“Porque yo he nacido, para domarte, Lina, y para transformarte, mi gatita salvaje, en una Lina dócil como son todas las demás Linas que tienen un hogar”. La fierecilla domada, William Shakespeare.
Se define en la voz española domar como “la acción de sujetar, amansar y hacer dócil al animal”. La idea de un ser humano sujetado y amansado por una voluntad ajena es una afrenta al espíritu liberal y el principio de respeto irrestricto al proyecto de vida de cada uno. La doma humana es una colectivización forzada de la conducta y el acto supremo de totalitarismo.
Ya son varias las ocasiones en las que leo a Mondino o Milei festejar cómo los jóvenes, y no tan jóvenes, libertarios doman a sus críticos. Festejan la aplicación de técnicas de humillación en las redes sociales que suelen apelar a cuestiones personalísimas como sexualidad, conflictos familiares, problemas de salud, situaciones laborales, la forma del cuerpo y otros asuntos de la esfera íntima de la víctima o sus seres queridos.
La doma humana está íntimamente asociada a la violencia contra las mujeres. Cuando comencé el artículo me vino a la mente La fierecilla domada, una comedia de Shakespeare donde el protagonista es capaz de privar de sueño y alimentos, vejar y humillar a una mujer de carácter fuerte para hacerla dócil y someterla a su voluntad. En una lectura simplista, la gracia de esta obra estriba en observar el insufrible carácter de la mujer y la destreza del domador en la aplicación de la violencia. Aunque a partir de los avances culturales esto no da más gracia. Es una descripción extraordinaria de cómo opera el proceso.
Domar es el objetivo del doxeo, una práctica que creció en los últimos años en los círculos libertarios, inicialmente como reacción de varones jóvenes frustrados que hacían responsable de sus problemas al movimiento feminista. Hoy en día la práctica trasciende el backlash reaccionario, aunque las mujeres siguen siendo con quienes más se ensañan. Además, se convirtió en una práctica oficial sistemática validada desde el Poder Ejecutivo Nacional. Anteayer, el Presidente de la Nación se despachó publicando foto y nombre de cada uno de los diputados que, según su mundo propio, son “traidores a la patria” por no haber votado a ciegas la Ley Ómnibus.
El doxeo consiste en recopilar información de una persona a partir de datos disponibles en Internet, hurgando la huella virtual de las víctimas, penetrando en bases de datos privadas e incluso aplicando técnicas de ingeniería social para obtener más información contactando a la propia persona o su círculo íntimo. Cuando se recopila la información, se la compila en un video o en una serie de publicaciones con el fin de humillar y quebrar psicológicamente a la víctima. Cuando se doxea a alguien, en los grupos de Whatsapp libertarios el victimario dice.... ¡domaaaada! con emojis y gifs. El resto le festeja.
Es una versión 2.0 del “no te metas” porque si no viene la patota virtual y la represión simbólica. Ninguna persona “del común” quiere sufrir esta reprimenda y así se crea un espiral de silencios.
Tomemos el caso repugnante de Jenifer para graficar como funciona esta práctica:
Jenifer fue víctima de violencia de género extrema -económica, física y psicológica- durante varios años. Tuvo miedo, sufrió carencias, no pudo dormir… como Catalina en La fierecilla domada. Vivió mucho tiempo con medidas judiciales de protección para evitar a su agresor.
Por entonces, esta fierecilla fue herida, pero no domada. Logró liberarse de su agresor y comenzó a expresar sus intereses políticos. Dejó de ser la víctima correcta y sufriente. Simpatizante de las causas populares, participó de las movilizaciones contra la llamada “Ley Ómnibus”, contra un paradigma de miedo, subordinación y silencio. Llegó de Ituzaingó, sin militancia política previa, convocada por las redes de Argentina Humana.
En la segunda jornada de movilización Jenifer fue arbitrariamente detenida. No cometió ningún delito, pero “la sujetaron” como indica la buena técnica de la doma. Fue una de las cuatro chicas que castigaron por cantar el himno. Personal policial masculino las arrastró hasta un camión celular dónde la subieron violentamente. En vano intentó defenderlas el diputado Eduardo Toniolli. Una vez arriba, dieron vueltas por horas y horas, las llevaron de un lugar a otro, todo para amansarla. Es muy feo que te lleven de “paseo” en un camión celular de la policía. No podés respirar bien, no podés ir al baño, no sabés qué te va a pasar. A la madrugada, las dejaron en una dependencia policial sin permitirles la llamada ni la visita médica que indica la ley.
