OPINIÓN

Cromañón, del cumpleaños de la impunidad a la revancha como oportunidad

30 de diciembre de 2020 13:21 h

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Ya pasaron 16 años desde Cromañón y me pasa algo que creo que, con los años, se irá asentando: cada vez me acuerdo menos del que era cuando entré. Ya no me reconozco en aquel adolescente capaz de ir a ver tres noches seguidas a la misma banda, sudando como una ballena en un ascensor, apretujado con miles de personas, catando el olor ajeno. Hoy ya no soy ese. Pero un poco sí lo soy, aún lo soy. En mí sigue esa esencia, ese amor por la música, ese “espíritu adolescente”.

Se cumplen 16 años, los famosos “dulces 16”, que de dulce no tienen nada y de amargo... bastante. Por suerte, post Cromañón, pude encontrar amigos que pasaron por ahí y salieron para contarlo y hacer algo bueno con eso. Conocí el amor, me casé, tuve dos hijas maravillosas y pude convertirme en un hombre, lleno de proyectos y de sueños, algo que 194 como yo ya no pueden hacer. Ni tampoco los casi 20 que se fueron suicidando en el transcurrir de estos “dulces 16”.

Un amigo me preguntaba el otro día, ¿qué es hoy Cromañón? Y la verdad, le dije, hoy Cromagnon es una oportunidad. Una oportunidad para seguir construyendo de memoria, una oportunidad para ser feliz por estar vivo, una oportunidad para concientizar, a los que vinieron después de nosotres, sobre los peligros de dar por hecho que “el Estado te cuida”. Es una oportunidad para ser mejores. Porque lo que es noticia sólo un día al año para todo el mundo, para les sobrevivientes es una cicatriz que es eterna y que, quizás, este día duele un poco más que otros, pero que está presente siempre. En todos los momentos, con algún matiz distinto, pero siempre está. A veces es una sombra, a veces es una compañía, a veces es una marca, pero siempre es

Hoy tengo una nueva esperanza en torno a Cromañón. Espero que, con la sanción de la IVE, que hace que el aborto sea legal, seguro y gratuito, esta fecha se resignifique. Se saque un poco el foco del dolor, de la angustia, de seguir cargando las tintas con las mismas cosas. Más teniendo en cuenta que ya los caminos judiciales están cerrados. Que nos dejen hacer el duelo en paz. Entre amigos, entre familias, solos. Sin la cuota de morbo y notas amarillas que suelen acompañar estas fechas.

Que este día pase a ser el de la sanción del aborto, porque además, esa conquista de derechos que tuvo lugar este 30 a la madrugada, defiende la vida. La vida de los cuerpos gestantes que no quieren serlo. Las vidas de esas chicas que, asustadas, desesperadas o cercadas, debían recurrir a métodos peligrosos para su salud, perdiendo en muchos casos la vida. Entonces, la sanción de la IVE es vida. Y que haya sido hoy, en una fecha donde mayormente se pone el eje en la muerte y el dolor, para mí es una linda revancha. Siempre me interesó la vida. La que conservé aquel 30 de diciembre, la que tengo hoy y las miles que se salvarán por la sanción de la ley del aborto esta madrugada. 

Resignifiquemos esta fecha, dejemos de contar los aniversarios de Cromañón como si del cumpleaños de la impunidad se tratara. Y si así fuera, la impunidad de Cromañón ya es una adolescente hecha y derecha, debe tener mil mambos, debe estar peleada con sus padres y debe mentirles para fumar o tomar a escondidas. Seguirá cumpliendo años, porque nunca dejará de ser tal. Hoy cumple 16, apenas dos menos de los que tenía yo cuando entré a Cromañón y salí, dejando tras de mí la inocencia y gran parte de la adolescencia.