olas, nosotras ya somos parte del mar.

Gracias a las que se animaron a denunciar. Abrazo a las que aún no se animan, perdón porque dejamos que las redes formales se desarmaran. Estamos trabajando para la reconstrucción, nuestra reconstrucción, la de todas. 

Quiero estar bien, bien solo lejos del ruido

descubriendo por qué olvidamos y volvemos a amar.

Y pensar qué sería de nuestras vidas

cuando el fabricante de mentiras deje de hablar.

Mientras miro las nuevas olas,

yo ya soy parte del mar.

AC/MG