La noticia activó los protocolos de la solidaridad y los abogados empezaron a moverse, en particular el Dr. Leandro Halperin (UCR) que permaneció en la dependencia bregando por la libertad de las detenidas que se produjo recién por la mañana.
Ni bien pude me comuniqué con Jenifer. Desde luego, la noté angustiada y cansada, pero la solidaridad de los compañeros, en particular de las otras tres mujeres que habían padecido con ella, había sido la parte positiva de una experiencia espantosa para cualquier persona. Así que, a pesar del ablande y la sujeción, no la habían domado. Se iba a recuperar e incluso quería participar de la movilización al día siguiente.
Sin embargo, después de la represión policial, vino la represión para-policial, el doxeo, con un golpe tan bajo que voltearía a muchos militantes fogueados. Jenifer no había terminado de procesar lo que le pasó la noche anterior cuando empezó a recibir los mensajes. Circulaba un video publicado en X e Instagram en la cuenta verificada de Tomás Díaz Cueto, un mediocre influencer que se presenta en redes como periodista de La Nación.
Jenifer, en un lógico estado de shock y angustia, me envió el video. Cuando lo ví sentí una repugnancia instintiva contra ese individuo que se había auto-grabado para animar una pieza audiovisual maliciosa en la que presentaba documentos e información confidencial sobre Jenifer y sus hijos. Un agudo dolor y una ráfaga de ira me tocó el alma. ¿Quién puede ser tan mal bicho? Respirar hondo, creer en los resortes institucionales, refrenar pulsiones vindicativas, aconsejarle a Jenifer la vía judicial, presentar la denuncia.
El domador Tomás Díaz Cueto es un tipo de virilidad afectada, musculatura de gimnasio, barba estilizada, voz de cotorra inquisidora y un sentido de impunidad absoluto que en exactamente 61 segundos violó todos los derechos de Jenifer y sus cuatro hijos. El video expone criminalmente a los niños en el marco de un relato ficticio destinado a generar odio hacia la madre. Siempre hay suficientes odiadores disponibles.
En el video se apreciaban con claridad nombres, datos personales, imágenes y problemas de salud de niños pequeños extraídos en su mayoría de los expedientes judiciales reservados sacados del juzgado de familia donde tramita el conflicto que sostiene con su agresor. La divulgación de estos datos es un delito grave. La denuncia ya está radicada en el Juzgado Federal N° 1 de Morón a cargo del Juez Martin Alejandro Ramos. El que las hace las paga.
El video tenía por objeto explícito castigar a Jenifer por participar en la movilización. La repugnante pieza de sadismo explícito empieza con la cara sonriente del varoncito infame preguntando a sus más de 100 mil seguidores de Twitter y 200 mil en Instagram “¿te acordás de las detenidas por cortar la traza en el congreso?” antes de vomitar la falsa biografía de una tremenda “hija de puta y madre de mierda”.
Después de ver que el video había tenido cientos de miles de reproducciones, después de leer comentarios, amenazas y juicios derivados del video, Jenifer se quebró, cerró sus redes sociales y difícilmente, en el corto plazo, vuelva a participar de una actividad pública. Imagino el grupo de WhatsApp de los nuevos vigilantes de la moral libertaria: ¡Domaaaada!
Desde luego, el cobarde domador bajó el video cuando el daño estaba hecho.
Golpeada primero, arrestada después, humillada más tarde. Técnicas de doma para reducir al humano a dócil animal. No se puede admitir la existencia de domadores de humanos. Mucho menos con patrocinio oficial. Esto es lo que está sucediendo. El Estado promueve un nuevo órgano de represión social y festeja a sus agentes.
Por lo pronto, el que las hace, las paga. Díaz Cueto ha sido denunciado penalmente. Deberá rendir cuentas, además, en el fuero civil. Le va a salir caro. Espero que sus empleadores se anoticien de la falta de ética periodística y tomen las medidas disciplinarias correspondientes.
Este problema que comenzó como un tema de la lucha feminista, del cual tengo por regla no opinar por pedido de mis compañeras, ha trascendido sus fronteras e involucra a todos y todas. Siempre lo hizo en realidad, pero ahora nadie puede hacerse el distraído. Como militante y como abogado, y como ser humano, me subleva un abuso de semejante magnitud contra una persona vulnerable, indefensa por la asimetría de poder entre ella y su agresor.
Es la expresión de una intolerancia política y un odio misógino y clasista que pretenden normalizar. No tengo duda de que habrá, y hay en curso, una respuesta política y cultural que ponga en caja a los domadores de seres humanos para que nadie vea disminuida su libertad y tenga que callar por miedo.
JG