“Votando por un Milei boliviano” dice el Informe de una empresa encuestadora que saca dudosas conclusiones sobre intenciones de voto en Bolivia. Dudosas, equívocas y tendenciosas puesto que afirma que “el 28% de los entrevistados están dispuestos a votar por un ‘candidato nuevo´ que enarbole las propuestas de Milei. Si a ello se suma el 36% de indecisos, se tiene que un 64% podría apoyar a un ´Milei boliviano’… Hay pues una disposición a apoyar a un ‘líder emergente’ de extrema derecha”. No interesa ahondar en tales suposiciones ni resaltar la impertinencia de esa lectura. Ese párrafo sirve como una excusa para hablar de los adscritos a las ideas libertarias y al carisma histriónico del presidente argentino Javier Milei en estos lares.
Mileis bolivianos venidos y por venir
Por cierto, ya tuvimos un “Milei boliviano” y fue un coreano que obtuvo 8% de votos en las elecciones 2019. Chi entró al ruedo electoral con discurso liberal en la economía y ultraconservador en lo social aderezado con retórica evangelista.
También tuvimos otro “Milei boliviano” en 2019, de raigambre cruceña y talante católico, que hizo arrodillar a medio millón de seguidores para rezar pidiendo “libertad” y la renuncia de Evo Morales, mientras su padre “cerraba” con policías y militares un plan que condujo al golpe de Estado.
El liderazgo de Camacho traspasó las fronteras del Oriente boliviano y fue recibido como héroe en La Paz. Sin embargo, era un carisma de situación (como todo carisma) y un año después obtuvo un pálido tercer lugar en las elecciones 2020. Fueron candidatos “nuevos” y “emergentes”, con posiciones liberales y ultraconservadoras como, precisamente, Milei que, por entonces, delineaba su ingreso a la política argentina al compás del rechazo a las medidas “dictatoriales ” adoptadas por el Estado para enfrentar a la pandemia con su famosa consigna: “viva la libertad, carajo”.
Esa frase empezó a ser utilizada por algunos políticos locales para dar cuenta de que “necesitamos un Milei y aquí estoy” bajo el absurdo supuesto de que la combinación de una dosis de histrionismo y unos cuantos improperios pueden producir carisma. Y como aderezo esgrimen una retórica individualista y antiestatista con aditamentos antiecologistas, antiderechos, antifeministas. Lo curioso es que en las filas opositoras bolivianas se vincula la consigna de libertad de Milei con lo democrático, lo republicano y el estado de derecho, es decir, “lo institucional”, esa palabra mágica que usan para denostar nuestro modelo político cuando los resultados no les agradan.
Derivas autoritarias en línea recta
Milei presentó un decreto y una ley que, entre otras cosas, plantea que se deleguen facultades legislativas al Presidente de la República Argentina en asuntos económicos, sociales, financieros, fiscales, de seguridad y defensa, tarifarios, energéticos, sanitarios y sociales- Durante dos años, prorrogables a cuatro. Se trata de una inaudita concentración de poder en la figura presidencial que implica la eliminación de la división de Poderes.
¿Qué dicen los mileistas criollos en Bolivia? Estaremos atentos a que manifiesten su orgullo republicano y su respeto por “lo institucional”. Y si no ha les queda clara la deriva autoritaria de Milei, es suficiente imaginar lo siguiente en Bolivia. No habrá conflicto por la redistribución de bancas en la Asamblea Plurinacional después del Censo poblacional 2024. Mediante decreto, el presidente Luis Arce definirá que para integrar el órgano legislativo en las elecciones de 2025 se hará a un lado la representación proporcional y solamente se votarán diputados por circunscripciones uninominales . Es decir, una decisión del Presidente del Estado Plurinacional podría redefinir el sistema electoral y la representación política. ¿Qué tal?
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